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8
18 de septiembre de 2019
18 de septiembre de 2019
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Érase una vez en Hollywood" es un prodigioso despliegue de metaanálisis del cine. Es Tarantino efectuando asociación libre, expresando todas sus ocurrencias, ideas, imágenes, emociones, pensamientos, recuerdos o sentimientos, tal cual como se le presentan, sin ningún tipo de selección, ni estructuración, sin restricción ni filtro. Supremo hacedor y demiurgo imperfecto, el cineasta (caprichoso, irritante por momentos) arranca de la profunda usina de su cabeza lo único que parece habitar su singular cerebro: el amor incondicional por el cine.
Y en verdad, la película es mucho más que ruido, estridencias, actores fetiches, cultura pop, música cool y violencia desaforada u ocasional. El cambio es cualitativo, de orden superior. Es un grito de liberación, una profunda catarsis hecha por un niño que no sabe hacer otra cosa. También es esperanza y utopía.
El cine es hermoso, porque allí los directores con corazón pueden hacer que los tipos buenos les ganen a los malos. La realidad es otra cosa. Y Tarantino no la soporta. Quizás, en esta película lo entendí más que nunca.
Es, también, un emotivo reconocimiento a aquellos titiriteros que viven exiliados tras las cortinas de la fama: extras, dobles de riesgo, actores segundones, funambulistas y demás artificios sin reputación.
Muchos de los detractores de la película (que son muchos) afirman y argumentan que si el elenco fuera otro, los obsecuentes de siempre no la aplaudirían tanto. Eso, segun mi criterio, es una lectura equivocada del film. No podían ser otros que Brad Pitt y Leonardo Di Caprio. Ellos son los representantes de la virtud más exuberante (y vanidosa) que tiene Hollywood: el Star System. Pero Tarantino los disfraza de perdedores, los barniza de nostalgia y los anima a, por fin, ser protagonistas de la historia.
Un colosal ejercicio de autor. Un regalo de amor al cine.
Y en verdad, la película es mucho más que ruido, estridencias, actores fetiches, cultura pop, música cool y violencia desaforada u ocasional. El cambio es cualitativo, de orden superior. Es un grito de liberación, una profunda catarsis hecha por un niño que no sabe hacer otra cosa. También es esperanza y utopía.
El cine es hermoso, porque allí los directores con corazón pueden hacer que los tipos buenos les ganen a los malos. La realidad es otra cosa. Y Tarantino no la soporta. Quizás, en esta película lo entendí más que nunca.
Es, también, un emotivo reconocimiento a aquellos titiriteros que viven exiliados tras las cortinas de la fama: extras, dobles de riesgo, actores segundones, funambulistas y demás artificios sin reputación.
Muchos de los detractores de la película (que son muchos) afirman y argumentan que si el elenco fuera otro, los obsecuentes de siempre no la aplaudirían tanto. Eso, segun mi criterio, es una lectura equivocada del film. No podían ser otros que Brad Pitt y Leonardo Di Caprio. Ellos son los representantes de la virtud más exuberante (y vanidosa) que tiene Hollywood: el Star System. Pero Tarantino los disfraza de perdedores, los barniza de nostalgia y los anima a, por fin, ser protagonistas de la historia.
Un colosal ejercicio de autor. Un regalo de amor al cine.
Documental

6,7
149
Documental
10
14 de abril de 2025
14 de abril de 2025
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Humani Corporis Fabrica, de los directores franceses Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel nos enfrenta sin piedad a uno de los misterios más antiguo y, sin embargo, desconocido: el cuerpo humano. La carne es registrada aquí con una disciplina casi litúrgica, con una atención rayana en la obsesión. Pero esta visión de la anatomía no implica morbo ni frialdad objetiva de rigor científico, aquí el cuerpo es un activo peregrinaje, un vasto panorama recorrido por elementos que lo remueven, lo alteran y lo afectan.
Los directores utilizan multiplicidad de cámaras e incorporan imágenes quirúrgicas de alta precisión, incluyendo cirugías de toda índole y diapositivas magníficas de muestras de tejido humano. Es este un viaje fantasmagórico a través del color y la textura combinado con heterogéneos lamentos de un atribulado personal médico. Una expedición alienígena y biomecánica que nos sumerge en el espacio interior. Cada plano es una zambullida visceral, una descomunal argamasa de voluptuosidad, de pujanza instintiva y voracidad, de reyerta inmemorial entre vida y muerte. Todos (médicos, pacientes y espectadores), nos vemos absorbidos por la materia sólida: insensatos, sexualizados, imantados a la dermis, devotos de la carne, desequilibrados, telarañas en gestación altiva, enfermizos, tenaces y liosos.
El cuerpo como foco patógeno “par excellence”.
Este trabajo logra asentarse en un delicado y evanescente espacio liminal, un umbral que no pertenece ni al soma ni al espíritu, una región intermedia donde el cuerpo como dimensión envolvente deja de ser biología para convertirse en receptáculo del alma. La cámara de cine vivisecciona, hiende, palpa y atenaza. No hay distancia posible, no hay ficción que amortigüe la violencia de vernos como somos: expuestos e indefensos. Habitantes perdurables de “aquella casa llena del espanto y de la delicia del cuerpo humano, abierto de par en par a la mirada como la puerta de una casa magnífica y sin dueño” (Salvador Elizondo).
Apabullante obra maestra.
