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Baxter rating:
10
7.7
15,468
Drama
This powerful drama film follows London doctor Hortense (Marianne Jean-Baptiste), an intelligent middle-class black woman who was adopted and now decides to track down her biological mother. But her daunting discovery is that her natural mother Cynthia (Brenda Blethyn) is white and working class. Cynthia is doubtful of Hortense’s claim until she presents her birth certificate, then Cynthia's painful memories begin to reappear. Cynthia ... [+]
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- es
January 11, 2008
22 of 25 users found this review helpful
Secretos y Mentiras es una nueva muestra documental sobre las características y estereotipos sociales y familiares de la sociedad de finales del siglo XX. Todos nos vemos involucrados; el estado del bienestar se ve resquebrajado en algunos momentos de nuestras vidas debido a un acontecimiento fortuito, accidental u olvidado que vuelve a nosotros repetidamente o después de un cierto periodo de tiempo.
La película no intenta ser una obra melodramática, apenas produce tristeza porque se enmascara a cada instante de moderadas dosis de comedia, pero su gracia no estriba en gags previsibles e histriónicos, sino en la cruel y despiadada soledad de todos y cada uno de los protagonistas: la angustiosa ignorancia de la madre neurótica, la falsa benevolencia y perfecta educación de una hija olvidada, el sutil y elaborado embrutecimiento de la hija menor que convive con ella, el recital de “tics” de su novio y las abigarradas apoplejías mentales, vacuas e insustanciales de un hermano menor, esposo y mártir de una mujer desdichada y angustiada con lo inevitable.
La película no intenta ser una obra melodramática, apenas produce tristeza porque se enmascara a cada instante de moderadas dosis de comedia, pero su gracia no estriba en gags previsibles e histriónicos, sino en la cruel y despiadada soledad de todos y cada uno de los protagonistas: la angustiosa ignorancia de la madre neurótica, la falsa benevolencia y perfecta educación de una hija olvidada, el sutil y elaborado embrutecimiento de la hija menor que convive con ella, el recital de “tics” de su novio y las abigarradas apoplejías mentales, vacuas e insustanciales de un hermano menor, esposo y mártir de una mujer desdichada y angustiada con lo inevitable.
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Spoiler:
Mike Leigh dibuja poco a poco las relaciones familiares y retrata a todos los personajes con una precisión cruel a ratos, aunque también a veces piadosa. Quiere probar lo desdichados que son en todos los aspectos, porque no hay nada que se guarde a la falsedad ni a la manipulación en esta galería de vecinos nuestros. Hasta el título puede que resulte engañoso. Puede llevar a pensar que durante la proyección seremos cómplices de confesiones inaudibles, terribles acontecimientos guardados en la mente y corazón de los personajes por mucho tiempo. No hay nada de eso: la virtud de esta película radica en todo lo contrario, ya que ningún secreto es tan escandaloso (de hecho el primer sorprendido cuando se van revelando uno a uno es el espectador, que siente una punzada de decepción al comprobar que en la vida una pequeña omisión puede dar lugar a grandes desencantos), ni las mentiras cotidianas son tan colosales y despiadadas, sino por el contrario irrelevantes. Todo empapado de naturalidad, sin artificios ni efectismos de feria.
El guión no busca situaciones cómicas ni el estilo del director se interpone lo más mínimo entre los actores y los personajes que interpretan: de lo que se trata es de mostrarles tal y como son, como si el espectador fuese un testigo invisible en una apasionada conversación entre los diferentes miembros de una familia, y en todo momento se respira autenticidad, ritmo y emoción.
El final es optimista a su modo: una reunión familiar permite el desenlace de emociones, la llegada de la sinceridad es recibida como sucedería en cualquier familia: con lágrimas. Allí se permite que reinen los conflictos silenciados durante años, y una conclusión velada: la familia es el único reducto, el último refugio en una dura sociedad hostil que nos mantiene separados. La naturalidad de la puesta en escena se desarrolla hasta los límites de la percepción: escenas fijas de ¡más de diez minutos! con unas interpretaciones espléndidas, en donde Brenda Blethyn brilla con luz propia. Su personaje rebosa ingenuidad, compasión, alegría, conformismo, dulzura y, en algunos momentos, crudeza. La madre atormentada es capaz de llorar amargamente mientras conversa con su hija negra, y a los pocos segundos reír enfáticamente por no llegar a comprender del todo la fatalidad de su propia situación. Brenda cautiva al observador y a los propios personajes, a todos los arrastra en sus lamentos, en sus desgracias, nadie pasa por alto sus afirmaciones y su drama personal, todo el mundo al final se postra a sus pies, en el regazo de su extraordinaria personalidad y humanidad.
El guión no busca situaciones cómicas ni el estilo del director se interpone lo más mínimo entre los actores y los personajes que interpretan: de lo que se trata es de mostrarles tal y como son, como si el espectador fuese un testigo invisible en una apasionada conversación entre los diferentes miembros de una familia, y en todo momento se respira autenticidad, ritmo y emoción.
El final es optimista a su modo: una reunión familiar permite el desenlace de emociones, la llegada de la sinceridad es recibida como sucedería en cualquier familia: con lágrimas. Allí se permite que reinen los conflictos silenciados durante años, y una conclusión velada: la familia es el único reducto, el último refugio en una dura sociedad hostil que nos mantiene separados. La naturalidad de la puesta en escena se desarrolla hasta los límites de la percepción: escenas fijas de ¡más de diez minutos! con unas interpretaciones espléndidas, en donde Brenda Blethyn brilla con luz propia. Su personaje rebosa ingenuidad, compasión, alegría, conformismo, dulzura y, en algunos momentos, crudeza. La madre atormentada es capaz de llorar amargamente mientras conversa con su hija negra, y a los pocos segundos reír enfáticamente por no llegar a comprender del todo la fatalidad de su propia situación. Brenda cautiva al observador y a los propios personajes, a todos los arrastra en sus lamentos, en sus desgracias, nadie pasa por alto sus afirmaciones y su drama personal, todo el mundo al final se postra a sus pies, en el regazo de su extraordinaria personalidad y humanidad.