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Críticas ordenadas por utilidad
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10
1 de septiembre de 2008
1 de septiembre de 2008
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo quería vivir en Cicely. Aquel Macondo nevado situado en algún recóndito lugar de Alaska. Quería partir y, mochila apolillada al hombro, recorrer el mundo rumbo a Cicely. Estaba seguro de que para habitar allí debía aprender muchas cosas antes, porque los habitantes de Cicely estaban muy lejos de ser personas vulgares y corrientes. Tenía que cambiar mis ojos, blanquear el corazón y optimizar el alma.
Y en mis viajes hacia Cicely, creí haber llegado muchas veces: en las notas de un violín endulzando el viento de una callejuela de París, en un faro solitario colgado de los acantilados de Irlanda, en la sonrisa de alguna adolescente que irradiaba como una medialuna a mediodía en una Plaza de Venecia. Cicely estaba en todas partes y en ninguna, todo dependía de tu predisposición para encontrarla.
Como un momento, como un suspiro, como un beso, como el mar o la nieve, como el deseo y la risa. Solamente cuando Cicely levanta el vuelo desde las raíces de Alaska para posarse en mi espíritu he sentido realmente lo que significa ser feliz.
P.D.- Esta crítica esta dedicada con todo mi cariño a Jackie Brown, que sabrá apreciar en ella, su elevado porcentaje de cursilería. -)
https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
Y en mis viajes hacia Cicely, creí haber llegado muchas veces: en las notas de un violín endulzando el viento de una callejuela de París, en un faro solitario colgado de los acantilados de Irlanda, en la sonrisa de alguna adolescente que irradiaba como una medialuna a mediodía en una Plaza de Venecia. Cicely estaba en todas partes y en ninguna, todo dependía de tu predisposición para encontrarla.
Como un momento, como un suspiro, como un beso, como el mar o la nieve, como el deseo y la risa. Solamente cuando Cicely levanta el vuelo desde las raíces de Alaska para posarse en mi espíritu he sentido realmente lo que significa ser feliz.
P.D.- Esta crítica esta dedicada con todo mi cariño a Jackie Brown, que sabrá apreciar en ella, su elevado porcentaje de cursilería. -)
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8,3
95.297
10
13 de diciembre de 2009
13 de diciembre de 2009
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he creído que cuando nacemos estamos hechos solo de amor. Mira en los ojos de un niño y es probablemente lo único que verás. Pero ese amor que en principio nace puro está condicionado desde el origen. El niño observa, quiere aprender y desde sus primeros pasos su vida empieza a determinarse por el amor que recibe, todo lo que palpita a su alrededor le influye y en base a ello irá construyendo su personalidad. En Cinema Paradiso se nos presenta a un niño, Salvatore, al que todos llaman Totó, que está encandilado por lo que sucede en el pequeño cine de su pueblo. Pero al pequeño Totó no le basta con sentarse en la butaca como al resto de los niños, el quiere ver que hay detrás de la pantalla, y por eso persigue hacerse amigo de Alfredo, el operador que proyecta las películas. Cuando amas no puedes ser un mero espectador tienes que dar el salto y participar aunque conlleve las reticencias de otros. Totó amaba el cine y su corazón le empujó a fundirse con él. ¿Acaso hay alguien que ame más la magia que el propio mago en sí?
Con el tiempo los amores de nuestra niñez se entremezclan con sentimientos nuevos que nos hacen volver a empezar de cero. Desconocíamos la pasión, el deseo, el mero poder de un beso y todo ello se le presenta a Salvatore en la figura de Elena, la chica que le enseñará que hay muchos tipos diferentes de amor. Y como cuando era un niño, Salvatore observa para ir poco a poco acercándose nuevamente a lo que ama. Y no resulta el camino recorrido demasiado diferente al que le llevó a construir su amistad con Alfredo, aunque en esta ocasión el devenir de la vida y los obstáculos serán demasiado sinuosos. Sin embargo, Salvatore recordará siempre a Elena como al gran amor de su vida. ¿Acaso no es el primero siempre único e inolvidable?
Llegada la edad adulta seremos lo que el amor ha querido que seamos. Salvatore es un hombre de éxito, que ha sabido devolverle al cine todo lo que éste le había dado pero en su cama se ha instalado el vacío en forma de amantes que vienen y van. En sus ojos tristes se refleja el recuerdo de Elena y también el de su amigo Alfredo y no puede si no darle la espalda al fantasma que comparte su cama para llorar en soledad los días pasados ¿Acaso no hemos llorado recordando un amor verdadero que se ha volatilizado?
