You must be a loged user to know your affinity with Chris Jiménez
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred
7
14 de septiembre de 2018
14 de septiembre de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca en la Historia hubo guerreros tan fieros, determinados, valerosos y patrióticos como los espartanos. Únicamente los samuráis son dignos de compararse a ellos.
Una ciudad-estado compuesta de soldados. Cada uno criado y entrenado para combatir, cada uno dispuesto a dejarse la piel por su pueblo y su rey, cada uno preparado para la mayor gloria que se puede alcanzar en vida: morir en el campo de batalla. Así eran los espartanos.
Y ahí estaba yo, con 13 años en la sala del cine, boquiabierto y abstraído ante el brutal espectáculo que se estaba proyectando en pantalla: sangre, espadas, arena, sudor, chasquido de huesos, bestias indescriptibles, cadáveres cubriendo el espacio, armaduras impactando, rugidos, tambores de guerra, palabras de aliento, flechas silbando en el aire...una cosa así no se olvida. Eso es precisamente lo que pretendía el sr. Zach Snyder cuando decidió adaptar el cómic de culto (o novela visual, como dicen algunos) "300": meter al espectador en un sangriento combate de inmensas proporciones y dejarle sin aliento, "con el corazón encogido y tembloroso el pulso", como dice Dilios.
A Frank Miller, uno de los más grandes y provocativos dibujantes que existen (¿alguien que no esté de acuerdo?), le salió de las narices contar, desde su imaginativo punto de vista, sin tener que dar cuentas de los sucesos reales y basándose en los textos del historiador griego Herótodo y en el clásico de Rudolph Maté "El León de Esparta", la gloriosa historia de la Batalla de las Termópilas, en la cual el rey Leónidas no aceptó la sumisión de su tierra y cargó durante tres días contra el enorme ejército persa de Jerjes I. Un combate que cambiaría el curso de la Historia.
"300", realizado en colaboración de Lynn Varley y publicado a finales de los '90, es ya uno de los mejores y más famosos trabajos de Miller, pese a haber recibido críticas bastante duras (Alan Moore protagonizó una de ellas), sobre todo por lo poco fiel que se mantuvo el dibujante a los acontecimientos históricos; de todas formas, como él admitiría muchas veces, su obra es una versión estilizada, fantástica, excesiva, y sería un ejercicio de futilidad contrastarla con la realidad (aunque lo descrito en la novela tampoco se aleja mucho de lo ocurrido, la verdad). Zach Snyder, que venía de dirigir el "remake" de "Amanecer de los Muertos", se ocuparía de adaptar la obra de Miller, de la que era un gran fan, con el anterior haciendo las veces de productor ejecutivo.
El film toma básicamente la estructura del cómic, dando más protagonismo a la reina Gorgo e inventándose algunos personajes más, aunque su objetivo es relatar la carnicería librada en el desfiladero de las Termópilas y la incansable lucha de Leónidas junto a sus hombres contra la opresión de Jerjes, mientras éste observa cómo sus tropas caen una tras otra y el jorobado Efialtes, herido y desmoralizado, opta por traicionar a los suyos y servir al rey persa. En la ciudad de Esparta, será Gorgo la encargada de abrir los ojos de los hombres del consejo para vencer la corrupción y ayudar a Leónidas en su campaña contra Jerjes.
El director coge el universo del dibujante y le da vida sirviéndose de los últimos avances en efectos visuales y digitales, los mismos que ya habían inmortalizado "Sin City" poco antes, trasladando así los intensos colores de las viñetas a la pantalla haciendo de ello una experiencia visual única, tan grotesca y salvaje como ensoñadora y poética. "300" es una recreación fiel al cómic y a la esencia de lo que representaba el pueblo espartano (más incluso que a los propios espartanos); amante de la imagen y de todo el poder que sea capaz de ofrecer, cosa que ha ido demostrando en sus posteriores trabajos, Snyder dota al film de un cariz visceral, misterioso, romántico, operístico, grandilocuente, llevando el género de la épica a su culminación.
Todo esto en un momento en que el panorama del cine épico/fantástico volvía a coger fuerza gracias a títulos como "Alejandro Magno", "Troya" o la celebérrima trilogía de "El Señor de los Anillos". Pero con sus espectaculares escenas generadas por ordenador y las rimbombantes sentencias de guión, lanzadas como martillos por los actores, "300" las desafía sin problemas ("¡mirad, yo puedo dar un espectáculo cien veces más grande que el vuestro!...¡y más épico!", parece escupir Snyder a Wolfgang Petersen y Peter Jackson).
Gran Gerard Butler, quien a partir de su poderosa e irreverente encarnación de Leónidas vería su carrera y su caché subir como la espuma. Lena Heady también da lo mejor de sí como la preciosa y fuerte reina Gorgo mientras Dominic West y Rodrigo Santoro se ganan todo nuestro odio y desprecio; destacan los correctos secundarios Tom Wisdom, Vincent Regan, Michael Fassbender y Andrew Pleavin, con David Wenham a la cabeza, cuya áspera y característica voz hace las veces de narrador de la gloriosa gesta de los espartanos (un discurso final legendario, por cierto).
Dios sabe que lo digital y yo no congeniamos demasiado bien, pero es imposible resistirse a la espectacular aventura que ofrece "300". Intriga, romance, fantasía, drama, sexo, humor negro, acción y una preciosista y estilizada violencia, acompañada de la brillante fotografía de Larry Fong, la banda sonora de potentes guitarras de Tyler Bates y una puesta en escena que quita el hipo...¡¿acaso se puede pedir más?!
La leyenda de Leónidas y sus valientes guerreros y la batalla que libraron para decidir el destino de toda Grecia seguirá resultando emocionante y conmovedora por muchos siglos más.
Una ciudad-estado compuesta de soldados. Cada uno criado y entrenado para combatir, cada uno dispuesto a dejarse la piel por su pueblo y su rey, cada uno preparado para la mayor gloria que se puede alcanzar en vida: morir en el campo de batalla. Así eran los espartanos.
Y ahí estaba yo, con 13 años en la sala del cine, boquiabierto y abstraído ante el brutal espectáculo que se estaba proyectando en pantalla: sangre, espadas, arena, sudor, chasquido de huesos, bestias indescriptibles, cadáveres cubriendo el espacio, armaduras impactando, rugidos, tambores de guerra, palabras de aliento, flechas silbando en el aire...una cosa así no se olvida. Eso es precisamente lo que pretendía el sr. Zach Snyder cuando decidió adaptar el cómic de culto (o novela visual, como dicen algunos) "300": meter al espectador en un sangriento combate de inmensas proporciones y dejarle sin aliento, "con el corazón encogido y tembloroso el pulso", como dice Dilios.
