...es lo que siento cuando veo que esta payasada (en el mal sentido, los payasos verdaderos me gustan) tiene más de un 8 en todas las páginas serias de cine porque miles y miles de personas -en mi opinión muy impresionables- la ponen como una de sus películas favoritas. La historia es boba a más no poder, tratando en todo momento de provocar esa sonrisa de ternura de tu novia en la butaca mientras tú, a su lado, intentas evadirte de ese campo de exterminio de neuronas en que se ha transformado la sala. La sonrisa primero, y luego, de manera previsible (o mejor dicho, insultante) la lágrima extra-fácil al ver lo mal que lo pasan los pobrecitos judíos que actualmente masacran sin piedad a los palestinos.
Está basada en un mito, creado a partir de una leyenda, convertido con el pasar del tiempo en puro tópico, con un trabajo nulo de documentación. En pocas palabras, la trama de 'Blancanieves' es más complicada de digerir para un chavea de cinco años que esta bazofia ultra-adulada.
En cuanto al Begnini... Mejor no me recreo en lo bien que me cae ese... ¿actor?

Y eso pues está muy bien para quienes sigan creyendo en el susodicho Marx, a pesar de haber muerto físicamente hace 126 años, e ideológicamente hace unos pocos lustros (gracias a Dios). Yo no sé exactamente de qué color o paja mental hace apología / panfleto esta peli de Disney con sangre. Se nota DE QUÉ QUIERE HACERLA: de una especie de anarquismo, mezclado con socialismo, anticlericalismo, antimilitarismo, PRO-MILITARISMO, pro-terrorismo y, en definitiva, una serie de ideas políticas contradictorias e infantiloides. Combinado con las más bien deficientes interpretaciones, la rebuscada y confusa historia, y el tramposo guión tenemos la típica ópera prima de un niñato deseoso de transmitir sus paranoias, su supuesta rebeldía y su reprimido sentimiento de protesta (seguramente arrastrado desde que, siendo joven, su padre no le permitiera fumarse los porros que evidentemente sí se ha fumado haciendo esto).
En mi lista de 'Cine del Mal', al servicio del mal gusto, de la mentira y de la maldad.

Desde su pomposo estreno hace siete años he estado esquivando todas las quedadas, reuniones, cine-forums, etc en las que se pusiera esta película de mi antagonista cinematográfico natural de Polonia (ni una sola cinta del Polanski me gusta), y la razón era que sabía perfectamente lo que iba a ver, y lo que iba yo a sentir mientras lo veía. No obstante, pensé la otra noche, qué demonio, en dos horas y media tiene que haber algún detalle que me sorprenda aunque sólo sea un poquito.
¡Pues no! Ese chulo ultra-adulado de Roman Polanski ha cogido, cuales recortes de revistas diversas, todos los trozos de la infinidad de películas (malas y buenas) que se han hecho sobre esta temática desde la II Guerra mundial y los ha malpegado, eso sí, con un presupuesto inmenso y unos medios acordes al tamaño de su ego, dando como resultado la enésima peli de nazis aplasta-judíos en la que los susodichos nazis son todos feísimos además de idiotas, menos, mira tú, el único nazi medio bueno, que es guapo y rubio. Claro, es completamente inconcebible que una persona rubia y guapa pueda ser malvada, y al mismo tiempo una calva, gorda y gritando frases en alemán pueda no ser un déspota y un asesino.
Menuda visión más simplista, infantil, fácil y ultracomercial de un hecho tan complejo y trascendental, y no comprendo cómo ha logrado engañar de manera tan profunda al personal... Me hace entristecer al pensarlo.
Creí que esa otra línea nueva de filmes sobre la guerra (EL HUNDIMIENTO, KATYN...) acallaría para siempre estos anacronismos, que desde aquí condeno y considero anticuados y repetitivos.