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Críticas 662
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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16 de agosto de 2015
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque pueda parecer una postura malsana, me alegré bastante cuando Guy Ritchie se separó de su megaestrella esposa, Madonna. Más que nada por recuperar a uno de los realizadores más originales de los últimos tiempos, capaz de dotar a todas sus películas –por malas que fueran- de una impronta propia que a mí personalmente, me encanta (para aquellos que quieran conocerle un poquitín más como artista, les recomiendo que vean la película “Snatch, cerdos y diamantes”, uno de mis títulos de cabecera del cine contemporáneo desde hace años, y que busquen en youtube el anuncio de nike “to the limit”, filmado íntegramente en cámara subjetiva, un verdadero prodigio de creatividad). De hecho, después de salvar el eclipse creativo y artístico tras su matrimonio con la reina del pop, retomó su universo particular con la irregular –pero interesante- “RockandRolla”, y consiguió revitalizar de un plumazo al agotado filón del personaje de Sherlock Holmes, poniéndolo de moda otra vez.
Confieso que me resultó chocante que contrataran al británico para dirigir la adaptación en pantalla de la chillona serie de TV de los sesenta –que tiene el mismo título de la película- protagonizada por Robert Vaughn, y que no era más que una réplica, algo torpona a veces, y plagada de un sentido del humor cuestionable, de toda la saga de James Bond en sus inicios. Pero ni Vaughn era Connery, ni los guionistas sabían sacarle el partido a todas las aventuras de 007. Resulta un poco anacrónico que tras la evolución en sagas de acción de espías, y especialmente con el todavía reciente estreno de la última y espectacular entrega de “Misión Imposible”, ahora llegue a las pantallas este producto, que aunque tiene alma propia gracias a Ritchie, se sitúa en un plano bastante por debajo del nivel alcanzado por los últimos Jason Bourne, James Bond y Ethan Hunt. Casi se puede decir que Napoleón Solo y Illya Kuryakin han llegado tarde, se les pasó el tren hace tiempo…
La historia es sugerente de partida: un espía de la CIA y otro de la KGB se ven obligados a trabajar juntos durante la Guerra Fría para malograr el plan de una organización secreta para hacer una bomba atómica… Todos los elementos clásicos de la saga Bond (esto es, unos malos malísimos y carismáticos, los planes para acabar con la humanidad, el lujo, el glamour, los gagdets, etc.) están en la película pero metidos un poco con calzador, resultando argumentalmente algo chirriantes, sobre todo por el permanente tono paródico del film, que no para de gastar bromas del principio al fin. Y cuando pasa esto, con una gran acumulación de chistes, suele pasar que aunque algunos sean buenos y provoquen la risa, la mayoría son ridículos y consiguen banalizar el tono de aventuras y acción que debería tener la película.
No obstante, la particular iconografía de Ritchie, muy centrada en el mundo del cómic, aquí resulta ideal, dotando, como ya dije antes, de una personalidad propia a una película que de otra manera, no sería más que una impersonal retahíla de secuencias de acción con el único propósito de crear un producto comercial de uso y consumo efímero, mientras que Ritchie parece sentar las bases de una franquicia que se prolongará en el tiempo con las aventuras de un equipo llamado U.N.C.L.E., es decir, un grupo de agentes de varias nacionalidades que intentan salvar al mundo de las amenazas contra la estabilidad mundial (vamos, como la Fuerza de Misión Imposible, sólo que en los años sesenta y sin tener la adscripción exclusiva a los USA).
¿Qué si funciona la película? Pues a ratos, ya que a veces esas bromitas permanentes no vienen a cuento. En cuanto a los protagonistas, Armie Hammer resulta convincente como el poco expresivo agente soviético, y Alicia Vikander es una versión actualizada y corregida de cualquier actriz racial –de toques latinos-, con un cierto encanto personal y sensualidad que encaja bien en el personaje. Pero llegamos al protagonista, centro y eje de la historia, Napoleón Solo, interpretado por el actual Supermán cinematográfico, Henry Cavill; aunque su interpretación es esforzada, creo que resulta poco creíble como este personaje, que requiere un mayor toque de sofisticación que sí tenía Vaughn en la serie televisiva original. Cavill, a pesar de ser norteamericano como Vaughn, resulta demasiado macarra, demasiado poco elegante vestido con esos caros trajes a medida, que si le encajaban bien a Vaughn, que parecía tener un toque británico y europeo que el personaje requería.
