…a no ser que seas muy fan de los Beatles. Y como tal que soy (o me considero) he de decir que he visto la película con mucha curiosidad y la he disfrutado más de lo que esperaba. Lo primero que he de decir es que me la topé de pura casualidad y no tenía ni la menor idea de que algo así existiese, y claro, ante una película que es un musical inspirado en uno de los álbumes más importantes del Pop y en la que salen músicos que entonces tenían mucho tirón como los Bee Gees o, para mi asombro, Alice Cooper (que tanto te hace aquí una versión de «Becouse» como te colabora varios años después en un disco de los Guns 'n' Roses), y que haya pasado tan desapercibida, uno la coge con un más que justificado escepticismo. Y pese a que detesto los musicales y la verdad es que ni Peter Frampton ni los Bee Gees me han dicho nunca gran cosa, he de decir que gracias a las acertadas interpretaciones de las canciones la película se ha dejado ver a pesar de que el guion, como acertadamente señalan otros usuarios, es más que flojo (parece un episodio de Barrio Sésamo muy largo) y de que le sobre fácilmente media horita. No dudo de que el hecho de que el señor George Martin anduviese detrás del tema de la producción musical haya salvado lo que de otra forma hubiese sido un petardo descomunal que se afana sin mucho éxito en hilar una historia en base a las canciones, principalmente, del Sgt. Peppers y del Abbey Road. Musicalmente tiene sus momentos, y si eres muy de los Beatles y dejas a un lado cualquier pretensión de ver algo con un mínimo de solidez argumental tal vez te pases un par de horitas agradables. La peli es de aprobado por los pelos, pero como me hizo pasar un momento bastante majo yo le casco un seis.

Iba a decir eso de“qué bien envejecen algunas películas”, pero la verdad es que volviendo a ver esta “Beautiful girls” tantos años después de haberla visto por primera vez cuando saliera en VHS, uno se lleva la sensación de que no ha envejecido ni bien ni mal, sino que sencillamente no han pasado los años por ella. Supongo que la sencillez en el guion es la mejor crema antiarrugas para una película. Deja la misma sensación haber pasado un buen rato con esta pandilla de viejos amigos con sus neuras e inseguridades y sigue dejando ese poso que dejan esas películas que son tan agradables de ver gracias en gran medida a unos buenos diálogos y a unos personajes muy bien trabajados. Fue la película que me hizo enamorarme de “Sweet Caroline”, canción que hasta entonces no conocía y cuya escena permaneció tal cual en mi memoria durante estos años y de esa cría de trece años que creo que a nadie sorprendió que llegara tan lejos después de haber visto esta película.

Y es que el problema de esta película no es que sea un truño. El problema es que a estos truños se les empiece a dar estas notas en estas páginas. Y ya no tanto porque alguien incautamente y mal asesorado por esta poco ilustrativa nota se anime a pasarse dos horas y pico en Truñolandia (que también, aunque en mi caso como lo vi tan ricamente en mi casita pues aproveché para repasar la escala de Re# a la guitarra durante gran parte de la segunda mitad de la peli y ni tan mal), sino porque puede espolear a los señores que deciden qué vemos y qué dejamos de ver a seguir poniendo pasta para hacer despojos visuales como este. Y es que el problema de estas películas va más allá de lo malas que son si pensamos en las buenas propuestas que se dejan de hacer y en las personas válidas para hacer buen cine que se quedan en la cuneta para financiar estas, en el mejor de los casos, pérdidas de tiempo.

Sobre la peli:
--La supuesta crítica al sistema está al nivel de cafetería de instituto.
--La comedia no la hubiese encontrado ni aunque estuviese atento a la peli y hasta las cejas de maruja.
--La guerra dialéctica entre citas de Reagan y de Marx y de no sé de quién más sacadas además del móvil debería de enseñarse en facultades, fórums, asociaciones de amigos del cine, etc, para mostrar hasta dónde se puede llegar si la persona que supervisa la producción falta un día al trabajo.