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San Marino San Marino · Ladera del Monte Titano
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Críticas 681
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
5 de diciembre de 2014
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película, satírica (usando el método del humor dirige una frontal crítica, así como el que no quiere la cosa, contra la actual civilización, la cual está generando cada vez más y más legiones de idiotas entre los cuales cualquier mediocre puede ser "el tuerto en el país de los ciegos"). Y dado que son los idiotas y mediocres los que más se multiplican, los que más hijos tienen (al contrario de los sensatos que suelen no buscar tanto la descendencia y a veces incluso huir de ella), los que más imponen al resto sus groserías, sus formas de conducas y su mala educación, en pocos siglos tendremos una humanidad con un nivel intelectual propio de necios.

¡Sigan pues así, padres, políticos, jueces, maestros, autoridades: pidiendo cada día menos esfuerzo a los niños, jóvenes y estudiantes; exigiendo cada vez menos obediencia, compostura, autocontrol, disciplina (que según parece ahora son características propias de dictadores y malvados); sigan enajenando a sus educandos cada vez más y más, sigan comprándole inutilidades, no enseñándoles valores religiosos o espirituales; sigan poniéndolos postrados ante los "mass media" y los jueguecitos violentos; sigan dándoles de comer la comida desnutritiva o alimentos porquería de los supermercados, etc. etc!

Por tanto, "Idiocracia" es una digna película de humor y de crítica social. Una curiosa película que recomiendo ver y disfrutar, más allá de su aparente fragilidad de obra de poca monta.

Fej Delvahe
31 de agosto de 2008
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Gordon Green contaba con sólo 25 años de edad cuando estrenó este su primer filme. Algo que unido a su rebosante creatividad de talento independiente, hizo que los críticos norteamericanos calificaran a este joven director de genio que dará magníficas obras. Y con toda razón, David Gordon Green ha debutado haciendo un filme cuyo planteamiento de las relaciones interraciales son muy civilizadas, contiene excelentes enfoques y un argumento raro y muy bien tratado; pero es que además tuvo la magistralidad pedagógica de saber dirigir a un montón de adolescentes todos ellos no profesionales, de invitarles a la improvisación en las tomas, logrando así una película que se percibe real de calle, nada fantasiosa, donde los muchachos resultan perfectamente creíbles.

Los tres protagonistas principales son muchachos afroamericanos y convencen por su realismo y naturalidad en los papeles de George (Donald Holden), de 13 años, Nasia (Candace Evanofski) de 12 años, o "Buddy", el chico de gafas (Curtis Cotton III) de 13 años.

La película empieza con la chica "Nasia" y el chico "Buddy" hablando a solas de su relación de amor que está a punto de acabarse. Buddy, en tales circunstancia quiere aprovechar un último calentón con Nasia y le pide a ésta un beso de despedida, pero ella reacciona preguntándole si la ama, a lo que Buddy vuelve la cara algo contrariado. En definitiva, el rompimiento está más que justificado: el hecho de no confesar un "te amo" entre dos partes, cuando se trata de dos partes conjuntadas en proyecto de amor mutuo, es razón más que suficiente para entender esa relación como errónea, fallida o inviable. A partir de aquí Nasia pondrá sus ojos en George, el protagonista principal, un joven negro con una enfermedad rara (los huesos del cráneo son muy endebles y cualquier golpe leve lo puede matar) la cual le hace llevar casco y no intervenir en el natural dinamismo frenético de los demás niños y niñas. La historia se complica y va a mucho más.

Siendo el director de piel blanca, expone de manera muy cordial y normalizada la interrelación entre niños blancos y negros, quizá porque quiere hacer ver que esta es la realidad cuando se trata de gente perteneciente a la misma escala económico social; como entre ellos reina la amistad, el relacionarse sin prejuicios de color de piel, etc.; todo ello situándolo en una ciudad del Estado de Carolina del Norte. También es curioso, como David Gordon Green desea que en todo el filme destaque un cierto carácter naturalista, de ahí las continúas escenas de los niños junto a animales: gato, rana, perro, comadreja, hurón o algo parecido, además de serpiente agonizando y también una paloma.

La película no es ninguna maravilla de máxima puntuación; pero sí goza de estimables señales propias de la creatividad independiente y buena, de cine de autor que sabe dirigir con mucha destreza.



