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Críticas ordenadas por utilidad
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5,9
4.818
5
2 de abril de 2009
2 de abril de 2009
32 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo que me gusta de las novelas de John le Carré son sin con mucho sus personajes. Son la antítesis de los de Ian Fleming. Desde sus primeros libros como “El espía que surgió del frío” hasta los últimos, sus “héroes” son alcohólicos, individualistas, descreídos, pragmáticos y bastante pesimistas. Barley Scott Blair en “La casa Rusia” se une a esa lista. Y aún resulta más creíble cuando es Sean Connery el que le da vida.
Y aquí comienzan ya los problemas para encontrar muchas más ventajas a esta película. La intriga política y el profundo romanticismo que impregna la cinta, no se llevan bien. Hubiera sido una gran película de amor o de espías, pero no las dos cosas. Y es que convertir una historia de altos vuelos como esta en una especie de “Vacaciones en Rusia”, al estilo de lo que Peck y Hepburn hicieron en Roma treinta y cinco años antes no es de recibo. De acuerdo que Moscú y San Petersburgo son dos maravillas para los sentidos, pero aquí señores hablamos de cosas muy serias como para sacar “pictures” y estar más preocupados de los encuadres que de los diálogos.
Que eligieran para desarrollar el proyecto a Fred Schepisi, un director mediocre especialista en dramas amorosos, ya era una declaración de intenciones.
Muy desaprovechados resultan también un elenco de secundarios de altísimo nivel, que hacen lo que pueden ante el desinterés de elevar la trama.
Como incitación al viaje viene perfecta, como película de espionaje las tenemos mucho mejores. Ustedes eligen.
Y aquí comienzan ya los problemas para encontrar muchas más ventajas a esta película. La intriga política y el profundo romanticismo que impregna la cinta, no se llevan bien. Hubiera sido una gran película de amor o de espías, pero no las dos cosas. Y es que convertir una historia de altos vuelos como esta en una especie de “Vacaciones en Rusia”, al estilo de lo que Peck y Hepburn hicieron en Roma treinta y cinco años antes no es de recibo. De acuerdo que Moscú y San Petersburgo son dos maravillas para los sentidos, pero aquí señores hablamos de cosas muy serias como para sacar “pictures” y estar más preocupados de los encuadres que de los diálogos.
Que eligieran para desarrollar el proyecto a Fred Schepisi, un director mediocre especialista en dramas amorosos, ya era una declaración de intenciones.
Muy desaprovechados resultan también un elenco de secundarios de altísimo nivel, que hacen lo que pueden ante el desinterés de elevar la trama.
Como incitación al viaje viene perfecta, como película de espionaje las tenemos mucho mejores. Ustedes eligen.
7
15 de julio de 2009
15 de julio de 2009
31 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por cada trapo sucio que aparece en un medio de comunicación, suele haber otro en la intrahistoria de cómo se consiguió la noticia. Así ha sido siempre y así será. Periodistas los hay buenos, malos y peores, pero en general lo que se dice honrados más bien pocos. Cuando hablo de periodista lo hago de forma genérica, es decir, me refiero a corresponsales, columnistas, agentes de prensa, jefes de redacción, articulistas, editores... una fauna salvaje en busca de porquería en la que ellos suelen estar bastante manchados. Compren cualquier periódico mañana y léanlo, seguro que descubrirán más de asalariado de algún partido político, empresa o lobby que se gana la vida publicando calumnias.
“Chantaje en Broadway” se ocupa de eso y de bastante más, es una de las mejores películas de Alexander MacKendrick, aunque no la mejor. El guión es bueno, pero está contado de forma tan fría y cortante que produce una sensación de naturalidad extraña ante lo que pasa delante de nuestros ojos.
Uno de los pocos peros que le veo a la película es la interpretación de Tony Curtis, no es que sea mala, pero su personaje produce tanto rechazo que llegas a odiarle, no ocurre lo mismo con Burt Lancaster, que siendo el papel de J.J. igual o más villano que el de Curtis, consigues por un momento empatizar con su filosofía de trabajo, al denunciar este que los de más arriba, incluido políticos, es lo que se merecen.