Como divertimento veraniego, Operación U.N.C.L.E. es una buena apuesta, aunque no la mejor (recordemos, que tenemos aún en cartelera “Misión Imposible 5: Nación Fantasma”, que es la bomba!!!) y tiene ciertos toques interesantes de humor que funcionan. Y eso sí, las admiradoras de Cavill estarán encantadas con el pase de modelos que el actor realiza durante la película… que está guapísimo, vamos.
26 de septiembre de 2011
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como suele decirse, a andar se aprende andando. Y aunque en España nos queda bastante para entender el "cine-espectáculo" tal y como lo entienden en Estados Unidos o en Francia (países en los que la industria del cine realmente funciona, y no solo por el holgado presupuesto de sus películas, sino por la misma filosofía de distribución y exhibición...), estamos dando pasos muy importantes a la hora de realizar productos que interesen al espectador. En el panorama televisivo, casi hemos logrado que la ficción nacional supere en cuotas de audiencia a la extranjera, sea de la nacionalidad que sea -series como "El Barco", "Hospital Central", "El Comisario", "Águila Roja", "Cuéntame", "Amar en tiempos revueltos" o "Tierra de lobos" copan el prime time de todas las cadenas y superan con creces a "CSI", "Rex", "Mujeres desesperadas", etc-. En el panorama cinematográfico ni nos acercamos a cifras ni planteamientos similares, pero estamos consiguiendo que la producción de cine español se aleje de los rancios tópicos del cine que no interesa a nadie: la cinta que nos ocupa es un claro ejemplo, que ofrece buen cine de género, brillantemente articulado, ejemplarmente vendido y esplendorosamente interpretado por un José Coronado en la cima de su madurez. Acción, suspense, una investigación criminal en la que un desencantado policía se salta todas las leyes para conseguir sus objetivos, y el enfrentamiento con la más estricta legalidad a través de una jueza que se enfrenta a los heterodoxos métodos del policía protagonista. Nada nuevo ¿verdad?...claro, pero lo novedoso es el acento de toda la historia. Un acento inequívocamente madrileño, rabiosamente español, contundentemente nacional. Porque Santos Trinidad no es de los que desayunan con Bourbon, ni comen hamburguesas. Prefiere el coñac y la paella. Es de aquí, como toda la historia que nos cuentan, y de la que seguro que hemos oído alguna vez ecos en los informativos de cualquier televisión. Asuntos de drogas, prostitución, terrorismo y 15m...el lumpen más bajo de la sociedad que se arrastra bajo la superficie de la normalidad. Esa es la vida del protagonista, que a pesar de todo, intenta mantener un mínimo de integridad y justicia, solo que a su modo. (SIGUE EN SPOILER PRO FALTA DE ESPACIO)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En esta tercera colaboración de Urbizu y Coronado -tras "La vida mancha" y "La Caja 507" se notan muchas complicidades y afinidades: actor y director se funden en una perfecta simbiosis, que además se ha refinado notablemente y no necesita de aspavientos ningunos para conectar ni para transmitir. Me resulta sorprendente la contención de Coronado en la ejecución de este complejo personaje, apostando más por la inexpresividad que por el (fácil) histrionismo. La economía de gestos, de expresiones encaja a la perfección en el terrible aspecto físico del personaje, que ya dice todo sobre él y su historia. Una nueva vuelta de tuerca en la trayectoria de Coronado, que supera con creces lo que ya hemos visto de él y nos demuestra que es uno de los mejores actores que tiene este país con gran diferencia. Al igual que José Luis Garci nos deslumbró en su día con "El Crack", mostrándonos a un aguerrido detective privado en el Madrid de principios de los ochenta, ahora Urbizu nos regala este diamante en bruto, un auténtico thriller con las dosis justas de acción -sobrecogedor inicio, capaz de superar cualquier producción de Hollywood- y emoción, y sobre todo con un protagonista que es capaz de hipnotizar con una sola mirada a toda la audiencia. El único "pero" que le pongo a este brillante film es su resonancia televisiva, ya que producida básicamente por Telecinco, vemos demasiadas caras conocidas de las series de éxito en la pantalla -desde Juanjo Artero a Rodolfo Sancho...-. Claro que como dije anteriormente, eso también es signo de la predominancia que ya tenemos en la ficción televisiva y ojalá que alcancemos en el cine. Con películas como ésta, se allana el camino y seguro que se podrá conseguir.
