1. El guasón sufre. Porque desde la primera escena vemos que unos malandros le roban su letrero y lo golpean en un callejón. ¿Por qué? No se sabe pero tiene que causar lástima. Luego vemos que la trabajadora social no le hace caso, porque los marginales como él no tienen lugar en el mundo (y si no lo entiendes con imágenes y música, te lo dicen literal, con diálogos explicativos a montones).

2. El guasón debe tener un detonante de su locura. Por eso, además de la suspensión de medicamentos, un compañero de trabajo le regala una pistola con municiones infinitas (porque con ella se carga a los yuppies de Wall Street en el tren, a los que les dispara como ocho veces con un revólver, y además mata a Robert de Niro con dos plomazos (¿alguien más loco que él le vendió unas balas?).

3. El guasón debe perder todo lazo afectivo. Por eso se inventan una historia ridícula de que es un niño abusado con una madre que no hizo nada por defenderlo (los empleados de un hospital psiquiátrico te pueden proporcionar el historial clínico de quien quieras, solo di el nombre y el parentesco, y ellos también pueden leer tu diagnóstico, si gustas) y a la que, a pesar de todo, incluso de que lo cuide después del incidente del maltrato (cómo te pueden dejar al hijo que maltrataste), se nota que ama pero luego de leer unis documentos y sin la más mínima duda razonable, lo cree todo y se carga a quien demostraba querer unos minutos antes.

4. El guasón se imagina cosas. Pero cosas que no tienen un significado claro ni sentido alguno para la trama. Así, voy por la vida pensando que tengo una relación con una empleada bancaria de color que tiene una hija y que sin más desaparecen. Todo ello para hacer referencia a Taxi driver, película que, junto a El rey de la comedia, refiere hasta el cansancio.

Y todo parece un drama criminal con tintes de comedia, tan surrealista como los policías estúpidos que siguen el caso de asesinato. Esta película es un producto comercial envuelto en un falso traje de cine de autor.