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Críticas ordenadas por utilidad
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5,2
47
8
3 de junio de 2024
3 de junio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La batalla de Kolwezi enfrentó al Frente para la Liberación Nacional del Congo (FLNC), que pretendían tomar el control de la región de Shaba en Zaire, contra una colación compuesta por los ejércitos de Zaire, Bélgica y Francia. En la batalla murieron soldados de ambos bandos y también civiles europeos y africanos.
Esta película narra ese incidente en el país africano a través de las experiencias de varios civiles, del alto mando militar y los soldados que llevaron a cabo la operación.
Comenzamos con una breve introducción a la vida de algunos habitantes de la ciudad de Kolwezi.
La invasión comienza pronto. Los rebeldes no parecen ser muy salvajes. Los civiles estarán a salvo si cooperan.
Mientras tanto, el embajador francés en Kinshasa analiza la situación con un coronel del ejército después de recibir las primeras noticias.
Pero pronto, la guerra deja ver su verdadera naturaleza salvaje; algunos civiles son asesinados.
El guion está muy bien realizado. Exhibe una estructura tradicional alternante en la que se mezclan las historias de diversos personajes mientras se desarrolla la historia. Tenemos por un lado a los civiles. Coinciden todos en las escenas iniciales, para luego seguir tramas independientes una vez inicia el conflicto. Todos intentan, de una forma u otra, sobrevivir a las masacres que perpetran los rebeldes.
Por otro lado, tenemos al embajador de Francia y a coronel Grasser, que siguen de cerca el desarrollo del conflicto desde su génesis. En un estilo casi documental, se nos presentan, día por día, todas las desiciones tácticas y políticas que se tomaron y que resultarían en la llamada "Operación Leopardo".
A la media hora se abre una nueva trama con nuevos personajes: los soldados y comandantes que forman parte del regimiento de paracaidistas de la Legión Extranjera. De la misma forma, el desarrollo de la operación se muestra de forma escalonada, incluidos todos los contratiempos.
Me parece notable como el guionista no se dejó en el tintero casi nada de todos los incidentes que formaron parte de la operación, punto por punto. Percances en el suministro de soldados y equipo, problemas tácticos, operativos, diplomáticos, burocráticos; todo. Contada de esta manera, la historia se hace mucho más interesante.
La dirección fue fenomenal.
Raoul Coutard fue un director que se desempeñó siempre como director de fotografía, siendo el realizador de sólo tres películas. Participó en numerosos films pertenecientes a la Nueva Ola Francesa.
La influencia de este movimiento es muy evidente en la sobria, pero muy efectiva dirección.
Sin ser desesperantemente lenta en su ritmo, ni tampoco trepidante, nos presenta los sucesos de la forma más sencilla posible sin recurrir a efectismos. En un principio es difícil pensar que con ese estilo logrará cautivar al espectador. Pero el director no necesita de montajes analíticos, ni movimientos bruscos de cámara, ni efectos especiales complejos para transmitir la emoción, la desesperación y el horror de los acontecimientos.
El aumento de la tensión es progresivo.
Cuando parece que todo va a ser contado con muy pocos medios, el director nos ofrece impresionantes tomas del inicio de la operación con la preparación de los paracaidistas el salto desde los aviones, su despliegue en el campo de batalla y la batalla. El director no rehuyó tampoco de ninguno de los pormenores en la toma de la ciudad. La contienda entre el batallón francés y los rebeldes es muy emocionante sin perder el estilo sobrio de dirección. Hay tiroteos y explosiones. No hay heroicidades; sólo el progreso de la operación y los inconvenientes que van surgiendo.
Toda la puesta en escena tiene una impronta muy francesa que está muy alejada del típico cine de acción bélico estadounidense. Pero eso para nada es un defecto, sino un aliciente para quienes quieren ver las muchas formas que adopta el cine según el país.
Esta es obra es muy satisfactoria. Se resuelve de forma predecible pero entrañable. Aunque la operación tenía el objetivo principal de rescatar a los rehenes europeos, todos los congoleños se beneficiaron del rescate que los salvo de un ejército comandado por ambiciosos que lo único que les interesa es el poder político, sin importarles las vidas inocentes. Un ligero tono patriótico se percibe, pero se resaltan los aspectos positivos de la convivencia sana entre personas de distintas razas que miran las virtudes de sus semejantes por encima de su color de piel.
Esta película narra ese incidente en el país africano a través de las experiencias de varios civiles, del alto mando militar y los soldados que llevaron a cabo la operación.
Comenzamos con una breve introducción a la vida de algunos habitantes de la ciudad de Kolwezi.
La invasión comienza pronto. Los rebeldes no parecen ser muy salvajes. Los civiles estarán a salvo si cooperan.
