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5,5
5.936
5
30 de mayo de 2014
30 de mayo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Turturro lo debe haber tenido claro desde el principio. Esta película la dirigiría y la escribiría él, pero teniendo a Woody Allen de actor, el film quedaría impregnado de su presencia por arriba y por abajo. Y más si el sexo reprimido anda por medio y no digamos si hay una sesión continua de “tuna, tunda a los judíos”. Sin contar que las calles de Nueva York en plan barrio las puso de moda Woody Allen.
Aceptado esto el film se deja ver y poco más. John Turturro no es capaz de construir un personaje creíble. Estático y desencuadrado, no termina de ser un personaje aceptable. Siempre parece impostado. Añoré durante toda la proyección al John Turturro de “Muerte entre las flores”, que es el que esperaba, pero no.
Sin embargo Woody Allen se mueve a sus anchas, con diálogos que a buen seguro él ha apuntalado y con toda la picardía y la mala baba que sólo él sabe meterle a determinados temas.
Sharon Stone y Sofía Vergara están para lo que están, cumplen bien su cometido. El guiño a “Instinto Básico” es una equivocación de alumno de primero de cine y Vanessa Paradise no puede con el papel de “judía convencional pero no tanto”. Por no hablar del giro inesperado del final que deja descolocado no sólo al policía merodeador si no al espectador que no comprende nada de nada.
En fin, una idea feliz la del film, que prometía mucho pero que se queda en un ejercicio de cine entre amigos que, ya casi, lo han demostrado todo. Si puede elegir entre esta historia y “Blue Jasmine” no lo dude, Blue Jasmine, y si no ha visto “Muerte entre las flores”, dúdelo menos, olvídese de las dos y vea esta obra maestra de los hermanos Cohen.
Aceptado esto el film se deja ver y poco más. John Turturro no es capaz de construir un personaje creíble. Estático y desencuadrado, no termina de ser un personaje aceptable. Siempre parece impostado. Añoré durante toda la proyección al John Turturro de “Muerte entre las flores”, que es el que esperaba, pero no.
Sin embargo Woody Allen se mueve a sus anchas, con diálogos que a buen seguro él ha apuntalado y con toda la picardía y la mala baba que sólo él sabe meterle a determinados temas.
Sharon Stone y Sofía Vergara están para lo que están, cumplen bien su cometido. El guiño a “Instinto Básico” es una equivocación de alumno de primero de cine y Vanessa Paradise no puede con el papel de “judía convencional pero no tanto”. Por no hablar del giro inesperado del final que deja descolocado no sólo al policía merodeador si no al espectador que no comprende nada de nada.
En fin, una idea feliz la del film, que prometía mucho pero que se queda en un ejercicio de cine entre amigos que, ya casi, lo han demostrado todo. Si puede elegir entre esta historia y “Blue Jasmine” no lo dude, Blue Jasmine, y si no ha visto “Muerte entre las flores”, dúdelo menos, olvídese de las dos y vea esta obra maestra de los hermanos Cohen.
5
14 de septiembre de 2019
14 de septiembre de 2019
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se produce un hecho trágico, sembrado de dolor, sufrimiento y muerte, y de ese hecho se da poca información, escasean las noticias, todo lo que sea acercarse a él, bien con información periodística escrita, bien reportajes televisivos o documentales cinematográficos, es bienvenido.
Esclarecer los hechos y analizar las causas siempre es bueno porque aumenta el conocimiento para poder evitar posibles repeticiones.
Pero ante un hecho de estas características, hoy en día, es poco probable que no haya información a raudales, muchas veces desbocada, en demasía y en zafarrancho.
Es lo que pasó en su momento con los sucesos que esta película rememora. Nos enteramos de ellos casi en directo. Hubo ríos de tinta informando, analizando y sacando conclusiones de lo que había sucedido mientras sucedía y los meses posteriores, con el juicio incluido al asesino múltiple y protagonista indiscutible del suceso.
El que no se enteró es porque no quiso.