Fej Delvahe
22 de mayo de 2008
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película muy especial, nada corriente, a pesar de mostrarnos la violencia del asesino contra personas que se cruzan en su vida, de manera directa, sangrienta y sin paños calientes. La figura principal y protagonista es un asesino japonés dentro de la sociedad japonesa. Un asesino en serie que mata a gente que no odia y en cambio a su propio padre, a quien desprecia u odia con intensidad no es capaz de quitarle la vida.

La película no sólo se centra en el hijo asesino sino también en la figura del padre, un japonés de religión cristiano-católica. Éste no resulta un modelo digno, respetable ni admirativo para su hijo (y no por comportamiento deshonroso sino por pusilanimidad religiosa y cristiana), lo cual inclina al descendiente ya desde niño a ser un desequilibrado o antisocial. A lo largo de todo el guión las relaciones de pugna entre padre e hijo son prácticamente constante: el rechazo e inquina entre ambos es todo un manifiesto de consideración psicológica muy bien construido.

El director Imamura hace un filme notable, nos narra la historia del asesino y su reguero de crímenes de una manera nada cansina sino vibrante, apasionante, con amores entremezclados, resaltando a cada momento la inteligencia, la belleza física y los dotes del asesino para estafar, enamorar a más de una mujer, esquivar a la policía tras cada crimen y sobrevivir sin ningún pesar, remordimiento o ápice de culpa.

Una película para observar, estudiar, debatir, realmente bien estructurada y desarrollada. Su otro filme "La balada de Narayama" (Japón 1983), la más famosa, premiada y exitosa de todas sus películas, y ésta que nos ocupa aquí ahora mismo, constituyen hasta el momento, de todos los filmes que ha dirigido, sus dos realizaciones cinematográficas más notoriamente magistrales o geniales.

Fej Delvahe
26 de febrero de 2007
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha gustado mucho la dirección de Agnieszka Holland, así como la actuación de los tres principales protagonistas: la fea enamorada, el lindo cazafortunas y el padre intransigente. Y lo mejor es el diálogo violento entre el joven y la joven cuando ella le reprocha a él que el amor que le profesa es principalmente por conseguir adueñarse de su fortuna monetaria como heredera, a lo que él le contesta muy bien contestado que igual hace ella, que el amor que le profesa es principalmente por conseguir adueñarse de la belleza masculina que él tiene, lo cual es una fortuna tan grande o reivindicable como una fortuna en dinero; es decir, si ella dispone para ofertar su persona de una fortuna en dinero, él posee para ofertar su persona de la fortuna de su propia belleza física, la cual no es menos importante ni menos valiosa en el rango de lo que llamamos fortuna; obviamente cada cual juega en esta vida con las cartas que la Naturaleza o las circunstancias sociales reparte, con lo cual él no es más culpable que ella de perseguir deseos insatisfechos.

Fej Delvahe
10 de septiembre de 2014
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No debe haber en España muchas familias que estén más involucradas de afecto, conocimiento y relaciones con Pedro Casaldáliga que la mía. En el año 1988 mi hermano Lucas estuvo durante un mes viviendo con Pedro Casaldalida bajo el mismo techo en Sao Felix de Araugaia, Mato Grosso, Brasil (cf. Mundo negro, nº 312, Madrid, septiembre 1988, p. 6-7). Mi hermano es testigo de su pobreza ejemplarizante, mucho mayor que la que se describe en este telefilme de Oriol Ferrer; por ejemplo, estando allí Lucas quiso comprarle al obispo Casaldáliga un frigorífico y una lavadora, pero éste no lo permitió por la simple razón de que mientras esos fueran artículos de lujo del que carecían la mayoría de habitantes de su prelatura él no podía permitirse tal tipo de comodidades. Igualmente, mi hermano vio frecuentemente a Pedro Casaldáliga lavándose su propia ropa y poniéndola a secar él mismo en el tendedero, tarea que no le hacía nadie de la misión; y así otros muchos signos de sencillez característicos de un estilo episcopal dignamente pobre, los cuales dan para llenar una realización como esta de Oriol Ferrer en vez de filmarla, como ha hecho el citado director, con escenas de contexto sexual casi pornográfico las cuales están completamente fuera de lugar y fuera del género religioso biográfico del que trata el telefilme.

