48 horas más

Ocho años después de haber parido una notable cinta de acción como era ’48 hours’ (1982), se volvía a juntar el mismo equipo para manufacturar la secuela de aquella trepidante, gamberra y divertida historia.

¿El resultado? Un tanto decepcionante. La secuela se aleja un escalón de su predecesora. Ahora ya no es tan gracioso el dúo formado por Nolte y Murphy. Se nota para mal que el cómico afroamericano, allá por el 90, ya era una estrella, con la consiguiente dosis de lucimiento personal requerida. La acción sigue siendo trepidante, narrada con buen pulso, pues en esto es difícil que falle el bueno de Walter Hill. Pero la trama e intriga pierden bastante, es decir, hay menos ingenio y más mediocridad.

En definitiva, una cinta de acción del montón. Efectismo y ruido. Entrega bastante menos que el original, aunque, ya saben, con las palomitas combina bien. Se deja ver, para llenar un rato libre.

Innecesaria secuela del mayor éxito comercial de Walter Hill, que daba muestras de su decadencia creativa después de rodar 12 películas en 15 años. Un año antes había fracasado con la vulgar Johnny el guapo y en un intento de reponerse económicamente, realizó ésta mediocre segunda parte de la genial Límite 48 horas.

La película es un calco de la primera pero con algunos cambios. Se recurre al tópico y esta vez el hermano del malo de la primera entrega llega a la ciudad en busca de venganza. Viene acompañado de unos violentos motoristas hippies con la intención de liquidar al policía Jack Gates interpretado por Nick Nolte. Que a su vez vuelve a recurrir a Reggie Hammond, Eddie Murphy, para que le ayude. Entre medias, Jack es suspendido de su empleo por la peligrosa manera de detener a un criminal mediante un tiroteo en el que muere un inocente. Al mismo tiempo deberá averiguar quién le ha tendido la trampa sino quiere acabar en la cárcel.

En 1990 Murphy era una estrella de mayor peso que Nolte, por eso ahora el protagonismo recae en él que además coproduce la película. Las burlas y chistes que Nolte hacía sobre su compañero en la primera parte desaparecen y esta vez es Murphy quien lleva la voz cantante. Más violencia, más espectáculo, pero todo suena a ya visto y la película defrauda en sus expectativas.

Continuación algo tardía de Limite 48 horas, que se mueve por las constantes y situaciones de la película anterior, mismos escenarios, mismas persecuciones, mismos tiroteos, mismo coche, mismos diálogos, mismos gags, prácticamente mismos villanos, supone un calco de la anterior, lo cual no es ningún problema por que la anterior es una película cojonuda, y esta sigue totalmente la misma línea, y es igual de fresca, frenética y divertida. La visión de la acción que propone Walter Hill es ya conocida, thriller trepidante, eminentemente urbano pero con ese aire wensteriano que Hill siempre impone a sus películas, que viene de fabrica (Empezó como guionista de Sam Peckinpah) y que hace a su estilo inconfundible y único.

Impresionante la química total que sigue desprendiendo el dúo protagonista, esta vez con mayor protagonismo por parte de Eddie Murphy, que venia de dar la campanada con Superdetective en Hollywood y en ese momento era una estrella mas cotizada que Nolte, y a destacar dos actores secundarios, de carácter, habituales en el cine de Hill y que su sola presencia anima bastante cualquier cinta, Ed O`Ross (El villano soviético de Danko: Calor Rojo) y Brion James (El inolvidable León Kowalski de Blade Runner). Cine policiaco ochentero, del bueno, con la firma de uno de los más grandes del género y que sigue enganchando por más veces que se vea.

Inolvidable el agente Cates (Nick Nolte) que marcó un prototipo legendario junto a Eddie Murphy de colegas al borde de la locura. Un estresado policía empeñado en cumplir con su deber aunque sea a costa de su empleo, con los de Asuntos Internos tras él, sin novia ya, y sin caso resuelto tras 2 años de investigación.

Se diga lo que se diga, 48 horas más, consigue que pasados largos años, los dos protagonistas logren crear el mismo ambiente de buen rollo que su predecesora, clima a tope policial, tiros a mansalva de esos de película, espectaculares (que la mitad van fuera pero da igual, se agradecen), y todo gracias a Walter Hill que acertó en no bajar el ritmo de la acción convencido que este estilo de películas desenfadadas marcarían una época.

Ésta y la anterior son la Boddy Film por excelencia. Las sensaciones que consiguen son difícil de igualar y podría decirse que verlos es como contemplar a una pareja a regañadientes con ese profundo respeto que da el sentir la verdadera amistad: (Tú sí eres mi amigo, le dice Jack a Reggie). Ése es el truco. Acertada como la primera que por eso, por ser la segunda, pierde el aliciente novedoso pero es injusto diferenciarlas porque son iguales, son buenas, honradas y divertidas, hechas con el mismo cariño.

Si te gustó la primera, no te arrepentirás de volver a verlos. Ya no se hacen películas como estas.

Sí, ya sé que esta segunda parte no es igual de buena (pero casi) que la primera parte, pero eso no quiere decir que sea un bodrio, ni mucho menos, ya que el film tiene muy buenos actores, guión interesante, diversión a tope, acción abundante que hacen de esta entrega una gran película.
No me la pierdo cuando la echan por la tele, ya que es de mis películas preferidas por su gran calidad, aunque eso si, algo peor que la primera. En fin un peliculón que merece la pena ver, si te gusto la anterior peli porque es cojonuda así que se convertirá en una de tus favoritas. Seguro.