20 de diciembre de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la narrativa cinematográfica hay muchos tipos de directores. Los hay que aterrizan casi sin darse cuenta, llegados del teatro, la literatura o la televisión. Otros simplemente son artesanos que conocen el lenguaje audiovisual y se dedican a hacer los dictados de otros (ya sean productores, guionistas, etc.). Y finalmente, los más interesantes: aquellos que tienen voz propia, los que te invitan a entrar en su particular universo. Desde mi punto de vista, éstos son los verdaderos artistas de la dirección cinematográfica, aquellos que son capaces de manejar el lenguaje para plasmar exactamente lo que tienen en el fondo de su alma, cuando no, en el fondo de su corazón. Pero el gran problema con estos creadores es conectar o no conectar. Es como las lentejas, que o te las comes, o las dejas. Reconozco que en este tipo de cineastas hay algunos con los que comulgo a pie juntillas, y me tiro a la piscina hagan lo que hagan (véase el caso de David Lynch, Stanley Kubrick, David Fincher o Luc Besson); pero en cambio otros, por muy reconocidos y bendecidos por la crítica y buena parte del público, me resultan de lo más indigestos (como los inexplicablemente sobrevalorados Theo Angelopoulos o Manoel de Oliveira). En nuestro país a día de hoy, lamentablemente, no tenemos un nutrido ramillete de creadores, y cineastas antaño interesantes como Julio Médem, se han consumido en una pose de autosuficiencia realmente narcisista. Pero en nuestro país queda un brillante realizador que pese a los baches en su irregular trayectoria, es uno de los más interesantes de la nueva hornada de cineastas. Me refiero a Alex de la Iglesia, el creador de un estilo inconfundible, mezcla de ternura infantil y brutalidad “gore” extrema, capaz de unir la musiquilla del flagolosina (ay, como empiezan a pesar los años…) con un grupo de Death Metal. Si bien es cierto que De La lglesia tiene trabajos absolutamente geniales (ahí están “El dia de la Bestia” o “La Comunidad”), otros mediocres, aunque resultones (“Acción Mutante”, “Crimen Ferpecto”, “Muertos de Risa”) y grandes fracasos (“Perdita Durango”, “Los Crímenes de Oxford” o la serie televisiva “Pluton B.R.B. Nero”), en todos y cada uno de ellos se puede reconocer su planteamiento existencial, su modo de entender el cine, y la vida misma: cada vez que se pone detrás de una cámara, es capaz de transmitir su propia visión, que puede gustar más o menos, pero es inconfundiblemente la suya. (SIGUE EN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Para su última cinta que nos ocupa ha prescindido de su imprescindible coguionista Jorge Guerricaechevarría, y ha acometido él solito la tarea del guión, elemento este que ha supuesto más sombras que luces en una historia que a ratos resulta deslumbrante, y otras tantas se pierde en el afán de plasmar un fresco demasiado barroco de una España tardofranquista acaso demasiado doliente y nostálgica, a pesar de la ilusión y esperanza de sus protagonistas, porque esta “Balada triste de trompeta” supone una gran broma –nunca mejor dicho, habida cuenta que sus dos protagonistas son dos payasos…- sobre la sociedad de nuestro país, una sociedad envidiosa, mezquina, ruin, y a la vez infantilmente inocente. La historia de estos dos payasos enamorados de una bellísima trapecista y sus peripecias dentro de un país que corre hacia un nuevo ciclo social, en las postrimerías del franquismo, sirve a De La Iglesia para exorcizar muchos de sus propios recuerdos y fantasmas personales. Un arranque impresionante (con un Santiago Segura realmente sorprendente) va dando paso a un segundo acto algo más flojo que desemboca en un final de traca, tanto argumental como visualmente. Seguramente, la aspiración de querer englobar una obra patria demasiado ambiciosa ha desembocado en una