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Voto de Chris Jiménez:
8
Intriga. Thriller Wes Block (Clint Eastwood) es un policía de Nueva Orleáns al que asignan el caso de un violador y asesino en serie de mujeres que actúa en el famoso y conflictivo Barrio Francés. La investigación se transforma en un reto psicológico para Wes, cuando descubre que su personalidad y comportamiento tienen muchos puntos en común con el asesino. Temores enterrados en el pasado afloran ahora a la mente del detective y se agudizan cuando ... [+]
15 de octubre de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos hombres que usan el mismo tipo de calzado merodean por las oscuras calles de una New Orleans atestada de luces de neón y fuerte olor a sexo. Pero una gran diferencia les separa.
Uno es policía, el otro un psicópata asesino. Aunque opuestos, entre ellos nacerá una extraña conexión; los pasos de uno acecharán al otro, y el cerco se irá cerrando peligrosamente...

En 1.983, Clint Eastwood sorprendió a todos poniéndose al frente de "Impacto Súbito" tanto detrás como delante de la cámara, cuarta y penúltima aventura del famoso inspector de San Francisco tras siete años alejado del personaje. El resultado fue un éxito. El actor/director renovaba la saga devolviéndole a Callahan la dureza que había ido perdiendo a partir de "Harry, "el Fuerte" ", además de ser el último en el que aparecería su mujer Sondra Locke, de quien se separaría oficialmente en 1.989.
Demostrando una vez más que era capaz de arriesgarse con cualquier papel, aunque eso destruyera su imagen de cara a un público que lo tenía como un héroe del cine, Eastwood encarnaría a un inspector de policía en un tergiversador "thriller" escrito por Richard Tuggle, guionista de "Fuga de Alcatraz" y realizador de "Fuera de Límites", e inspirado en casos de asesinatos reales sucedidos en Bay Area. Aunque éste asumió el papel de director, Eastwood le reemplazó por su "incompetencia" (tal como ocurriera con Philip Kaufman en el rodaje de "El Fuera de la Ley"); para evitar problemas con la Director's Guild, el nombre de Tuggle se mantuvo en los créditos.

Ahora Eastwood encarna a Wes Block, un policía de New Orleans que ha fracasado en su matrimonio, que cura su soledad y una mala paternidad con el vicio y la depravación durante las calurosas noches en compañía de prostitutas. Por desgracia, los mismos lugares sirven de atracción para un peligroso y muy escurridizo asesino en serie; Block deberá atraparle antes de que mueran más mujeres, y para ello tendrá que emplear métodos alejados de la ley, introduciéndose en los sórdidos barrios de la ciudad, mezclándose entre los fantasmas humanos que por allí pululan. Pero el asesino anda más cerca de lo que se imagina.
Versión heterosexual del "thriller" de William Friedkin "A la Caza", al tiempo que disimulada variación del famoso relato de Poe "William Wilson", "El Perro Rabioso" de Kurosawa o "El Asesino está en Mí", que dirigía Burt Kennedy adaptando la novela de Jim Thompson. "En la Cuerda Floja" nos engaña desde el mismísimo principio, el cual abre con un espectacular plano aéreo de New Orleans haciendo que inevitablemente recordemos los comienzos de los films de Callahan, aunque su pariente más directo sería "Ruta Suicida" (esa música de "jazz" suave y provocativa, esa ciudad llena de peligros sobre la que nos abalanzamos). Todo indica que vamos a volver a disfrutar del clásico policíaco de Clint Eastwood. Nada más lejos de la realidad.

Hay un asesino y un inspector, y éste hará lo posible por cazarle, pero el actor se dedica a demoler, una vez más, la imagen del policía, del héroe del género, como cuando su Callahan arrojaba trece años antes su insignia al río, indigno de permanecer del lado del iluso sistema legal cuando se había inclinado del lado del "otro", del asesino. "En la Cuerda Floja" prosigue con esta mutación; Block se presenta ante nosotros con la más aparente normalidad: un maduro inspector con hijas, melancólico, atormentado, y que da salida a sus demonios interiores en la noche, entre tinieblas, cuerpos desnudos, morbo, sadomasoquismo, revelando así su "otra cara". Curiosamente, el asesino al que desea detener también recorre esos lugares, como su propia sombra, la imagen aterradora de un inhibido liberado.
Una sombra hecha realidad que empieza a tomar posesión de Block, a arrastrarle, a dominarle (la pesadilla en la que éste se ve como el criminal); la intriga, de esencia "hitchcockiana", opera en dos niveles: la normalidad y la monstruosidad, y a medida que la trama, desasosegante, avanza, se tornan cada vez más permeables hasta que el policía invade el territorio del asesino (su lugar de trabajo) y el asesino, a su vez, el del policía (su hogar, su familia). Cuando Block está en la fábrica va descubriendo sus demonios y "pecados" emerger a la superficie (el sonido de las máquinas, la espuma de la cerveza, las gotas cayendo lentamente sobre las botellas): sabe que el asesino ha estado en el mismo sitio que él, que le atrae lo mismo, que le excita lo mismo (el policía ha pasado, finalmente, al "otro lado").

Y es que en este "thriller" en el que se equilibra a la perfección el gusto por DePalma, Siegel y Hitchcock (la persecución por el cementerio lleva su sello), lo importante no es el caso ni los brutales asesinatos perpetrados, sino la unión entre el policía y su perseguido. Figura que apenas existe, figura indiferente, una máscara, simple artefacto o copia del inspector, poco a poco vuelto a su espejo y a la verdad de su sola violencia; no la de su pulsión sexual y sus desviaciones, sino la que ésta oculta, su pulsión de muerte, goce tabú y fantasma de una inversión de roles (Block intenta matar a Beryl en la pesadilla, el asesino lo intenta en la realidad).
Eastwood sorprende en uno de sus más complejos papeles; siniestro, duro y vulnerable, nunca le habíamos visto en un personaje así. A su sombra, unos decentes Dan Hedaya y Geneviève Bujold, bastante pazguata (Beryl se acaba volviendo una parodia de sí misma); fantástica la joven Alison Eastwood, hija del actor, en el papel de Amanda. En los aspectos técnicos sobresalen la magnética música de Niehaus y, cómo no, la fotografía del genio Surtees, quien es capaz de envolver al espectador en las tinieblas, consiguendo su mejor trabajo junto con el de "El Jinete Pálido".

Violento, macabro, sórdido y a ratos perturbador, un "thriller" en apariencia sencillo pero repleto de intensidades y misterios.
Pocas obras de Clint Eastwood resultan tan atrapantes. Fácilmente, una pequeña gran joya del suspense.
Chris Jiménez
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