You must be a loged user to know your affinity with Richy
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,8
59.974
8
22 de abril de 2014
22 de abril de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de cubrirse de gloria con “La jungla de cristal” (1988), John McTiernan ya saboreó las mieles del éxito con esta extraordinaria “Depredador”, en la que hace su primera aparición otro de los grandes monstruos de la ciencia-ficción de los ochenta junto con el “Alien” de Ridley Scott.
El filme de McTiernan es un ejercicio de acción y tensión inigualables. Tomando como escenario la espesa y agobiante jungla de Guatemala, mete a un grupo de soldados compuestos por Carl Weathers, Sonny Landham, Bill Duke y Jesse Ventura entre otros, y encabezado por el mismísimo Arnold Schwarzenegger, con la misión de rescatar a unos pilotos desaparecidos y secuestrados por las guerrillas. Pero el verdadero enemigo no es el que tenían pensado eliminar en un principio, y verán peligrar sus vidas al enfrentarse a lo desconocido.
A pesar de que el guion de la cinta tiene poco de original, toda la puesta en escena resulta de lo más estimulante y adrenalínica. McTiernan, como especialista en cine de acción, decide en “Depredador” demostrar sus dotes como creador de ambientes, dando más énfasis a la tensión que a los tiroteos, algo que consigue con creces. Si bien la espectacular banda sonora de Alan Silvestri se lleva buena parte del éxito de la ambientación conseguida, la selva centroamericana es el elemento clave, con sus continuos movimientos en la vegetación, sus animales desconocidos y, en fin, su entorno considerado como un organismo vivo, el cual aprovecha el ser venido de otro mundo para disfrutar de una jornada de caza gracias a su extraordinaria adaptación al entorno. Como se dice en algún momento de la película, “fue la selva la que se lo llevó”.
McTiernan muestra sus cartas desde el comienzo con la escena introductoria de una misteriosa nave acercándose al planeta, pero enseguida cambia la nave espacial por un helicóptero que se acerca a una playa repleta de equipo militar. Durante unos buenos 45 minutos hace que el espectador se olvide en cierta manera de la parte fantástica o sobrenatural, centrándose en toda la operación militar de los mercenarios, algo arriesgado si se quiere vender una cinta de ciencia-ficción que se transforma en sus primeros minutos en todo un vistoso espectáculo bélico.
El reparto no resulta brillante pero sí memorable. Cada personaje tiene su propia visión de la situación, acorde con la personalidad de cada uno. Destaca ante todo un magnífico Arnold Schwarzenegger con un papel hecho a su medida. Además esta vez, a diferencia de “Conan el bárbaro” (1982) o “Terminator” (1984), el personaje de Schwarzie no sólo está diseñado para lucir musculatura de culturista obsesivo, sino que también demuestra gran inteligencia en su mano a mano con el bicharraco rastafari.
Y hablando del bicharraco, McTiernan le dio vida a uno de los más aterradores y conocidos monstruos de la ciencia-ficción de finales de siglo, elevándolo al mismo nivel sanguinario que el “Alien” y, a partir de un guiño en la entretenida secuela de “Depredador” realizada en 1990, encontrándose y uniéndose ambos seres indisolublemente en el mismo universo cinematográfico.
Para mí, la obra maestra de John McTiernan, a la misma altura que su “Jungla de cristal”. Imprescindible.
El filme de McTiernan es un ejercicio de acción y tensión inigualables. Tomando como escenario la espesa y agobiante jungla de Guatemala, mete a un grupo de soldados compuestos por Carl Weathers, Sonny Landham, Bill Duke y Jesse Ventura entre otros, y encabezado por el mismísimo Arnold Schwarzenegger, con la misión de rescatar a unos pilotos desaparecidos y secuestrados por las guerrillas. Pero el verdadero enemigo no es el que tenían pensado eliminar en un principio, y verán peligrar sus vidas al enfrentarse a lo desconocido.
A pesar de que el guion de la cinta tiene poco de original, toda la puesta en escena resulta de lo más estimulante y adrenalínica. McTiernan, como especialista en cine de acción, decide en “Depredador” demostrar sus dotes como creador de ambientes, dando más énfasis a la tensión que a los tiroteos, algo que consigue con creces. Si bien la espectacular banda sonora de Alan Silvestri se lleva buena parte del éxito de la ambientación conseguida, la selva centroamericana es el elemento clave, con sus continuos movimientos en la vegetación, sus animales desconocidos y, en fin, su entorno considerado como un organismo vivo, el cual aprovecha el ser venido de otro mundo para disfrutar de una jornada de caza gracias a su extraordinaria adaptación al entorno. Como se dice en algún momento de la película, “fue la selva la que se lo llevó”.
