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España España · Las Palmas
Críticas de Echedey Rueda
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Críticas 64
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
31 de mayo de 2024
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los conflictos están vinculados a Blake. Según lo que nos cuenta el filme, que no tiene porque no ser cierto, pero dramáticamente –esto no deja de ser una película– resulta insuficiente.

Escena feliz de familia judía inglesa, entonando una canción hebrea para pasar después al clásico Fly me to the moon. Le sigue escena infeliz de la misma familia. Advertimos que está rota: el padre de Amy la lleva en su taxi hasta casa de su madre, de la que lleva tiempo separada. Todo ha hecho mella en la joven Amy, la de la voz prodigiosa, la amante del blues, el jazz y el soul, pero nada como la irrupción en su vida de un macarra llamado Blake Fielder. “Tengo que vivir mis canciones” dice Amy al principio. Y las vivió. Y bebió. Y el resto es historia, carne de biopic como este Back to black, título idéntico al del segundo y exitoso disco de la cantante.

Amy Winehouse lo reúne todo: alcohol, ruptura amorosa, violencia, drogas, paparazzi, bulimia, autolesiones… Ascenso y caída. Todos los conflictos están vinculados a Blake. Según lo que nos cuenta el filme, que no tiene porque no ser cierto, pero dramáticamente –esto no deja de ser una película– resulta insuficiente, el bad boy (yonqui, borracho, sin escrúpulos) la hizo como fue. El filme se reduce a eso, sin ahondar en otros aspectos (el papel del padre, por ejemplo) y fiándolo todo a la muy buena interpretación de Marisa Abela, algo más que un parecido mediante las atrevidas pestañas y el pelo cardado vintage. 

Puntuación: 5 sobre 10.
Echedey Rueda
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7
31 de mayo de 2024
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si usted creía que las películas sobre perros eran un género desgastado, es que no ha visto esta emocionante y entrañable historia basada en un hecho real.

Antes que nada, un poco de contexto. El Adventure Team Racing es una de las actividades deportivas de resistencia más extremas y exigentes. Involucra correr cientos de kilómetros, montar en bicicleta a campo traviesa, escalar peligrosas cumbres, remar en kayak en contra corrientes impredecibles, todo ello a una gran velocidad y sobre cualquier tipo de terreno peligroso. Las carreras pueden durar varios días, tan solo se permiten paradas breves y hay penalizaciones de tiempo por ayudas. 

Simon Cellan Jones, director curtido en series como Ballers, Jessica Jones y Power, regresa a trabajar con Mark Wahlberg, luego de la comedia de acción The Family Plan, en una cinta basada en una historia real ocurrida en una de esas carreras, con un equipo estadounidense corriendo a través de las selvas, montañas y ríos de la República Dominicana (la verdadera historia involucró a un equipo sueco en Ecuador). 

Wahlberg encarna a Michael Light, el líder del equipo, quien crea un vínculo con un perro callejero al que llama Arthur. Este perro, apaleado, hambriento, enfermo y plagado de gusanos decide, de una manera inexplicable, acompañar a un hombre llamado “el mejor corredor de equipo de aventura que nunca ganó un campeonato”, en una última oportunidad de demostrar su capacidad y tenacidad como atleta extremo.

En el primer acto, veremos como Michael ama a su esposa Helen (Juliet Rylance), una ex corredora como ella y a su pequeña hija Ruby (Cece Valentina), quien tiene como pasatiempo pintar de rosa las uñas de su padre. Michael es un buen padre de familia, pero detesta trabajar para su padre Charlie (Paul Gilofoyle), un ex militar convertido en agente inmobiliario. Su legado como corredor se estropeó por una mala decisión causada por su terquedad y por una imagen viral de su equipo perdedor atascado en el barro.

Michael quiere volver a las carreras, pero nadie lo quiere patrocinar después de su último fracaso. Con tan solo la mitad del dinero que necesita (auspiciado por su pareja), el veterano atleta de barba descuidada reúne a un equipo conformado por amigos que quieren demostrar que pueden lograrlo una última vez. Chick (Ali Suliman, quien trabajó con Wahlberg en la estupenda Lone Survivor), es el navegante, un hombre que fue despedido del equipo campeón por su mala rodilla; Olivia (Nathalie Emmanuel de Rápido y furioso), es la escaladora e hija de un antiguo campeón que ahora está enfermo de cáncer terminal; y Leo (Simu Liu de Shang-Chi), es la estrella de las redes sociales quien publicó la foto viral de su equipo perdedor y que todavía guarda resentimiento hacia Michael por las malas decisiones que les costaron el premio en la carrera anterior. 

