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España España · Ciudad Esmeralda
Críticas de Jenny Mellor
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Críticas 8
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
7 de mayo de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
...De las mejores formas de ganarse un dinero “fácil”. “Aprendiz de gigoló” es una tragicomedia que narra la pequeña aventura de dos neoyorkinos con apuros económicos a los que se les presenta la oportunidad de pagar facturas, respectivamente, como chulo y gigoló.

Ante todo diría que es una película escrita para Woody Allen, para su lucimiento, o mejor dicho, el del único personaje que le hemos visto interpretar, casi sin matices, en cada una de sus apariciones cinematográficas, ese neurótico hombre de mediana edad, judío no practicante, con una relación de amor-odio por la ciudad de los rascacielos, culto, que tartamudea y sufre de verborrea en las confrontaciones.
En mi opinión él es lo mejor de la película, el nexo de unión entre los personajes y el encargado de poner la nota cómica en cada escena, llevándose las mejores frases, picantonas y desinhibidas, de unos diálogos a ratos brillantes, y es que cuando falta en pantalla, se nota.
Esto, que para los fans de Woody Allen es una razón suficiente para verla, hará que quienes sufran escalofríos con cada unos de sus tics aborrezcan cada aparición suya, y por ende la película.
Y no sólo en que la co-protagonice Allen se nota que está hecha para él. Es un homenaje a su cine, y si ésa no era la intención, al menos ha sido el resultado, porque encaja bastante con algunas célebres frases de Allen:

El sexo sólo es sucio si se hace bien.
En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones.
El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas.

Turturro hace un ejercicio de mímesis como director y guionista en muchos aspectos, los más sensoriales, la ambientación, con una Nueva York otoñal de fondo, barrios residenciales con altos árboles y casas de gente pudiente, algún toque nostálgico como un pequeño parque de atracciones, una banda sonora llena de temas de jazz y melancólicas melodías europeas, y sobre todo, una temática, choque cultural y de mentalidades en relación al sexo, muy suya.
Como intérprete, hay una palabra portuguesa con la que Murray (el personaje de Allen) le define y que es muy acertada, y es que imprime cierta pesadumbre a las escenas en las que no está su contrapunto tartamudo para compensarle, cambiando el ritmo de la narración, profundizando un poco en el drama. Pero me quedo con la parte cómica. Puestos a no dar en el clavo, mejor no tener pretensiones.
El tono de la película es bastante ligero, pasando de puntillas sobre el dilema moral que supone dedicarse al oficio más viejo del mundo, pero que tiene más vis cómica cuando lo hace un hombre (y no muy agraciado), y dedicándole atención desde la perspectiva de la rígida ortodoxia judía como elemento de tensión y carcajada.

El continente femenino está habitado por mujeres variopintas, algunas decididas y seguras de sí mismas, otras con inseguridades, pero de las que los dos protagonistas aprenden, como son una sólida Sharon Stone, una conmovedora Vanessa Paradis, la siempre apasionada Sofía Vergara o la visceral Tonya Pinkins en su papel de Othella.


En definitiva, una entretenida comedia sobre el amor y la amistad, que gustará especialmente a los fans del estilo de Woody Allen, y que supongo dejará más fríos a quienes no lo sean.
Jenny Mellor
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7
1 de noviembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El camino de vuelta” es muy, muy indie.

Esta tragicomedia cuenta el verano en la playa de un adolescente que se siente como un pez fuera del agua: a su falta de carácter se suma un padrastro autoritario, una madre alienada, una hermanastra digna hija de su padre y unos vecinos inoportunos y cargantes. A Duncan ni siquiera le gusta la playa, así que decide escapar de la casa del terror y dando un paseo en bicicleta se topa con Owen, un alma libre que le despabilará y le ayudará a sentirse útil y a forjar su personalidad.

Es por tanto una historia familiar y modesta, que suma puntos gracias a su tono light, su ambientación casi onírica, y dos acertadas interpretaciones de dos grandes actores: Steve Carell, en la piel de padrastro en el sentido peyorativo de la palabra, consigue hacerse verdaderamente antipático, y sobre todo (lo reconozco, tengo predilección por él) Sam Rockwell, que interpreta al excéntrico encargado de un parque acuático, el contrapunto del amuermado Owen, con unos diálogos surrealistas, gamberros, que sacuden al espectador con estupefacción y carcajadas consiguiendo que sintamos la misma revolución que el chico al despertar de su letargo y recuperar la energía de vivir.