Sucedidas así las cosas era esperable que si alguien se aventura a hacer una película sobre los hechos, lo haga con la intención de añadir algo nuevo. En el plano creativo, quizás una historia con una perspectiva nueva, esclarecedora, original. Quizás un enfoque técnico novedoso, unos personajes llevados al límite. Quizás un tratamiento del asesino que nos llevase a reflexionar sobre la naturaleza humana y el momento político que vive Europa y por ende la sociedad occidental, con los extremismos de derechas creciendo.
En el plano técnico, quizás una forma de rodar sorprendente, en consonancia con cómo sucedieron los hechos.
Era esperable algo que justificase el rodaje de esta película sobre unos sucesos harto conocidos.
Y esperando nos hemos quedado.
No he encontrado ni una sola razón, ni una escena, que justifique que está película se haya llevado a cabo.
Es un gris documento cinematográfico sin ninguna razón de ser.
Un rodaje correcto en el que se pueden aceptar como débiles aciertos el traqueteo constante de los disparos, la ausencia del asesino, pero ya está.
¡Con tanto para reflexionar que originan hechos como éste!
Apunto uno: Un individuo se agencia unas armas, pone unos explosivos en Oslo, viaja a una isla, asesina a más de setenta personas y deja traumatizadas de por vida a más de trescientas, es detenido, es juzgado y condenado a 21 años de cárcel, lo máximo en Noruega, con el probable desenlace de que dentro de 10 años esté en la calle, libre. O sea que para el 2022 posiblemente sea un ciudadano con todos sus derechos intactos. Bien comido, bien bebido y si se ha aplicado con alguna formación adquirida. Y con su ideología nazi bien arraigada en su cerebro como ha estado dando señales estos años, con denuncias incluidas al Gobierno noruego por diferentes razones. Denuncias escuchadas, atendidas y tratadas por los tribunales de Justicia de ese país.
¿Qué clase de sociedad tenemos?
Para esos e podía haber aprovechado esta película, por ejemplo.
Para que no resulte tan intrascendente e irrelevante como resulta desde todos los puntos de vista, incluido el cinematográfico, que es el que nos ha traído aquí.
Esclarecer los hechos y analizar las causas siempre es bueno porque aumenta el conocimiento para poder evitar posibles repeticiones.
Pero ante un hecho de estas características, hoy en día, es poco probable que no haya información a raudales, muchas veces desbocada, en demasía y en zafarrancho.
Es lo que pasó en su momento con los sucesos que esta película rememora. Nos enteramos de ellos casi en directo. Hubo ríos de tinta informando, analizando y sacando conclusiones de lo que había sucedido mientras sucedía y los meses posteriores, con el juicio incluido al asesino múltiple y protagonista indiscutible del suceso.
El que no se enteró es porque no quiso.
Sucedidas así las cosas era esperable que si alguien se aventura a hacer una película sobre los hechos, lo haga con la intención de añadir algo nuevo. En el plano creativo, quizás una historia con una perspectiva nueva, esclarecedora, original. Quizás un enfoque técnico novedoso, unos personajes llevados al límite. Quizás un tratamiento del asesino que nos llevase a reflexionar sobre la naturaleza humana y el momento político que vive Europa y por ende la sociedad occidental, con los extremismos de derechas creciendo.
En el plano técnico, quizás una forma de rodar sorprendente, en consonancia con cómo sucedieron los hechos.
Era esperable algo que justificase el rodaje de esta película sobre unos sucesos harto conocidos.
Y esperando nos hemos quedado.
No he encontrado ni una sola razón, ni una escena, que justifique que está película se haya llevado a cabo.
Es un gris documento cinematográfico sin ninguna razón de ser.
Un rodaje correcto en el que se pueden aceptar como débiles aciertos el traqueteo constante de los disparos, la ausencia del asesino, pero ya está.
¡Con tanto para reflexionar que originan hechos como éste!
