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Críticas 1.746
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de agosto de 2011
30 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre septiembre de 1941 y enero de 1944, la Ciudad Heroica de Leningrado padeció la peor pesadilla de su historia, desde que Pedro el Grande la fundó con su nombre original, San Petersburgo, en 1703.
Un asedio es una terrible modalidad de genocidio calculado y sistemático, en el que los invasores mantienen un cerco persistente que va estrangulando lentamente a los habitantes encerrados en una población. Los nazis lo practicaron con sádica y despiadada premeditación, porque les aportaba algunas ventajas. Por ejemplo, la de ahorrar las vidas de la mayoría de sus preciosos soldados, las cuales se habrían malgastado tontamente en batallas frontales contra el ejército soviético que defendía la ciudad, y contra los civiles. Era mucho más cómodo situarse en el perímetro y limitarse al bloqueo y a repeler las ofensivas de los debilitados soldados rusos. Además, los nazis contaban con su conocida potencia militar y su buena alimentación. También evitarían contagiarse de las epidemias que no tardarían en aparecer, al mantenerse a prudente distancia. Y expondrían al mundo el alcance de sus tácticas de guerra. El mensaje fue lanzado: No debía haber supervivientes. No se harían prisioneros ni se perdonaría la vida a nadie en el supuesto de que Leningrado se rindiera. Todo rastro de la antigua capital de Rusia debía ser eliminado. Si doblegaban una de las columnas vertebrales del país, el orgullo de aquella nación por su urbe de las Noches Blancas, del Neva y del Hermitage, que había sido levantada con grandes sacrificios para que Rusia tuviese una salida occidental al mar, se asestaría un golpe mortal a la moral nacional. Los nazis habían calculado que, si Leningrado caía, se podría considerar como un paso agigantado hacia la derrota de los comunistas soviéticos.
Dejar morir de hambre, de frío y de desesperación a los petersburgueses era un plan escalofriantemente sencillo que suponía pocas bajas en los efectivos alemanes y un duro castigo al corazón de Rusia.
Pero ni sus mayores previsiones contaron con una tenacidad a prueba de horrores. En los despachos de los altos mandos se barajaban cifras de calorías y raciones alimenticias diarias que las personas necesitan para sobrevivir y se preveía con morboso placer cómo el racionamiento iba a acosar los almacenes de suministros e iba a sumir a la gente en una hambruna espantosa. Se planeaban constantes ataques aéreos sobre el núcleo urbano, para destruir y matar todo lo que se pudiera. Se anticipaba cómo el azote de las privaciones iba a minar las fuerzas de los que eran vistos como tres millones de cucarachas. Y todas estas previsiones se materializaron. Pero el tiempo pasaba y la ciudad no se rendía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todos los días caían bombas, las colas ante las panaderías eran casi la única esperanza de resistencia de mucha gente, los cadáveres poblaban las calles y rebasaban los límites del cementerio en montones que ya ni podían ser enterrados, se cortó la electricidad y el agua, se quemaba en las estufas todo cuanto había disponible para retrasar un poco la amenaza de la congelación cuando el invierno asomó los dientes, el temible invierno septentrional.
No había casi nada que comer.
Las energías se agotaban día tras día.
Los famélicos despojos que antes habían sido seres humanos caminaban cada vez más despacio, cada vez más débiles. Levantarse por la mañana para ir a buscar las exiguas raciones de pan era un esfuerzo supremo.
Los más frenéticos y menos escrupulosos se entregaban a la locura, al canibalismo, al robo y al crimen. Se oían historias de desaparecidos que se presumía eran víctimas de las mafias que vendían carne humana en el mercado negro, y de niños a los que sus mayores, enloquecidos, se comían.
Y la ciudad no se rendía.
Cuando se heló el Ladoga, una ruta de camiones conocida como el controvertido Camino de la Vida intentaba con enormes riesgos llevar algo de comida a los exhaustos ciudadanos, con escaso éxito.
Y la ciudad no se rendía.
Los nazis no se explicaban cómo transcurrían los meses y el triunfo augurado no llegaba. Cómo seguían resistiendo aquellos rebeldes del demonio sin nada que llevarse al estómago, en una ciudad que era una tumba oscura y helada sembrada de cadáveres y ruinas.
Y la ciudad no se rindió.
“Ataque sobre Leningrado” cuenta una historia entre tres millones. La de una periodista inglesa que tiene que quedarse en el centro de la tragedia y se convierte, con la ayuda de una miliciana del ejército, en otra luchadora atacada por la inanición, el frío y el miedo, batallando para ir a buscar el pan, cambiar alguna alhaja por una lata de tushonka (carne en conserva) en el mercado negro, y tratando de sonreír dentro de ese ambiente moribundo para insuflar ánimos a unos niños a los que no se resigna a ver morir ante sus ojos.