McTiernan muestra sus cartas desde el comienzo con la escena introductoria de una misteriosa nave acercándose al planeta, pero enseguida cambia la nave espacial por un helicóptero que se acerca a una playa repleta de equipo militar. Durante unos buenos 45 minutos hace que el espectador se olvide en cierta manera de la parte fantástica o sobrenatural, centrándose en toda la operación militar de los mercenarios, algo arriesgado si se quiere vender una cinta de ciencia-ficción que se transforma en sus primeros minutos en todo un vistoso espectáculo bélico.
El reparto no resulta brillante pero sí memorable. Cada personaje tiene su propia visión de la situación, acorde con la personalidad de cada uno. Destaca ante todo un magnífico Arnold Schwarzenegger con un papel hecho a su medida. Además esta vez, a diferencia de “Conan el bárbaro” (1982) o “Terminator” (1984), el personaje de Schwarzie no sólo está diseñado para lucir musculatura de culturista obsesivo, sino que también demuestra gran inteligencia en su mano a mano con el bicharraco rastafari.
Y hablando del bicharraco, McTiernan le dio vida a uno de los más aterradores y conocidos monstruos de la ciencia-ficción de finales de siglo, elevándolo al mismo nivel sanguinario que el “Alien” y, a partir de un guiño en la entretenida secuela de “Depredador” realizada en 1990, encontrándose y uniéndose ambos seres indisolublemente en el mismo universo cinematográfico.
Para mí, la obra maestra de John McTiernan, a la misma altura que su “Jungla de cristal”. Imprescindible.

5,6
2.723
6
31 de marzo de 2014
31 de marzo de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nuevo título representativo de la particular manera de hacer cine comercial que se tenía en los ochenta: mezclando géneros tan aparentemente incompatibles como pueden ser el cine familiar y la ciencia-ficción.
“D.A.R.Y.L.” es el acrónimo de Data Analyzing Robot Youth Lifeform, o lo que es lo mismo, es un robot con cara de chiquillo, más concretamente la de Barret Oliver, que es adoptado por una familia estadounidense típica de clase media sin que ellos sepan que es un robot. La premisa del filme es interesante, y su desarrollo encaja a la perfección con el estilo de otras cintas parecidas como “Exploradores” (1985), “El vuelo del navegante” (1986) y, ¿por qué no?, “E.T.” (1982). Cine familiar con toques ciencia-ficcioneros que poblaban las carteleras de los ochenta, en cuyos fotogramas había más ficción que ciencia, pero también una magia que se quedó anclada en aquel tiempo y que sólo corresponderá a él, por muchos esfuerzos que J. J. Abrams hiciera por resucitarla en “Super 8” (2011).
El filme de Simon Wincer se queda en la superficie, no aprovecha el juego que da la premisa de partida y se decanta por ofrecer un producto al uso, eso sí, ejecutado de manera intachable y manteniendo el interés en todo momento. La cinta comienza a flojear precisamente en su parte fantástica, hacia la mitad del metraje, donde se concentra prácticamente el 100% de los efectos especiales. De pequeño, curiosamente, me gustaba más esta segunda parte precisamente por eso... ¡ay, dulce ignorancia!
Una lástima lo de Barret Oliver. Un chaval que prometía, con un taquillazo como “La historia interminable” (1984) a sus jóvenes espaldas y los ojos de dos grandes como Tim Burton y Ron Howard puestos en él, pero se decantó por la fotografía antes que por la interpretación. Podría haber llegado realmente lejos.
“D.A.R.Y.L.” es el acrónimo de Data Analyzing Robot Youth Lifeform, o lo que es lo mismo, es un robot con cara de chiquillo, más concretamente la de Barret Oliver, que es adoptado por una familia estadounidense típica de clase media sin que ellos sepan que es un robot. La premisa del filme es interesante, y su desarrollo encaja a la perfección con el estilo de otras cintas parecidas como “Exploradores” (1985), “El vuelo del navegante” (1986) y, ¿por qué no?, “E.T.” (1982). Cine familiar con toques ciencia-ficcioneros que poblaban las carteleras de los ochenta, en cuyos fotogramas había más ficción que ciencia, pero también una magia que se quedó anclada en aquel tiempo y que sólo corresponderá a él, por muchos esfuerzos que J. J. Abrams hiciera por resucitarla en “Super 8” (2011).