Mientras tanto, el embajador francés en Kinshasa analiza la situación con un coronel del ejército después de recibir las primeras noticias.
Pero pronto, la guerra deja ver su verdadera naturaleza salvaje; algunos civiles son asesinados.
El guion está muy bien realizado. Exhibe una estructura tradicional alternante en la que se mezclan las historias de diversos personajes mientras se desarrolla la historia. Tenemos por un lado a los civiles. Coinciden todos en las escenas iniciales, para luego seguir tramas independientes una vez inicia el conflicto. Todos intentan, de una forma u otra, sobrevivir a las masacres que perpetran los rebeldes.
Por otro lado, tenemos al embajador de Francia y a coronel Grasser, que siguen de cerca el desarrollo del conflicto desde su génesis. En un estilo casi documental, se nos presentan, día por día, todas las desiciones tácticas y políticas que se tomaron y que resultarían en la llamada "Operación Leopardo".
A la media hora se abre una nueva trama con nuevos personajes: los soldados y comandantes que forman parte del regimiento de paracaidistas de la Legión Extranjera. De la misma forma, el desarrollo de la operación se muestra de forma escalonada, incluidos todos los contratiempos.
Me parece notable como el guionista no se dejó en el tintero casi nada de todos los incidentes que formaron parte de la operación, punto por punto. Percances en el suministro de soldados y equipo, problemas tácticos, operativos, diplomáticos, burocráticos; todo. Contada de esta manera, la historia se hace mucho más interesante.
La dirección fue fenomenal.
Raoul Coutard fue un director que se desempeñó siempre como director de fotografía, siendo el realizador de sólo tres películas. Participó en numerosos films pertenecientes a la Nueva Ola Francesa.
La influencia de este movimiento es muy evidente en la sobria, pero muy efectiva dirección.
Sin ser desesperantemente lenta en su ritmo, ni tampoco trepidante, nos presenta los sucesos de la forma más sencilla posible sin recurrir a efectismos. En un principio es difícil pensar que con ese estilo logrará cautivar al espectador. Pero el director no necesita de montajes analíticos, ni movimientos bruscos de cámara, ni efectos especiales complejos para transmitir la emoción, la desesperación y el horror de los acontecimientos.
El aumento de la tensión es progresivo.
Cuando parece que todo va a ser contado con muy pocos medios, el director nos ofrece impresionantes tomas del inicio de la operación con la preparación de los paracaidistas el salto desde los aviones, su despliegue en el campo de batalla y la batalla. El director no rehuyó tampoco de ninguno de los pormenores en la toma de la ciudad. La contienda entre el batallón francés y los rebeldes es muy emocionante sin perder el estilo sobrio de dirección. Hay tiroteos y explosiones. No hay heroicidades; sólo el progreso de la operación y los inconvenientes que van surgiendo.
Toda la puesta en escena tiene una impronta muy francesa que está muy alejada del típico cine de acción bélico estadounidense. Pero eso para nada es un defecto, sino un aliciente para quienes quieren ver las muchas formas que adopta el cine según el país.
Esta es obra es muy satisfactoria. Se resuelve de forma predecible pero entrañable. Aunque la operación tenía el objetivo principal de rescatar a los rehenes europeos, todos los congoleños se beneficiaron del rescate que los salvo de un ejército comandado por ambiciosos que lo único que les interesa es el poder político, sin importarles las vidas inocentes. Un ligero tono patriótico se percibe, pero se resaltan los aspectos positivos de la convivencia sana entre personas de distintas razas que miran las virtudes de sus semejantes por encima de su color de piel.
27 de mayo de 2024
27 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambientada en un terrible periodo de la historia, nos muestra el inicio de la terrible y angustiosa vida que vivieron los camboyanos bajo un régimen socialista, con sus acusaciones infundadas y sus tribunales de "justicia" populares.
La película va sobre un francés radicado en Camboya a quien le tocó vivir esos horrores; François Bizot, personaje real, antropólogo y único occidental que logró salir vivo del cautiverio de jemeres rojos.
Esta es la historia de él y el otro protagonista: Douch, el interrogador, también personaje real acusado de crímenes de guerra. Responsable directo de la muerte de miles de sus conciudadanos.
La película está dividida en dos partes.
Durante ambas partes el director logra mantener la tensión adecuadamente.
La primera consiste en el cautiverio y se sustenta, sobre todo el los diálogos y las interacciones entre Bizot, que intenta luchar por su vida y la de sus compañeros y su interrogador, que intenta sacarle una confesión.
Raphaël Personnaz, con sus excelentes dotes de actor logra transmitir todo el sufrimiento y la angustia que experimentó el personaje real.
Me pareció sumamente interesante analizar el trasfondo psicológico de un personaje tan controvertido como Douch.
Revela su personalidad tanto por lo que dice como por lo que no dice.