Y ha de ser en un regreso al viejo Cine Paradiso cuando todo el amor del pequeño Totó, del joven Salvatore y del hombre que se ha forjado a través de ambos, estalle al final ante sus ojos y por extensión ante los nuestros que hemos pasado de ser meros espectadores a participar con nuestras lágrimas del amor hacia el cine, hacia nuestros amigos y hacia aquellas mujeres que verdaderamente hemos amado, porque dime ¿Acaso no se empañaron tus ojos?
https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
Con el tiempo los amores de nuestra niñez se entremezclan con sentimientos nuevos que nos hacen volver a empezar de cero. Desconocíamos la pasión, el deseo, el mero poder de un beso y todo ello se le presenta a Salvatore en la figura de Elena, la chica que le enseñará que hay muchos tipos diferentes de amor. Y como cuando era un niño, Salvatore observa para ir poco a poco acercándose nuevamente a lo que ama. Y no resulta el camino recorrido demasiado diferente al que le llevó a construir su amistad con Alfredo, aunque en esta ocasión el devenir de la vida y los obstáculos serán demasiado sinuosos. Sin embargo, Salvatore recordará siempre a Elena como al gran amor de su vida. ¿Acaso no es el primero siempre único e inolvidable?
Llegada la edad adulta seremos lo que el amor ha querido que seamos. Salvatore es un hombre de éxito, que ha sabido devolverle al cine todo lo que éste le había dado pero en su cama se ha instalado el vacío en forma de amantes que vienen y van. En sus ojos tristes se refleja el recuerdo de Elena y también el de su amigo Alfredo y no puede si no darle la espalda al fantasma que comparte su cama para llorar en soledad los días pasados ¿Acaso no hemos llorado recordando un amor verdadero que se ha volatilizado?
Y ha de ser en un regreso al viejo Cine Paradiso cuando todo el amor del pequeño Totó, del joven Salvatore y del hombre que se ha forjado a través de ambos, estalle al final ante sus ojos y por extensión ante los nuestros que hemos pasado de ser meros espectadores a participar con nuestras lágrimas del amor hacia el cine, hacia nuestros amigos y hacia aquellas mujeres que verdaderamente hemos amado, porque dime ¿Acaso no se empañaron tus ojos?
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6,7
2.005
8
21 de mayo de 2009
21 de mayo de 2009
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Kathie Hepburn desemboca en Venecia sólo tiene una cámara de fotos, una botella de bourbon en su mochila de viaje y un rostro pétreo donde se amontonan las heridas del alma. Cuando se va se siente la mujer más dichosa y repleta de aquella ciudad de los canales que nunca olvidará. En su viaje de búsqueda, el amor como verdadero motor de la vida la liberará de si misma aprendiendo la importancia de no negar un beso y la necesidad de mostrarse tal cual en los brazos de un hombre.
Kathie Hepburn, aún estando bellísima, se nos presenta fría, distante, seria y comedida, discreta y gélida. Aparte de que sabemos poco de ella, nos miente y miente a los que la rodean. Esconde su feminidad en vestidos sobrios y sus ojos felinos en hundidas gafas de sol mientras recorre una Venecia fascinante que la empuja al amor a cada paso, Venecia implacable de seductores y truhanes que acechan a la turista en cada una de sus esquinas.
Kathie Hepburn solamente lleva puesta en realidad la coraza de la Cenicienta. Por eso cuando atisba a ver a un príncipe azul no duda en lanzarse a tumba abierta hacia la pasión de un enamoramiento que se torna casi adolescente. La veremos transformarse en una diosa, cambiando los paseos interminables en soledad por sesiones de manicura y peluquería, y sus recatados atuendos por el uso de un vestido propio de una reina de camino a su primer baile.
Como suele suceder en la vida su príncipe azul es sólo un embaucador que esconde múltiples capas bajo la piel. Romperá el sueño de nuestra Cenicienta en más de una ocasión pero ella dará un paso más en su atrevimiento y sinceridad decidiendo que sí, todo es una trampa, pero es una trampa maravillosa. Es entonces cuando Kathie se convierte, más allá de sus sueños fantasiosos, en una mujer.
