Una película pequeña con situaciones propias de una sitcom pero que, con pocos recursos, sin caer demasiado en lugares comunes y muy buenas interpretaciones, encabezadas por el cándido personaje que muy acertadamente compone Ed Helms y el siempre efectivo John C. Reilly, aquí en la piel de un campechano simpatiquísimo, logra entretener con creces.

No espere una historia, porque no la tiene, ya que todo gira en torno a la ingenuidad del personaje central. No espere una comedia para descostillarse de risa, porque no lo hará. Simplemente pasará un rato agradable, lo cual, y a juzgar por lo que suele ofrecer la cartelera en este género, ya es un mérito.

Un doble de riesgo de cine para secuencias automovilísticas con rostro aniñado, abúlico, con poco seso y con enormes cojones que se ve involucrado en una manipulación mafiosa, sirve de vehículo para que el dinamarqués Winding Refn desembarque en el mercado norteamericano y construya una historia sencilla que, aunque dista de ser genial, atrapa y entretiene. Y lo hace, precisamente, por el estilo que exhibe y la manera en que la relata, sin necesidad de sacudir a la platea con baños de sangre ni persecuciones automovilísticas electrizantes.

Para eso contó, además, con el clima que le brinda la siempre efectiva batuta de Badalamenti, una fotografía que contribuye con la atmósfera sombría de la historia y unos roles secundarios que no desentonan. Fuera de esto, para catalogarla como cine de culto con emociones que sacuden, como se refiere a ella buena parte de la crítica, tendría que volver a verla con lupa porque, a simple vista, me parece un rótulo exagerado.

¿Un cine nostálgico?, ¿un homenaje?, puede ser, pero esperaba mucho más de la dupla Spielberg-Abrams que un cóctel de lo que nos hartamos de ver en los años 70 y 80, pibes inquietos y con espíritu heroico incluido, capaces de evitar mayores desastres en una comunidad (por supuesto que de EE.UU.) amenazada por malvados extraterrestres. No me hubiese molestado que pusieran algo más, algún elemento nuevo, algún aditamento, algo… ¿Es mucho pedir? En fin, habrá que seguir esperando.

Las críticas dispares que leí sobre esta película, posiblemente se deban a que resulta difícil emitir una opinión objetiva sobre ella, teniendo una postura muy definida sobre esta contemporánea conformación del grupo familiar. Lo cierto es que a pesar que aborda un tema para muchos delicado, no cae en excesos que, entiendo, puedan llegar a herir sin vuelta atrás la susceptibilidad de los más radicales y, al fin y al cabo, logra salir bastante bien parada de las insólitas situaciones que plantea a lo largo de su desarrollo, fundamentalmente por la solvencia de sus principales protagonistas, y por un guión que pareciera consciente de esa situación y que se cuida de no llegar nunca al fondo del melodrama.

Redford se nos revela aquí de manera lúcida, sabiendo perfectamente qué contarnos y cómo contarlo, independientemente de los vericuetos de la realidad histórica. Para ello, dispone de un excelente elenco que transmite su misma certeza y, entre estos, sobresale uno de los mejores papeles que obtuvo Robin Wright en su carrera.

Una curiosidad que me despertó la película es la difundida y cuidada caracterización de Abraham Lincoln que se hizo al ignoto actor Gerald Bestrom cuando, finalmente, apenas lo enfoca la cámara. Un desperdicio.