Los últimos quince minutos de la película le dejan a uno sin respiración. Desgraciadamente desde el año 1957 las cosas no han cambiado mucho, la deontología profesional en ese gremio ha ido de mal en peor, y es que llega un momento que hay tanta basura que llegas acostumbrarte al olor.
Nota: 7,4.
“Chantaje en Broadway” se ocupa de eso y de bastante más, es una de las mejores películas de Alexander MacKendrick, aunque no la mejor. El guión es bueno, pero está contado de forma tan fría y cortante que produce una sensación de naturalidad extraña ante lo que pasa delante de nuestros ojos.
Uno de los pocos peros que le veo a la película es la interpretación de Tony Curtis, no es que sea mala, pero su personaje produce tanto rechazo que llegas a odiarle, no ocurre lo mismo con Burt Lancaster, que siendo el papel de J.J. igual o más villano que el de Curtis, consigues por un momento empatizar con su filosofía de trabajo, al denunciar este que los de más arriba, incluido políticos, es lo que se merecen.
Los últimos quince minutos de la película le dejan a uno sin respiración. Desgraciadamente desde el año 1957 las cosas no han cambiado mucho, la deontología profesional en ese gremio ha ido de mal en peor, y es que llega un momento que hay tanta basura que llegas acostumbrarte al olor.
Nota: 7,4.

5,2
49.849
6
1 de febrero de 2010
1 de febrero de 2010
30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volver a visionar “Alexander” de Oliver Stone es un ejercicio de justicia artística que muchos deberían de hacer. Creo que hemos sido muy duros con esta película, demasiado, cuando se ve por segunda o tercera vez vas percibiendo las intenciones de su director más claramente y descubriendo que muchas cosas que chirriaban o simplemente molestaban tienen un por qué.
Esto no significa que vaya a encumbrarla, sigo pensando que los diálogos son bastante flojos, muy lejos de los conseguidos en la versión de Robert Rossen, y en general toda la parte de escenas meramente dramáticas son muy mejorables. Pero tenemos un “Alexander” épico, Stone nos ofrece algunas de sus más destacadas campañas y batallas bélicas, de lo mejor que se ha rodado en años. Es un ejemplo de enseñanza militar ilustrada, una forma de comprender las tácticas de combate que hicieron invencible a Alejandro.
Uno de los aspectos en los que se ceban los espectadores, es con el reparto. En este punto me he vuelto también más indulgente. Colin Farrell no es perfecto pero si uno se sumerge medianamente en el personaje histórico, resulta bastante convincente. Mucho más benévolo me muestro con la siempre atractiva Angelina Jolie, la poca diferencia de edad con su hijo tiene un sentido según quiere contarnos en la película Stone, al hablarnos del complejo de Edipo. Encaja perfectamente en esa especie de incesto soterrano que se respira. Los secundarios bastante mejorables, no hay papeles de relumbrón. Un casting aceptable pero lejos de brillante.
En lo que sí estoy más de acuerdo es con el asunto de la homosexualidad de Alejandro. Stone se equivoca totalmente, debería haber seguido una de las dos opciones, la primera introducirlo con total normalidad sin más, o prescindir de ello por intrascendente. Pero el hecho de presentarlo como algo deseado, oculto, casi de consulta de psicoanalista, le resta bastantes puntos.
Se nota que es una película muy de asesor histórico, Stone se deja llevar por ellos y por eso mismo quizá falte algo objetividad personal de autor. Por eso cuando tiene escenas más propias, que son estrictamente cinematográficas, el director se deja llevar por la admiración desmesurada. Si hubiese tenido el control real de todas las escenas, dudo mucho que hubiera tenido esos ataques de exaltación, que por otra parte son muy habituales en los seguidores de Alejandro Magno.
Esto no significa que vaya a encumbrarla, sigo pensando que los diálogos son bastante flojos, muy lejos de los conseguidos en la versión de Robert Rossen, y en general toda la parte de escenas meramente dramáticas son muy mejorables. Pero tenemos un “Alexander” épico, Stone nos ofrece algunas de sus más destacadas campañas y batallas bélicas, de lo mejor que se ha rodado en años. Es un ejemplo de enseñanza militar ilustrada, una forma de comprender las tácticas de combate que hicieron invencible a Alejandro.