cinta demasiado barroca, demasiado cargada de significado (y significante). Ver esta película es como reunirse con la familia de personajes (y actores) que este realizador ha creado, es encontrarse como en casa, reconociendo (y reconociéndose) a cada fotograma todos aquellos que ya hemos visto en su anterior filmografía; viendo la interpretación de Carlos Areces me queda la duda si la dirección de actores no ha sido lo suficientemente ajustada, o que sencillamente este actor no da más de sí –ya lo habíamos visto en la serie “Pluton B.R.B. Nero” y era de lo más sosito-. En cambio quien hace un auténtico “tour de forcé” en el film es Antonio de la Torre, un auténtico animal de escena, un actor que se ha forjado en mil y una batallas que ahora encaja a la perfección en un personaje hecho para él, intrigante, deslumbrante, apabullante…realmente fantástico, casi lo mejor de la película. Pero no se puede negar que dentro de todo ese torbellino de personajes (que llegan a agotar, tanto por su número como por sus propias peculiaridades, hilvanadas a veces demasiado juntas en el guión…) existe una mano maestra que demuestra que sabe contar en imágenes lo que tiene en la cabeza, con un estilo inconfundible y oficio de sobra. Con este film seguramente Alex De La Iglesia no va a ser recordado como realizador, pero seguramente afianzará su modo de contar historias.
1 de diciembre de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces, las películas de encargo no tienen por qué estar despersonalizadas. Es verdad que muchas veces los productores creen que existe un filón en una determinada película de otra nacionalidad, y que encargan una nueva versión con el único objetivo de hacer caja; y a la postre, seguro que esta nueva versión de “Nathalie X” (2003) de Anne Fontaine lleva este mismo camino, solo que se ha contado con un realizador tan brillante como Atom Egoyan, que finalmente no solo ha dotado a la historia de su propia voz personal, sino que ha mejorado notablemente el original: el extraño triángulo emocional que se traza entre un atractivo profesor de música, su esposa, y una joven prostituta a la que la mujer contrata para probar si su marido le ha sido infiel alguna vez está enmarcado en una exquisita y elegante realización, que tamiza de manera mágica cualquier sordidez que pueda destilar la historia. No cabe duda que otro elemento muy a tener en cuenta en este “remake” es el carisma de Liam Neeson y sobre todo, de la siempre excelente Julianne Moore, que borda su papel como hacía tiempo no la habíamos visto (quizás tendríamos que remontarnos al desgarrador registro de “Magnolia”). Pero en el decálogo de la fidelidad, la pasión y la fantasía que desgrana Egoyan en su último film se contiene el buen hacer del este director canadiense, que ha conseguido crear un ritmo interno pausado, una caligrafía exquisita para contar cualquier historia. (SIGUE EN SPOILER)
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Asomarse a su filmografía es como asistir a la contemplación de un bien estructurado fresco que transmite con gran elegancia todas las sensaciones que se desprenden de la historia, pero huyendo de la frialdad academicista que presumiblemente pudiera tener este tipo de narración. La brillantez en Egoyan viene precisamente de la falta de (falso) apasionamiento, de la meditación en cada plano, de la evolución al ritmo justo. La cinta además contiene el sensual registro de Amanda Seyfried (la hija de Meryl Streep en “Mamma Mia”), que en nada hace desmerecer el de Emmanuelle Bèart en la versión original. En esta vuelta de tuerca de la famosa y sobrevalorada “Atracción Fatal” de Adrian Lyne, tenemos muchos más elementos positivos que en la mayoría de películas moralizantes del género, añadiendo un toque morboso en su justa medida, sin llegar a cargar las tintas en ningún momento.