Apunto uno: Un individuo se agencia unas armas, pone unos explosivos en Oslo, viaja a una isla, asesina a más de setenta personas y deja traumatizadas de por vida a más de trescientas, es detenido, es juzgado y condenado a 21 años de cárcel, lo máximo en Noruega, con el probable desenlace de que dentro de 10 años esté en la calle, libre. O sea que para el 2022 posiblemente sea un ciudadano con todos sus derechos intactos. Bien comido, bien bebido y si se ha aplicado con alguna formación adquirida. Y con su ideología nazi bien arraigada en su cerebro como ha estado dando señales estos años, con denuncias incluidas al Gobierno noruego por diferentes razones. Denuncias escuchadas, atendidas y tratadas por los tribunales de Justicia de ese país.
¿Qué clase de sociedad tenemos?
Para esos e podía haber aprovechado esta película, por ejemplo.
Para que no resulte tan intrascendente e irrelevante como resulta desde todos los puntos de vista, incluido el cinematográfico, que es el que nos ha traído aquí.

6,8
5.210
6
24 de septiembre de 2017
24 de septiembre de 2017
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un admirador del cine de Kaurismäki pero veo todas sus películas con mucho respeto por dos razones: Ha conseguido un lenguaje propio y sus historias siempre respiran una profunda compasión por los seres humanos desfavorecidos, marginados y un tanto al margen casi siempre de esta insaciable sociedad que no da nada sin alienarnos cada vez un poco más.
Pero yo voy al cine a emocionarme, a empatizar con los personajes de la historia o a admirarme por sus vicisitudes y con la forma de narrar de Kaurismäki me siento como si estuviera bailando con una mujer que me estuviera pisando continuamente y a la que no soy capaz de seguir el ritmo.
Porque ritmo narrativo no hay en el director finlandés. Pone escenas con intenciones un tanto infantiles en un momento dado, en otro hace un homenaje al cine de Tati, en otro se vuelve irónico, en otro nos muestra algo más propio del cine barato de la Mafia, en otro se pone trascendental y trágico y nos muestra como se rompe un matrimonio de la manera más cruda y así no hay manera de conectar con la historia que en este caso trata de las aventuras y desventuras de los refugiados de ahora (Siria e Irak) por Europa, y más en concreto en Finlandia.
Con unos personajes que parecen de cartón piedra, o robots, más próximos a las mascaras del teatro griego o japonés, más cerca del símbolo que de la persona, igual buscado conscientemente pues no en vano forman parte de este planteamiento cinematográfico unos planos largos, sin casi dialogo y unos actores a los que más de una vez les tiene que haber dicho Kaurismäki
- Al que interprete, lo despido.
Pues tenemos una película, otra, con muy buena intención social, muy original pero de escaso valor artístico.
No entiendo a que vienen tantos premios.
Kaurismäki es en el cine como en la canción esos cantautores muy reivindicativos, con letras muy peleonas y voz muy personal pero que de música nada de nada.
De todas formas iré a ver la próxima que haga. Llámenme masoquista si así lo desean.
Pero yo voy al cine a emocionarme, a empatizar con los personajes de la historia o a admirarme por sus vicisitudes y con la forma de narrar de Kaurismäki me siento como si estuviera bailando con una mujer que me estuviera pisando continuamente y a la que no soy capaz de seguir el ritmo.
Porque ritmo narrativo no hay en el director finlandés. Pone escenas con intenciones un tanto infantiles en un momento dado, en otro hace un homenaje al cine de Tati, en otro se vuelve irónico, en otro nos muestra algo más propio del cine barato de la Mafia, en otro se pone trascendental y trágico y nos muestra como se rompe un matrimonio de la manera más cruda y así no hay manera de conectar con la historia que en este caso trata de las aventuras y desventuras de los refugiados de ahora (Siria e Irak) por Europa, y más en concreto en Finlandia.
Con unos personajes que parecen de cartón piedra, o robots, más próximos a las mascaras del teatro griego o japonés, más cerca del símbolo que de la persona, igual buscado conscientemente pues no en vano forman parte de este planteamiento cinematográfico unos planos largos, sin casi dialogo y unos actores a los que más de una vez les tiene que haber dicho Kaurismäki
- Al que interprete, lo despido.
