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Críticas de davilochi
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Críticas 273
Críticas ordenadas por utilidad
10
7 de marzo de 2010
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film bien podría enmarcarse en la línea de otros como "Senderos de gloria", hecha sólo dos años antes, o "Capitán Conan", por poner un ejemplo más moderno. A pesar de que este gran clásico del cine italiano ofrece tintes de comedia en ciertas ocasiones no deja de ser un intenso drama anti-belicista que nos muestra el absurdo de la guerra.

A continuación daré detalles sobre el argumento de la película:

Una de las cosas que se observan a lo largo de todo el film es la división existente entre los italianos debido a su procedencia geográfica. Es una realidad que Italia dista de ser una nación unida cuyo discurso y existencia sea apoyado por la mayor parte de sus ciudadanos. Si esto aún ocurre hoy hay que imaginar lo que ocurría en plena Primera Guerra Mundial, cuando no hacía ni cincuenta años que Italia existía como tal (es interesante ver como Giovanni, siendo de Milán, lleva a cabo una generalización afirmando que "al sur de Parma todos son romanos o camorristas"). En cualquier caso hay que tener en cuenta que la película no explota lo suficiente las posibilidades de esta cuestión tan interesante porque esta incumbió más a los civiles.

Sin embargo lo más importante del film es la crítica a la guerra. Monicelli se sirve de Giovanni, un joven anarquista, para mostrar el conflicto como un producto de los intereses de las clases privilegiadas, las únicas que pueden sacar algún beneficio de la situación. "Esta no es mi guerra. Mi guerra es contra los aprovechados y a esos se los puede encontrar en todas partes". Criticará a sus compañeros por la obediencia ciega al mando. No obstante uno de ellos tratará de explicarle que se trata de un destino ineludible que no queda más remedio que asumir, porque de un modo u otro los alcanzará (una frase que habla de esta sociedad dividida en clases privilegiadas y no privilegiadas es aquella en que afirma "Los hijos de los ricos siempre tienen la suerte de ser declarados no aptos").

Constantemente se ven críticas a la rigidez (que roza el absurdo: necesidad de permiso para pedir dos escobas) y falta de humanidad de la cadena de mandos y la burocracia militar. De hecho Silvana Mangano le preguntará al capitán si alguna vez no se había cansado de serlo. En ese momento éste se quedará un poco consternado y evitará la pregunta rápidamente. Aquí se puede hacer una reflexión en torno al no cuestionamiento del deber y a la división de la responsabilidad hasta hacerla prácticamente inexistente en la cadena de mando. Las consecuencias de esto son las por todos sabidas, aunque esto se va del contenido de la película. Sea como fuere es significativa la imagen en que un joven muchacho ha tenido que morir haciendo de enlace para que el cuartel general desee feliz navidad a los soldados en las trincheras.
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davilochi
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9
18 de octubre de 2010
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin tenemos en FilmAffinity aquella que fuera la primera obra del genial cineasta serbo-bosnio Emir Kusturica. Este trabajo es interesante por muchos motivos. En mi opinión lo más destacable es el dramatismo que sobrepasa los mismos contenidos implícitos del metraje, el director sabe expresar a la perfección la trascendencia del momento y la angustia vivida por los personajes que, por cierto, actúan a las mil maravillas. Este es un mediometraje que no debería pasar desapercibido en la filmografía del director porque en mi opinión viene a ser algo diametralmente opuesto a lo que ha venido haciendo hasta nuestros días (con excepción quizás de Café Titanic). Desde luego que no es este el estilo por el que Kusturica ha alcanzado su fama a nivel mundial, y lo cierto es que uno no puede dejar de preguntarse si no fue una pena que no ahondara en la línea que deja ver en Guernica. Aún con todo nos ha dado cosas tan buenas, un estilo de cine tan particular... Ya quisieran muchos grandes contar con una opera prima como ésta. Y es que el uso del blanco y negro crea una atmósfera verdaderamente opresiva y axfisiante. La ambientación es de 10 para mi gusto; las actuaciones, como decía, geniales: transmitiendo toda la impotencia de seres que se saben abocados a un destino fatal. Hay cierta nostalgia entre muchos intelectuales yugoslavos por la pérdida de los judíos europeos, especialmente de los suyos en particular, aquellos sefardíes a los que Andric dedicara tantas páginas y retratos. Aquí Kusturica bebe de toda una tradición y una mentalidad latente desde aquellos fatídicos años 40.
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davilochi
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9
5 de diciembre de 2011
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo un poco la línea de la excelente crítica de Ludovico, con quien coincido punto por punto. No obstante me veo en la necesidad de escribir con el fin de profundizar un poco más en algunas las claves esenciales para la comprensión de un film donde Béla Tarr se deja todo, exprimiendo unos elementos que, en un primer momento, parecerían ofrecer más bien poco. Sin embargo estamos ante lo que comúnmente se tiene por representante de la genialidad, alguien que sabe transmitir una circunstancia concreta de manera completamente descarnada, cepillando la historia a contrapelo -como diría Walter Benjamin. Así, por medio de toda una serie de símbolos y metáforas, el director húngaro compone una gigantesca alegoría de la crisis de la modernidad que se lleva por delante las mismas bases sobre las que se sustenta el mundo y que, simbólicamente, alcanza su máxima expresión en el descenso a la locura de Nietzsche.