El segundo acto nos muestra la emocionante carrera llevada a cabo en un agreste terreno selvático. El primer evento es una caminata de 39 kilómetros a través de la jungla. No hay un camino definido, por lo que uno de los desafíos del deporte es encontrar atajos a través de terrenos peligrosos e inexplorados. Bellamente fotografiada por Jacques Jouffrett (Lone Survivor, Into The Wild), la cinta incluye una secuencia muy emocionante y que crispa los nervios, relacionada con un incidente en un cable de tirolina desgastado (¡Aplausos para los dobles de acción!).

Paralelo al primer y segundo acto, conoceremos la historia de Arthur, el maltrecho perro callejero (¡aplausos al actor canino!) que se encuentra con Michael en una de las paradas. Este le da una albóndiga y basta con ese acto de generosidad para que el perro siga al equipo durante cientos de kilómetros (incluso salvará a Leo de caer por un acantilado). Arthur y Michael son unas criaturas solitarias y de aspecto muy similar (la barba, las heridas mal curadas), que comparten la actitud de no dejarse aplastar por las adversidades. La conexión entre Michael y Arthur, y la forma en que Michael transfiere su determinación de ganar la carrera a la lucha por salvar al moribundo Arthur, son tremendamente conmovedoras y harán derramar más de una lágrima.
Arthur – Una amistad sin límites es una gran cinta colmada de emoción, humanidad y “caninidad” que merece estar en el panteón de las mejores películas protagonizadas por perros (¡Hazte a un lado Hachiko!) y nos muestra a Wahlberg en un intento por hacer de nuevo una cinta para toda la familia, pero esta vez con los elementos muy bien ajustados para convertirse en una fórmula ganadora.   

Puntuación: 6'5 sobre 10.
Echedey Rueda
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7
31 de mayo de 2024
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha tardado sesenta años, pero Russell Crowe ha encontrado finalmente su vocación: después de ser policía (LA Confidential), matemático (Una mente maravillosa), constructor de arqueas (Noé), boxeador (Cinderella man) y, por supuesto, gladiador (Gladiator), el actor neozelandés se ha decantado por una especialidad: el exorcismo. El año pasado, Crowe protagonizó El exorcista del Papa, uno thriller de terror en torno a la figura real del sacerdote Gabriele Amorth, que aseguraba haber realizado más de 50.000 exorcismos. Este viernes estreno El exorcismo de Georgetown, en la que un actor en horas bajas que interpreta a un exorcista comienza a perder la cabeza durante el rodaje. Dos películas sobre exorcismos y una tercera en camino: la continuación de El exorcista del Papa, que será la primera secuela en la carrera de Crowe.

¿Por qué de repente a Crowe le gustan tanto los exorcismos? Seguramente tiene que ver con los más de 70 millones que recaudó El exorcismo del Papa, el mejor resultado de taquilla de Crowe en esta última década en caída libre –salvo blockbusters en el que hace papeles secundarios como La momia (2017) oThor: love and thunder (2022)–, incluso por encima de la excelente comedia de acción Dos buenos tipos (2016) que protagonizaba con Ryan Gosling. El éxito de El exorcista del Papa no es fácil de contar. Parece un thriller sobrenatural como se hacen docenas cada año, un producto artesanal y digno sin voluntad de transgredir ni reinventar los códigos del terror de serie B. Y el realismo no es una de sus prioridades: aunque ambientada en un monasterio medieval de Castilla -La Mancha, el paisaje es de un sospechoso verde intenso y con colinas bucólicas... porque se rodó íntegramente en Irlanda.

