Ron Clifford, un hombre de negocios, atiende a Jennieann Maffeo tras estrellarse el primer avión en la torre norte del World Trade Center. La mujer está ardiendo y tiene los ojos quemados por completo. No puede ver nada.

Ron le ayuda en todo momento. La mujer piensa que va a morir: "No quiero morir, Sagrado Corazón de Jesús, sálvame". Ambos empiezan a rezar un padre nuestro. Después huyen de la zona y llega una ambulancia.

Cuando meten a Jennieann en la ambulancia, Ron se inclina y le dice:

"Vas a salir de esta. Tienes que salir de esta."

Con "Dolor y Gloria" Almodóvar vuelve al cine que le encumbró. El comienzo de la historia adulta está falto de autenticidad, cuesta un poco entrar en ella, pero con el paso de los minutos te convence. A la historia de la niñez de Salvador le ocurre lo contrario. Es ahí donde el manchego se desenvuelve a las mil maravillas y deja momentos e imágenes (a destacar las de la cueva) muy bonitas. La forma de invocar esos recuerdos quizás estén poco elaborados, pero el director lo compensa con su estilo tan reconocible en forma, color y palabras.

Penélope regala naturalidad, se vuelve a demostrar que cuando la dirige Pedro su talento se desborda. Julieta Serrano da una lección en apenas 3 o 4 escenas. Banderas y Asier Etxeandia van de la mano con su historia, convencen (pero no brillan) con el paso del metraje.

No llega a sus obras mayores como "Todo sobre mi madre" y "Hable con ella", pero es un retorno a los días felices. Quizás falte más dolor y un poco de gloria (ver spoiler) en la película. El humor es simpático pero no es el de "¿Qué he hecho yo para merecer esto?" o "Mujeres al bordo de un ataque de nervios". Evidentemente no son historias comparables, pero es un ejemplo de la autenticidad que Almodóvar pareció perder tras "Volver" y que en "Dolor y Gloria" ha recuperado en buena parte pero no al completo.


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Corría el año 1999 cuando Shyamalan fascinó a todo el planeta con el El sexto sentido. Su asombroso estilo narrativo y estético maravilló a Hollywood y rebanó los sesos de los espectadores. Recuerdo rebobinar la cinta a toda velocidad (era formato VHS) y verla otra vez. Con 13 años me quedé absolutamente paralizado de lo que acababa de ver.

Un año más tarde llegó El protegido y ya en 2002 se convirtió con Señales en el guionista mejor pagado de la historia de Hollywood. Después llegaron sus siguientes películas con mejor y peor suerte. Porque con Shyamalan el riesgo que corre un productor es altísimo. Puede saborear las mieles del éxito o ver las garras de la bancarrota. Con Shyamalan no hay término medio. Shyamalan no es una cuestión de gustos. Porque con Shyamalan no se compite. El indio juega en otra liga.

Glass es el cristal dónde se refleja el inmenso talento de este director. Es una película que rebosa inteligencia. Su mayor virtud reside en ser una película consciente de si misma y en lograr la perfecta combinación de cine comercial con cine de autor.

Shyamalan narrativamente hilvana travesura tras travesura. Tira sobre las mesa las piezas de un puzle que el espectador debe ir construyendo. Pero él siempre va por delante. Es tan astuto y deliciosamente tramposo que se guarda algunas piezas para ser él quién termine el puzle.

Sobre esos mimbres narrativos es donde el director despliega sus encantos estéticos. Una vez más juguetea con la cámara y se mueve por los espacios como pez en el agua. Su lenguaje funciona con la precisión de un cirujano. Maneja los tamaños de plano y las angulaciones de una manera muy vistosa. En todo momento está el sello del director.

Es un genio y se regodea. Pensémoslo fríamente:

Un hombre en silla de ruedas. Un personaje semidesnudo en chándal y con 23 personalidades. Y Bruce Willis con un chubasquero de pescador.

Con eso hace una película de superhéroes. Con eso, con su propio cameo, sus giros argumentales marca de la casa y una pasmosa puesta en escena. Con apenas $20.000.000 hace una demostración mágica de cómo contar una historia de superhéroes sin efectos especiales. Una lección de cómo crear sensaciones únicas.

Glass es la película de un funambulista sobre la cuerda del ridículo. Sólo alguien con una fuerza inusitada en si mismo puede lograr cruzar de lo mundano a la grandeza. Y es que la película también se convierte en una hermosa metáfora reflexiva. En definitiva, Shyamalan une la trilogía con un hermoso homenaje al cómic y la finaliza con una clase de humanismo. Serán los años los encargados de hacer de Glass una película de culto como ya lo hicieron con El protegido.