Uno de los aspectos en los que se ceban los espectadores, es con el reparto. En este punto me he vuelto también más indulgente. Colin Farrell no es perfecto pero si uno se sumerge medianamente en el personaje histórico, resulta bastante convincente. Mucho más benévolo me muestro con la siempre atractiva Angelina Jolie, la poca diferencia de edad con su hijo tiene un sentido según quiere contarnos en la película Stone, al hablarnos del complejo de Edipo. Encaja perfectamente en esa especie de incesto soterrano que se respira. Los secundarios bastante mejorables, no hay papeles de relumbrón. Un casting aceptable pero lejos de brillante.
En lo que sí estoy más de acuerdo es con el asunto de la homosexualidad de Alejandro. Stone se equivoca totalmente, debería haber seguido una de las dos opciones, la primera introducirlo con total normalidad sin más, o prescindir de ello por intrascendente. Pero el hecho de presentarlo como algo deseado, oculto, casi de consulta de psicoanalista, le resta bastantes puntos.
Se nota que es una película muy de asesor histórico, Stone se deja llevar por ellos y por eso mismo quizá falte algo objetividad personal de autor. Por eso cuando tiene escenas más propias, que son estrictamente cinematográficas, el director se deja llevar por la admiración desmesurada. Si hubiese tenido el control real de todas las escenas, dudo mucho que hubiera tenido esos ataques de exaltación, que por otra parte son muy habituales en los seguidores de Alejandro Magno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Porque Alejandro es visto por muchos como un viajero, como un idealista, un rebelde, un romántico, un humanista, casi un cantante de rock que vive rápido y deja un bonito cadáver. En contraposición tenemos a Julio César que parece un político, cruel, vengativo, imperialista, militarista, traidor y pragmático. Y no es verdad, Alejandro fue más despiadado que la mayor parte de los hombres de su mundo, un tremendo ególatra y por mucho que queramos enaltecer su imperio, aquello resultó poco duradero y culturalmente muy débil y sin consistencia. Hoy de César quedan las instituciones, el derecho, una lengua y una forma de ser cultural, que es occidente. De la construcción y civilización de Alejandro quedan algunas ruinas y eso sí, mucha leyenda.
Nota: 6,2.
Nota: 6,2.

7,2
2.544
6
20 de julio de 2009
20 de julio de 2009
30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras muchos directores hacían los westerns como los coches en la Ford, en cadena de montaje, Robert Aldrich prefiere dar un toque particular al género más famoso de la historia del cine, haciéndolos únicos e irrepetibles. Una muestra de ello fue “La venganza de Ulzana”, un western cruel, realista y darwinista difícil de igualar. Pero quizá el ejemplo más paradigmático sea el de “El último atardecer”.
Se trata de un western atípico en todo lo que puedan pensar, aquí verán a Kirk Douglas recitando poemas, cantando en español o intentando ligar a jovencitas menores de edad. Es más drama que western, y es que el guionista Dalton Trumbo, se encarga como casi siempre, de presentar unas relaciones personales y afectivas de un calado genial.
Si hubiera de hablarse de duelo interpretativo, Kirk Douglas puede con Rock Hudson, algo previsible, aunque no hay que obviar a una sólida y convincente Dorothy Malone, y una presencia corta pero destacable de Joseph Cotten.
Como digo es un western diferente, algo tuvo ese año 1961 de especial para el género, porque también se estrenaba “El rostro impenetrable” de Marlon Brando donde se veía el mar. Las cosas estaban cambiando y mucho.
Muy vistosas son las localizaciones mexicanas, donde resalta además del folclore, un gusto por la arquitectura colonial española, que queda bien resaltada.
Aunque no suele ser habitual, en el caso de “El último atardecer”, coincido más con la valoración positiva que se tiene en Europa de la película, en contra de Estados Unidos, donde se le considera un western de tantos, y para nada es el caso, se trata de una película difícil de olvidar, triste y melancólica, pero llena al mismo tiempo de alegría por vivir cada instante como si fuera el último... el último atardecer.