Nuestras ciudades están llenas de mujeres así. Podemos verlas solitarias en terrazas y bares, calles y paseos, y cuando las miramos notamos una aversión en su rostro. Tienen un aspecto esquivo, entre la negación y la resignación, pareciendo arrastrar dolores de corazón. Pero yo sé que sólo se trata de la coraza de la Cenicienta. Con un guiño al amor que les muestres se abrirán a ti y se trasformarán en lo que siempre han querido ser y no han podido. Y tal vez, algunas de ellas den el último paso, aceptando que las espinas son inevitables en el amor y que ya no quieren ser Cenicientas nunca más, solamente mujeres, porque la vida no es un cuento es sólo vida, esa inigualable sensación que Kathie Hepburn se llevó consigo para siempre cuando desde la ventanilla de un tren le daba su último adiós a los encantos de Venecia.
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Kathie Hepburn, aún estando bellísima, se nos presenta fría, distante, seria y comedida, discreta y gélida. Aparte de que sabemos poco de ella, nos miente y miente a los que la rodean. Esconde su feminidad en vestidos sobrios y sus ojos felinos en hundidas gafas de sol mientras recorre una Venecia fascinante que la empuja al amor a cada paso, Venecia implacable de seductores y truhanes que acechan a la turista en cada una de sus esquinas.
Kathie Hepburn solamente lleva puesta en realidad la coraza de la Cenicienta. Por eso cuando atisba a ver a un príncipe azul no duda en lanzarse a tumba abierta hacia la pasión de un enamoramiento que se torna casi adolescente. La veremos transformarse en una diosa, cambiando los paseos interminables en soledad por sesiones de manicura y peluquería, y sus recatados atuendos por el uso de un vestido propio de una reina de camino a su primer baile.
Como suele suceder en la vida su príncipe azul es sólo un embaucador que esconde múltiples capas bajo la piel. Romperá el sueño de nuestra Cenicienta en más de una ocasión pero ella dará un paso más en su atrevimiento y sinceridad decidiendo que sí, todo es una trampa, pero es una trampa maravillosa. Es entonces cuando Kathie se convierte, más allá de sus sueños fantasiosos, en una mujer.
Nuestras ciudades están llenas de mujeres así. Podemos verlas solitarias en terrazas y bares, calles y paseos, y cuando las miramos notamos una aversión en su rostro. Tienen un aspecto esquivo, entre la negación y la resignación, pareciendo arrastrar dolores de corazón. Pero yo sé que sólo se trata de la coraza de la Cenicienta. Con un guiño al amor que les muestres se abrirán a ti y se trasformarán en lo que siempre han querido ser y no han podido. Y tal vez, algunas de ellas den el último paso, aceptando que las espinas son inevitables en el amor y que ya no quieren ser Cenicientas nunca más, solamente mujeres, porque la vida no es un cuento es sólo vida, esa inigualable sensación que Kathie Hepburn se llevó consigo para siempre cuando desde la ventanilla de un tren le daba su último adiós a los encantos de Venecia.
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8,3
12.544
5
6 de enero de 2010
6 de enero de 2010
25 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quiero hablaros de un hombre cuya esencia se concentra en una sola palabra: Vida. De él he aprendido tantas cosas que no puedo ni siquiera asimilarlas. Era labrador, trabajaba la tierra guadaña al hombro, cuando el campo era un trabajo artesano y cada fruto obtenido era producto de jornadas interminables bajo el sol. Se levantaba a la luz del alba cargado de amor y convertía el campo estéril en vergeles de vida. En ellos pastó su primera vaca y germinó la primera patata de las miles y miles que recogería con sus propias manos. Un hombre solidario y bueno que se ofrecía además a los vecinos para ayudarles en el cultivo de sus tierras, enamorado de la gente, conversador incansable de habla sabia y pausada, alejado del vino y el tabaco tan comunes entre los hombres del pueblo.
Aquel hombre conoció en su juventud a una mujer. Y él, que podía haberse divertido con cientos, solo quiso besarla a ella. Y desde aquel primer beso nunca más habrían de separarse. No hubo ninguna otra y no hubo tampoco ni un solo segundo en el que el amor faltara entre ellos. Los recuerdo en la vejez aún como dos niños, con toda la ilusión intacta, con aquellos ojos llenos de vida, en el caserío que construyeron a base de esfuerzo y cariño. Habían multiplicado la tierra y los animales con un sudor que siempre fue alegre y agradecido. Y creció su familia hasta el último día arropada bajo el manto de aquel hombre y su esposa.