Es un drama bélico de crudas escenas en las precarias viviendas típicas y en las irreconocibles calles de la antaño hermosa capital, sepultadas bajo una nieve mortífera, ventiscas, bombardeos, tiroteos, escaramuzas, procesiones de sombras que andan desfallecidas y cuerpos inertes y mutilados en los que ya nadie repara.
7 de octubre de 2007
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena parte de las personas pasamos por la vida en nuestra rutina de lo corriente. Nos construimos a nuestro alrededor un entorno en apariencia estable, armonioso, que nos ofrezca esa sensación de seguridad que tanto necesitamos. Tratamos de olvidar que somos seres inauditamente complejos, que flotamos por la marea como los icebergs que dejan fuera del agua apenas un cinco o un diez por ciento de su masa, mientras el noventa o el noventa y cinco por ciento restante permanece sumergido debajo, inexplorado, sumido en la penumbra.
Nuestra parte consciente, nuestro yo racional y social nos fuerza a edificar una fachada coherente que es la que hemos de mostrar. Nos esforzamos por mantener oculto todo aquello que nos conecta a las más poderosas fuerzas de la naturaleza, y sobre ese fondo turbulento luchamos por tender una finísima piel cuyo aspecto nos asemeje al exterior del resto de los seres, que disimule esa furia volcánica que es incontrolable y única en cada ser humano.
Pero "Terciopelo azul" nos enseña que la furia volcánica no se puede reducir, es imparable y termina por reventar por alguna grieta, algún resquicio de la fachada.
Como el pico visible de los icebergs, todo el mundo corriente y ficticio que tan denodadamente defendemos para conservar un equilibrio frágil y perecedero como el polvo de las alas de una mariposa, no es más que una minúscula y engañosa porción adornada con esmero. Cuando, por accidente o por curiosidad empezamos a escarbar un poco más abajo, vamos hallando un sótano de monstruosas dimensiones en el que, cuanto más nos adentremos, más difícil será hallar el camino de vuelta.
La parte visible del pueblo de Lumberton es como el pico de dicho iceberg: un típico barrio residencial estadounidense donde la vida corriente se desarrolla con su rutina habitual. Los ojos humanos pueden observar la calma aparente. Pero Lynch no se limita a lo que los ojos pueden ver a simple vista. Como si empleara un microscopio de gran aumento ante cuya lente expusiera cada rincón del pueblo, la fachada externa va dando paso a las capas subterráneas que se ocultan debajo.
Al igual que Lumberton y sus distintas capas subterráneas, el alma humana va pareja. Jeffrey, un joven que ha regresado al pueblo tras la hospitalización de su padre, comenzará a verse envuelto en un escalofriante misterio que le fascinará tanto como le horrorizará. Rindiéndose a lo inevitable, a la atracción del peligro, de la curiosidad, del morbo, de la exaltación de sus más primitivos instintos, enfrentándose desde su ingenuidad a todo lo que fermenta y se pudre en las capas subterráneas de la comunidad y del subconsciente, Jeffrey descenderá los peldaños del submundo, del sótano informe y descubrirá que la sociedad es una pura apariencia en cuyo seno se gestan las más horribles crueldades.
Sigo en es spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Flirteando con la fachada exterior armoniosa, dejándose arropar por la suavidad y la frescura, por la luminosidad, por la fragancia suave que exhalan las rosas y la hierba, por la belleza de una joven hermosa e inocente; y al mismo tiempo flirteando con el subsótano tétrico, violento en sus pasiones, deformado por ramalazos de locura, delirante de deseo hacia una mujer oscura, sensual, enigmática y atormentada como la misma noche, un periplo onírico y letal dominado por la amenaza de la corrupción y la crueldad. Jeffrey traspasará los límites, oscilará de una capa a otra, sintiéndose subyugado por el llamamiento del eros y del tánatos, y por otro lado sintiendo la culpabilidad del que sabe que se ha dejado arrastrar y que desea volver a salir a la superficie impune e ileso, regresar a esa luz del día que elimine los resquicios de aterradora oscuridad. Pero Jeffrey ya ha descendido, ya no podrá quedar impune ni ileso. Las heridas que probablemente nunca se cierran son las del alma.
Una espléndida Isabella Rossellini en su explosión de sensualidad incontenible, misteriosa, en su abandono que tiene mucho de placer sufriente o de sufrimiento placentero, en su dulce y desamparada indefensión.