7 de agosto de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece mentira: con la (supuesta) crisis del audiovisual a nivel mundial, y con el cambio del modelo de negocio (ahora todas las productoras pretenden el “toma el dinero y corre” del primer fin de semana, con miles de copias, y si es en 3d, mejor…) todos parecen intentar asegurarse su trocito de cielo. Hay algunos que lo hacen dignamente, comiéndose el coco, apostando por buenas historias, personajes, producción… en cambio otros apuestan por lo fácil, como le ha pasado al antaño deslumbrante M. N. Shyamalan, cuya trayectoria ha ido paulatinamente bajando hasta llegar a la casi absoluta estulticia de “El incidente”… y ahora esto. Como en Estados Unidos hay una serie de televisión muy famosa que se llama “Airbender”, pues nada, vamos a hacer la versión para el cine en 3d, y así nos lo llevamos calentito. No, espera, ¿un guionista? ¿para qué? ¡Yo mismo hago el guión, que además me va a dar no solo para la primera película, sino para una saga completa, y verás el pedazo de franquicia que me monto!! Vamos, mi jubilación. Eso mismo es lo que estaría pensando Shyamalan cuando se puso a crear este empalagoso y pedante engendro que es una bizarra mezcolanza entre “Star Wars”, “La historia interminable”, “El señor de los anillos”, “El último emperador” y varias producciones de serie B de artes marciales. Hale, todo a la coctelera y vámonos que nos vamos, a dar muchas pataditas, efectos especiales a manta, y un protagonista que tiene la señal de dirección obligatoria en la frente. Pero hombre, Shyamalan, si lo tuyo no es escribir, lo tuyo es dirigir. Como realizador, es un verdadero visionario, y todas sus películas por infames que fueran, tenían alguna que otra genialidad visual –la iluminación de “El sexto sentido” (su mejor película con diferencia), la secuencia del tren de “El fugitivo”, las antorchas de “El Bosque”, las hipnóticas secuencias acuáticas de “La joven del agua”…-. Pero aquí, se ha caído con todo el equipo, reduciendo al mínimo las exigencias argumentales para intentar acercarse a un público directamente infantil y saturando todo con vistosísimos efectos especiales que solo sirven para apabullar al espectador. Eso es todo: no hay más. La historia, es una especie de fantasía épica situada en un mundo dividido por cuatro naciones: aire, agua, tierra y fuego. Esas cuatro naciones siempre han estado en armonía porque existía un personaje que manejaba todos los elementos, llamado Avatar (qué casualidad, menos mal que no es azul, ni tiene una trenza…) y que ahora ha desaparecido. Claro, en medio del follón, una de las naciones –la del fuego- decide que va a gobernar la humanidad, y comienza una despiadada guerra en la que la masacre, la conquista y la brutalidad es la tónica habitual, pero una luz de esperanza vuelve cuando el Avatar. (SIGUE EN SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todo el film destila un sentido realmente ridículo de la aventura, reducida aún menos que cualquier producto de baja estofa de Disney. Es más, cuando estamos viendo la película, al ver a personajes tan, tan grotescos nos preguntamos por qué no han hecho directamente un film de animación simple y llano: todo es maniqueo hasta más no poder el malo es malíiiiisimo (hay que hacerlo con el gesto del capitán garfio) y el bueno es bueníiiiisimo (aquí ponemos el gesto de la madre de Dumbo, por ejemplo). Para colmo del cachondeo y festival general, hay varias secuencias donde vemos coreografías de varios personajes haciendo a la vez katas de artes marciales para invocar los elementos, que parecen sacados directamente de la guardarropía más barata de las más infames series de televisión. Resulta lastimoso ver cómo actores brillantes, que nos han dejado deslumbrados en películas como “Slumdog Millonaire”, ahora se ven reducidos a ser esperpentos, verbigracia de un señor que se ha dado cuenta de lo poco que le queda al cine, tal y como lo conocemos, y se ha dado prisa en intentar ganar lo máximo posible en el menor tiempo, y si te he visto no me acuerdo. Eso es indigno, sobre todo de alguien que ha demostrado ser capaz de hacer mucho más en una película. Como también resulta indigno que la publicidad del film a nivel mundial no avise que esto no es más que el preámbulo de una saga que se plantea larga (hasta que el Avatar se haga mayor y controle los cuatro elementos, pueden pasar años, que se ría George Lucas de cómo creció Anakin Skywalker) y por lo que vemos, pesada. Personalmente, me daría una gran alegría si Shyamalan dejara de lado esta saga, o al menos, que dejara de escribir los guiones de sus películas.
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