Ella se fue primero. Y todavía siento sus lágrimas porque hubo de llorarlas sobre mi hombro. Pero aún desolado y triste volvió a levantarse al día siguiente con la luz del alba para seguir amando. Y quiso vivir diez años más hasta que no amaneció una mañana cuando ya había cumplido los noventa y seis. En esta última etapa fue tal vez cuando más cosas aprendí de él. Pasaba horas y horas a su lado escuchándole. Me sentaba a su vera en la vieja cocina y seguía aprendiendo tantas cosas. Como yo muchísimas personas acudían diariamente a visitarlo por el mero hecho de compartir unos momentos su sabiduría teñida de humildad y nobleza.
Estuve con él el día antes de fallecer. Muy debilitado por su avanzada edad llevaba unas semanas sin salir de su cuarto porque había perdido mucha movilidad. Entonces desde la cama con su voz templada me dijo uno de las cosas más hermosas que le recuerdo “ahora que llega mi momento y no puedo valerme me gusta dormir porque sueño. Sueño que soy joven y que estoy segando en el monte o trabajando en la tierra”
Sí, aquel hombre era mi abuelo.
Aquel hombre conoció en su juventud a una mujer. Y él, que podía haberse divertido con cientos, solo quiso besarla a ella. Y desde aquel primer beso nunca más habrían de separarse. No hubo ninguna otra y no hubo tampoco ni un solo segundo en el que el amor faltara entre ellos. Los recuerdo en la vejez aún como dos niños, con toda la ilusión intacta, con aquellos ojos llenos de vida, en el caserío que construyeron a base de esfuerzo y cariño. Habían multiplicado la tierra y los animales con un sudor que siempre fue alegre y agradecido. Y creció su familia hasta el último día arropada bajo el manto de aquel hombre y su esposa.
Ella se fue primero. Y todavía siento sus lágrimas porque hubo de llorarlas sobre mi hombro. Pero aún desolado y triste volvió a levantarse al día siguiente con la luz del alba para seguir amando. Y quiso vivir diez años más hasta que no amaneció una mañana cuando ya había cumplido los noventa y seis. En esta última etapa fue tal vez cuando más cosas aprendí de él. Pasaba horas y horas a su lado escuchándole. Me sentaba a su vera en la vieja cocina y seguía aprendiendo tantas cosas. Como yo muchísimas personas acudían diariamente a visitarlo por el mero hecho de compartir unos momentos su sabiduría teñida de humildad y nobleza.
Estuve con él el día antes de fallecer. Muy debilitado por su avanzada edad llevaba unas semanas sin salir de su cuarto porque había perdido mucha movilidad. Entonces desde la cama con su voz templada me dijo uno de las cosas más hermosas que le recuerdo “ahora que llega mi momento y no puedo valerme me gusta dormir porque sueño. Sueño que soy joven y que estoy segando en el monte o trabajando en la tierra”
Sí, aquel hombre era mi abuelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Watanabe? ¿Quién ha sido Watanabe?
https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
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7,5
41.303
10
21 de marzo de 2010
21 de marzo de 2010
22 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Papá.
- Dime hijo mío.
- No entiendo el mundo.
- ¿Qué es lo que no entiendes exactamente?
- Pues... nada, por ejemplo ¿Por qué la escuela es tan aburrida? Me gustaría que allí aprendiéramos cosas cantando canciones. Mi profesor es tan rutinario...
- Ya, ¿Y que más cosas no entiendes?
- No sé, umm a las plantas.
- Las plantas...
- Sí verás, las plantas, los árboles, los vegetales crecen en la tierra pero ¿Por qué no brotan seres humanos?
- Ay, ay, ay...
- ¿Qué pasa padre?
- Nada hijo mío...
- Y por ejemplo ¿Por qué igual que elegimos a nuestro alcalde no podemos elegir otras cosas?
- Como que, como que...
- Pues al cura por ejemplo, piensa padre que solo vamos a la iglesia media hora a la semana si nuestro cura fuera digamos... un poco más competente pues a lo mejor acudiríamos a oírle decir misa todos los días.
- ¿Y desde cuando te preocupan estas cosas?
- La verdad creo que nunca me he sentido a gusto aquí todo lo veo demasiado extraño. Además hay algo que siempre quise decirte y nunca me he atrevido.
- Pues dime, dime...
- Hoy que me llevas a la feria es un buen momento, papá, siempre me ha dado miedo el tiovivo, creo que debería ser mayor para poder subirme en él.
- Tienes 10 años hijo...
- Sí 10 años y llevas desde los 3 subiéndome al tiovivo cuando yo ni siquiera ahora me siento todavía preparado.
- Hijo... me parece que...
- Que...
- Es el momento que conozcas a tu madre...
- ¿Madre?
- Sí, sabes que siempre te respondí con evasivas pero llegados a este punto te diré que tienes una madre.