El filme de Simon Wincer se queda en la superficie, no aprovecha el juego que da la premisa de partida y se decanta por ofrecer un producto al uso, eso sí, ejecutado de manera intachable y manteniendo el interés en todo momento. La cinta comienza a flojear precisamente en su parte fantástica, hacia la mitad del metraje, donde se concentra prácticamente el 100% de los efectos especiales. De pequeño, curiosamente, me gustaba más esta segunda parte precisamente por eso... ¡ay, dulce ignorancia!
Una lástima lo de Barret Oliver. Un chaval que prometía, con un taquillazo como “La historia interminable” (1984) a sus jóvenes espaldas y los ojos de dos grandes como Tim Burton y Ron Howard puestos en él, pero se decantó por la fotografía antes que por la interpretación. Podría haber llegado realmente lejos.

4,0
868
5
2 de abril de 2013
2 de abril de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filme de terror convencional que aprovecha el gancho de películas como “Saw” (2004) o “Cube” (1997).
La historia se desarrolla en una habitación en la que una chica (Alisa Marshall) aparece de repente ante un grupo de personas de diversas características y aparentemente nada en común, salvo el hecho de haberse quedado atrapadas allí. Llevan un artilugo eléctrico en el cuello que les produce la muerte si no siguen ciertas reglas de una siniestra voz en off que les va dando una serie de pistas. Todos forman parte de un puzzle del que no se sabe muy bien su finalidad, hasta que se apagan las luces y la gente va muriendo uno a uno…
Suits y Cowan recogen el testigo de los filmes de terror de nueva generación, en los que los personajes son poco más que meros adornos decorativos y la trama es tan manida que ya acaba desgastándose en la mente del espectador. “Breathing room” tiene un diseño de producción inexistente, tan sólo unas paredes desnudas y unas personas vestidas con el mismo traje, e inexistentes son también las interpretaciones de un grupo de personas estereotipadas: los adolescentes guaperas, la chica mona, el negro, el chulo y el intelectual.
El recurso del susto y de la sangre resulta efectivo de cierta forma, ya que de otra manera esta película habría caído en el abismo del más absoluto olvido. El ritmo que le imprimen Suits y Cowan, aunque un tanto irregular, sirve para el propósito y consiguen cerrar una cinta demasiado convencional y sin sorpresas para poder recomendarla abiertamente.
Sólo para poco exigentes.
La historia se desarrolla en una habitación en la que una chica (Alisa Marshall) aparece de repente ante un grupo de personas de diversas características y aparentemente nada en común, salvo el hecho de haberse quedado atrapadas allí. Llevan un artilugo eléctrico en el cuello que les produce la muerte si no siguen ciertas reglas de una siniestra voz en off que les va dando una serie de pistas. Todos forman parte de un puzzle del que no se sabe muy bien su finalidad, hasta que se apagan las luces y la gente va muriendo uno a uno…
Suits y Cowan recogen el testigo de los filmes de terror de nueva generación, en los que los personajes son poco más que meros adornos decorativos y la trama es tan manida que ya acaba desgastándose en la mente del espectador. “Breathing room” tiene un diseño de producción inexistente, tan sólo unas paredes desnudas y unas personas vestidas con el mismo traje, e inexistentes son también las interpretaciones de un grupo de personas estereotipadas: los adolescentes guaperas, la chica mona, el negro, el chulo y el intelectual.
El recurso del susto y de la sangre resulta efectivo de cierta forma, ya que de otra manera esta película habría caído en el abismo del más absoluto olvido. El ritmo que le imprimen Suits y Cowan, aunque un tanto irregular, sirve para el propósito y consiguen cerrar una cinta demasiado convencional y sin sorpresas para poder recomendarla abiertamente.
Sólo para poco exigentes.

5,6
3.117
5
5 de noviembre de 2012
5 de noviembre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filme de escasas pretensiones con tres conocidos actores que intentan sostener una historia muy simple y poco interesante.
Sidney Lumet no llega a aprovechar bien el gancho de una pareja de actores de nombres consagrados como Dustin Hoffman y Sean Connery, ni con la inclusión de la ya por entonces estrella juvenil Matthew Broderick. Los tres forman parte de generaciones distintas de una familia de ladrones que se unen para perpetrar el que va a ser un robo elegante, silencioso y sutil. Ideado por el hijo (Broderick) y respaldado por el abuelo (Connery), se le unirá también el padre (Hoffman) no sin reticencias. Pero el robo no saldrá como esperaban…
La narración presenta un ritmo cansino, sin profundidad ni interés por el desarrollo de la historia. Las interpretaciones además no son ni siquiera dignas de los actores, salvo quizás la de Sean Connery, cuyo papel de abuelo respondón y despreocupado del peligro le da un toque de humor a la trama que no le va muy mal.