A Frank Miller, uno de los más grandes y provocativos dibujantes que existen (¿alguien que no esté de acuerdo?), le salió de las narices contar, desde su imaginativo punto de vista, sin tener que dar cuentas de los sucesos reales y basándose en los textos del historiador griego Herótodo y en el clásico de Rudolph Maté "El León de Esparta", la gloriosa historia de la Batalla de las Termópilas, en la cual el rey Leónidas no aceptó la sumisión de su tierra y cargó durante tres días contra el enorme ejército persa de Jerjes I. Un combate que cambiaría el curso de la Historia.
"300", realizado en colaboración de Lynn Varley y publicado a finales de los '90, es ya uno de los mejores y más famosos trabajos de Miller, pese a haber recibido críticas bastante duras (Alan Moore protagonizó una de ellas), sobre todo por lo poco fiel que se mantuvo el dibujante a los acontecimientos históricos; de todas formas, como él admitiría muchas veces, su obra es una versión estilizada, fantástica, excesiva, y sería un ejercicio de futilidad contrastarla con la realidad (aunque lo descrito en la novela tampoco se aleja mucho de lo ocurrido, la verdad). Zach Snyder, que venía de dirigir el "remake" de "Amanecer de los Muertos", se ocuparía de adaptar la obra de Miller, de la que era un gran fan, con el anterior haciendo las veces de productor ejecutivo.
El film toma básicamente la estructura del cómic, dando más protagonismo a la reina Gorgo e inventándose algunos personajes más, aunque su objetivo es relatar la carnicería librada en el desfiladero de las Termópilas y la incansable lucha de Leónidas junto a sus hombres contra la opresión de Jerjes, mientras éste observa cómo sus tropas caen una tras otra y el jorobado Efialtes, herido y desmoralizado, opta por traicionar a los suyos y servir al rey persa. En la ciudad de Esparta, será Gorgo la encargada de abrir los ojos de los hombres del consejo para vencer la corrupción y ayudar a Leónidas en su campaña contra Jerjes.
El director coge el universo del dibujante y le da vida sirviéndose de los últimos avances en efectos visuales y digitales, los mismos que ya habían inmortalizado "Sin City" poco antes, trasladando así los intensos colores de las viñetas a la pantalla haciendo de ello una experiencia visual única, tan grotesca y salvaje como ensoñadora y poética. "300" es una recreación fiel al cómic y a la esencia de lo que representaba el pueblo espartano (más incluso que a los propios espartanos); amante de la imagen y de todo el poder que sea capaz de ofrecer, cosa que ha ido demostrando en sus posteriores trabajos, Snyder dota al film de un cariz visceral, misterioso, romántico, operístico, grandilocuente, llevando el género de la épica a su culminación.
Todo esto en un momento en que el panorama del cine épico/fantástico volvía a coger fuerza gracias a títulos como "Alejandro Magno", "Troya" o la celebérrima trilogía de "El Señor de los Anillos". Pero con sus espectaculares escenas generadas por ordenador y las rimbombantes sentencias de guión, lanzadas como martillos por los actores, "300" las desafía sin problemas ("¡mirad, yo puedo dar un espectáculo cien veces más grande que el vuestro!...¡y más épico!", parece escupir Snyder a Wolfgang Petersen y Peter Jackson).
Gran Gerard Butler, quien a partir de su poderosa e irreverente encarnación de Leónidas vería su carrera y su caché subir como la espuma. Lena Heady también da lo mejor de sí como la preciosa y fuerte reina Gorgo mientras Dominic West y Rodrigo Santoro se ganan todo nuestro odio y desprecio; destacan los correctos secundarios Tom Wisdom, Vincent Regan, Michael Fassbender y Andrew Pleavin, con David Wenham a la cabeza, cuya áspera y característica voz hace las veces de narrador de la gloriosa gesta de los espartanos (un discurso final legendario, por cierto).
Dios sabe que lo digital y yo no congeniamos demasiado bien, pero es imposible resistirse a la espectacular aventura que ofrece "300". Intriga, romance, fantasía, drama, sexo, humor negro, acción y una preciosista y estilizada violencia, acompañada de la brillante fotografía de Larry Fong, la banda sonora de potentes guitarras de Tyler Bates y una puesta en escena que quita el hipo...¡¿acaso se puede pedir más?!
La leyenda de Leónidas y sus valientes guerreros y la batalla que libraron para decidir el destino de toda Grecia seguirá resultando emocionante y conmovedora por muchos siglos más.

7,3
59.283
8
23 de julio de 2018
23 de julio de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un abogado debe representar y defender celosamente a su cliente dentro de los límites legales. Figura en el reglamento profesional del Colegio de Abogados de América.
Sin embargo, el abogado Sam Bowden mandó a paseo dicho reglamento (y con razón) y a prisión a Max Cady, su supuesto defendido...y menudo error cometió, porque éste va a regresar transformado en su peor pesadilla.
Uno de los "thrillers" de suspense que, por méritos propios, merece figurar entre los más grandes de la Historia del cine, es sin duda "El Cabo del Terror". Basándose en la novela de John D. MacDonald, el veterano director J. Lee Thompson, a quien muchos les sonará por la longeva colaboración que mantuvo con Charles Bronson, dio vida a una de sus mejores obras junto con "Los Cañones de Navarone" antes de acabar su carrera realizando títulos de mediocres para arriba durante los '80; aquel violento y siniestro film que enfrentaba a un abogado con su antiguo defendido fue distribuido por la Universal, cuyos ejecutivos pensaron que sería buena idea readaptar y modernizar la historia.
Aunque en un primer momento el nuevo guión de Wesley Strick llegase a las manos de Spielberg, éste convenció a Martin Scorsese, que venía de lucrarse con la épica "Uno de los Nuestros", para que se ocupase del proyecto. Proyecto heredado, para más inri, de su relación con los de Universal, ya que a cambio de la financiación de "La Última Tentación de Cristo", éstos le propondrían varios guiones de vena comercial, entre los cuales estaba el que acabó aceptando, tras decidir no hacer "La Lista de Schindler" (casualmente la que haría el sr. Spielberg).
