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Críticas 406
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9 de octubre de 2010
33 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces, muy pocas, se ha llevado brillantemente a las pantallas una reflexión tan certera, provocadora y cercana acerca de la naturaleza del mal, que se sustenta principalmente en la banalidad y el absurdo.

Y es precisamente este filme, del húngaro de nacimiento Kadár, una de esas ocasiones, por la maestría tragicómica con la que aborda un episodio histórico tan estremecedor como la "arianización" de los comercios judíos en la Eslovaquia fascista de 1942. La película transcurre en su primera parte con un característico aire desenfadado, con abundantes toques de humor absurdo; pero tras ellos se desarrolla la tragedia, anida la barbarie y crece la sinrazón, materializada en una ridícula pirámide de exaltación fascista. Los dos protagonistas del filme, cuya perfecta concepción es clave en el éxito del mismo, son un carpintero despolitizado, que tiene por indeseable cuñado a un jefe fascista local, y una viejecita judía, viuda y sorda, propietaria de un pequeño comercio. Cuando el primero sea "encargado" de gestionar el negocio de la segunda, surgirá entre ambos una relación de complicidad, y es natural que ello sea así, pues ninguno de los dos acierta a explicarse qué es lo que ocurre a su alrededor, qué sentido tiene la locura desatada.

Rodada con verdadero talento, con una utilización elegante y efectiva del travelling, así como con una magnífica puesta en escena, la película rebosa autenticidad, desde la prodigiosa interpretación de la pareja protagonista hasta la más que correcta y creíble labor de secundarios y extras (muchos de estos no profesionales). El guión, adaptado por el autor de la novela original, refuerza esa sensación de absurdo e impotencia que presiden todo el argumento. Son secuencias destacables los ya mencionados travellings a lo largo de la Calle Mayor, y todas las que componen el último tercio del filme, en las que la angustia de los protagonistas, encerrados en la tienda, va en constante aumento hasta el desencadenamiento de la tragedia, precedida por toda una toma de conciencia, soberbiamente resumida en la palabra "progrom".

La terrible conclusión que apunta la película es que el mal no tiene explicaciones complejas ni causas profundas; es tan absurdo, torpe y ridículo como la pirámide que erigen los fascistas en plena calle, tan vacío como las mentes y ambiciones de quienes lo desatan, y anida en el seno de cualquier ser humano.
21 de abril de 2012
35 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soberbia creación de Sjöstrom en su período americano, "El Viento" es un perfecto ejemplo de cómo el cine puede sugerir y generar atmósferas partiendo de la sola imagen. Ya desde el comienzo, con las secuencias del tren, se puede apreciar que el verdadero protagonista del filme es el viento, que se nos presenta cargado de significados, símbolos y amenazas. De hecho, una de la constantes de la película es el enclaustramiento al que este fénomeno natural -aquí transmutado en fuerza dramática- somete a los personajes, obligados a resistir ante su furia, que les acosa constantemente. El viento viene a ser, por tanto, como el destino, una fuerza superior y sobrenatural a la que nadie escapa, y muy particularmente la protagonista, una torturada Lillian Gish.

Como bien han sugerido otros usuarios, el viento interactúa con Letty, subrayando sus temores e inseguridades, rasgos por otra parte lógicos en su personaje, que al fin y al cabo es el de una forastera llegada a una inhóspita región del Oeste (Texas) en la que no acaba de encajar. En efecto, el hogar que esperaba encontrar le resultará hostil (por los celos que suscita en la esposa de su primo), y cuando trate de formar uno propio, lo hará sobre una base estéril (un matrimonio sin amor), aumentando así su zozobra personal.

La realización es muy brillante, como ponen de manifiesto multitud de secuencias, desde la llegada nocturna a la desolada estación, pasando por la tormenta de arena en la que se desata el drama, e incluyendo el último y hermoso plano de cierre. Sin embargo, yo destacaría, por la sutileza y claridad con las que se plasman los sentimientos de los personajes, la secuencia de Letty con Lige, en el interior de la humilde cabaña de éste, cuando acaban de contraer matrimonio; la facilidad con la que la secuencia transita desde un ligero tono cómico al más desolador drama (ilustrando así la amarga decepción de Lige, sinceramente enamorado) es maravillosa.