Las conversaciones entre Bizot y Douch son muy reveladoras. Ambos protagonistas se nos presentan de forma muy realista.
Bizot es un hombre educado y con sentido común.
Douch, aun con tantos crímenes en sus espaldas, no es mostrado de forma maniquea como un ser malévolo. Más bien nos presenta la imagen de un hombre sencillo que cree que cumpliendo con su deber está haciendo un bien a su patria y a los demás. Aunque de tonto no tiene un pelo, parece incapaz de conectar la realidad objetiva (a eso se le llama ser idiota). Con la cabeza carcomida por toda el absurdo pensamiento marxista-maoísta, no logra conciliar en su cabeza las contradicciones inherentes del socialismo ni lo injusto de sus métodos, con lo que no le queda otra cosa que repetir mantras. Los mismos mantras que repiten los rojos una y otra vez; remedio efectivo para calmar la conciencia cuando la cabeza trabaja más de lo que debería. En un momento llega a decir que lo que hace no lo hace por crueldad, sino que es lo que debe hacer. ¿Lo que debe hacer para servir a la revolución o lo que debe hacer para sobrevivir? ¿Es acaso solo una víctima de las circunstancias, obligado a cometer atrocidades para subsistir? Tengo mis serias dudas. No parece ser un hombre que tome decisiones a punta de pistola. ¿Es un sádico, un psicópata? Es difícil decirlo. No parece estar interesado en el bienestar de ningún camboyano. Sólo parece preocuparse por el francés. ¿Extendió su bondad y confianza a otros compatriotas? No se sabe. A primera vista parece que no.
No queda claro desde qué momento Douch empezó a simpatizar con Bizot. Supongo que desde le primer momento nunca quiso matarlo. Se armó entonces una pequeña farsa para testear su personalidad, conocerlo mejor y tener excusas para interactuar con él y para justificar antes sus superiores, que ya andaban preguntado por qué seguía vivo, por qué no lo ejecutaba. Al ser el comandante del campo tenía la potestad de hacerlo.
Es acertado que, en al menos un momento, el punto de vista cambie y se nos presenten los dilemas que tuvo que enfrentar Douch para conservar su puesto sin hacer enfadar a sus superiores.
La segunda parte narra lo sucedido tras la liberación de Bizot y la evacuación de todos los extranjeros del país.
El director consigue transmitir eficazmente el ambiente caótico y de incertidumbre de una ciudad abandonada y un grupo de extranjeros acorralados en la embajada a merced de las volubles decisiones del ejército revolucionario, contra quienes no tienen ninguna defensa.
El momento de la evacuación es particularmente tenso. Un paso en falso y cualquiera podría perder la vida a manos de los soldados.
Agradezco la decisión del director de presentarnos, no un biopic extendido, sino un extracto de la vida de un personaje común en una situación fuera de lo común y cómo el incidente marcó su vida.
Aplaudo también que haya logrado presentarnos incidente histórico en que transcurre la obra de la forma más objetiva posible, pero sin caer en la condescendencia para con los victimarios.
La película va sobre un francés radicado en Camboya a quien le tocó vivir esos horrores; François Bizot, personaje real, antropólogo y único occidental que logró salir vivo del cautiverio de jemeres rojos.
Esta es la historia de él y el otro protagonista: Douch, el interrogador, también personaje real acusado de crímenes de guerra. Responsable directo de la muerte de miles de sus conciudadanos.
La película está dividida en dos partes.
Durante ambas partes el director logra mantener la tensión adecuadamente.
La primera consiste en el cautiverio y se sustenta, sobre todo el los diálogos y las interacciones entre Bizot, que intenta luchar por su vida y la de sus compañeros y su interrogador, que intenta sacarle una confesión.
Raphaël Personnaz, con sus excelentes dotes de actor logra transmitir todo el sufrimiento y la angustia que experimentó el personaje real.
Me pareció sumamente interesante analizar el trasfondo psicológico de un personaje tan controvertido como Douch.
Revela su personalidad tanto por lo que dice como por lo que no dice.
Las conversaciones entre Bizot y Douch son muy reveladoras. Ambos protagonistas se nos presentan de forma muy realista.
Bizot es un hombre educado y con sentido común.
