Con un ritmo más lento, unos personajes (muchos) menos carismáticos, tiene mucha más miga desde luego que ya sabemos cual. Ambiente siniestro y un realismo irreal... Ha superado mis expectativas, antes de finalizar la temporada.

Los grandes creadores son personas que no han perdido la capacidad de soñar, jugar y asombrarse; cosas que solemos considerar inútiles en el mundo adulto. Pero la vida sabe más rica si añadimos estos ingredientes.
Un documental de gran calidad, que profundiza en el proceso de descubrimiento del propio talento, que atraviesan estos grandes cocineros, con todas las renuncias, tropiezos y saltos al vacío que esto conlleva.
Por otra parte, es un sufrimiento enorme ver sin poder probar...

Esa musiquita sentimentaloide. Puf. Añadiendo patetismo al intento de emocionar (pero tooodo el rato eh). Esos diálogos planos, lentos, tan pero tan explicativos. Y una historia simplona y muy predecible. No sé, no tiene nada. Nada que se salve. Y la he visto porque le tengo simpatía a Jim Carrey, pero no se lo cree ni él.
Y además larguísima, ¿qué necesidad había?

Experimentar es el mayor aliciente de la vida. Casi siempre aprendes y, como poco, te diviertes. Por eso no entiendo por qué este señor está siempre tan cabreado y es tan odioso. Supongo que es garantía de éxito (véase House, Lie to me, Sherlock, Big Bang y alguna otra) el asperger. Más allá de este cliché, la serie es interesante desde múltiples perspectivas: como drama, por su interés histórico y por supuesto, destaca su humor. El análisis de las relaciones, desde la crítica de la doble moral y el imperativo rígido de los géneros es brillante. Personajes complejos que evolucionan y sorprenden.
Experimento muy placentero.

Esto no es una comedia, no puede serlo; sólo se trata de dos señores muy sosos (ingleses y cuarentones) que se creen graciosísimos. Y dan mucha pena. Tampoco resultan interesantes, en nada de lo que hacen o dicen.

No sé cómo acabó, pero no me importa.
Que hartazgo por dios. Y por la virgen.