Si al conjunto añadimos una adecuada música y unas interpretaciones excelentes, con una Lillian Gish portentosa, sólo cabe reconocer la maestría del filme, cuyas únicas debilidades expongo seguidamente en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película, muy valorada por el equipo técnico y artístico, sufrió múltiples avatares, víctima de la aparición del sonoro -que inmediatamente la hizo aparecer como una antigualla, obligando a añadir chapuceramente algunos sonidos- y de la negativa de todos los exhibidores a proyectarla si no se cambiaba el final. Originalmente, tras matar a Wirt, Letty, completamente aterrorizada, salía en busca de Lige enfrentándose a la furia del viento; finalmente, perdida y trastornada, moría. Este tremendo final habría mejorado aún más el filme, redondeando la grandeza trágica que lo caracteriza, pero hubo que plegarse a las presiones, improvisando un final feliz menos consecuente, aunque no por ello carente de belleza.

Todos estos problemas retrasaron el estreno, y cuando finalmente tuvo lugar la respuesta del público fue escasa, de modo que la película fracasó por completo; tanto fue así, que Sjöstrom no levantaría cabeza, regresando a Suecia poco después, y que la propia Lillian Gish, muy decepcionada (pues en su opinión era la mejor película que había hecho), se apartó del cine durante bastante tiempo. Así pues, lo que "El viento" se llevó por delante, fue la etapa más gloriosa de estos dos grandes artistas, verdaderas leyendas del cine.
29 de abril de 2011
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera película que veo de este John Brahm, desconocido para mí hasta hace unos pocos meses, y que me ha parecido la mejor, estando por encima de "The Lodger" y "The Locket", aunque comparte con ellas la centralidad que la locura, en sus diversas manifestaciones, tiene en los argumentos desarrollados.

El mayor parentesco se da con "The Lodger", también ambientada en un Londres Victoriano generoso en oscuridades y nieblas, al amparo de las cuales actuaba Jack el Destripador. En este caso nos encontramos con un músico que presenta doble personalidad; las agudas notas de sus composiciones provocan en él un desdoblamiento, en el que su alter ego se revela como un peligroso asesino. De nuevo se aborda aquí el tema del doble, enfocándolo desde una perspectiva similar a la que proponía Stevenson en su clásica novela "Doctor Jekyll y Mister Hyde", si bien en la película el desencadenante del cambio no es una pócima, sino la música, recurso que puede parecer ridículo, pero que está bien sugerido y utilizado, funcionando perfectamente.

Ciertamente, lo más espectacular del filme es el arranque y el final, pero a mí me ha gustado en todo momento, especialmente por la calidad y la intención con la que está rodado. Digna del mejor cine negro, la fotografía de LaShelle reina indiscutiblemente, jugando hábil y sugerentemente con la oscuridad, la niebla y el fuego. Al igual que ocurría en "The Lodger", los encuadres sorprendentes y angustiosos están plenamente justificados y transmiten inquietud y desasosiego en todo momento, si bien aquí se alternan con algunos planos tomados desde grúa que resultan muy elegantes (destacables en la secuencia inicial y la final). En mi opinión el momento más brillante del filme es el que narra cómo se deshace el asesino de su segunda víctima, pues aúna ingenio, brillantez visual y considerable ironía. Cerca le anda, en calidad y dramatismo, toda la secuencia del concierto, en la que música e imágenes interactúan de manera soberbia, alcanzándose un clímax trágico impresionante.

El guión es correcto, sin alardes ni deficiencias reseñables, y los decorados y ambientación estupendos; entre los intérpretes se impone la figura protagonista, un Laird Cregar muy convincente y acertado, mejorando su anterior creación en "The Lodger". La música tiene aquí una importancia mayúscula, y qué mejor que contar con Bernard Herrmann, cuya partitura es estupenda e inquietante, sirviendo sus ocasionales disonancias para lograr una eficaz y original identificación con los desequilibrios mentales del protagonista.
22 de marzo de 2013
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay varios planos y secuencias en esta buena película que me recuerdan a los cuadros de Hopper, a esos personajes de aire triste y desesperanzado que revelan su condición en solitarias habitaciones de hotel y que rememoran sus viejas batallas mientras beben en primera línea de barra.