La película promete más de lo que da, y funciona en los momentos iniciales en los que los tres actores se juntan para hablar del plan, pero acaba por desinflarse en el resto del metraje. Además, su final sigue el mismo tono simplón y superficial del resto de la cinta.
Grandes actores pero pobres actuaciones para un filme que no tiene nada destacable que ofrecer.
Sidney Lumet no llega a aprovechar bien el gancho de una pareja de actores de nombres consagrados como Dustin Hoffman y Sean Connery, ni con la inclusión de la ya por entonces estrella juvenil Matthew Broderick. Los tres forman parte de generaciones distintas de una familia de ladrones que se unen para perpetrar el que va a ser un robo elegante, silencioso y sutil. Ideado por el hijo (Broderick) y respaldado por el abuelo (Connery), se le unirá también el padre (Hoffman) no sin reticencias. Pero el robo no saldrá como esperaban…
La narración presenta un ritmo cansino, sin profundidad ni interés por el desarrollo de la historia. Las interpretaciones además no son ni siquiera dignas de los actores, salvo quizás la de Sean Connery, cuyo papel de abuelo respondón y despreocupado del peligro le da un toque de humor a la trama que no le va muy mal.
La película promete más de lo que da, y funciona en los momentos iniciales en los que los tres actores se juntan para hablar del plan, pero acaba por desinflarse en el resto del metraje. Además, su final sigue el mismo tono simplón y superficial del resto de la cinta.
Grandes actores pero pobres actuaciones para un filme que no tiene nada destacable que ofrecer.
8 de octubre de 2012
8 de octubre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de los éxitos de taquilla de “La momia” (1999) y “El regreso de la momia” (2001), Stephen Sommers empezó a ganarse un elevado puesto dentro del cine comercial con “Deep Rising”.
La película narra los avatares de un grupo de ladrones mercenarios dentro de un transatlántico donde se ha colado una misteriosa y peligrosa criatura marina, cuya única razón de ser es devorar y digerir lentamente a todo bicho viviente que se cruce por sus tentáculos. Eso es todo.
Sí, eso es todo, pero Sommers hace de la simpleza virtud, y lo que podría ser una película más de efectos especiales y monstruos de serie B, se transforma en un filme que cuenta con la capacidad de parodiarse a sí mismo sin dejar de ofrecer escenas de gran impacto visual y notables para una película de terror. El personaje principal, John Finnegan (Treat Williams), es una especie de Han Solo venido a menos, un gamberro al que sólo le importa el dinero pero con la soltura de cualquier “action hero”, aunque los héroes de Sommers son cualquier cosa menos serios (no hay más que ver a Brendan Fraser en las dos películas de la momia).
Sommers se ríe de todo, dándole a la cinta ese aire chabacano y humorístico que requiere. El enfoque es muy importante, pues una película así es muy difícil tomársela en serio, y el director es consciente de ello. Eso sí, no evita ofrecer un buen espectáculo de acción, efectos especiales conseguidos (realmente impactante la escena de uno de los “malos” a medio digerir) y un ritmo de metraje excelente.
¿El trabajo de los actores? Inexistente.
Sólo recomendable para pasar el rato.
La película narra los avatares de un grupo de ladrones mercenarios dentro de un transatlántico donde se ha colado una misteriosa y peligrosa criatura marina, cuya única razón de ser es devorar y digerir lentamente a todo bicho viviente que se cruce por sus tentáculos. Eso es todo.
Sí, eso es todo, pero Sommers hace de la simpleza virtud, y lo que podría ser una película más de efectos especiales y monstruos de serie B, se transforma en un filme que cuenta con la capacidad de parodiarse a sí mismo sin dejar de ofrecer escenas de gran impacto visual y notables para una película de terror. El personaje principal, John Finnegan (Treat Williams), es una especie de Han Solo venido a menos, un gamberro al que sólo le importa el dinero pero con la soltura de cualquier “action hero”, aunque los héroes de Sommers son cualquier cosa menos serios (no hay más que ver a Brendan Fraser en las dos películas de la momia).
Sommers se ríe de todo, dándole a la cinta ese aire chabacano y humorístico que requiere. El enfoque es muy importante, pues una película así es muy difícil tomársela en serio, y el director es consciente de ello. Eso sí, no evita ofrecer un buen espectáculo de acción, efectos especiales conseguidos (realmente impactante la escena de uno de los “malos” a medio digerir) y un ritmo de metraje excelente.
¿El trabajo de los actores? Inexistente.
Sólo recomendable para pasar el rato.
Más sobre Richy
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here