¿Qué tenía de especial, pues? Principalmente, el carisma socarrón y sinvergüenza de un Crowe entre Orson Welles y Tomeu Penya, en las antípodas del sacerdote torturado y con crisis de fe tan habitual del subgénero: Amorth toma el pelo a los endemoniados en un inglés macarrónico, no para de hacer bromas y se mueve en un scooter Lambretta que tiembla bajo su peso. Pero lo que catapultó a la taquilla fue, seguramente, la denuncia de la Asociación Internacional de Exorcistas, que tras ver el trailer acusó a la película de "poco fiar". "Quiere hacer creer que el exorcismo es un fenómeno anormal, monstruoso y terrorífico, cuyo único protagonista es el demonio –decía el comunicado de la asociación–, y eso es justo lo contrario de lo que ocurre en un exorcismo celebrado en la Iglesia católica en obediencia a sus directrices". Es razonable sospechar que, en el enésimo ejemplo de el efecto Streisand, el berrinche del gremio exorcista multiplicara el interés del público por la película. Pero se vieron obligados: Gabriele Amorth fue, al fin y al cabo, el exorcista jefe del papa Juan Pablo II, y un referente del oficio al que el mismo William Friedkin, director de El exorcista (1973), le dedicó el documental The devil and father Amorth (2017).

Lo curioso es que El exorcismo de Georgetown no se ha rodado a toda prisa para aprovechar el éxito de El exorcismo del Papa, sino hace cinco años, y llevaba ese tiempo guardada en un cajón, como si un distribuidor visionario hubiera intuido que aún no había llegado el momento de las películas de exorcismos con Russell Crowe. Y su director tiene cierta legitimidad para abordar el género: Joshua John Miller es el hijo de Jason Miller, el actor que interpretaba al padre Karras en El exorcista de Friedkin. Y según explica, el origen deEl exorcismo de Georgetown son las historias que el actor contaba a su hijo cuando era pequeño sobre "la maldición" de El exorcista: incendios misteriosos en el rodaje, muertes extrañas, lesiones crónicas... Y un día, mucho antes del estreno, un cura paró a Miller por la calle y le dijo de repente: "Cuando desenmascaramos al demonio, el demonio se venga ".

Pero El exorcismode Georgetown no reconstruye ese rodaje, sino que imagina uno ficticio en el que Crowe es un actor que espera relanzar su carrera con un filme de exorcismo pero se desequilibra cuando la producción se ve afectada por fenómenos inexplicables. Que el productor sea Kevin Williamson, creador de la saga Scream, ya nos pone sobre aviso de la naturaleza meta del filme, que guiña el ojo constantemente a los tópicos del terror ya la leyenda negra –muy sobredimensionada– de El exorcista o Poltergeist. Y el propio Joshua John Miller fue guionista de una de las comedias de terror más ingeniosas y meta de la última década: la magnífica The final girls, que en 2015 ganó en Sitges el premio especial del jurado y el de mejor guión.

Puntuación: 7 sobre 10
Echedey Rueda
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8
25 de mayo de 2024
2 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mayor pecado que comete 'Furiosa' es no ser ni querer parecerse a 'Mad Max: Furia en la carretera'. George Miller vuelve a dar una clase magistral de dirección con su regreso al Páramo.

Nueve años después de 'Fury Road' somos testigos de cómo George Miller continúa en plena forma.

Si algo ha caracterizado a la saga Mad Max desde que debutó en 1979 es, precisamente, que cada una de sus entregas es diferente a la anterior. A lo largo de los últimos 45 años, George Miller se ha asegurado de no repetir en ningún momento la fórmula ni las sensaciones que ha transmitido cada una de sus visitas al Páramo sin perder en ningún momento las señas clave de identidad que la han convertido en una licencia de culto.

Esto es fácilmente visible en la trilogía original y, especialmente —gracias, en parte, al lapso temporal y tecnológico desde el estreno de 'Más allá de la cúpula del trueno'—, cuando en 2015 se estrenó una 'Furia en la carretera' que marcó un antes y un después en el cine de acción; desmarcándose radicalmente de su predecesora y convirtiéndose por méritos propios en la que, probablemente, sea una de las mejores producciones de la historia del género —si no la mejor—.

A pesar de que no ha pasado ni una década entre la cuarta 'Mad Max' y su precuela, el salto entre ambas ha sido, una vez más, considerable. 'Furiosa' no es mejor ni peor que 'Furia en la carretera', y sería tremendamente injusto evaluarla en esos términos; simplemente, nos encontramos ante una cinta con una naturaleza y aspiraciones distintas que comparte el código genético con la cinta protagonizada por Tom Hardy y Charlize Theron para moldear una nueva joya que, eso sí, podría decepcionar a todo aquél que espere una repetición de lo que vimos hace nueve años.