El personaje que interpreta Dechent es uno de ellos, como también lo son los de Colomé o Nolte; tipos de vuelta de todo, con mucho más pasado que futuro, y que han basado su vida en el éxito comercial, una peculiar adicción que se revela terriblemente destructiva en el momento en el que quienes la sufren empiezan a sentirse apartados. Una nueva generación de jóvenes ambiciosos, engominados y políglotas (hoy algunos los calificarían de emprendedores; a mi se me ocurren otros términos menos amables...) inunda la feria en la que se ambienta la historia, y los viejos dinosaurios tratan de sobrevivir aferrándose a sus recuerdos y experiencias, pero sobre todo, a su más acendrado instinto: vender, vender por encima de todo, saberse aún capaces de lograr un buen pedido, de convencer o embaucar a los demás, eso es lo único que parece quedarles. Y precisamente a eso es a lo que se agarrará Lozano para lograr un último gran éxito, a pesar de los daños colaterales que comporta, materializados en el único personaje femenino, la Inés que encarna eficazmente María Valverde, un personaje de consideable ambigüedad, y más próximo de lo que parece a la mentalidad del resto de personajes. Por su parte, el personaje de Nolte no es sino una copia invertida del de Dechent, como muy hábilmente nos revela la secuencia de su encuentro en el bar, antes de conocerse, y un plano solitario en su habitación, también muy "hopperiano", que remite a otro protagonizado por Lozano al inicio del filme.

Notablemente realizada, con un metraje ajustado que evita rellenos innecesarios, la película cuenta con un buen guión, que dota de credibilidad a los personajes, cuyos sentimientos se expresan de manera eficaz, aunque muchas veces son las meras imágenes las que mejor plasman sus estados de ánimo. La fotografía es consecuente con la historia, por lo que predominan los tonos fríos y apagados, cuando no directamente oscuros (sobre todo los planos solitarios en las habitaciones del hotel). De las interpretaciones debe destacarse a Dechent, un habitual secundario que demuestra su indudable talento y potencial, del mismo modo que lo logran Héctor Colomé y María Valverde. Nolte se limita a cumplir, pero no creo, como algunos piensan, que su actuación sea mala; simplemente resulta algo empequeñecida por la gran labor del resto del reparto.

Por todo ello estamos, en mi opinión, ante una de las mejores películas españolas del pasado año, y sin embargo, está pasando sin pena ni gloria por escasísimas pantallas, víctima de una distribución que parece diseñada por su peor enemigo, o ya que estamos, por el peor vendedor de una feria comercial como la mostrada en la película. Esperemos que la amargura no nos consuma y que no demos en pensar que en el cine español ya todo está vendido.
12 de febrero de 2010
33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las razones por las que el cine de género europeo debe estarle agradecido a los franceses es su apuesta por la creación de un cine negro o policiaco propio (el "polar"), con elementos característicos, aunque fieles al espíritu clásico de estos filmes. Así, la obra conjunta de realizadores como Clouzot, Clement, Melville, y el que aquí nos ocupa, José Giovanni, posee una personalidad e importancia insoslayables dentro del género.

Esta sólida y sobria película cuenta la esforzada búsqueda de un testigo clave para un juicio por parte de un policía experto, injustamente degradado, de vuelta de todo, y una joven novata entusiasta, con una visión idealista de su trabajo.

El filme destaca por la acertada construcción de estos dos personajes radicalmente distintos, pero pese a ello complementarios, cuya denodada pesquisa constituye el nudo de una narración precisa, desapasionada y que nos conduce a través de los diversos barrios del Gran París. Hay además una muy meritoria galería de secundarios que a pesar de la brevedad de sus intervenciones aparecen siempre bien dibujados, de modo que el espectador siempre percibe los principales rasgos de personalidad que los caracterizan. La historia posee un aire desesperanzado y fatalista, aspectos muy bien reflejados en el rostro y actitudes de un soberbio Lino Ventura; ello contrasta con el ánimo optimista de su joven compañera (Marlene Jobert), que encarna una nueva generación aún por desengañar, y que confía fielmente en el veterano, al que intenta seguir el paso a duras penas.

La eficaz conjunción de las interpretaciones, un sólido guión, y una labor de cámara que privilegia la fluidez del relato evitando distracciones, logra que esta película funcione como un reloj, y si a ello añadimos el poso trágico y escéptico que en todo momento preside la cinta sólo resta concluir que estamos ante un magnífico film noir.
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