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Críticas ordenadas por utilidad
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6,1
938
5
9 de abril de 2010
9 de abril de 2010
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pastel se puede indigestar. Esta película es un pastel de nata, caramelo, chocolate o lo que quieras. Te gustará más o menos, según lo que te siente bien o lo que te siente mal, pero es un pastel. Se ha estrenado en Europa esta noche, en la Mostra de cinema Llatinoamericà de Lleida, a la caza de distribuidores después de tener un éxito importante en México. Al salir del cine, media sala lloraba. La otra mitad se cagaba en todo.
Es una película con defectos y virtudes.
Defectos: al final el caramelo te supura por las orejas. Cinematográficamente, visualmente, no aporta nada. Verbaliza emociones que debería dejar para la imagen y para el espectador. El encuadre es demasiado cerrado, le falta aire. Ofrece una visión del mundo simplona, como si la vida no fuera compleja, y con la crisis ya no estamos para estas tonterías.
Virtudes: no es más que aquello que muestra, es tan sincera, que se hace empalagosa, pero por otro lado logra enternecer,y la honestidad siempre se agradece, aunque te la estampen en la cara. Tiene momentos de comedia sencillos pero eficaces. Se hace ligera y llevadera, tiene una estructura y un ritmo adecuados, salta de una cosa a otra con agilidad, lo cual resulta una de las propuestas más interesantes, aunque a veces se pasa un poco con el uso de la elipsis. En general resulta fresca y positiva.
En definitiva, es una película con la ingenuidad y la pureza de espíritu de un musical, pero sin canciones. Un híbrido que puede enamorar o invitar al suicidio. En mi caso ni una cosa ni otra. Se me ha escapado una lagrimita pero solo porque soy así de bobo. La apruebo por los pelos, solo por la lagrimita. Con canciones y claqué hubiera funcionado mejor. Se puede ver, pero el pastel se les va a indigestar a los estómagos sensibles a la sensibleria.
Es una película con defectos y virtudes.
Defectos: al final el caramelo te supura por las orejas. Cinematográficamente, visualmente, no aporta nada. Verbaliza emociones que debería dejar para la imagen y para el espectador. El encuadre es demasiado cerrado, le falta aire. Ofrece una visión del mundo simplona, como si la vida no fuera compleja, y con la crisis ya no estamos para estas tonterías.
Virtudes: no es más que aquello que muestra, es tan sincera, que se hace empalagosa, pero por otro lado logra enternecer,y la honestidad siempre se agradece, aunque te la estampen en la cara. Tiene momentos de comedia sencillos pero eficaces. Se hace ligera y llevadera, tiene una estructura y un ritmo adecuados, salta de una cosa a otra con agilidad, lo cual resulta una de las propuestas más interesantes, aunque a veces se pasa un poco con el uso de la elipsis. En general resulta fresca y positiva.
En definitiva, es una película con la ingenuidad y la pureza de espíritu de un musical, pero sin canciones. Un híbrido que puede enamorar o invitar al suicidio. En mi caso ni una cosa ni otra. Se me ha escapado una lagrimita pero solo porque soy así de bobo. La apruebo por los pelos, solo por la lagrimita. Con canciones y claqué hubiera funcionado mejor. Se puede ver, pero el pastel se les va a indigestar a los estómagos sensibles a la sensibleria.

6,2
216
8
13 de septiembre de 2010
13 de septiembre de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interasintísima película que se aparta de los cánones clásicos estrictos. Varios factores influenciaron en ello, uno es Zoltan Korda, un director hungaro con obras notables y llenas de detalles poco convencionales, en un tiempo donde el cine seguía patrones muy estrictos. La película, de hecho, tiene un cierto sabor europeo.
Otra razón sería su origen literario. Quien no haya leído a Hemingway, ni quiera hacerlo, podrá aproximarse a su figura a través de esta película, que transpira su esencia, pues refleja de un modo meridiano su código de valores.
Bien es sabido que la literatura ha sido siempre más atrevida que el cine, al menos en los tiempos del cine clásico. En este caso, no es así, o casi. La película alcanza la categoría de rareza por su transparencia. Si bien los temas que plantea son complejos y precisan de un tratamiento sutil, y muy trabajado, su presencia en la película es descarnada. Hay en ella secuencias radicales, de gran dureza, en las cuales los personajes se agreden emocionalmente hasta límites realmente dolorosos.