Efectivamente, aquél que había anunciado la muerte de Dios se reconciliará consigo mismo en un último momento estelar. Éste tomará la única salida posible ante la evidencia del desamparo del ser humano tras el derrumbe del dosel sagrado que servía de sustento al cosmos europeo: la locura. La otra alternativa quizás fuera el suicidio y, según los cánones de la mitología del Viejo Continente, habría sido tanto más heroico, pero el hecho de que Nietzsche acabara sus días en la más absoluta ignorancia y silencio es una muestra del grado de clarividencia alcanzado por su pensamiento. De ahí sus famosas últimas palabras: "Soy un estúpido", que no son más que su testamento. Él, el profeta de la buena nueva, Zaratustra, toma conciencia de la imposibilidad de liberar al hombre y decide acabar con todo, adoptar una mirada atemporal, cargada de sufrimiento, plenamente consciente de éste, de esas que no dan la razón ni a unos ni a otros: la mirada de la extrema cordura.

El caballo, símbolo de libertad paradójico allá donde los hayan por los siglos de implacable doma a la que ha sido sometida por el hombre, decide revelarse contra el hombre que lo subyuga. En un último embate del propio Nietzsche contra el filósofo que abrió las puertas de la razón, esa temible partera de monstruos, así, el alemán abrazó al escuálido caballo negro, no tanto por el dolor causado por el maltrato al animal como por el daño irreparable que el hombre se hacía a sí mismo al ser incapaz de asumir su libertad. El abrazo al caballo es un abrazo a la libertad, un intento por frenar ese camino diario desde la miseria al reino de los cielos. La persistencia del petreo Volker Spengler, similar a una estatua de Miguel Ángel, es un monumento a la naturaleza del hombre, paradójicamente tirano y víctima a un mismo tiempo. Sin embargo, aunque la porta en su interior y lo rodea por doquier, el ser humano es incapaz de observar su propia tragedia, el por qué de ese sin sentido, del desplome del cielo sobre su cabeza.
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davilochi
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10
15 de abril de 2010
27 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas cosas y muy inteligentes se han dicho ya en las críticas anteriores acerca de esta película, pero no por ello voy a renunciar a dejar mi pequeño y humilde aporte aquí. El diplomático francés que acompaña a la cámara con la voz de Sokurov durante todo el recorrido por el Hermitage se dedicó como muchos otros románticos de la época a dejar constancia escrita de sus viajes a lugares alejados del corazón de Europa (por entonces la zona comprendida entre París-Londres y el corazón de la actual Alemania). Efectivamente éste estuvo en Rusia allá por 1839 después de una agitada vida en la que su abuelo y padre fueron guillotinados durante el Terror a pesar de haber sido simpatizantes de la Revolución Francesa, destino al que su madre escapó por poco. Tan curiosa como acertada la elección del acompañante. Tanto el francés del siglo XIX como el ruso del siglo XXI provienen de un pasado traumático dominado por la violencia, la represión y el miedo, de modo que es natural que de un modo u otro sus caminos confluyan. Y aunque las opiniones de Custine puedan parecer las de un eslavofilista ruso aderezado con toques de liberal conservador francés este fue el modo en que el francés se expresó en su famoso libro "La Russie en 1839".

