Nunca he podido entender que películas basadas en hechos reales, en historias que se conocen, se aparten tanto de ellas. Dicen que “por interés dramático”, pero eso es una mala excusa.
Primero, Catherine Weldon no es la santita que aquí se nos presenta. En 1890, a sus 46 años tenía ya un pasado sentimental algo escabroso. Tenía un hijo de una relación con un hombre casado.Y se lo llevó con ella, a vivir entre los Sioux Dakota. Por supuesto, y ahí está el retrato, Toro Sentado no era tan apuesto como Michael Greyeyes y Catherine era más bien feúcha.
Ella no estuvo presente cuando asesinaron a Toro Sentado. En fin, un montón de cosas más.
Aquí, gran parte de la película se basa en una especie de enamoramiento por parte de ella hacia él.
Lo único positivo es que se recuerdan algunas de las masacres de los USA contra los nativos.algo que durante décadas el cine yanqui ha evitado contar.

Una gran satisfacción ver una película así, con una buena historia, contada directamente, sin trucos, sin efectos especiales y con una gran interpretación de Jesmark Scicluna, su primera película y actúa mejor que la mayoría de los que vemos y famosos.
De fondo, la desaparición del antiguo oficio de pescador independiente, heredado de generaciones. El Mediterráneo en Malta no abunda en peces. La UE quiere reconvertir ese trabajo en otros. Al final, si nos descuidamos, todos seremos funcionarios del Estado.
Vemos un ejemplo de cómo desaparecen antiguas formas de trabajo, sustituidas por el modelo franquicia, uniforme, aburrido y escaso de imaginación.
Y el Luzzu, el barco, es una maravilla.

Este Fassbinder me ha parecido cosa de aficionado, con buena fotografía, algo de lo que luego hará mejor en otras películas, pero carente de interés. Eso sí, he leído sesudas críticas sobre esta película y ven cosas que no podría ni imaginar.
Que si los travelings, cuando hay uno, totalmente oscuro, que no dice nada.
Típico el hermetismo de los personajes. Pocos diálogos. Elipsis para ahorrarse filmar episodios de violencia.
Un Ulli Lommel que no cambia nunca de cara. Quiere ser algo así como un ángel corrompido, pero no resulta.
Es el primer largometraje de Fassbinder y si se lo compara con otras cosas suyas, y avanzados los setenta, se ve que esto es solo un ensayo.
Propongo que después de ver esto se vea, por ejemplo, “Effi Briest”. La diferencia es abismal.

Estoy revisando la filmografía de Lars von Trier y esta me quedaba por ver.
A los tres cuartos de hora empecé a bostezar. El aburrimiento fue creciendo hasta hacerme dar alguna cabezada.
Que sí, manejo de cámara, esteticismo, sorpresas previsibles, pero qué peñazo de mujer y del marido, psicólogo, intentando curar su desconsuelo con recetas prefabricadas y muy vistas.
Terror, dicen. Psicológico, añaden. No, tedio, hastío, cansancio.
Lars es un raro y sabe que lo es, y que le odian y aman a partes iguales.Y hace lo que le sale del nabo, pensando siempre que es genial.
Pero esto…Me despierto y la cosa sigue igual, con cansinos primeros planos… Adíos, o farvel, que es, creo, como se dice en danés.

Como todas las buenas películas antiguas esta es un documento sobre Inglaterra en el final de la segunda guerra, y más en concreto de las tierras de Kent y Canterbury, esta famosa por el sepulcro de san Thomas Becket y por la maravillosa obra de Chaucer.
Empieza con algo casi trivial: hay un tipo en el pueblo vecino a Canterbury que se dedica por la noche a arrojar pegamento a la cabeza de las chicas. Nada grave salvo la ofensa y lo pegajoso que se queda el pelo.
Una chica londinense y dos sargentos, uno inglés y otro americano, se dedican a descubrir al culpable. Pero todo esto es lo de menos, Cada uno de los tres tiene su propia historia y el guión dará cada una de ellas un desenlace verosímil.
Además, detalles singulares, personajes pintorescos, gente de entonces, vida corriente. Con mensajes de fondo muy bien diluidos.
En definitiva, una maravilla de los ya legendarios Powell y Pressburguer.