La historia de los Macomber es una historia íntima de odio y mezquindad, es una historia de celos y pasiones, es una historia de jerarquías, de roles, es una historia que relata que a veces, uno es capaz de enfrentarse a sí mismo, y a sus propios miedos. Es una historia de dignidad, y llega a ella por la puerta de atrás, con un esfuerzo sublime, donde la propia vida está en juego. No hay aquí buenos y malos, héroes o villanos, porque todos los son un poco en mayor o menor medida, y en esa maraña humana, en el espacio salvaje y desnudo de la sabana, ante lo más primitivo del mundo, surge la verdad de un modo reluciente. Después, de vuelta a la civilización, de vuelta a la razón, paradójicamente, esa verdad se matiza y se soterra.
Una película que provoca desasosiego, hasta miedo, con personajes fuertes a los que Korda da margen para que se expandan, hacia dentro o hacia fuera. Una película atípica, rara, altamente recomendable, para descubrir que el cine se acerca a la vida, a la intimidad humana, con una precisión que asusta.
Otra razón sería su origen literario. Quien no haya leído a Hemingway, ni quiera hacerlo, podrá aproximarse a su figura a través de esta película, que transpira su esencia, pues refleja de un modo meridiano su código de valores.
Bien es sabido que la literatura ha sido siempre más atrevida que el cine, al menos en los tiempos del cine clásico. En este caso, no es así, o casi. La película alcanza la categoría de rareza por su transparencia. Si bien los temas que plantea son complejos y precisan de un tratamiento sutil, y muy trabajado, su presencia en la película es descarnada. Hay en ella secuencias radicales, de gran dureza, en las cuales los personajes se agreden emocionalmente hasta límites realmente dolorosos.
La historia de los Macomber es una historia íntima de odio y mezquindad, es una historia de celos y pasiones, es una historia de jerarquías, de roles, es una historia que relata que a veces, uno es capaz de enfrentarse a sí mismo, y a sus propios miedos. Es una historia de dignidad, y llega a ella por la puerta de atrás, con un esfuerzo sublime, donde la propia vida está en juego. No hay aquí buenos y malos, héroes o villanos, porque todos los son un poco en mayor o menor medida, y en esa maraña humana, en el espacio salvaje y desnudo de la sabana, ante lo más primitivo del mundo, surge la verdad de un modo reluciente. Después, de vuelta a la civilización, de vuelta a la razón, paradójicamente, esa verdad se matiza y se soterra.
Una película que provoca desasosiego, hasta miedo, con personajes fuertes a los que Korda da margen para que se expandan, hacia dentro o hacia fuera. Una película atípica, rara, altamente recomendable, para descubrir que el cine se acerca a la vida, a la intimidad humana, con una precisión que asusta.
29 de abril de 2010
29 de abril de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo tiene Rob Reiner es que sabe hacer su trabajo. Es decir, sabe dirigir a la perfección de acuerdo con los cánones estrictos del cine americano, un patrón de cine que, no nos engañemos, a todos nos a tocado alguna vez, por más que nos aplicamos en buscarle alternativas, y que sin duda, se ha impuesto en el mundo entero. Si a un buen profesional de lo suyo, como es Reiner, le pones un buen guión en la mano, como el de "Cuando Harry encontró a Sally" o el de "Algunos hombres buenos", tienes un éxito asegurado en la cartelera. Reiner nunca falla. Ahora bien, no le pidas planos imposibles, no busques en él lirismo ni fuerza visual, no esperes encontrar arte en sus películas.
"Juegos de amor en la Universidad" tiene un espléndido guión, aunque se apoye demasiado en los estereotipos. Funciona bien, tiene escenas con gracia, y la química hace acto de presencia. Pisa un terreno que, bien ejecutado, siempre deleita (al menos a aquellos que no le buscan siempre tres pies al gato): una road movie con una pareja que, de inicio, se odia. A partir de ahí pasa lo que tiene que pasar, aquello que esperamos ver aparece ante nuestros ojos, y no echamos casi nada de menos. Es previsible, pero sin serlo, o sea, sabemos lo que pasará, pero no cómo, ni con que palabras, ni con que gestos. Nos reímos con los personajes, nos fundimos con ellos, nos enamoramos, y nos gustaría ser ellos, vivir lo que están viviendo.