Gran apuesta para ver una tarde, sin ambiciones, pero muy agradable, y sobre todo eso, muy, muy indie.
Jenny Mellor
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7
21 de octubre de 2013
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy entretenida, muy naïf en conjunto, a pesar de alguna pincelada suelta más gamberra que le da vidilla.

Ante todo, aporta algo, no sé exactamente qué, pero tiene personalidad, y sobre todo mucha frescura. Aunque todo hay que decirlo, bebe grandes tragos de una idea ya magistralmente usada en “Atrapado en el tiempo” con Bill Murray, y deja un regusto de “ya han hecho caldo con este filete” porque también tiene cierto paralelismo con “Más allá del tiempo”, sensación de dejà vu a la que obviamente colabora que la chica de la peli sea en las dos Rachel McAdams. Pero a pesar de remasterizar estas dos películas, “Una cuestión de tiempo” sale a flote con un soplo de aire fresco.

Sus grandes bazas son el desenfado con el que está concebida, el robaplanos de Bill Nighy, siempre con ese punto de abuelo del rock tan entrañable, y el protagonista, Domhnall Gleeson, actor muy prometedor con capacidad para relevar a Hugh Grant en su papel cliché como inglés encantadoramente torpe y tímido, (cambiando inglés por irlandés) y para hacer mucho más, porque su interpretación, sobre todo en la primera parte, consigue un equilibrio nada fácil entre suficientemente humana para empatizar y suficientemente contenida para no cargar al espectador.

Y digo en la primera parte porque éste es el único fallo que le he encontrado a la película, y es que lo que empieza funcionando porque no se toma demasiado en serio, se vuelve sentimentaloide y trascendental, acabando con una moraleja bastante acertada, pero que acaba con una presentación prometedora que, casi irremediablemente, acaba por no poder ser tan espontánea como pretende.

Como detalle, para los que hayan visto (y los que no, corred a verla) “Withnail & I”, atención a la escena que comparten Richard Griffiths y Richard E. Grant!

