Una gran emoción me embargó al comenzar la película: el diseño de decorados y personajes, la puesta en escena y el derroche de imaginación hacían ver que Tim Burton había dejado atrás simios y peces para volver a sus mejores tiempos. De hecho una posible nominación al Oscar (de una vez por todas) como mejor director me pareció muy probable y una gran sonrisa de satisfacción se instaló en mi cara… hasta que los personajes entran en la fábrica. No es que a partir de ese momento la hasta entonces genial Charlie y la fábrica de chocolate se convierta en una película exenta de imaginación, pero sin duda el globo de desinfla. Y creo que gran parte de la culpa la tiene un Johnny Depp (uno de mis actores favoritos, que conste) al que nunca me llego a creer como Willy Wonka. Simplemente me parece un tío con una ridícula peluca poniendo cara de asombro… y si el protagonista de una peli te da esa impresión, el resultado no puede ser bueno.