Como ya he dicho, con un buen guión, Reiner no falla. La traducción de la historia a imagenes es acertada, lo que quiere decir que transmite la gracia, la comicidad y la tensión romántica sin perderse ni diluir aquello que quiere explicar. Simplicidad y concisión, precisión en las interpretaciones y en el tono de las secuencias, agilidad en la narración. Muy bien. Pero, hay algo más...
Aquí termina la parte académica de la crítica. Ahora viene la irracional (donde suelo cometer los errores).
Ésta es una de sus primeras películas. A mí es una de las que más me gusta, quizá porque aquí la dirección de Reiner es más grosera, más fresca, más novata que en sus películas posteriores, tan perfectamente ajustadas a los cánones. Es una película de universitarios que parece dirigida y escrita por universitarios, o sea, por soñadores. No se nada de la vida de Rob Reiner, pero me gusta pensar que aquí, novato como era, soñaba aún con hacer películas con alma, películas únicas, películas desnudas y entregadas, aunque fueran pequeñas. Películas con errores. Yo tengo la teoría de que los errores (no sé seguro si ésta es la palabra ajustada), lo que rompe el academicismo, es lo que termina encendiendo la magia en una película (véase sino Centauros del desierto), y le da el encanto que nos enamora de ella, muchas veces irracionalmente. ¿Quién no adora alguna película que sabe que no es muy buena?
Yo adoro esta película.
"Juegos de amor en la Universidad" tiene un espléndido guión, aunque se apoye demasiado en los estereotipos. Funciona bien, tiene escenas con gracia, y la química hace acto de presencia. Pisa un terreno que, bien ejecutado, siempre deleita (al menos a aquellos que no le buscan siempre tres pies al gato): una road movie con una pareja que, de inicio, se odia. A partir de ahí pasa lo que tiene que pasar, aquello que esperamos ver aparece ante nuestros ojos, y no echamos casi nada de menos. Es previsible, pero sin serlo, o sea, sabemos lo que pasará, pero no cómo, ni con que palabras, ni con que gestos. Nos reímos con los personajes, nos fundimos con ellos, nos enamoramos, y nos gustaría ser ellos, vivir lo que están viviendo.
Como ya he dicho, con un buen guión, Reiner no falla. La traducción de la historia a imagenes es acertada, lo que quiere decir que transmite la gracia, la comicidad y la tensión romántica sin perderse ni diluir aquello que quiere explicar. Simplicidad y concisión, precisión en las interpretaciones y en el tono de las secuencias, agilidad en la narración. Muy bien. Pero, hay algo más...
Aquí termina la parte académica de la crítica. Ahora viene la irracional (donde suelo cometer los errores).
Ésta es una de sus primeras películas. A mí es una de las que más me gusta, quizá porque aquí la dirección de Reiner es más grosera, más fresca, más novata que en sus películas posteriores, tan perfectamente ajustadas a los cánones. Es una película de universitarios que parece dirigida y escrita por universitarios, o sea, por soñadores. No se nada de la vida de Rob Reiner, pero me gusta pensar que aquí, novato como era, soñaba aún con hacer películas con alma, películas únicas, películas desnudas y entregadas, aunque fueran pequeñas. Películas con errores. Yo tengo la teoría de que los errores (no sé seguro si ésta es la palabra ajustada), lo que rompe el academicismo, es lo que termina encendiendo la magia en una película (véase sino Centauros del desierto), y le da el encanto que nos enamora de ella, muchas veces irracionalmente. ¿Quién no adora alguna película que sabe que no es muy buena?
Yo adoro esta película.

6,2
12.727
5
29 de marzo de 2012
29 de marzo de 2012
21 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un riesgo gigantesco tratar de filmar un mito como Marilyn, por la sencilla razón que los mitos dejan de serlo cuando se convierten en seres de carne y hueso. Solo pueden decepcionar. Por eso las películas sobre Marilyn (y otros mitos) no funcionan. Tampoco ésta.