- ¿Dónde está?
- En un pueblo de España donde estuve dos veces, una vez con tu abuelo, otra vez regresé para ir a buscarte a ti.
- ¿Y como es mi mama?
- Pues era una mujer pública, hijo...
- ¿Mujer pública?
- Sí bueno, es algo complicado de explicar el caso es que en un corto lapsus en el que conseguí esquivar a tu abuelo le hice una visita...
Pero es una mujer buena, ya lo verás.
- ¿Hay mujeres malas, padre?
- Pues no, no lo creo en eso no he salido a tu abuelo que sí tenía esa concepción.
- Entonces vas a llevarme a ese pueblo de España.
- Sí. Creo que te encontrarás bien allí.
- ¿Está muy lejos de Oklahoma?
- Un poco pero no tenemos prisa.
- Mira ya se ve la feria.
- Ahí está el tiovivo, cuanta razón tienes hijo, no estás en la edad, me subiré yo y me observarás desde abajo.
- Gracias padre, ¿tu no crees también que es muy raro el mundo?
- No en todas partes, mañana comenzamos el viaje y encontrarás tu lugar.
- ¿A que hora salimos padre?
- Al amanecer, será el último amanecer que veamos en Oklahoma.
- Al menos amanece padre, tal vez sea lo único que eche de menos cuando estemos en España.
- O tal vez no, hijo mío...
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- Dime hijo mío.
- No entiendo el mundo.
- ¿Qué es lo que no entiendes exactamente?
- Pues... nada, por ejemplo ¿Por qué la escuela es tan aburrida? Me gustaría que allí aprendiéramos cosas cantando canciones. Mi profesor es tan rutinario...
- Ya, ¿Y que más cosas no entiendes?
- No sé, umm a las plantas.
- Las plantas...
- Sí verás, las plantas, los árboles, los vegetales crecen en la tierra pero ¿Por qué no brotan seres humanos?
- Ay, ay, ay...
- ¿Qué pasa padre?
- Nada hijo mío...
- Y por ejemplo ¿Por qué igual que elegimos a nuestro alcalde no podemos elegir otras cosas?
- Como que, como que...
- Pues al cura por ejemplo, piensa padre que solo vamos a la iglesia media hora a la semana si nuestro cura fuera digamos... un poco más competente pues a lo mejor acudiríamos a oírle decir misa todos los días.
- ¿Y desde cuando te preocupan estas cosas?
- La verdad creo que nunca me he sentido a gusto aquí todo lo veo demasiado extraño. Además hay algo que siempre quise decirte y nunca me he atrevido.
- Pues dime, dime...
- Hoy que me llevas a la feria es un buen momento, papá, siempre me ha dado miedo el tiovivo, creo que debería ser mayor para poder subirme en él.
- Tienes 10 años hijo...
- Sí 10 años y llevas desde los 3 subiéndome al tiovivo cuando yo ni siquiera ahora me siento todavía preparado.
- Hijo... me parece que...
- Que...
- Es el momento que conozcas a tu madre...
- ¿Madre?
- Sí, sabes que siempre te respondí con evasivas pero llegados a este punto te diré que tienes una madre.
- ¿Dónde está?
- En un pueblo de España donde estuve dos veces, una vez con tu abuelo, otra vez regresé para ir a buscarte a ti.
- ¿Y como es mi mama?
- Pues era una mujer pública, hijo...
- ¿Mujer pública?
- Sí bueno, es algo complicado de explicar el caso es que en un corto lapsus en el que conseguí esquivar a tu abuelo le hice una visita...
Pero es una mujer buena, ya lo verás.
- ¿Hay mujeres malas, padre?
- Pues no, no lo creo en eso no he salido a tu abuelo que sí tenía esa concepción.
- Entonces vas a llevarme a ese pueblo de España.
- Sí. Creo que te encontrarás bien allí.
- ¿Está muy lejos de Oklahoma?
- Un poco pero no tenemos prisa.
- Mira ya se ve la feria.
- Ahí está el tiovivo, cuanta razón tienes hijo, no estás en la edad, me subiré yo y me observarás desde abajo.
- Gracias padre, ¿tu no crees también que es muy raro el mundo?
- No en todas partes, mañana comenzamos el viaje y encontrarás tu lugar.
- ¿A que hora salimos padre?
- Al amanecer, será el último amanecer que veamos en Oklahoma.
- Al menos amanece padre, tal vez sea lo único que eche de menos cuando estemos en España.
- O tal vez no, hijo mío...
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