Pues tenemos una película, otra, con muy buena intención social, muy original pero de escaso valor artístico.
No entiendo a que vienen tantos premios.
Kaurismäki es en el cine como en la canción esos cantautores muy reivindicativos, con letras muy peleonas y voz muy personal pero que de música nada de nada.
De todas formas iré a ver la próxima que haga. Llámenme masoquista si así lo desean.

5,5
5.087
7
11 de octubre de 2020
11 de octubre de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de Woody Allen, su interés, terminaran diluyéndose en la corriente de la reiteración y la insistencia como un azucarillo complaciente, simpático y un tanto atrevido en una taza de café aburrido.
Y también como un azucarillo son presentadas. Envueltas en los créditos en blanco y negro, con los tipos acostumbrados y la música de jazz habitual.
Después vemos que se trata de la historia de siempre, en las que el personaje principal es un trasunto del mismo director con sus inquietudes, experiencias y vicisitudes existenciales habituales, trufadas de diálogos chispeantes, ocurrentes, con la ironía y mala baba marca de la casa, sin faltar la autocompasión y la reiterativa pena por uno mismo: Amor, desamor, sexo y decaimiento físico.
Esta es la esencia del cine de Woody Allen, luego en cada película le va añadiendo algún aderezo. En este caso se traslada al Festival de cine de San Sebastián y se dedica a homenajear al cine por medio de innumerables guiños y llamadas a películas y cineastas de su vida y de la nuestra.
Y no hay más. No se si es bastante.
Posiblemente Woody Allen se está agotando.
La he visto con simpatía, resignación y un poco de pena.
De todas formas, gracias maestro por seguir ahí. Nunca se sabe.
Y también como un azucarillo son presentadas. Envueltas en los créditos en blanco y negro, con los tipos acostumbrados y la música de jazz habitual.
Después vemos que se trata de la historia de siempre, en las que el personaje principal es un trasunto del mismo director con sus inquietudes, experiencias y vicisitudes existenciales habituales, trufadas de diálogos chispeantes, ocurrentes, con la ironía y mala baba marca de la casa, sin faltar la autocompasión y la reiterativa pena por uno mismo: Amor, desamor, sexo y decaimiento físico.
Esta es la esencia del cine de Woody Allen, luego en cada película le va añadiendo algún aderezo. En este caso se traslada al Festival de cine de San Sebastián y se dedica a homenajear al cine por medio de innumerables guiños y llamadas a películas y cineastas de su vida y de la nuestra.
Y no hay más. No se si es bastante.
Posiblemente Woody Allen se está agotando.
La he visto con simpatía, resignación y un poco de pena.
De todas formas, gracias maestro por seguir ahí. Nunca se sabe.
2 de octubre de 2017
2 de octubre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de entrar en los aspectos cinematográficos, una puntualización sobre el poder de los más fuertes y las injusticias consiguientes. De esta película se hizo un remake tres años después en los USA, con Cameron Díaz y Harvey Keitel, y ahora el porcentaje referencial en internet es de 10 a 90, respectivamente, o sea que la película americana se ha comido a aquella a la que copia y de la que mama. Sin motivo ni razón artística, pues el remake, sin ser malo, no supera el original.
Y ahora el lío de las traducciones de los títulos de las pelis. Esta historia es una tragicomedia de origen noruego que como bien se ve la traducción literal sería “la cabeza sobre el agua”, pero que aquí en España, después de verla, le hubiera venido mejor el título de “A flote” o “Con el agua al cuello”. Pero teniendo en cuenta que en Italia se llamó “Agua profunda” y el remake del que hablo arriba, “Solamente se vive una vez”, pues la cosa podía haber sido peor.
Propongo que viviendo en la época en que vivimos en que los traductores “on line” abundan como setas, los títulos mantengan su original, y lo de no doblarlas ya lo vayamos preparando para el siglo XXII. Así conseguiremos ver las películas tal y como pretende el director y además aprenderemos idiomas. Y leeremos. Todo, ventajas.