Hay un admirable trabajo de recreación, una trama con posibilidades y evidentemente, un personaje muy jugoso. ¿Quien puede hincarle el diente? Ojalá alguien lo consiga alguna vez, ojalá alguien consiga fijar en celuloide esa imagen universal que guardamos en nuestro interior de la triste estrella americana, para que de ese modo llegue a generaciones venideras tal como ahora, de un modo indefinible, la guardamos nosotros en nuestro interior.
Lo que falla en "Mi semana con Marilyn" es que Marilyn no es Marilyn, al menos no es mi Marilyn. Es una foto de Marilyn, una cosa hueca y sin contenido, aquello que hemos oido de ella mil veces. Pero eso es papel amarillo, de libros biograficos o de revistas. No tiene dimensiones, y aunque no traicione el cliché, no es eso lo que el espectador quiere ver. Yo quiero conocer a un ser humano llamado Marilyn, quiero sorprenderme, quiero ver algo distinto, quiero ver lo que no sabía de ella. Solo así puedo llegar a conocer a la Marilyn imaginada a partir de las miles de fotos y darle volumen.
Hay películas que llevan una carga de responsabilidad añadida, como ésta. Si fuera una película sobre Pepita Lopez, lo tendría más fácil (aunque no comercialmente, claro).
Es muy probable que solo inventando un personaje llamado Marilyn, alguien logre alguna vez fabricar una Marilyn que consiga romper la inmovilidad en la que habita en el seno de tantísimas fotografías. Entonces tendremos otro mito, otro cliché, pero al menos será de carne y hueso.
Mientras seguiremos soñando con ella, con aquella que solo conocemos, en nuestro sueño, a través de los personajes que habitó (entre ellos el de ser Marilyn Monroe), y por supuesto, a través de sus fotos.
¿Dónde estás Marilyn? Dime quien eres, aunque sea mentira.
Hay un admirable trabajo de recreación, una trama con posibilidades y evidentemente, un personaje muy jugoso. ¿Quien puede hincarle el diente? Ojalá alguien lo consiga alguna vez, ojalá alguien consiga fijar en celuloide esa imagen universal que guardamos en nuestro interior de la triste estrella americana, para que de ese modo llegue a generaciones venideras tal como ahora, de un modo indefinible, la guardamos nosotros en nuestro interior.
Lo que falla en "Mi semana con Marilyn" es que Marilyn no es Marilyn, al menos no es mi Marilyn. Es una foto de Marilyn, una cosa hueca y sin contenido, aquello que hemos oido de ella mil veces. Pero eso es papel amarillo, de libros biograficos o de revistas. No tiene dimensiones, y aunque no traicione el cliché, no es eso lo que el espectador quiere ver. Yo quiero conocer a un ser humano llamado Marilyn, quiero sorprenderme, quiero ver algo distinto, quiero ver lo que no sabía de ella. Solo así puedo llegar a conocer a la Marilyn imaginada a partir de las miles de fotos y darle volumen.
Hay películas que llevan una carga de responsabilidad añadida, como ésta. Si fuera una película sobre Pepita Lopez, lo tendría más fácil (aunque no comercialmente, claro).
Es muy probable que solo inventando un personaje llamado Marilyn, alguien logre alguna vez fabricar una Marilyn que consiga romper la inmovilidad en la que habita en el seno de tantísimas fotografías. Entonces tendremos otro mito, otro cliché, pero al menos será de carne y hueso.
Mientras seguiremos soñando con ella, con aquella que solo conocemos, en nuestro sueño, a través de los personajes que habitó (entre ellos el de ser Marilyn Monroe), y por supuesto, a través de sus fotos.
¿Dónde estás Marilyn? Dime quien eres, aunque sea mentira.

6,5
28.364
5
11 de mayo de 2013
11 de mayo de 2013
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puede negarse a Stoker un cierto poder de subyugación, casi de fascinación, no puede negársele unas buenas interpretaciones, con Wasikowska a la cabeza, y no puede negársele la exposición de algunas secuencias o imágenes de bellísima factura formal, incluso en algún momento de bella factura emocional.