Los directores utilizan multiplicidad de cámaras e incorporan imágenes quirúrgicas de alta precisión, incluyendo cirugías de toda índole y diapositivas magníficas de muestras de tejido humano. Es este un viaje fantasmagórico a través del color y la textura combinado con heterogéneos lamentos de un atribulado personal médico. Una expedición alienígena y biomecánica que nos sumerge en el espacio interior. Cada plano es una zambullida visceral, una descomunal argamasa de voluptuosidad, de pujanza instintiva y voracidad, de reyerta inmemorial entre vida y muerte. Todos (médicos, pacientes y espectadores), nos vemos absorbidos por la materia sólida: insensatos, sexualizados, imantados a la dermis, devotos de la carne, desequilibrados, telarañas en gestación altiva, enfermizos, tenaces y liosos.
El cuerpo como foco patógeno “par excellence”.
Este trabajo logra asentarse en un delicado y evanescente espacio liminal, un umbral que no pertenece ni al soma ni al espíritu, una región intermedia donde el cuerpo como dimensión envolvente deja de ser biología para convertirse en receptáculo del alma. La cámara de cine vivisecciona, hiende, palpa y atenaza. No hay distancia posible, no hay ficción que amortigüe la violencia de vernos como somos: expuestos e indefensos. Habitantes perdurables de “aquella casa llena del espanto y de la delicia del cuerpo humano, abierto de par en par a la mirada como la puerta de una casa magnífica y sin dueño” (Salvador Elizondo).
Apabullante obra maestra.
9
25 de octubre de 2016
25 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ingmar Bergman nos habla del arte recurrente del amor conyugal, esa eterna quimera que consiste en mendigarnos mutuamente la abundancia. Su película no discurre complaciente por el océano de la bonanza sino que nos invita al naufragio, a zozobrar en el mar tempestuoso ahorrándonos la feliz ilusión de que algún día encallaremos en tierra pródiga.
“Secretos de un Matrimonio” (o “Escenas de la vida conyugal”) es cine pujante, que exige compromiso y especial alerta, es la tinta de marca indeleble, la huella que se adhiere a la conciencia dormida y nos deja pozo profundo. Hay que acercarse a ella con cautela y acudir advertidos a la cita. El peligro evidente que anida en su seno es la combustión espontanea y su inflamable provocación que puede acarrearnos más de un disgusto, pero vale la pena asomar nuestra mollera a la honda grieta y recibir una ración generosa de amargas verdades arrojadas a la cara. Territorio no apto para especuladores románticos ni para sensibles flechados de ocasión.
Cine maravilloso, impostergable.
“Secretos de un Matrimonio” (o “Escenas de la vida conyugal”) es cine pujante, que exige compromiso y especial alerta, es la tinta de marca indeleble, la huella que se adhiere a la conciencia dormida y nos deja pozo profundo. Hay que acercarse a ella con cautela y acudir advertidos a la cita. El peligro evidente que anida en su seno es la combustión espontanea y su inflamable provocación que puede acarrearnos más de un disgusto, pero vale la pena asomar nuestra mollera a la honda grieta y recibir una ración generosa de amargas verdades arrojadas a la cara. Territorio no apto para especuladores románticos ni para sensibles flechados de ocasión.
Cine maravilloso, impostergable.

6,7
2.408
8
29 de octubre de 2016
29 de octubre de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quijote buscador, tu intimidad lastimada se estrelló contra el cristal de lo mundanal ineficiente, un mundo externo en ebullición, desenfado dinámico de la época en que te tocó nacer. Hidalgo caballero, víctima de tal revolución, jamás artífice, lastrado por fuerzas que no pudiste controlar, evadido, remiso de nutrirte con el jugo vital, ambrosía de los desesperados. Un ajeno perpetuo a ti mismo y a todos los otros.
Buscador incansable que no creciste en compatibilidad con el mundo. Que te constituiste, reacio, a no germinar y a no renovarte. Por desconocimiento, por precariedad, por insuficiencia, por heridas infinitas que no encuentran consuelo. Supongo que quedaste huérfano de ti mismo en algún momento de tu magra historia y que viviste fragmentado una época que podrías haber transitado de manera íntegra, con el amor de la madurez y la bienaventuranza de la libertad. Porque aquella libertad, Robert, no fue solo una larga noche oscura en el alma.
Nada de esto fue solamente así.
También cambiamos.
“Tu beso es como un trago
Cuando tengo sed
Oh, y tengo sed… de ti.
Con todo mi corazón,
Pero no me ames y luego aparentes…”
Así cantaba ella, tu enamorada, tu bendita posibilidad de salvación.
Pero. Ya es tarde.
Adonde te diriges hace mucho frío.
Y ya quemaste todas tus pieles en la ruta.
Buscador incansable que no creciste en compatibilidad con el mundo. Que te constituiste, reacio, a no germinar y a no renovarte. Por desconocimiento, por precariedad, por insuficiencia, por heridas infinitas que no encuentran consuelo. Supongo que quedaste huérfano de ti mismo en algún momento de tu magra historia y que viviste fragmentado una época que podrías haber transitado de manera íntegra, con el amor de la madurez y la bienaventuranza de la libertad. Porque aquella libertad, Robert, no fue solo una larga noche oscura en el alma.
Nada de esto fue solamente así.
También cambiamos.
“Tu beso es como un trago
Cuando tengo sed
Oh, y tengo sed… de ti.
Con todo mi corazón,
Pero no me ames y luego aparentes…”
Así cantaba ella, tu enamorada, tu bendita posibilidad de salvación.
Pero. Ya es tarde.
Adonde te diriges hace mucho frío.
Y ya quemaste todas tus pieles en la ruta.
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