Vacuity se puede resumir en una sola palabra: Talento.

Que sin apenas presupuesto, y sin ningún apoyo de renombre se sea capaz de realizar una pieza como Vacuity es simplemente digno de aplaudir. Son evidentes los directores en los que se inspira Toni Morejón para contar su historia, pero tiene un añadido, aun con tanto homenaje a películas recientes y no tan recientes, Morejón es capaz de imprimir en el corto su propia seña de identidad ofreciendo unas imágenes de una fuerza tremenda (ese ojo abriéndose poco a poco me ha dejado la piel de gallina) apoyado en una fotografía magnifica y una BSO que acompaña la tensión del cortometraje.

Sin bien es cierto que el hecho de que los actores no sean profesionales hacen que algunos diálogos no terminen de cuajar del todo, también lo es que cumplen con lo que se les pide, en especial Núria Florensa, la cual está fantástica.

Para mi es un 8, con ganas de que algún día pueda convertirse en un largo (da de sobra para ello) y resolver pequeños puntos que supongo que por la limitación del metraje, no se han podido resolver con la extensión que merecía.

Divertida, triste, curiosa, extraña, extravagante, indescriptible.

Diederik Ebbinge nos cuenta en una impactante primera película una historia sobre el respeto y los prejuicios a saltos entre Bach y Gloria Gaynor con el que ha ganado varios de premios, entre ellos, el Pilar Miró al Mejor Nuevo Director de la Seminci y el premio de la audiencia del festival de Moscú.

Fred es un viudo en un pequeño pueblecito calvinista que se ha acostumbrado a una vida monótona y gris tal y como mandan los principios de su iglesia. Pero un día Theo, un hombre con una grave discapacidad mental se cruza en su camino y trastocará no solo la vida de Fred sino el día a día de toda la comunidad.

Guion escrito con muchísima fuerza, con unos 20 minutos finales de verdadero impacto, y de un humor absurdo y nórdico tal vez algo complicado de entender en un principio, pero completamente desternillante una vez que le pillas el punto.

Ebbinge dirige con pulso firme mientras que sus dos protagonistas demuestran una absoluta maestría con su trabajo.

Una de esas pequeñas delicias europeas que llegan a las carteleras con cuentagotas y que enseñan que se hace muy buen cine fuera de las filmografías consolidadas.

Un 7.

Es imposible ponerse a ver Azul y no tan rosa y no encontrarse con una retrospectiva de los puntos más característicos de Pedro Almodovar: Transexuales, drag-queens, personajes que van y vienen, surrealismo, comedia gamberra, melodrama de gran alcance, talk shows, diálogos delirantes, conversaciones con un comatoso...

Miguel Ferrari, recoge todo este universo del manchego y lo plasma en su primera película con muchisimos aciertos y algún que otro error moralizante que sin embargo, y poniendonos en el contexto del país en cuestión, puede resultar necesario. La película técnicamente tiene algunos errores y se nota cierto temblor en las manos del novel director, sin embargo, es tanta la ilusión que el equipo le pone a levantar la película que uno se olvida de aspectos técnicos y simplemente disfruta de esta extraña, por curiosa, familia que se monta durante el film y que nos obliga a pasar por todo el espectro emocional que existe.

Muy recomendable.

Un 7.

Hayao Miyazaki es sin lugar a duda el mejor director de animación que ha dado nunca esta mágica profesión y tampoco estaría diciendo ninguna locura si afirmo que puede estar fácilmente en el TOP10 de los mejores de la historia. Miyazaki se jubila (o no, yo sigo sin creérmelo) y lo hace con su obra más adulta y siguiendo en lo más alto de la más alta cumbre.

Kaze tachinu huele a nostalgia y sabe a esperanza. Como en el resto de sus películas, nos cuenta una magnífica aventura donde destacan los grandes valores de la humanidad: la paz, la amistad, el compañerismo, el amor, la naturaleza, el respeto... Y para acompañarle en su aventura, una vez elige a su antiguo compañero de viaje Joe Hisaishi que crea una maravillosa BSO repleta de mágicos momentos que pone los pelos de punta.

Sin embargo, tal vez por el hecho de que esta es también su película más realista, no por nada se trata de una biografía, la película no acaba de explotar todo su potencial, y se intuye la necesidad del propio Miyazaki de no excederse en dar rienda suelta a su propio universo. Es durante los maravillosos sueños del protagonista donde la película alcanza las cotas de obra maestra a la altura de La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro mientras se va resintiendo poco a poco con una historia de amor elegantísima, pero que no aporta a la historia demasiado y con un metraje excesivo.

Un 8.

Cuando una estrella muere, la luz sigue hay presente, y no solo eso, traspasará tus ojos y seguirá viviendo por siempre.

La vida te regala buenos y malos momentos y de eso, de los momentos que nos da la vida es de lo que trata esta Alabama Monroe, entregada al público de la forma más humilde, elegante y sobretodo, humana posible.

Una declaración de amor en un tatuaje.

Felix Van Groeningen firmó la mejor película del 2013. Una historia sencilla, de las que se meten dentro y no se va. La historia de amor de un hombre y una mujer que debe hacer frente a la peor de las situaciones imaginables sin que ese amor se rompa. El director juega con el espectador ofreciéndole con absoluta maestría una de cal y otra de arena mientras observamos la historia de esta pequeña familia repleta de grandes héroes con un nudo en el estómago que no te abandona incluso tiempo después de haber acabado.

Sencilla y honesta, durante la primera hora de película el espectador se acerca a los minutos más hermosos del año con una sucesión de flashbacks (muy al estilo de la maravillosa Blue Valentine, con la que tiene más de un punto en común) entre el presente y el pasado de una pareja protagonista en el más absoluto estado de gracia posible. Y aunque la segunda hora decae un poco, jamás desaparece esa sensación de tener con cada plano los pelos como escarpias.

Un juego de manos para resumir toda una vida.

Con la mejor BSO del año, toda ella cantada por los protagonistas y una fotografía exquisita, poco a poco el espectador descubre que todo es un cumulo de energías que deben mantener un equilibrio absoluto. No hay orden sin caos, ni hay oscuridad sin luz. Un equilibrio de energías que culmina en una actuación en la que un par de miradas y unos segundos de primeros planos de las manos de la pareja es suficiente para explicarlo todo.

Un 10.