Aunque muy a menudo disfruto como nadie de lo sencillo y lo directo, Final Girl peca de básica en exceso. Te venden la historia de una chica mona dando caza a cuatro chicos muy guapos pero muy malos, y eso es exactamente lo que te van a dar. No esperes una gran historia, ni grandes personajes, ni giros de guion, ni escenas de lucha novedosas. No hay nada de eso.

A su favor se puede decir que la ambientación es muy bonita, casi de videoclip y que Wes Bentley hace muy bien de loco: es lo mejor de la película. Abigail Breslin, sin embargo, solo es mona: no te crees que sea una asesina profesional; porque la ves corriendo, luchando y sujetando una pistola y parece que es la primera vez que lo hace.

Eso sí, la película no aburre y si te gustan los slasher o la gente guapa, puede que la disfrutes.

Shyamalan acierta creando el mundo, pero ya está. Los personajes representan estereotipos manidos pasados por el filtro de vacuidad y melancolía firma del director, la trama es una constante promesa incumplida de que algo interesante va a suceder y los actores tampoco se lucen. Traiciona al público amante de la ciencia-ficción, prometiéndole un desarrollo de ese universo tan singular que nunca llega a producirse.

Los pocos elementos de esta historia (un par de localizaciones y cuatro personajes) conforman los pilares sólidos de una película austera, cabal y correcta. Realista, costumbrista, cruda o poco hecha, retrata en un par de brochazos lo que significan la guerra y la migración. Carece de grandes ambiciones y de grandes hallazgos, pero se deja ver.