Grandes actores, grandes interpretaciones, nadie duda intentar ver una película que presenta un reparto así. Pero la película no convence. No es una comedia,porque apenas tiene nada remotamente divertido. Intenta ser trascendental, con amplias consideraciones sobre el sentido de las relaciones de pareja, del matrimonio, de la posibilidad del amor para siempre, la fidelidad, la convivencia... pero no da respuestas tal vez porque no plantea las preguntas adecuadas. No se sabe si es parte de una charla en un cursillo prematrimonial o una película para que los que ya han cumplido sesenta se replanteen su vida y si tiene arreglo. A pesar de las estrellas, la película no pisa firme.

La película transcurre en dos tiempos y se lleva consigo al espectador. Cuenta una historia antigua y atemporal a la vez y viéndola, uno se transporta al cine de otras épocas. Un cine lento y sin sobresaltos, con una banda sonora magnífica hecha de una selección de canciones que colaboran a transportarnos en el tiempo. Es un relato de antes, de ahora y de siempre; una historia que hemos visto y leído cientos de veces y que nunca deja de interesarnos. Es la historia que todos hemos vivido y que muestra un viejo amor idealizado, pasional, imposible y por eso mismo, eterno.

Tiempo perdido el que se emplea en ver esta película sin gracia, sin originalidad y sin razón de ser. Bastaría con volver a ver alguna de las gansadas protagonizadas por Meg Ryan en su juventud para obtener el mismo resultado. Al menos entonces resultaban algo novedosas, cosa que esta ni siquiera lo es. Derroche de cuerpos diez pasados de gimnasio, todos monísimos, riquísimos y tontísimos - esto al menos consuela a los que tenemos un físico mediocre y una casa sin jardín y con el mar a doscientos kilómetros-. La película no pasa de ser una sarta de tópicos ya vistos, no muy bien interpretados y sin ningún interés. Conocemos el final desde el principio, los diálogos son inexistentes - casi menos que en una canción de PImpinela- y solo sirve para recordarnos que, si queremos ver una comedia poco original, nos sirve cualquiera menos esta.

Una mezcla entre Jane Austen y Julia Quinn, es decir, Orgullo y Prejuicio mezclado con Bridgerton, por lo que la historia, el desarrollo y el desenlace son predecibles, si bien por eso mismo será del gusto de los aficionados a ese tipo de historia y puesta en escena. Sigue la moda de incluir reparto inclusivo con represetantes de varias etnias, aun a riesgo de caer en el anacronismo sin considerar que no todos los actores tienen el "appeal" de Colin Firth o Regé-Jean Page a quien echarán de menos las nostálgicas del orgulloso Darcy y el atractivo duque. Buena ambientación, trajes y escenarios propios de este tipo de género. Simplemente se deja ver.

La serie se deja ver, pero igual que ocurrió con Belgravia, Fellows no consigue superarse a sí mismo si las comparamos con su archicélebre "Downton Abbey". La puesta en escena es espectacular, como es usual en él. Los trajes, edificios, paisajes, decoración...todo es magnífico y nos transporta a otras épocas y otros lugares. Pero la trama suena a manida, los personajes maravillosamente simples y estereotipados-.No hay nada en ellos que nos atraiga ni hay nada en las historias que nos anime a seguir viendo la serie. Uno tiene la sensación de que puede saltarse un capítulo sin perderse nada, pues una vez planteado un tema sabemos cual va a ser su resolución. Estéticamente perfecta, se deja ver.