Con "El Cabo del Miedo", Martin Scorsese accedería brevemente al club de los directores que son sinónimo de éxito comercial, de hecho la película terminaría recaudando el quíntuple de su presupuesto superando con creces a los números que hiciera "Uno de los Nuestros"; el contar con la buena financiación de Barbara de Fina y la productora de Spielberg también propició que el director se pusiera al día en las últimas innovaciones en materia de efectos especiales y visuales, y la espectacular secuencia final del barco en mitad del huracán lo pone de manifiesto.
Como hiciera J. Lee Thompson con su versión original, Scorsese, sin abandonar del todo su toque, también se influencia bastante del estilo de Alfred Hitchcock y, sobre todo, de Brian DePalma (cualquiera diría que esta película es suya), heredando la manera tan experimental de rodar, con esos poco usuales movimientos de cámara, además del uso de los colores y de los efectos, lo que hace que el ritmo sea trepidante y el suspense se palpe a cada momento. En general, la versión de Scorsese, aparte de presentar algunos cambios de argumento (Diane ahora es Lori y además está liada con Sam), es más retorcida, brutal, explícita (ahí está la escena en la que Cady flirtea y acosa a la tonta de Danielle en el teatro, algo que no sucedía en la del '62) y algo esperpéntica en ciertos momentos..
Se mantiene el dilema del protagonista, atrapado entre la ética que su trabajo le impone y el deseo de proteger a su familia por todos los medios posibles; finalmente sabemos, porque es algo demasiado obvio como para no saberlo, que el bueno de Bowden va a acabar pasándose al terreno de los criminales por causas de fuerza mayor, tomándose la justicia por su mano y dando el merecido castigo a Cady..
Ponerse a la altura de dos grandes como Gregory Peck y Robert Mitchum (palabras mayores, señores) es tarea ardua, sin embargo, Nick Nolte y un impagable Robert DeNiro, que parece divertirse mucho dando miedo, están geniales en sus papeles; no puedo decir lo mismo de Jessica Lange, que nunca ha sido plato de mi gusto, y Juliette Lewis, que sí que me encanta como actriz aunque su personaje me resulta de lo más irritante y detestable (yo sigo prefiriendo a Lori Martin, la verdad). Al bueno de Telly Savalas lo sustituye Joe Don Baker, y haciéndole un guiño a la original, Scorsese mete a Peck y Mitchum en unos papeles muy curiosos (el que antes era el abogado ahora es defensor del villano y el otrora villano ahora hace de policía).
"El Cabo del Miedo" nunca estará entre las obras maestras de Scorsese, pero tampoco se puede negar que es una muy buena película dentro de su género: el cine de suspense hollywoodiense de los '90. Lo mejor es el trabajo de los dos protagonistas, la violencia excesiva y el humor negro que le da el director al film y algunas secuencias realmente memorables.
Cabe destacar el pomposo discurso que suelta Cady antes de que el barco sea atacado por la tormenta, el duelo final entre éste y Bowden o la paliza que le dan al malo, sin éxito, en el aparcamiento, una de las escenas más parodiadas de todos los tiempos (¿quién no ha imitado alguna vez eso de "Abogadooo. Sal, ratita, quiero verte la colita"?).
Sin embargo, el abogado Sam Bowden mandó a paseo dicho reglamento (y con razón) y a prisión a Max Cady, su supuesto defendido...y menudo error cometió, porque éste va a regresar transformado en su peor pesadilla.
Uno de los "thrillers" de suspense que, por méritos propios, merece figurar entre los más grandes de la Historia del cine, es sin duda "El Cabo del Terror". Basándose en la novela de John D. MacDonald, el veterano director J. Lee Thompson, a quien muchos les sonará por la longeva colaboración que mantuvo con Charles Bronson, dio vida a una de sus mejores obras junto con "Los Cañones de Navarone" antes de acabar su carrera realizando títulos de mediocres para arriba durante los '80; aquel violento y siniestro film que enfrentaba a un abogado con su antiguo defendido fue distribuido por la Universal, cuyos ejecutivos pensaron que sería buena idea readaptar y modernizar la historia.
Aunque en un primer momento el nuevo guión de Wesley Strick llegase a las manos de Spielberg, éste convenció a Martin Scorsese, que venía de lucrarse con la épica "Uno de los Nuestros", para que se ocupase del proyecto. Proyecto heredado, para más inri, de su relación con los de Universal, ya que a cambio de la financiación de "La Última Tentación de Cristo", éstos le propondrían varios guiones de vena comercial, entre los cuales estaba el que acabó aceptando, tras decidir no hacer "La Lista de Schindler" (casualmente la que haría el sr. Spielberg).
Con "El Cabo del Miedo", Martin Scorsese accedería brevemente al club de los directores que son sinónimo de éxito comercial, de hecho la película terminaría recaudando el quíntuple de su presupuesto superando con creces a los números que hiciera "Uno de los Nuestros"; el contar con la buena financiación de Barbara de Fina y la productora de Spielberg también propició que el director se pusiera al día en las últimas innovaciones en materia de efectos especiales y visuales, y la espectacular secuencia final del barco en mitad del huracán lo pone de manifiesto.
Como hiciera J. Lee Thompson con su versión original, Scorsese, sin abandonar del todo su toque, también se influencia bastante del estilo de Alfred Hitchcock y, sobre todo, de Brian DePalma (cualquiera diría que esta película es suya), heredando la manera tan experimental de rodar, con esos poco usuales movimientos de cámara, además del uso de los colores y de los efectos, lo que hace que el ritmo sea trepidante y el suspense se palpe a cada momento. En general, la versión de Scorsese, aparte de presentar algunos cambios de argumento (Diane ahora es Lori y además está liada con Sam), es más retorcida, brutal, explícita (ahí está la escena en la que Cady flirtea y acosa a la tonta de Danielle en el teatro, algo que no sucedía en la del '62) y algo esperpéntica en ciertos momentos..
Se mantiene el dilema del protagonista, atrapado entre la ética que su trabajo le impone y el deseo de proteger a su familia por todos los medios posibles; finalmente sabemos, porque es algo demasiado obvio como para no saberlo, que el bueno de Bowden va a acabar pasándose al terreno de los criminales por causas de fuerza mayor, tomándose la justicia por su mano y dando el merecido castigo a Cady..
