1) Samantha Jones: las tramas de la heroína donjuanesca más popular de Manhattan es lo más jugoso de la película (como solía ocurrir en la serie). El profundo conflicto interior al que se somete la implacable relaciones públicas supone la redención de su personaje en la serie. Pues si bien en la última temporada Samantha había sentado cabeza con el joven modelo (y por tanto sucumbiendo a los encantos del amor romántico), aquí Samantha le abandona a cambio de ser fiel a sí misma. Y si como admite, las razones son el egoísmo por quererse y dedicarse más a sí misma como ha hecho siempre, otra de las razones (aunque no verbalizada) será el sexo (tan variado y abundante propio de la marca Samantha Jones), que nos regala las escenas voyeurísticas femeninas más hilarantes así como lo nunca visto: el personaje reprimido. Inmejorable.

2) La amistad femenina por encima de todo. Uno de los puntos fuertes de la serie como es echar a bajo el mito misógino de que las mujeres no pueden ser jamás amigas, aquí se trabaja y se lleva felizmente al extremo.

3) Pedagogía feminista: cuando la pequeña Lily quiere disfrazarse en Halloween de Cenicienta y su madre, Charlotte, le sugiere que mejor de Mulán. Ahí va el discurso: Disney ha cambiado sus normas y las últimas heroínas son fuertes y huyen de la pasividad.

A pesar de todo, especialmente del mcguffin esotérico que resulta el boicot de la boda (¿por qué Big no habla cuando Carrie le estampa las flores en la cabeza?), podemos abstraernos de ese pequeño fallo y disfrutar de casi tres horas de lo mejor de la serie: zapatos, moda, lujo, moda, tíos buenos, (¿he dicho moda?), moda y situaciones divertidas. Eso sí, tal vez lo más reprochable de la película sea la falta de osadía que caracterizó a la serie. No obstante, es comprensible debido a las particularidades del medio cinematográfico, diferente a la televisión.