Nota previa:

Una de las cosas que más amo del cine es la sensación de inmortalidad. El cine logra que las personas no mueran. Veo una película de Cary Grant y creo que está vivo, siento que toda esa historia está pasando en ese momento y no pienso que haya ocurrido hace 40 años. Adoro esa sensación.

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Majestad:

1. Grandeza, superioridad y autoridad sobre otros.
2. Título o tratamiento que se da a Dios, y también a emperadores y reyes.
3. Freddie Mercury (Rami Malek).

Rami Malek se mimetiza. Evidentemente tenía que estar el trabajo físico, de gestos y de tics. Pero la diferencia de una actuación de “Tu cara me suena” con la que hace el actor americano es la verdad. Hay verdad en su mirada, el espíritu de Freddie Mercury se introduce en él y lo transmite al espectador. Y no sólo en las actuaciones, en los momentos dramáticos también hay magia.

Reverencia:

1. Respeto o veneración que tiene alguien a otra persona.
2. Inclinación del cuerpo en señal de respeto o veneración.
3. Queen Live Aid, 13/7/1985.

Los últimos 20 minutos son de piel de gallina. El sonido de la mejor voz que ha dado la música es estremecedor, el éxtasis del público se apodera de ti, tu cuerpo se agarrota en la butaca y las lágrimas amenazan con salir. Vivo la sensación de la que hablaba y creo que estoy viviendo un concierto en tiempo real. Observo a una fuerza de la naturaleza despojarse de sus miedos, de estar orgulloso de quién es y abrir un agujero inmortal en el cielo de Wembley.

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Nota final:

Hay que tener claro un concepto indiscutible. Queen y Freddie Mercury son inabarcables en una película. En la edad dorada de las series quizás hubiera sido más acertado hacer un relato de 10 episodios para profundizar en los temas. Bohemian Rhapsody no es perfecta, ni muchos menos, probablemente ninguna película hubiera hecho justicia a la banda, pero la emoción de su música y la inmortalidad de su legado está muy presente. Y no es poco.

Sorogoyen logró un buen debut con Stockholm, después llegó la notable Que dios nos perdone y antes de El Reino ganó su primer Goya por el cortometraje Madre. Un corto que a mi juicio tiene varios errores que se repiten en El reino.

El reino es un relato superficial de la corrupción. En la trama los personajes ya están corrompidos, no vemos como se fraguan sus negocios ni tampoco somos testigos del momento en que cruzaron la línea. El reino se centra en sus banquetes, sus viajes en yate y sobre todo en las semanas después de ser descubiertos por la Guardia civil.

Quizás este sea su primer fallo. La trama del guión no profundiza en la corrupción, no es del todo clara en los hechos ni en los personajes. Posiblemente los hechos sean tan imaginables por el espectador que no hayan querido hablar de ellos, pero el problema es que tienes que sostener una película de dos horas con una trama muy endeble y con varios fallos de guión de los que ahora hablaremos.

Sorogoyen decide apoyarse en los actores y en la puesta en escena. Y aquí continuan los problemas. La mayoría del elenco cumple pero no brilla. Antonio de la Torre combina grandes escenas con momentos más débiles.

La película arranca con un buen ritmo pero ante la debilidad de la trama, es la cámara en mano persiguiendo al personaje y la música (en exceso) la que sostiene el film. Da la sensación de que ambos elementos se han usado como solución y no como compañeros de viaje. El plano-secuencia de Andorra es virtuoso pero para mí es un capricho del director. Supedita la escena al plano secuencia. Es una escena que alarga para que veamos su maravilloso plano secuencia, pero acaba siendo una secuencia poco verosimil y tramposa en guión. (Ver spoiler)

Ante críticas como "Demoledor retrato a lo Uno de los nuestros" o "Sorogoyen y Peña superan con nota el desafío de retratar, con el machete en una mano y cal viva en la otra, el fenómeno de la corrupción en España", yo me quedo decepcionado.

¿Uno de los nuestros? ¿Cal viva y machete? Por favor, precisamente lo que le falta a El reino es la negrura, las putas, las drogas, la mala leche y el tono sarcástico que tiene Scorsese en esa película. Es un Sorogoyen versión light, falta el punto de shock de Stockholm o Que dios nos perdone. Lo que tenemos es a Petón (tertuliano futbolero) como director de un periódico, al clon de Ana Pastor y sólo queda preguntarse:

¿Dónde está Ferreras?