Ponerse a la altura de dos grandes como Gregory Peck y Robert Mitchum (palabras mayores, señores) es tarea ardua, sin embargo, Nick Nolte y un impagable Robert DeNiro, que parece divertirse mucho dando miedo, están geniales en sus papeles; no puedo decir lo mismo de Jessica Lange, que nunca ha sido plato de mi gusto, y Juliette Lewis, que sí que me encanta como actriz aunque su personaje me resulta de lo más irritante y detestable (yo sigo prefiriendo a Lori Martin, la verdad). Al bueno de Telly Savalas lo sustituye Joe Don Baker, y haciéndole un guiño a la original, Scorsese mete a Peck y Mitchum en unos papeles muy curiosos (el que antes era el abogado ahora es defensor del villano y el otrora villano ahora hace de policía).
"El Cabo del Miedo" nunca estará entre las obras maestras de Scorsese, pero tampoco se puede negar que es una muy buena película dentro de su género: el cine de suspense hollywoodiense de los '90. Lo mejor es el trabajo de los dos protagonistas, la violencia excesiva y el humor negro que le da el director al film y algunas secuencias realmente memorables.
Cabe destacar el pomposo discurso que suelta Cady antes de que el barco sea atacado por la tormenta, el duelo final entre éste y Bowden o la paliza que le dan al malo, sin éxito, en el aparcamiento, una de las escenas más parodiadas de todos los tiempos (¿quién no ha imitado alguna vez eso de "Abogadooo. Sal, ratita, quiero verte la colita"?).

5,5
1.482
6
5 de abril de 2018
5 de abril de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es bien sabido que los maestros no siempre son infalibles y que cada uno tiene su cruz, cinematográficamente hablando. Lynch, Allen, Eastwood o Polanski la tuvieron, incluso Hitchcock. A veces pasa, aunque parezca mentira.
He dado una buena puntuación a este film, al contrario que otros de estos lares, porque, pese a su estupidez, sinsentido y parcial mediocridad, me gustan los "thrillers" de los '70, por inconscientes que sean, las películas malas de artes marciales y, sobre todo, Sam Peckinpah, así que...¿qué le voy a hacer?
El caso es que existe una organización secreta de inteligencia llamada ComTeg, una especie de agencia de mercenarios y espías cuyo deber es manejar delicadas operaciones para la C.I.A., o, dicho en pocas palabras, hacerles el trabajo sucio. Mike y George son dos buenos amigos que trabajan en dicha organización con gran profesionalidad, no obstante, este último se ha cansado de ello, por lo que decide asesinar a un tránsfuga al que debían proteger, dejar malherido a su compañero y pasar a ofrecer sus servicios a una agencia rival.
Teniendo que afrontar un duro período de recuperación cuyo resultado parece ser el de quedarse paralítico, Mike desea volver al trabajo para cumplir un objetivo: vengarse de George. La suerte está de parte de Mike cuando sus jefes le contratan para asegurarse de que Yuen Chung, un importante político asiático, regrese a su país sano y salvo, pero éste se lleva una sorpresa al averiguar que a su otrora compañero de fatigas le han ordenado ejecutar al mismo tipo al que debe proteger; de este modo Mike, con la ayuda de dos antiguos agentes de ComTeg, harán lo posible por frustrar los planes del grupo enemigo y dar una lección a George.
Sam Peckinpah. Aquel gran incomprendido con alma de guerrero indio que vino al Mundo con una botella bajo el brazo. ¿Cuántas joyas hay engarzadas en su filmografía? Muchas, la verdad, y sólo cuenta en su haber con catorce películas, pero entre ellas se encuentran obras maestras; poco importaba esto a mediados de los '70 cuando todos se tiraban a su yugular tras el estreno de "Quiero la Cabeza de Alfredo García". Encajando una racha de fracasos, Peckinpah deseaba un éxito de taquilla como el que logró con "La Huida", y pensó que lo podía hallar en la adaptación de la novela de Robert S. Hopkins.
Para no romper con la costumbre, el director, junto con todos sus colaboradores, se vio enzarzado en un infierno de rodaje: eternas broncas con los productores Baum y Lewis, la negativa de James Caan de rodar en Inglaterra, lugar en el que se desarrolla la acción del libro, lo que trajo complicaciones a escombro derivando en la cooperación de Stirling Silliphant para retocar el guión, y por si todo esto no fuera suficiente, Caan introdujo a Peckinpah en el maravilloso mundo de la cocaína, lo que deterioró aún más su estado físico y mental.
Entre peleas, sobredosis y una salida al hospital, Peckinpah firmó una de sus obras más irregulares y, por consiguiente, vilipendiadas, aunque lo de "firmar" es un decir, porque las frustraciones, el malestar y la dificultad del rodaje le dejaron hecho polvo dentro de su caravana, con lo que muchas escenas tuvieron que ser grabadas por Frank Kowalski, director de la 2.ª unidad, y algunos asistentes, cuyos resultados se aprecian durante el visionado de "Los Aristócratas del Crimen".
La función se inicia con un principio muy de Peckinpah, directo, salvaje, de humor irreverente y muy políticamente incorrecto. Se nos presenta a los protagonistas, Mike y George, dos amigos del alma que acaban enfrentados por culpa de la codicia y el maldito interés, una vez más demostrándonos el director su particular concepto de la amistad y de los podridos valores que dictan al ser humano. El drama y el deseo de superación dominan el segundo acto, cuando Mike está recuperándose en el hospital, 40 minutos muy prometedores que de repente empiezan a torcerse cuando aparece el grupo de chinos que quiere matar a Chung a base de golpes de "kung fu". Uno cae en el error de pensar que eso es un pequeño relleno en la trama, pero no, ya que a partir de ahí la cosa empieza a degenerar en un espectáculo cada vez más incongruente, lleno de buenas escenas de acción y dosis de humor negro, sí, pero sin poder cogerse por ningún sitio.
El frenetismo, la velocidad y la locura invaden una trama plagada de cinismo, hipocresía, violencia, crítica y, por supuesto, muchos altibajos que podría haber tomado un rumbo muy distinto si al bueno de Silliphant no le hubiese dado por introducir el detalle de los asiáticos (como estaba de moda Bruce Lee y los films de artes marciales...) ni darle tantos cambios a una historia que difería horrores del texto de Hopkins. Esa trama desemboca en un final que me dejó frío y perplejo por su sinsentido y que incluso llega a la autoparodia y la burla absurda...un final del que me esperaba muchísimo más, pese a lo espectacular del escenario.
Con el director repiten Gig Young, Helmut Dantine y el prenda de James Caan, quien comparte de nuevo pantalla con Robert Duvall, un gran dúo de actores que creo brindan buenas actuaciones, como Arthur Hill, Bo Hopkins, el japonés Iwamatsu Mako y el eterno cuñado de Rocky, Burt Young.