Una envolvente fotografía cuajada de flashes simbólicos, de juegos con el color e imágenes que apelan directamente al subconsciente, de exaltación de los sentidos, de la vista, del oído y del tacto, cuyo morbo y sensualidad conseguirán que en más de una ocasión se nos suba la temperatura corporal...
Un sonido y una banda sonora soberbios, inquietantes, desasosegantes.
Y la impresión de que en todo infierno puede haber esperanza, una salida. Unos jilgueros que anuncian el regreso del Amor.
La vida integra un estallido de color y un pozo de tinieblas.
"Siente, para siempre, en sueños".
6 de agosto de 2007
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
El papel de fray Guillermo de Baskerville le va como anillo al dedo a Sean Connery. Este gran actor sabe dotarlo de las inflexiones adecuadas, de tal modo que no puedo concebir la interesante personalidad del monje inglés sin atribuirle los rasgos del actor.
Estupenda adaptación de la aclamada novela de Umberto Eco, que lleva a la pantalla el ambiente tenebroso e intrigante de un monasterio benedictino que está siendo sacudido por misteriosos crímenes.
Lo mejor es la hipnótica y compleja personalidad de fray Guillermo, un hombre que ha vivido mucho y ha adquirido mucha experiencia, y si a ello añadimos una mente penetrante y aguda y una desarrollada capacidad de observación y de deducción, entonces tenemos a una especie de detective medieval que sería la envidia de los servicios de investigación actuales.
Con el poder de su mente analítica y unas generosas dosis de sentido común, fray Guillermo es capaz de adivinar y deducir cosas que escaparían a la comprensión de la mayoría, no tan entrenados como él en buscar con minuciosidad las causas lógicas y mundanas de ciertos sucesos insólitos.
Acompañado del joven e inexperto Adso, al que fray Guillermo se complace en instruir y guiar, ambos mantienen un fuerte lazo que emula las relaciones paterno-filiales, y el joven Adso va despertando a muchas realidades y tentaciones que el mundo le ofrece. Entre los dos, ayudados por los monjes del monasterio, tratarán de ir resolviendo el misterio de los crímenes y vamos a hallar que la vida dentro de los muros del monasterio no es tan sosegada ni letárgica como podría parecer desde fuera.
Apasionante y cruda intriga policíaca que despertaría las envidias del mismísimo Sherlock Holmes.
25 de mayo de 2009
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Les debía sendas críticas a la primera y a la segunda entrega de la saga potteriana, tras haber escrito previamente las de las tres últimas partes.
Entré en contacto con las novelas de J. K. Rowling allá por la primavera de 2003. Un día, curioseando en el estante de la habitación de mi hermano mayor, vi que tenía dos libros que yo no había detectado en inspecciones anteriores. Eran los dos primeros volúmenes de la saga de Harry, "Harry Potter y la piedra filosofal", y "Harry Potter y la cámara secreta". Se los pedí prestados a mi hermano y empecé a devorarlos.
La trama me enganchó inmediatamente y me sumergió en ese mundo donde la magia es algo corriente y está institucionalizada, admitida como parte de la vida normal en la comunidad mágica, de la cual la comunidad no-mágica (los que no tienen dotes para la magia y desconocen su existencia) no tiene conocimiento.
Desde el principio, me resultó fascinante la naturalidad y la meticulosidad con las que la autora presentaba ese mundo paralelo de los magos, que convive secretamente junto al de los muggles o no-magos.
Harry siempre se ha sentido como un cero a la izquierda, y su familia adoptiva (su tía materna, el marido de ésta y el hijo de ambos) se encarga cada día de recordarle que es una carga. Huérfano, despreciado por sus únicos parientes, sin un verdadero hogar, solo... Nunca ha tenido ocasión de ser feliz. Nunca se ha sentido especial.
Hasta que, el verano en el que cumple once años, todo da un vuelco y su vida cambia por completo.
Es un mago. Está inscrito en una escuela de magia.
Él ni siquiera sabía que todo eso fuera posible. Pero intuía desde siempre que tenía poderes especiales que no comprendía.
La emoción del descubrimiento, su inmersión en la comunidad mágica, los primeros amigos que ha tenido (y los mejores que tendrá), saber que su destino le abre muchas posibilidades, y experimentar la felicidad, algo que se le había negado... Lo vivimos junto a Harry. Su estupor al saber que vale para mucho más que para sentirse un estorbo. Su lealtad a sus nuevos amigos.
Pero también supone salir de la ignorancia y comenzar a hacer frente a sus amenazas personales, una terrible cuenta pendiente que un ser absolutamente malévolo, Lord Voldemort, mantiene con él, sin que él hubiera sabido nada de semejante enemigo.
