Cuando cogimos esta película del videoclub, en video, la metimos en el reproductor y solo se veian las dos tercera partes inferiores de la pantalla (esto también significa que la vi hace unos añitos). Será el tracking, pero no, es que la cinta estaba estropeada. No sabíamos exactamente de qué iba, y cuando vimos que no había remedio fuimos a quitarla. Pero la primera escena nos pilló. Nos pilló de tal manera que acabamos degustanto (y no tragando) la película enterita, y eso que éramos tres y a una no les gustan las de terror. Pero es que ésto es arte, y punto. Tristemente su fórmula se ha repetido hasta la saciedad, haciendo que aquello que en su momento era inusual, nuevo, sea lo más trillado del cine de terror asiático. Los hay que dicen que no explica mucho, que queda mucho en el aire, y es cierto. Para mí eso también es algo positivo. No hay porque saberlo todo. No lo sabemos todo. De todas maneras, en el libro explican el porque de la maldición y el porque de cómo se evita (y creo que de una forma muy bien justificada). La atmósfera, los personajes, el niño, los efectos especiales, las caras de las víctimas (a mí el terror no me afecta, pero esta película es la excepción, porque tardé bastante tiempo en dejar de pensar en ellas), y cómo no la estrella de la función, la danzante Sadako, con sus movimientos, hacen que para mí haya un antes y un después en el cine de terror con esta película. El remake americano no está mal, pero peca en demasiados efectos y en intentar explicar demasiado. Un factor determinante en la película es el ambiente frío y sobrio que se respira todo el rato. Para mí una obra maestra que sin duda acabará en un clásico.
No recomendable para aquellas personas a las que el terror psicológico las afecta (mi amiga tuvo pesadillas bastante tiempo, y no es broma).