Éxito modesto en taquilla, odiada por la crítica y, no obstante, gran influencia para muchos cineastas, entre ellos Tarantino, Kitano, Takashi Ishii, Kiyoshi Kurosawa, Robert Rodríguez o Shinji Aoyama, quien la considera una de sus películas favoritas.
Sí, sin duda hay una buena película en "Los Aristócratas del Crimen", pero dura unos 40 minutos, el resto es un disparate muy entretenido...la razón de mi puntuación es esa: que logró divertirme mucho. Por cierto, me quedé sin palabras con la escena de la bomba bajo el taxi.
He dado una buena puntuación a este film, al contrario que otros de estos lares, porque, pese a su estupidez, sinsentido y parcial mediocridad, me gustan los "thrillers" de los '70, por inconscientes que sean, las películas malas de artes marciales y, sobre todo, Sam Peckinpah, así que...¿qué le voy a hacer?
El caso es que existe una organización secreta de inteligencia llamada ComTeg, una especie de agencia de mercenarios y espías cuyo deber es manejar delicadas operaciones para la C.I.A., o, dicho en pocas palabras, hacerles el trabajo sucio. Mike y George son dos buenos amigos que trabajan en dicha organización con gran profesionalidad, no obstante, este último se ha cansado de ello, por lo que decide asesinar a un tránsfuga al que debían proteger, dejar malherido a su compañero y pasar a ofrecer sus servicios a una agencia rival.
Teniendo que afrontar un duro período de recuperación cuyo resultado parece ser el de quedarse paralítico, Mike desea volver al trabajo para cumplir un objetivo: vengarse de George. La suerte está de parte de Mike cuando sus jefes le contratan para asegurarse de que Yuen Chung, un importante político asiático, regrese a su país sano y salvo, pero éste se lleva una sorpresa al averiguar que a su otrora compañero de fatigas le han ordenado ejecutar al mismo tipo al que debe proteger; de este modo Mike, con la ayuda de dos antiguos agentes de ComTeg, harán lo posible por frustrar los planes del grupo enemigo y dar una lección a George.
Sam Peckinpah. Aquel gran incomprendido con alma de guerrero indio que vino al Mundo con una botella bajo el brazo. ¿Cuántas joyas hay engarzadas en su filmografía? Muchas, la verdad, y sólo cuenta en su haber con catorce películas, pero entre ellas se encuentran obras maestras; poco importaba esto a mediados de los '70 cuando todos se tiraban a su yugular tras el estreno de "Quiero la Cabeza de Alfredo García". Encajando una racha de fracasos, Peckinpah deseaba un éxito de taquilla como el que logró con "La Huida", y pensó que lo podía hallar en la adaptación de la novela de Robert S. Hopkins.
Para no romper con la costumbre, el director, junto con todos sus colaboradores, se vio enzarzado en un infierno de rodaje: eternas broncas con los productores Baum y Lewis, la negativa de James Caan de rodar en Inglaterra, lugar en el que se desarrolla la acción del libro, lo que trajo complicaciones a escombro derivando en la cooperación de Stirling Silliphant para retocar el guión, y por si todo esto no fuera suficiente, Caan introdujo a Peckinpah en el maravilloso mundo de la cocaína, lo que deterioró aún más su estado físico y mental.
Entre peleas, sobredosis y una salida al hospital, Peckinpah firmó una de sus obras más irregulares y, por consiguiente, vilipendiadas, aunque lo de "firmar" es un decir, porque las frustraciones, el malestar y la dificultad del rodaje le dejaron hecho polvo dentro de su caravana, con lo que muchas escenas tuvieron que ser grabadas por Frank Kowalski, director de la 2.ª unidad, y algunos asistentes, cuyos resultados se aprecian durante el visionado de "Los Aristócratas del Crimen".
La función se inicia con un principio muy de Peckinpah, directo, salvaje, de humor irreverente y muy políticamente incorrecto. Se nos presenta a los protagonistas, Mike y George, dos amigos del alma que acaban enfrentados por culpa de la codicia y el maldito interés, una vez más demostrándonos el director su particular concepto de la amistad y de los podridos valores que dictan al ser humano. El drama y el deseo de superación dominan el segundo acto, cuando Mike está recuperándose en el hospital, 40 minutos muy prometedores que de repente empiezan a torcerse cuando aparece el grupo de chinos que quiere matar a Chung a base de golpes de "kung fu". Uno cae en el error de pensar que eso es un pequeño relleno en la trama, pero no, ya que a partir de ahí la cosa empieza a degenerar en un espectáculo cada vez más incongruente, lleno de buenas escenas de acción y dosis de humor negro, sí, pero sin poder cogerse por ningún sitio.
El frenetismo, la velocidad y la locura invaden una trama plagada de cinismo, hipocresía, violencia, crítica y, por supuesto, muchos altibajos que podría haber tomado un rumbo muy distinto si al bueno de Silliphant no le hubiese dado por introducir el detalle de los asiáticos (como estaba de moda Bruce Lee y los films de artes marciales...) ni darle tantos cambios a una historia que difería horrores del texto de Hopkins. Esa trama desemboca en un final que me dejó frío y perplejo por su sinsentido y que incluso llega a la autoparodia y la burla absurda...un final del que me esperaba muchísimo más, pese a lo espectacular del escenario.
Con el director repiten Gig Young, Helmut Dantine y el prenda de James Caan, quien comparte de nuevo pantalla con Robert Duvall, un gran dúo de actores que creo brindan buenas actuaciones, como Arthur Hill, Bo Hopkins, el japonés Iwamatsu Mako y el eterno cuñado de Rocky, Burt Young.
Éxito modesto en taquilla, odiada por la crítica y, no obstante, gran influencia para muchos cineastas, entre ellos Tarantino, Kitano, Takashi Ishii, Kiyoshi Kurosawa, Robert Rodríguez o Shinji Aoyama, quien la considera una de sus películas favoritas.
Sí, sin duda hay una buena película en "Los Aristócratas del Crimen", pero dura unos 40 minutos, el resto es un disparate muy entretenido...la razón de mi puntuación es esa: que logró divertirme mucho. Por cierto, me quedé sin palabras con la escena de la bomba bajo el taxi.

5,4
1.718
6
14 de marzo de 2018
14 de marzo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Con amigos como estos, ¿quién coño necesita enemigos?". Es justo lo que debe estar pensando John Tanner, y la verdad es que tiene sus motivos; el más importante es haber descubierto que sus antiguos compañeros pueden ser una amenaza para la nación americana.