Nota: 7,2
Se trata de un western atípico en todo lo que puedan pensar, aquí verán a Kirk Douglas recitando poemas, cantando en español o intentando ligar a jovencitas menores de edad. Es más drama que western, y es que el guionista Dalton Trumbo, se encarga como casi siempre, de presentar unas relaciones personales y afectivas de un calado genial.
Si hubiera de hablarse de duelo interpretativo, Kirk Douglas puede con Rock Hudson, algo previsible, aunque no hay que obviar a una sólida y convincente Dorothy Malone, y una presencia corta pero destacable de Joseph Cotten.
Como digo es un western diferente, algo tuvo ese año 1961 de especial para el género, porque también se estrenaba “El rostro impenetrable” de Marlon Brando donde se veía el mar. Las cosas estaban cambiando y mucho.
Muy vistosas son las localizaciones mexicanas, donde resalta además del folclore, un gusto por la arquitectura colonial española, que queda bien resaltada.
Aunque no suele ser habitual, en el caso de “El último atardecer”, coincido más con la valoración positiva que se tiene en Europa de la película, en contra de Estados Unidos, donde se le considera un western de tantos, y para nada es el caso, se trata de una película difícil de olvidar, triste y melancólica, pero llena al mismo tiempo de alegría por vivir cada instante como si fuera el último... el último atardecer.
Nota: 7,2
7
18 de febrero de 2010
18 de febrero de 2010
29 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me es complicado recordar en la historia del cine a un director que haciendo películas de género fundamentalmente pueda darlas a todas ellas un tono tan personal y atípico. Ese es Robert Aldrich, el que cogía el cine negro, el western, el bélico o el drama y lo convertía en otra cosa muy distinta a lo que estamos acostumbrados.
“Comando en el mar de China” es un ejemplo extraordinario de ello, todos los ingredientes parecen destinados a una película bélica más, sin embargo es tan original que por ello es muy imperfecta.
La historia que pudiera parecer simple es del propio Aldrich que lo escribe conjuntamente con el guionista Lukas Heller, habitual en muchas de sus películas. Son tres los elementos que hace de esta película una rara avis en su género; la atmósfera creada, esa pequeña isla (rodada en Filipinas) con altavoces en medio de la jungla, el templo en ruinas al más puro estilo “Indiana Jones” y una larga explanada antes de llegar a casa que hacen que sea físicamente un personaje más. El esplendido reparto, todos ellos desde los secundarios a los principales, con un Michael Caine hipnótico, un Henry Fonda notable y sobre todo un Cliff Robertson sobresaliente en uno de sus tres mejores trabajos de siempre. Y por supuesto la música de Gerald Fried, el compositor de las primeras películas de Stanley Kubrick que nos deja una melodía del todo inquietante cercana al terror.
“Comando en el mar de China” está lejos de ser una obra maestra o incluso una gran película, pero sí es y por mucho una verdadera obra de culto dentro del cine bélico.
Nota: 7,1.
“Comando en el mar de China” es un ejemplo extraordinario de ello, todos los ingredientes parecen destinados a una película bélica más, sin embargo es tan original que por ello es muy imperfecta.
La historia que pudiera parecer simple es del propio Aldrich que lo escribe conjuntamente con el guionista Lukas Heller, habitual en muchas de sus películas. Son tres los elementos que hace de esta película una rara avis en su género; la atmósfera creada, esa pequeña isla (rodada en Filipinas) con altavoces en medio de la jungla, el templo en ruinas al más puro estilo “Indiana Jones” y una larga explanada antes de llegar a casa que hacen que sea físicamente un personaje más. El esplendido reparto, todos ellos desde los secundarios a los principales, con un Michael Caine hipnótico, un Henry Fonda notable y sobre todo un Cliff Robertson sobresaliente en uno de sus tres mejores trabajos de siempre. Y por supuesto la música de Gerald Fried, el compositor de las primeras películas de Stanley Kubrick que nos deja una melodía del todo inquietante cercana al terror.
“Comando en el mar de China” está lejos de ser una obra maestra o incluso una gran película, pero sí es y por mucho una verdadera obra de culto dentro del cine bélico.
Nota: 7,1.
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