Por otra parte, a principios de los años noventa del pasado siglo escribí un libro de poesía titulado «Acicates para un obispo» (Madrid 1995). Se trata de un libro donde cuestioné el clericalismo tan desproporcionado que acostumbran los obispos, sean de donde sean o estén en donde estén; pero como toda regla tiene excepciones, en este caso Pedro Casaldáliga ejerciendo de obispo ha sido una excepción a la regla de prelados insoportablemente clericalistas, quizás por esto mismo Pedro me escribió el prólogo, favor al que no quiso arriesgarse ningún otro obispo, dado que mi poesía no es meliflua sino crítica y destemplada hacia la profesión episcopal tal como se ha institucionalizado; en cambio Pedro aceptó dichos "Acicates" reconociendo en el citado prólogo: «Es poesía, va para obispos y es estimulante como un aperitivo amargo (dicen que así son los aperitivos buenos)». Pues bien, en verdad si hablamos de auténtica poesía viva y trascendente ésta ha sido la mismísima vida de Pedro Casaldáliga, algo que al menos en este aspecto sí ha recogido muy bien Oriol Ferrer en su filme «Descalzo sobre tierra roja».

Sin duda, la vida de Pedro Casaldáliga en Brasil es apasionante y así puede contemplarse en gran parte del trabajo de Oriol Ferrer. Ahora bien, este filme, que podía haber sido una obra maestra dentro del género de cine religioso cristiano y católico, va el director y lo estropea neciamente al meter varias escenas de amor-sexo-cama de personajes anejos al propio Pedro Casaldáliga, escenas propias de directores de cine cuyo cerebro no parece ser capaz de concebir un filme sin representación explícita de algún que otro coito aunque no vengan a cuento ni tengan nada que ver con el argumento central que se narra; escenas de descripción sexual-apareamiento propias de otro tipo de cine (comercial, para calentar los instintos sexuales de la gente, porno, etc.) que no vienen para nada al caso cuando se está narrando la vida de un "santo" como es la de Pedro Casaldáliga.

Si han visto cualquier película que se precie del género religioso, por poner un ejemplo reciente, el filme sobre la vida de Vicente Ferrer en la India, no hay ni una sola escena de cruda naturaleza fornicadora como las que al tal Oriol Ferrer se le ha ocurrido introducir en el filme de Casaldáliga. ¿Acaso Oriol Ferrer, sabiendo que todos vamos diariamente a defecar, filmaría en la biografía de su padre a éste o a algunos de sus amigos en el momento más íntimo de la defecación o de otras interioridades las cuales aunque sean naturales no son cruciales describir en su pleno interiorismo, entonces, por qué comete tan obsesiva manía de filmar escenas de ayuntamiento sexual en cama en este telefilme sobre el obispo Pedro?

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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¿No ha reparado Oriol Ferrer que este tipo de película religiosa, de apologética sobre un profeta u hombre ejemplar o "santo", aunque sea un "santo que mea", no la van a ver «tipos encendidos y gustosos de voyeurismo» a los que hay que excitarles la líbido, sino personas religiosas más o menos deseosas de ver y saber de vidas proféticas y seres filoespirituales, espectadores no ansiosos por llenarse los ojos con sobras eróticosexuales de otros géneros del cine? Sinceramente, para mí, o el tal Oriol Ferrer se exacerbó sexualmente al estar en el Mato Grosso filmando a bellezas nativas hasta el punto de obsesionarse y perder el horizonte o fin último del filme o no tiene ni idea del público al que va destinado su encargo religioso cinematográfico. ¿Qué pasa, que ni Oriol Ferrer ni sus allegados en la realización han sido capaces de comprender que se trataba de un telefilme cuyo propósito era eminentemente apologético sobre la vida de un "santo", un trabajo que debía servir como obra fílmica educativa y promocional en una futura beatificación de Pedro (una vez su espíritu haya desencarnado) o para que inspire la vida de personas ávidas de trascendencia no a "voyeurs" de los que buscan contemplar particularismos sexuales entre hombres y mujeres cuando están copulando en sus amoríos?

Hay cantidad de responsables encargados de guiar a otros dentro del amplio cristianismo-catolicismo, que una vez visto este telefilme quizá no les parezca adecuado ni procedente exhibirlo en sus comunidades o recomendarlo a sus educandos dado que además de ver una obra sobre la vida profética de un obispo católico en Sao Feliz de Araguaia, además tendrán que tragarse sin venir a cuento varias escenas eróticosexuales extremas de gente adyacente al protagonista religioso. Y no es especulación, sino experiencia y simple conocimiento de como funcionan las mentalidades religiosas en el mejor y esencial sentido del concepto «religión»; de lo cual, visto lo visto, el director Oriol Ferrer evidencia tener poquísimo saber y menos prospectiva por muy buen profesional que sea en el área de lo fílmico.

Fej Delvahe
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