Lo descubriremos junto a él en lo que promete ser un fin de semana de lo más emocionante y revelador...el último que pasaremos junto a Sam Peckinpah, artífice de este espectáculo.
Espectáculo que se inicia desde el medio televisivo, lo cual será la tónica hasta el mismísimo final, cuando el veterano director de la C.I.A., Maxwell Danforth, contempla unas imágenes grabadas con cámaras de vigilancia donde se ve a la esposa de uno de los agentes de la agencia siendo asesinada. Este agente es Lawrence Fassett, que da con el paradero de los responsables (un cirujano plástico, un productor de televisión y un agente de bolsa), e informa a su jefe de que colaboran con miembros de la K.G.B. en una especie de organización clandestina llamada "Omega", lo que se traduce como una amenaza para los EE.UU..
El plan de Fassett es muy determinante: cazar a esos traidores y, de paso, vengarse de la muerte de su mujer; para ello se sirve de John Tanner, un osado y controvertido presentador de televisión y casualmente amigo de toda la vida de los hombres a los que la C.I.A. persigue. Tanner va a recibir durante un fin de semana, como cada año, a Bernie, Richard y Joseph, los tres supuestos espías, mientras es vigilado por una intrincada red de cámaras; un fin de semana donde los engaños y los nervios ahogarán el ambiente y que, sin duda, pegará un vuelco a su vida y a la de su familia.
Los colaboradores de Sam Peckinpah pensaban que el hecho de que éste aceptara dirigir "Convoy" se debía a su abuso de la cocaína y el alcohol; puede que sí, puede que no, el caso es que la película fue un exitazo de taquilla, pero por desgracia también fue machacada por la crítica, dejando la reputación del cineasta aún más por los suelos de lo que ya estaba. Después de tres años sin ponerse tras las cámaras, su amigo y mentor Don Siegel le ofreció ocupar el puesto de director de la 2.ª unidad en "Blackjack", el último que realizaría el otrora responsable de "Harry, "el Sucio" ", curiosamente.
Entre tanto, el dúo de productores Peter Davis y William Panzer, deseosos de financiar un proyecto con el que poder subir de la serie "B" a otra categoría, lograron adquirir los derechos de la novela de suspense "The Osterman Weekend", escrita por Robert Ludlum a comienzos de los '70. Ambos llegaron a la conclusión de que el guión, firmado por Ian Masters y Alan Sharp, alcanzaría mayor prestigio si era dirigido por un veterano, y el nombre de Peckinpah surgió rápidamente; éste se encontró con un libro, un guión y una historia que odiaba con toda el alma, sin embargo aceptó el encargo.
Aunque aceptar no es exactamente la palabra. Peckinpah, como de costumbre, chocó con las exigencias de los productores, quienes le dieron sólo negativas cuando éste pretendía reescribir parte del guión; a regañadientes, achacado por una salud que empeoraba por momentos y con el desesperado anhelo de regresar al negocio, se sentó en la silla de director por decimocuarta y última vez tras una fructífera y sufrida carrera. Y como cabe esperar, este film no va a ser recordado precisamente como una de las mejores obras del cineasta, pero tampoco hay que cebarse con él.
"Clave: Omega" nos trae una muy interesante y enrevesada trama de espías internacionales, agentes encubiertos y escabrosas conspiraciones que pone en solfa la situación de la Guerra Fría, tan actual por aquel entonces, mientras realiza una demoledora crítica contra la falsedad y ambición de aquellos que manejan el poder y la manipulación a través de los medios de comunicación, en especial la televisión, presente durante toda la trama (se nota que son los '80). El intrigante argumento se va desarrollando entre engaños, calumnias y traiciones, donde nada es lo que parece, en ello que Peckinpah añade grandes dosis de humor negro y estallidos de violencia, encerrando a los personajes en un reducido espacio y viciándolo de un aire de extrañeza e inseguridad, lo que provoca confusión al espectador más que agobio, que es lo que se pretende, bajo la continua vigilancia de un ojo expectante, lo cual no hace sino tensar aun más el ambiente.
La última media hora, y como uno ya ve venir de lejos, deriva en una frenética y un tanto disparatada sucesión de secuencias de acción, con tiros, explosiones, peleas y mucha sangre bien orquestada por Peckinpah, quien, sirviéndose cuanto desea de su querido "slow motion" (aquí abusa de él hasta el tedio), nos deleita con un entretenido, violento y artificioso espectáculo.
Aprovechando la oportunidad de trabajar bajo la batuta del mítico director, muchos de los actores aceptaron hacerlo por un sueldo más bajo del habitual, y entre ellos encontramos rostros tan conocidos como los de Rutger Hauer, Craig T. Nelson, Dennis Hopper, Helen Shaver y John Hurt (en un papel muy curioso si tenemos en cuenta que al año siguiente protagonizaría "1.984"), siendo secundados por nada menos que el legendario Burt Lancaster. No obstante, la posproducción fue un hervidero de problemas, como siempre para Peckinpah; uno de ellos fue el primer montaje que hizo de la película, horrorizando a los productores, quienes no tuvieron más remedio que despedirle.
En el estreno hubo gente que empezó a marcharse de la sala y luego los críticos le sepultaron sin piedad; en realidad "Clave: Omega" sólo rindió medianamente bien gracias al mercado del vídeo. Poco después, el director fallecía de un infarto tras un tiempo con graves problemas de salud. Puede que su último film no levantara expectación, pero de todas formas nos dejó un gran legado en el que se hallan verdaderas obras maestras del cine.
¡Qué demonios!, al fin y al cabo ha sido un buen fin de semana...gracias, Sam.
Lo descubriremos junto a él en lo que promete ser un fin de semana de lo más emocionante y revelador...el último que pasaremos junto a Sam Peckinpah, artífice de este espectáculo.
Espectáculo que se inicia desde el medio televisivo, lo cual será la tónica hasta el mismísimo final, cuando el veterano director de la C.I.A., Maxwell Danforth, contempla unas imágenes grabadas con cámaras de vigilancia donde se ve a la esposa de uno de los agentes de la agencia siendo asesinada. Este agente es Lawrence Fassett, que da con el paradero de los responsables (un cirujano plástico, un productor de televisión y un agente de bolsa), e informa a su jefe de que colaboran con miembros de la K.G.B. en una especie de organización clandestina llamada "Omega", lo que se traduce como una amenaza para los EE.UU..