Por lo demás, cuesta encontrarle méritos a esta película vendida hábilmente antes de tiempo. La mezcla de imágenes para adulterar el transcurso del tiempo, por ejemplo, es una propuesta llamativa, excesiva ya que a fin de cuentas es bastante vacua, no llena hueco alguno, y tiende más bien a orientar la película hacia el alarde estético, sin más. Resulta simplemente un recurso ostentoso.
La historia que subyace en esa intensa pantalla es sorprendentemente previsible. Uno espera más de un personaje del prestigio de Chan-wook, que al parecer, quema todas sus naves en una puesta en escena al servicio de algo que ya sabemos que va a ocurrir. El "cómo", ostentoso como he dicho, no puede atribuir medallas a su director, no en un tiempo de fashion films, video clips, publicidad de última generación y programas televisivos vanguardistas que le sacan dos cuerpos Stoker, y sin despeinarse demasiado.
En mi opinión, es un error por parte de los cineastas actuales, poner el énfasis en las formas. Hoy hay formatos y plataformas que desde cualquier esquina permiten a los estetas sugerir elementos formales innovadores. Si hubo un tiempo en que el cine era vanguardista a la hora de marcar tendencias estéticas (aunque bebía sin duda de fuentes muy elitistas y minoritarias), hoy, en muchas ocasiones, va a remolque. La televisión, la publicidad, la moda, van un paso por delante. Al menos por delante del señor Chan-wook. Es una guerra perdida para la mayoría. Estamos saturados de propuestas, de imágenes, de ángulos, de colores, de acontecimientos efímeros, de impactos...
El cine debería librar otras batallas que otros formatos no pueden y no saben librar, las mismas batallas que en realidad ha librado siempre, sea cual sea el barniz con que lo haya hecho. Son las batallas de las ideas, de las historias humanas, de las comedias, los dramas y las tragedias, de aquellas emociones que son mucho más hondas que el breve impacto de una imagen tras la cual no hay nada.
Stoker, tan bellamente filmada, bellamente hilvanada, bellamente interpretada, hábilmente narrada, intensamente expuesta... no cuenta nada.
Su belleza merece un cinco. Lo demás, solo merece un hueco.
Por lo demás, cuesta encontrarle méritos a esta película vendida hábilmente antes de tiempo. La mezcla de imágenes para adulterar el transcurso del tiempo, por ejemplo, es una propuesta llamativa, excesiva ya que a fin de cuentas es bastante vacua, no llena hueco alguno, y tiende más bien a orientar la película hacia el alarde estético, sin más. Resulta simplemente un recurso ostentoso.
La historia que subyace en esa intensa pantalla es sorprendentemente previsible. Uno espera más de un personaje del prestigio de Chan-wook, que al parecer, quema todas sus naves en una puesta en escena al servicio de algo que ya sabemos que va a ocurrir. El "cómo", ostentoso como he dicho, no puede atribuir medallas a su director, no en un tiempo de fashion films, video clips, publicidad de última generación y programas televisivos vanguardistas que le sacan dos cuerpos Stoker, y sin despeinarse demasiado.
En mi opinión, es un error por parte de los cineastas actuales, poner el énfasis en las formas. Hoy hay formatos y plataformas que desde cualquier esquina permiten a los estetas sugerir elementos formales innovadores. Si hubo un tiempo en que el cine era vanguardista a la hora de marcar tendencias estéticas (aunque bebía sin duda de fuentes muy elitistas y minoritarias), hoy, en muchas ocasiones, va a remolque. La televisión, la publicidad, la moda, van un paso por delante. Al menos por delante del señor Chan-wook. Es una guerra perdida para la mayoría. Estamos saturados de propuestas, de imágenes, de ángulos, de colores, de acontecimientos efímeros, de impactos...
El cine debería librar otras batallas que otros formatos no pueden y no saben librar, las mismas batallas que en realidad ha librado siempre, sea cual sea el barniz con que lo haya hecho. Son las batallas de las ideas, de las historias humanas, de las comedias, los dramas y las tragedias, de aquellas emociones que son mucho más hondas que el breve impacto de una imagen tras la cual no hay nada.
Stoker, tan bellamente filmada, bellamente hilvanada, bellamente interpretada, hábilmente narrada, intensamente expuesta... no cuenta nada.
Su belleza merece un cinco. Lo demás, solo merece un hueco.
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