Poner frente a frente a las dos últimas 'Mad Max' nos permite comprobar que la principal distinción entre ellas radica en su narrativa. 'Fury Road', por una parte, ofreció un viaje de ida y vuelta con la acción como motor principal, con una historia muy concisa y con pequeñas —aunque más que suficientes— pinceladas sobre el mundo en el que se ambienta y los pasados de sus protagonistas y secundarios.

'Furiosa', por otro lado, hace aún más grande su escala para narrar una épica extendida a lo largo de unos 30 años, y que necesita para hacerlo correctamente una mayor construcción y conocimiento sobre su universo, un uso del diálogo mucho más amplio y, lo que es más importante, un ritmo mucho más reposado en comparación con el frenetismo que experimentamos en 2015.

Esto no significa, bajo ningún concepto, que la película renuncie a la intensidad que nos enamoró por aquél entonces, porque Miller ha demostrado una vez más que hay muy pocos cineastas en activo que sepan contar historias en imágenes con tantísima energía y lucidez. La cinética y la composición de planos, la relación causa-efecto intrínseca a la acción, el dinamismo a la hora de mover la cámara con los push-in y push-out constantes característicos... 'Furiosa' vuelve a ser una clase magistral de dirección que encuentra su mejor aliado, una vez más, en el montaje.

Los editores Eliot Knapman y la oscarizada Magaret Sixel, que repite, dan otra lección sobre cómo gestionar el ritmo, cómo dar dinamismo a las setpieces y cómo el corte es la herramienta más poderosa que posee un cineasta. Los pasajes más reposados y contenidos funcionan a la perfección, pero es cuando la cosa se desmadra cuando el montaje de 'Furiosa' desencaja la mandíbula, regresando al staccato picado en el que todo es legible en medio del caos más absoluto.

Por desgracia, el dúo debe hacer un gran sacrificio que, probablemente, sea lo más criticable del largometraje, y es el inevitable uso de la elipsis con cortes o fundidos a negro. Al extenderse durante tantos años, los saltos temporales son esenciales para abordar la historia de Furiosa, Dementus y compañía, y este recurso, aprovechado para dividir en capítulos el relato, termina afectando al tempo y haciendo que las dos horas y veinte minutos de metraje parezcan más abultadas de lo que realmente son.

Llegados a este punto, es imposible continuar ignorando al elefante en la habitación: un tratamiento visual que se ha convertido en el aspecto más controvertido de 'Furiosa'. Está claro que el equipo de diseño de producción y el director de fotografía Simon Duggan ha optado por una visión mucho más excesiva en términos de paleta de colores y efectismos estéticos, lo cual no está reñido con brindar momentos realmente hermosos y dignos de verse en un pantallón gigantesco.

Si bien es cierto que hay algunos planos en los que el look digital es mucho más evidente, salvo en detalles concretos como el modelado y la animación de unos perros o alguna composición menos depurada de lo deseable, el conjunto no chirría en absoluto y juega muy a favor del concepto de la película. Estamos ante una épica disparatada y distorsionada y, como tal, la exageración está a la orden del día; algo que se aplica tanto a los hechos narrados como al modo en que se presentan en pantalla.

Puede que el mayor pecado que comete 'Furiosa' sea no ser 'Furia en la carretera' ni querer parecerse a ella bajo ningún concepto. Como ocurre con el resto de entregas de la saga, casi habría que abordarla como una unidad independiente perteneciente a un mismo universo. Es más ambiciosa en términos narrativos y dramáticos, más desatada en lo visual y más profunda en lo emocional, pero menos visceral e implacable en su concepción de la acción y en su lenguaje.

En una de las escenas de Furiosa, el personaje de Dementus le pregunta a Furiosa si tiene lo necesario para hacerlo épico. Pues bien, George Miller lo ha tenido, y en cantidades industriales, porque ha dado a luz otra joya instantánea a la que colgar desde ya la medalla a la mejor película de acción de 2024.

Puntuación: 8 sobre 10.
Echedey Rueda
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5
17 de mayo de 2024
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amigos imaginarios' nace con la intención de ser pura magia, pero su humor blanquísimo la hace apta solo para el público más naíf.