El plan de Fassett es muy determinante: cazar a esos traidores y, de paso, vengarse de la muerte de su mujer; para ello se sirve de John Tanner, un osado y controvertido presentador de televisión y casualmente amigo de toda la vida de los hombres a los que la C.I.A. persigue. Tanner va a recibir durante un fin de semana, como cada año, a Bernie, Richard y Joseph, los tres supuestos espías, mientras es vigilado por una intrincada red de cámaras; un fin de semana donde los engaños y los nervios ahogarán el ambiente y que, sin duda, pegará un vuelco a su vida y a la de su familia.
Los colaboradores de Sam Peckinpah pensaban que el hecho de que éste aceptara dirigir "Convoy" se debía a su abuso de la cocaína y el alcohol; puede que sí, puede que no, el caso es que la película fue un exitazo de taquilla, pero por desgracia también fue machacada por la crítica, dejando la reputación del cineasta aún más por los suelos de lo que ya estaba. Después de tres años sin ponerse tras las cámaras, su amigo y mentor Don Siegel le ofreció ocupar el puesto de director de la 2.ª unidad en "Blackjack", el último que realizaría el otrora responsable de "Harry, "el Sucio" ", curiosamente.
Entre tanto, el dúo de productores Peter Davis y William Panzer, deseosos de financiar un proyecto con el que poder subir de la serie "B" a otra categoría, lograron adquirir los derechos de la novela de suspense "The Osterman Weekend", escrita por Robert Ludlum a comienzos de los '70. Ambos llegaron a la conclusión de que el guión, firmado por Ian Masters y Alan Sharp, alcanzaría mayor prestigio si era dirigido por un veterano, y el nombre de Peckinpah surgió rápidamente; éste se encontró con un libro, un guión y una historia que odiaba con toda el alma, sin embargo aceptó el encargo.
Aunque aceptar no es exactamente la palabra. Peckinpah, como de costumbre, chocó con las exigencias de los productores, quienes le dieron sólo negativas cuando éste pretendía reescribir parte del guión; a regañadientes, achacado por una salud que empeoraba por momentos y con el desesperado anhelo de regresar al negocio, se sentó en la silla de director por decimocuarta y última vez tras una fructífera y sufrida carrera. Y como cabe esperar, este film no va a ser recordado precisamente como una de las mejores obras del cineasta, pero tampoco hay que cebarse con él.
"Clave: Omega" nos trae una muy interesante y enrevesada trama de espías internacionales, agentes encubiertos y escabrosas conspiraciones que pone en solfa la situación de la Guerra Fría, tan actual por aquel entonces, mientras realiza una demoledora crítica contra la falsedad y ambición de aquellos que manejan el poder y la manipulación a través de los medios de comunicación, en especial la televisión, presente durante toda la trama (se nota que son los '80). El intrigante argumento se va desarrollando entre engaños, calumnias y traiciones, donde nada es lo que parece, en ello que Peckinpah añade grandes dosis de humor negro y estallidos de violencia, encerrando a los personajes en un reducido espacio y viciándolo de un aire de extrañeza e inseguridad, lo que provoca confusión al espectador más que agobio, que es lo que se pretende, bajo la continua vigilancia de un ojo expectante, lo cual no hace sino tensar aun más el ambiente.
La última media hora, y como uno ya ve venir de lejos, deriva en una frenética y un tanto disparatada sucesión de secuencias de acción, con tiros, explosiones, peleas y mucha sangre bien orquestada por Peckinpah, quien, sirviéndose cuanto desea de su querido "slow motion" (aquí abusa de él hasta el tedio), nos deleita con un entretenido, violento y artificioso espectáculo.
Aprovechando la oportunidad de trabajar bajo la batuta del mítico director, muchos de los actores aceptaron hacerlo por un sueldo más bajo del habitual, y entre ellos encontramos rostros tan conocidos como los de Rutger Hauer, Craig T. Nelson, Dennis Hopper, Helen Shaver y John Hurt (en un papel muy curioso si tenemos en cuenta que al año siguiente protagonizaría "1.984"), siendo secundados por nada menos que el legendario Burt Lancaster. No obstante, la posproducción fue un hervidero de problemas, como siempre para Peckinpah; uno de ellos fue el primer montaje que hizo de la película, horrorizando a los productores, quienes no tuvieron más remedio que despedirle.
En el estreno hubo gente que empezó a marcharse de la sala y luego los críticos le sepultaron sin piedad; en realidad "Clave: Omega" sólo rindió medianamente bien gracias al mercado del vídeo. Poco después, el director fallecía de un infarto tras un tiempo con graves problemas de salud. Puede que su último film no levantara expectación, pero de todas formas nos dejó un gran legado en el que se hallan verdaderas obras maestras del cine.
¡Qué demonios!, al fin y al cabo ha sido un buen fin de semana...gracias, Sam.
8
22 de febrero de 2018
22 de febrero de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
62 años contaba el sr. Ingmar Bergman cuando se dispuso a abordar la que sería la penúltima obra, cinematográficamente hablando, de una extensa filmografía.
"De la Vida de las Marionetas" se rueda en Alemania porque él aún está fuera de su país por el problema de la evasión fiscal, y decide brindarnos un profundo análisis de aquellos personajes secundarios que hacían acto de presencia en "Secretos de un Matrimonio".
Una pareja, Peter y Katarina, que exhibe su odio en público durante una cena, los cuales estaban interpretados por Jan Malmsjö y Bibi Andersson. La película escudriña nuevamente en el universo tan personal de Bergman (repitiéndose patrones ya vistos en otros trabajos), ese en el que tantas veces se nos han desnudado matrimonios cuyos pesares les colocaba un paso más cerca de la ruptura; es un recurrente para este hombre, presa de una erotomanía galopante que le llevó a casarse con seis mujeres y relacionarse con otras muchas. "De la Vida de las Marionetas" se revela violenta, agresiva y áspera.
Tras haberse producido el brutal asesinato vamos atrás en el tiempo y nos disponemos a entrar en la vida de un matrimonio, Peter y Katarina Egermann, un matrimonio que se encamina a su autodestrucción por culpa de la indiferencia, las vacías emociones, las infidelidades, las mentiras, las inseguridades, la falta de confianza y de verdaderos sentimientos. Entre "flashbacks" y "flashforwards" somos testigos de cómo se radiografía la crisis de una pareja paralizada por su propio malestar, en la cual se ha instalado una distancia infranqueable sin posibilidad de arreglo.