En definitiva, una buena dosis de entretenimiento, se digiere fácil y deja buen sabor de boca.
Jenny Mellor
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8
15 de octubre de 2013
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Tú has bebido agua de mar!
He perdido la cuenta de las veces que he parafraseado los gags, bromas, pullas y diálogos de esta película, y es que es una de mis favoritas, no de dibujos animados, sino en general, porque reúne aventuras y humor, porque la banda sonora es genial, porque los ojos me hacen chiribitas con los colores como a las urracas con los brillos y porque tiene uno de los mejores "bromances".
Pero sobre todo considero que es una gran película porque tiene la clave para que una "de dibujos" funcione para niños y para adultos, y es la doble lectura. La misma historia ofrece dos versiones, una light y otra picantona, visible sólo para los adultos: aventuras, amistad, superación, y chistes para los niños, y para los adultos, un extra de sensualidad y malicia.
Para ponernos en situación, la historia nos cuenta las aventuras de Tulio y Miguel dos españoles vividores, mujeriegos y amigos del alma, que no piensan trabajar honradamente así los maten. Miguel tiene un apetito insaciable de aventuras, y Tulio nunca tiene suficiente oro, pero los dos comparten un don para meterse en líos (aunque también para salir de ellos). Así es como dos pícaros acaban embarcados rumbo a las Américas en el barco del conquistador Cortés, aunque su destino no es ningún secreto porque ya lo revela el título: "El Dorado", la mítica ciudad de oro que tantos quebraderos de cabeza produjo a los exploradores, rodeada de leyenda y gloria para los amantes de la riqueza.
"El Dorado" es una ciudad, pero también una metáfora sobre los límites de las pasiones, un reflejo del espíritu de cada uno, un catalizador de lo mejor y lo peor que hay en los protagonistas, pero sobre todo, terminará siendo una prueba de supervivencia, y sobre todo, de amistad, porque "no es oro todo lo que reluce".
Sin dar más detalles, la película funciona básicamente porque parte de la premisa de la aventura con unas escenas de acción estupendamente coreografiadas y que (sorpresa) ofrecen algo nuevo, y marcha sobre unos diálogos genialmente construidos, con gran cantidad de escenas cómicas, pero también se preocupa de dibujar (jejejeje, es de dibujos) la psicología y motivaciones de los personajes lo suficiente para que resulten creíbles (dentro de lo increíble) y sobre todo humanos y cercanos, porque es tal la química que existe entre Tulio y Miguel, Miguel y Tulio, que casi parecen actores de carne y hueso. Mérito en gran parte de las voces de doblaje, que les infunden una vida y una chispa impagable.
Por si fuera poco, la película también se preocupa de reflexionar sobre lo humano y lo divino, sobre la religión, el poder, el amor, la vida y la muerte. Grandes temas con un tono ligero para ser apta para menores, pero con la profundidad y sencillez necesaria para resultar mínimamente interesantes y lograr un equilibrio.
A destacar, por supuesto, la banda sonora, en la que destacan los cuatro temas cantados (en la versión española) por Sergio Dalma, cuya voz encaja perfectamente con el tono vital, colorido y amante de la película.
No olvidar tampoco el hecho de que es, que recuerde, la única película de dibujos animados en la que hay una heroína verdaderamente atípica, porque físicamente no es una muñeca perfecta de volúmenes estándar. No. Y además tiene carácter. "Chel" tiene unas piernas tan firmes y rotundas como ella, porque es decidida, independiente y fuerte, y consigue casi tanto protagonismo como Tulio y Miguel, y todo, sin necesidad de que sea "su" historia.
En definitiva, esta película no es más que oro para ti, oro para mí, ¡oro para dos!... Digo, una delicia de película injustamente infravalorada y desconocida. Entretenimiento de calidad.
Jenny Mellor
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7
9 de octubre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es ésta una película con pulso. Es necesario apretar suavemente la muñeca para sentir los latidos bajo la piel, es una historia de pasiones reprimidas y vicios culpables, de maduración y de descubrimiento de la propia identidad, en la que una familia de la antigua aristocracia se resiste a sucumbir a la despreocupación de los felices años 20, por prejuicios, por estatus, por soberbia, y por la déspota influencia de la cabeza de familia, una colosal y sólida Emma Thompson, que hace gala de sus tablas para interpretar a una mujer obsesionada con su fe y con que sus hijos sean como ella quiere.
Pero no son ellos los protagonistas. Ellos representan el mundo deseado por el verdadero protagonista: Charles Ryder, un joven estudiante de Historia de Oxford que en el fondo, contra la pragmática mentalidad de su padre, desea ser artista. Matthew Goode interpreta a un joven con alma de pintor que por cosa de la casualidad o del destino, conoce al pequeño de la rancia familia Marchmain.
Es aquí cuando empieza el duelo de interpretaciones. A un lado, un excelente trabajo minimalista de Matthew Goode, el aspirante a pintor que queda deslumbrado por la opulencia y abolengo de su nuevo protector, y al otro, la magnífica interpretación de Ben Whishaw, que recrea a Sebastian Flyte, el niño rico que se hace amigo del niño pobre porque anhela una aprobación que nunca ha tenido y la encuentra en la cándida fascinación de Charles por su persona y su mundo, reflejados y encarnados en la hermana de Sebastian, Julia.
A partir de aquí, su amistad florece, pero cuanto más profunda se vuelve, más fantasmas ve Charles alrededor de su amigo y de las personas que le rodean. La ascensión de uno supone el declive del otro, y llegan a plantearse la sinceridad de su amistad, porque Sebastian está enamorado de la admiración y el cariño de Charles, y Charles, de la ventana que Sebastian abre para él, un mundo digno de ser pintado, lleno de luces y sombras que capturar con sus trazos. Porque en Charles Ryder hay una intensa necesidad artística que es perdurar y en la mansión Brideshead el tiempo parece detenerse y recorrer sus pasillos es dejar huella. Y aquí es donde ambos se plantean si el amor del otro es sólo interés, o si Charles sólo es quien sujeta un pincel. Las dudas y los sentimientos silenciados llegan a una espiral de vorágine que los llevará desesperadamente a buscar la redención, a volver, comprender y perdonar su verdadero yo.
A destacar el impecable trabajo técnico de vestuario, fotografía y ambientación. Los escenarios son un personaje más de la película, desde los barrios góticos de Oxford a los colores terracota de Venecia, ese edén de rentistas aburridos del clima inglés, pero sobre todo la mansión, Brideshead, con su presencia monumental, que más que un hogar es un museo, y tal vez por eso despliega su embrujo sobre Charles Ryder, el pintor.
Mencionar también la sutil, discreta pero efectiva banda sonora de Adrian Johnston, sin olvidar los secundarios de lujo pero que, lamentablemente, quedan opacados por un triunvirato en estado de gracia.
Una pequeña obra de arte, aunque es preciso tomarse el tiempo necesario para verla con calma, y paladear cada vibración que agita el ambiente. Las palabras justas para hablar de un gran océano de sentimientos, pero sin desvelar del todo la verdadera profundidad, lo que deja margen al espectador para bucear por el recuerdo de la película, en busca otras razones, quizás no tan evidentes, para que merezca la pena, como dice el título, volver a Brideshead.
Jenny Mellor
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