No obstante Sokurov se sirve hábilmente de su cicerone particular para entablar una lucha dialéctica que ahonda en 300 años de historia rusa buscando respuestas a multitud de interrogantes: el carácter peculiar de Rusia respecto a Europa, las contradicciones existentes entre sus clases dirigentes, la relación de Rusia con Europa, el salto cuantitativo y cualitativo que se da del siglo XIX al XX en sentido político-militar.

De este modo varias cosas llaman la atención durante nuestro recorrido. En primer lugar el tratamiento que se hace de la figura de Pedro el Grande. Del diálogo entre los dos protagonistas parece desprenderse la idea de que Rusia abandonó su camino natural en el momento que subió al trono este zar. Éste es acusado de ser un tirano a pesar de haber sido un modernizador y de haber introducido los valores occidentales en la Corte. Él fue quien rompió con el destino histórico de Rusia (visto desde una perspectiva hegeliana) al trasladar la capital del interior de Rusia, Moscú, a una nueva ciudad nacida de la racionalidad, San Petersburgo. Hay un recuerdo para las últimas encuestas de popularidad en Rusia que no dejan mal parado a Stalin cuando el francés afirma que "En Asia adoran a los tiranos, cuanto más malvados más recordados". Y al mismo tiempo exclama: "Rusia es teatro, ¡qué actores!". Con ello pretende criticar la imitación de todo lo que procedía de Europa por parte de la aristocracia y la corte, la desconfianza en los artistas propios y el desenvolvimiento de sus vidas en una realidad completamente paralela a la que vive el pueblo ruso.
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davilochi
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9
13 de julio de 2011
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra joya del cine de Europa oriental y, una vez más, vuelve a mi memoria una obra maestra como "Virdzina", de Karanovic, quien pudo haberse inspirado perfectamente en este clásico de Andonov. Son muchas las leyendas de niñas que se vieron obligadas a crecer como hombres por diferentes circunstancias del destino y, como toda leyenda, experiencias de este tipo tienen su fundamento en la realidad; tratando estos temas con un buen amigo me comentaba que su padre, de niño, era obligado a vestirse como una niña debido a la frustración de la madre por no haber tenido otra cosa que varones. Aunque el ejemplo que comentaba anteriormente se refiere a un caso inverso es un buen reflejo de las contradicciones de la mente humana, sometida a múltiples condicionamientos de tipo cultural y social.

La película de Andonov deja detalles de lo más interesantes, siendo uno de ellos la fantástica ambientación de la atmósfera en que se mueve la película y otro la recreación de los personajes. El film queda encuadrado en algún momento del siglo XVII, más de dos centurias después del inicio del dominio otomano sobre Bulgaria. Se puede calificar a esta película de obra maestra por el simple hecho de que Andonov no cae en el recurso fácil, es decir, presentar a los turcos como seres carentes de humanidad, sino que más bien se limita a reflejar una realidad compleja de coexistencia interétnica caracterizada por una extremada dureza. Los turcos, en clara inferioridad numérica, trataban de mantener su poder imponiendo unas condiciones a menudo poco flexibles sobre los búlgaros, cuyo único deseo, por otro lado, era expulsar a aquéllos, que eran percibidos como invasores sin legitimidad. Andonov hizo un ejercicio de profesionalidad artística si tenemos en cuenta que los tiempos en que fue filmada la película se caracterizaron por los acuerdos entre el gobierno comunista de Sofía y Ankara para la "repatriación" de buena parte de la minoría étnica turca, muy mal vista por la sociedad búlgara. Así pues, el director no cae en los estereotipos y muestra las asperezas de la vida cotidiana -aunque también sus alegrías- y el carácter práctico y cruel de las gentes del mundo rural de la época en Bulgaria.

Es más que posible que el tipo de historia que Andonov nos presenta aquí pueda extrapolarse sin muchos cambios a cualquier lugar del continente europeo de la época: unos jóvenes turcos, creyéndose con derecho a ello por ser jóvenes y, además, hijos de conquistadores violan y asesinan a la mujer de un pástor de cabras, en este caso búlgaro. La hija de ambos, María, sobrevive, pero para garantizar que su vida no correrá riesgo en el futuro su padre decide vestirla y educarla como a un hombre hasta que haya crecido lo suficiente como para consumar su venganza.
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davilochi
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