Mientras, los distintos conocidos y familiares de Peter dudan y se sienten dolidos con respecto al crimen que se ha perpetrado. Un inspector que a veces se materializa en pantalla va recolectando información psicológica del asesino y así conocemos el mundo en el que éste habitaba: un mundo frío y sórdido, dominado por la hipocresía, la insatisfacción, el odio, la tediosa rutina y en el que un arrebato emocional se considera casi como una obscenidad y un atentado a las buenas costumbres. Factores que han conducido inevitablemente al estallido de violencia de Peter y al posterior homicidio de la joven "Ka".
El director se centra en el horror de la cotidianidad y el paulatino resquebrajamiento de la pareja, presa de un infierno sin salida donde el contacto repugna, las palabras son como espinas y las miradas se proyectan calculadoras y carentes de emoción. La clave es el pesimismo, sin filosofía ni existencia de Dios de por medio; todo eso es sustituye por una discusión frontal sobre la brutalidad del sexo, la hipocresía, el peso y el paso del tiempo, la sobreprotección familiar, la incomunicación, soledad e impotencia a cualquier nivel, de aquí se extrae lo más corrupto de cada elemento.
Todo en un extraño equilibrio que seguramente no alcanzaría la misma perfección que en otras ocasiones. La noción de angustia es perpetuamente interrogada por los personajes, como locura devoradora, ilusión irreductible, cara a cara entre el deseo y la muerte, prueba última de la verdad siguiendo el método policíaco que se nos presenta a modo de falso documental y fragmentado en un puzzle visual, algo que otorga un tono de crudo realismo, que hemos de juntar en tanto en cuanto más información se nos da de los protagonistas.
No encontramos a los actores predilectos del sueco, aunque esto lo cubre la solvencia de un gran reparto en el que destacan Robert Atzorn y Christine Buchegger, Walter Schmidinger maravilloso en el papel de Tim, el amigo homosexual atormentado con muchos secretos que revelar, y la brillante Rita Russek dando vida a la otra Katerina, la versión pasional de la verdadera que por desgracia es el desencadenante del homicidio, regresando de manera circular, del blanco y negro al color, a esa primera secuencia que marcaba el tono de desasosiego del film.
Se trata de la evocación de una agonía: deslumbrante como un fuego último, rojo como la sangre, y posteriormente negro como la muerte y blanco como el olvido.
"De la Vida de las Marionetas" pasa por ser de los films más explícitos, ácidos y desagradables de Bergman. No se ubica en la nómina de sus obras maestras, sin embargo posee una gran fuerza que merecería considerarse seriamente.
"De la Vida de las Marionetas" se rueda en Alemania porque él aún está fuera de su país por el problema de la evasión fiscal, y decide brindarnos un profundo análisis de aquellos personajes secundarios que hacían acto de presencia en "Secretos de un Matrimonio".
Una pareja, Peter y Katarina, que exhibe su odio en público durante una cena, los cuales estaban interpretados por Jan Malmsjö y Bibi Andersson. La película escudriña nuevamente en el universo tan personal de Bergman (repitiéndose patrones ya vistos en otros trabajos), ese en el que tantas veces se nos han desnudado matrimonios cuyos pesares les colocaba un paso más cerca de la ruptura; es un recurrente para este hombre, presa de una erotomanía galopante que le llevó a casarse con seis mujeres y relacionarse con otras muchas. "De la Vida de las Marionetas" se revela violenta, agresiva y áspera.
Tras haberse producido el brutal asesinato vamos atrás en el tiempo y nos disponemos a entrar en la vida de un matrimonio, Peter y Katarina Egermann, un matrimonio que se encamina a su autodestrucción por culpa de la indiferencia, las vacías emociones, las infidelidades, las mentiras, las inseguridades, la falta de confianza y de verdaderos sentimientos. Entre "flashbacks" y "flashforwards" somos testigos de cómo se radiografía la crisis de una pareja paralizada por su propio malestar, en la cual se ha instalado una distancia infranqueable sin posibilidad de arreglo.
Mientras, los distintos conocidos y familiares de Peter dudan y se sienten dolidos con respecto al crimen que se ha perpetrado. Un inspector que a veces se materializa en pantalla va recolectando información psicológica del asesino y así conocemos el mundo en el que éste habitaba: un mundo frío y sórdido, dominado por la hipocresía, la insatisfacción, el odio, la tediosa rutina y en el que un arrebato emocional se considera casi como una obscenidad y un atentado a las buenas costumbres. Factores que han conducido inevitablemente al estallido de violencia de Peter y al posterior homicidio de la joven "Ka".
El director se centra en el horror de la cotidianidad y el paulatino resquebrajamiento de la pareja, presa de un infierno sin salida donde el contacto repugna, las palabras son como espinas y las miradas se proyectan calculadoras y carentes de emoción. La clave es el pesimismo, sin filosofía ni existencia de Dios de por medio; todo eso es sustituye por una discusión frontal sobre la brutalidad del sexo, la hipocresía, el peso y el paso del tiempo, la sobreprotección familiar, la incomunicación, soledad e impotencia a cualquier nivel, de aquí se extrae lo más corrupto de cada elemento.
Todo en un extraño equilibrio que seguramente no alcanzaría la misma perfección que en otras ocasiones. La noción de angustia es perpetuamente interrogada por los personajes, como locura devoradora, ilusión irreductible, cara a cara entre el deseo y la muerte, prueba última de la verdad siguiendo el método policíaco que se nos presenta a modo de falso documental y fragmentado en un puzzle visual, algo que otorga un tono de crudo realismo, que hemos de juntar en tanto en cuanto más información se nos da de los protagonistas.
No encontramos a los actores predilectos del sueco, aunque esto lo cubre la solvencia de un gran reparto en el que destacan Robert Atzorn y Christine Buchegger, Walter Schmidinger maravilloso en el papel de Tim, el amigo homosexual atormentado con muchos secretos que revelar, y la brillante Rita Russek dando vida a la otra Katerina, la versión pasional de la verdadera que por desgracia es el desencadenante del homicidio, regresando de manera circular, del blanco y negro al color, a esa primera secuencia que marcaba el tono de desasosiego del film.
Se trata de la evocación de una agonía: deslumbrante como un fuego último, rojo como la sangre, y posteriormente negro como la muerte y blanco como el olvido.
"De la Vida de las Marionetas" pasa por ser de los films más explícitos, ácidos y desagradables de Bergman. No se ubica en la nómina de sus obras maestras, sin embargo posee una gran fuerza que merecería considerarse seriamente.
Más sobre Chris Jiménez
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here