Entretenidísima historia que como todo buenísimo espectáculo no pierde ni un momento el ritmo y va de un simple y tranquilo periodo de vacaciones a un crescendo final con suspense por el camino que nos deja pensando: ¿Pero ya ha pasado una hora y pico? Que es lo mejor que le puede pasar a un espectáculo.
Este thriller tragicómico tiene un guión acertado y unas interpretaciones naturales y equilibradas que uno valora todavía más si ha visto el remake, como cuando bebes un vino bueno y a continuación uno menos bueno, repito el remake es aceptable, que lo valoras más y mejor. Por eso de la comparación.
En el remake Díaz, Keitel están bien, muy profesionales, demasiado profesionales. ¿Saben ese encanto de los aficionados cuando brillan? Y no quiero llamar aficionados a los actores noruegos, quiero llamarles naturales, sin divismos, ni histrionismos. Me explico. Si uno quiere ver una historia relamida, barroca, llena de arabescos, el remake. Si uno quiere una historia sabrosa, espontanea, con gusto a la tierra, el original.
Viene esto a que hacía ya muchos años que yo había visto la original y guardaba un recuerdo gratísimo de la peli. Al ver el remake, noté eso que decía, y volví a ver el original. No hay comparación. Una buena historia no necesita del preciosismo, la explicitación hasta el hartazgo y los paisajes tan bonitos que distraigan de la historia.
Si uno gusta de los jardines relamidos ingleses, el remake. Si uno del campo salvaje, natural y con olores fragantes, la película noruega.
Yo asome por el remake y salí trasquilado. Así que volví a las fuentes. Lo de siempre, vaya.
Y ahora el lío de las traducciones de los títulos de las pelis. Esta historia es una tragicomedia de origen noruego que como bien se ve la traducción literal sería “la cabeza sobre el agua”, pero que aquí en España, después de verla, le hubiera venido mejor el título de “A flote” o “Con el agua al cuello”. Pero teniendo en cuenta que en Italia se llamó “Agua profunda” y el remake del que hablo arriba, “Solamente se vive una vez”, pues la cosa podía haber sido peor.
Propongo que viviendo en la época en que vivimos en que los traductores “on line” abundan como setas, los títulos mantengan su original, y lo de no doblarlas ya lo vayamos preparando para el siglo XXII. Así conseguiremos ver las películas tal y como pretende el director y además aprenderemos idiomas. Y leeremos. Todo, ventajas.
Entretenidísima historia que como todo buenísimo espectáculo no pierde ni un momento el ritmo y va de un simple y tranquilo periodo de vacaciones a un crescendo final con suspense por el camino que nos deja pensando: ¿Pero ya ha pasado una hora y pico? Que es lo mejor que le puede pasar a un espectáculo.
Este thriller tragicómico tiene un guión acertado y unas interpretaciones naturales y equilibradas que uno valora todavía más si ha visto el remake, como cuando bebes un vino bueno y a continuación uno menos bueno, repito el remake es aceptable, que lo valoras más y mejor. Por eso de la comparación.
En el remake Díaz, Keitel están bien, muy profesionales, demasiado profesionales. ¿Saben ese encanto de los aficionados cuando brillan? Y no quiero llamar aficionados a los actores noruegos, quiero llamarles naturales, sin divismos, ni histrionismos. Me explico. Si uno quiere ver una historia relamida, barroca, llena de arabescos, el remake. Si uno quiere una historia sabrosa, espontanea, con gusto a la tierra, el original.
Viene esto a que hacía ya muchos años que yo había visto la original y guardaba un recuerdo gratísimo de la peli. Al ver el remake, noté eso que decía, y volví a ver el original. No hay comparación. Una buena historia no necesita del preciosismo, la explicitación hasta el hartazgo y los paisajes tan bonitos que distraigan de la historia.
Si uno gusta de los jardines relamidos ingleses, el remake. Si uno del campo salvaje, natural y con olores fragantes, la película noruega.
Yo asome por el remake y salí trasquilado. Así que volví a las fuentes. Lo de siempre, vaya.
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