Nadie puede negar que John Krasinski lo ha intentado, pero aguar a Ryan Reynolds, Steve Carell y Phoebe Waller-Bridge no da resultados.

Estados Unidos vive fascinado por los amigos imaginarios. Es una especie de obsesión yanqui que puede ser rastreada hasta, por ejemplo, los tiempos de 'El invisible Harvey', y que en otros países se reviste de simple fantasía. Por ejemplo, 'El viaje de Chihiro' o 'Mi vecino Totoro' dejan que Ghibli juegue con la idea de la imaginación infantil como manera de sobrellevar el trauma, pero en Estados Unidos crea tanto furor que incluso se han creado series de televisión y cine de terror basados exclusivamente en ese concepto. Y ahora, John Krasinski viene a enfatizarla en una película con tan buenas intenciones como completamente vacía.

Normalmente me encanta cuando una película juega con mis expectativas, pero lo de 'Amigos Imaginarios' es algo que me ha pillado totalmente fuera de banda, como ir esperando un drama de la II Guerra Mundial y encontrarte un alegre musical. Y es que una película con Ryan Reynolds de protagonista, las voces de Steve Carell o Phoebe Waller-Bridge y dirección de John Krasinski promete una locura canalla divertidísima que subvierta todos los tópicos, ¿no? Sobre el papel está bastante claro.

A su manera, es exactamente lo que hace: subvertir todo lo que pensábamos que nos íbamos a encontrar para mostrar la película más blanca posible, que evade muy conscientemente el gamberrismo para mostrar una inocencia excesivamente forzada que trata de recordar al Amblin de los 80. Eso sí, por el camino se olvida de que han pasado 45 años desde el nacimiento de la productora y la magia como la que se mostraba en sus películas ya no se puede manufacturar tan fácilmente.


Curiosamente, 'Amigos Imaginarios' funciona mejor cuanto más se aparta del humor y la fantasía. Es más, Krasinski sabe cómo hacer brillar unas escenas hospitalarias que, con ese mismo guion, podrían parecer de un melodrama prototípico, gracias a unas actuaciones brillantes y un carisma que utiliza a la perfección. El problema es que es solo el revestimiento de una confusa historia sobre personajes imaginarios a punto de desaparecer si los niños de entonces no vuelven a recordarles. Y si creéis que habrá algún giro inesperado en esta trama telegrafiada, estáis profundamente equivocados.

El gran problema de 'Amigos imaginarios' es que da la impresión de que John Krasinski tiene tanta carta blanca después de las dos películas de 'Un lugar tranquilo', de robarnos el corazón en 'The office' y de convertirse en el salvador mediático de la pandemia con su 'Some good news', que nadie se ha atrevido a decirle que, en su esfuerzo por hacer una película que pudieran ver sus hijas, se ha olvidado de añadir a la masa una pizquita de picante para que no quede blanda, previsible y aburrida.

La salvación de la película podrían ser los amigos imaginarios en sí, porque con esta idea cabe cualquier tipo de diseño y abre mil posibilidades: animaciones locas a lo Looney Tunes, violencia de dibujos animados, dibujos hechos por diferentes artistas, feísmo al estilo 'Smiling friends'... Incluso podría tener una hoja de ruta en 'Foster, la casa de los amigos imaginarios' (de la que es profundamente deudora). Sin embargo, el resultado es profundamente aburrido, con algunos diseños de personajes literalmente calcados a los de 'El maravilloso mundo de Gumball' (pero sin su brutal anarquía) y otros tan genéricos que no permanecerán en tu memoria durante mucho tiempo.

Viviendo en la época en que los niños ven 'Hora de aventuras', 'Gumball', 'Steven Universe', 'Teen Titans Go' o 'Gravity falls', series que incitan a la creatividad, la locura, la diversión sin complejos, la rapidez y el retorno al cartoon, la impasibilidad creativa y en sus diseños de los personajes animados de 'Amigos imaginarios' es deprimente. Se puede volver al (supuesto) candor de los 80 sin cubrir de aparente humor blanco extremo una película que acaba tratando temas demasiado adultos para los niños pero con un tono demasiado infantil para los adultos. Es una pena.

Puntuación: 5 sobre 10.
Echedey Rueda
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