El limpio corazón de Harry, y su alma lastimada pero no humillada ni rota, van a ser duramente puestos a prueba.
El pequeño mago tendrá que madurar deprisa y demostrar que puede enfrentarse al mago más malvado de todos los tiempos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es sobre todo una historia sobre el valor de la amistad, del amor, de la unidad. De cómo alzar la cabeza ante los contratiempos, y desafiar el peligro con agallas y con el apoyo de quienes están a tu lado. De salir adelante superando el miedo y tratando de ser feliz aún sabiendo que una condena pesa sobre tu cabeza. Sobre las cabezas de todos.
Y eres tú la obsesión de un ser despojado de cualquier sentimiento positivo o hermoso.
Caminaremos junto a Harry en su viaje iniciático hacia su madurez.
24 de abril de 2010
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué condenadamente jodidas pueden ser las relaciones. Lo realmente malo es que tenemos la manía de ilusionarnos, de empezar a pensar en mañana. El ser humano tiene la estúpida obsesión de creer que, en cuanto alguien le ofrece unas migajas, ya sus manos van a pasear unidas por los oleajes del tiempo durante toda la eternidad. Se hacen planes, se construye un nido, se reorganiza el chip para que todo gire en torno a esa cuerda frágil que junta dos vidas.
Levantarse acompañado por la mañana, irse a trabajar, regresar a casa con la seguridad de que alguien nos espera, de que cenaremos juntos, haremos el amor y planificaremos qué hacer el próximo fin de semana, antes de quedarnos dormidos con los cuerpos tocándose.
Y un día ese nido fabricado con ladrillos de cariño y dedicación (y mucho de temeraria esperanza ilusoria), se hace polvo de un soplo. Los "te quiero", los "te amo" que hace unas horas parecían tan genuinos, algo que señalaba el orden correcto de las cosas, ahora parecen una mentira, palabras hueras, falsas. Uno se queda con cara de bobo preguntándose cómo es posible que hace nada fuésemos amados en un nido que ahora no está, porque de la noche a la mañana ella lo ha abandonado y ha convertido todas las palabras de amor, las caricias y los planes en humo. Cómo es posible que ayer ella declarara que te quería y te extrañaba, y que hoy se esté acostando con otro y te diga entre lágrimas culpables que no va a volver contigo.
Qué loca vida ésta, qué incomprensible, y qué torpes somos, qué lentos para adaptarnos a los cambios. El mundo no gira al ritmo que queremos, gira para sí mismo y nos equivocamos al llegar a engañarnos creyendo que alguna vez se mueve para nuestro interés. Qué ilusos. Las revueltas del caos no tienen miramientos, no avisan, no aguardan a que uno haya resguardado los muebles antes de que se desate la tormenta.
La lotería catastrófica nos ha tocado y al principio nos quedamos alelados, con una reacción de estupor, de parálisis. La piel comienza a doler allá donde ella ya no acariciará más, los ojos duelen mirando los objetos que ella no cogerá, los labios se entumecen por los besos perdidos y por las frases que no pronunciarán, y los oídos pitan añorando la voz que no sonará ahí al lado.
Llega el atasco, la inacción, detenidos donde estaba el nido ya vacío, sin determinarse a dar un paso porque cualquier movimiento se hace un mundo. Nos convertimos en entendidos acerca del rango completo de emociones que abarcan todos los sentimientos negativos, agoreros y rencorosos. Depresión, tristeza, angustia, obsesión, desánimo, ira, impotencia... Quizás lo que cuesta más soportar es no saber el porqué de tanto sinsentido. No poder obtener una explicación racional y lógica. Tan pánfilos somos que tiramos de cualquier hilo que nos dé un motivo comprensible, una razón que detenga el arbitrario vaivén de lo absurdo. Pero es como andar en una pesadilla. No hay caminos, no hay asideros, ninguna referencia estable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tan pánfilos somos que no advertimos la que se venía encima, que no vimos las señales, los indicios del fracaso.
Habrá que aprender a vivir sin ella, y será un aprendizaje en el que sólo nosotros tendremos la llave que nos llevará hacia una puerta que tenemos que descubrir.
Yo podría ser Javier, podría ser María. Quién sabe la de batacazos que se puede dar uno, las tonterías que se pueden llegar a hacer por pánico a la soledad, la de meteduras de pata, porque hay tantos tipos diferentes de piedras colocadas en el suelo, que nos tropezamos una vez, y otra, y no terminamos de aprender de los tropiezos.
Tal vez vivir consista, entre otras muchas cosas, en alzarse como se pueda después de una caída, en saludar un nuevo día que no está escrito.
Tal vez valga la pena por esos pocos momentos buenos de oasis entre la mediocridad del desierto.
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