Douch, aun con tantos crímenes en sus espaldas, no es mostrado de forma maniquea como un ser malévolo. Más bien nos presenta la imagen de un hombre sencillo que cree que cumpliendo con su deber está haciendo un bien a su patria y a los demás. Aunque de tonto no tiene un pelo, parece incapaz de conectar la realidad objetiva (a eso se le llama ser idiota). Con la cabeza carcomida por toda el absurdo pensamiento marxista-maoísta, no logra conciliar en su cabeza las contradicciones inherentes del socialismo ni lo injusto de sus métodos, con lo que no le queda otra cosa que repetir mantras. Los mismos mantras que repiten los rojos una y otra vez; remedio efectivo para calmar la conciencia cuando la cabeza trabaja más de lo que debería. En un momento llega a decir que lo que hace no lo hace por crueldad, sino que es lo que debe hacer. ¿Lo que debe hacer para servir a la revolución o lo que debe hacer para sobrevivir? ¿Es acaso solo una víctima de las circunstancias, obligado a cometer atrocidades para subsistir? Tengo mis serias dudas. No parece ser un hombre que tome decisiones a punta de pistola. ¿Es un sádico, un psicópata? Es difícil decirlo. No parece estar interesado en el bienestar de ningún camboyano. Sólo parece preocuparse por el francés. ¿Extendió su bondad y confianza a otros compatriotas? No se sabe. A primera vista parece que no.
No queda claro desde qué momento Douch empezó a simpatizar con Bizot. Supongo que desde le primer momento nunca quiso matarlo. Se armó entonces una pequeña farsa para testear su personalidad, conocerlo mejor y tener excusas para interactuar con él y para justificar antes sus superiores, que ya andaban preguntado por qué seguía vivo, por qué no lo ejecutaba. Al ser el comandante del campo tenía la potestad de hacerlo.
Es acertado que, en al menos un momento, el punto de vista cambie y se nos presenten los dilemas que tuvo que enfrentar Douch para conservar su puesto sin hacer enfadar a sus superiores.
La segunda parte narra lo sucedido tras la liberación de Bizot y la evacuación de todos los extranjeros del país.
El director consigue transmitir eficazmente el ambiente caótico y de incertidumbre de una ciudad abandonada y un grupo de extranjeros acorralados en la embajada a merced de las volubles decisiones del ejército revolucionario, contra quienes no tienen ninguna defensa.
El momento de la evacuación es particularmente tenso. Un paso en falso y cualquiera podría perder la vida a manos de los soldados.
Agradezco la decisión del director de presentarnos, no un biopic extendido, sino un extracto de la vida de un personaje común en una situación fuera de lo común y cómo el incidente marcó su vida.
Aplaudo también que haya logrado presentarnos incidente histórico en que transcurre la obra de la forma más objetiva posible, pero sin caer en la condescendencia para con los victimarios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El diálogo final entre ambos está desarrollado con maestría. Hace que me surjan varias preguntas.
Años después, Bizet se encuentra es un hombre "reformado" que ha dejado su vida revolucionaria y ha abrazado el cristianismo. ¿Está realmente arrepentido de sus acciones? ¿Es un converso de corazón, o es un oportunista que, sin ver ya una salida, hace un último y desesperado acto de arrepentimiento para intentar lavar sus pecados, su imagen y, tal vez, su conciencia?
Sólo Dios puede examinar los corazones. Pero, ¿por qué decide hablar únicamente con Bizet? Si se dice cristiano, debe creer en el perdón de Dios. ¿O acaso necesita también el perdón de los hombres? ¿Pidió perdón en algún momento a aquellos contra quienes atentó? Quizás sabe que ninguno de sus compatriotas puede entender su verdadera situación y juzgarlo con la venda puesta; fue parte de un genocidio contra sus propios conciudadanos. Por ello siente que necesita un juez imparcial. Un extranjero que le conozca y que no sea parte del grupo colectivo contra quien cometió tantos crímenes.
Bizet es esa persona. Douch dice sentirse culpable por los compañeros camboyanos de Bizet, que fueron ejecutados, aunque no por orden de él. ¿Lo siente realmente o es sólo porque estos estaban relacionados con Bizet, a quien tiene en frente? Le pide perdón a Bizot, pero cuando este le cuestiona su arrepentimiento, que no se extiende a los otros que asesinó, se excusa diciendo que era sólo un subordinado obediente. Uno más en toda la cadena de mando.
No dice nada sobre el fracaso de la implantación de su ideología. ¿Es por vergüenza? ¿Reconoce haber tomado la senda equivocada? ¿O en el fondo sigue convencido, como todo buen socialista, que sus ideas no funcionaron porque no eran verdadero socialismo?
Al final, dice que el único fallo que le interesa es el de Bizot. ¿Acaso cree que es él el único que podría juzgarlo con verdadera justicia? Y si lo que busca realmente es un fallo justo para aliviar el peso sobre su conciencia ¿por qué tendría que venir ese fallo de la única persona de quien tuvo compasión?
Y por último, ¿le sirvió la respuesta del francés?
Años después, Bizet se encuentra es un hombre "reformado" que ha dejado su vida revolucionaria y ha abrazado el cristianismo. ¿Está realmente arrepentido de sus acciones? ¿Es un converso de corazón, o es un oportunista que, sin ver ya una salida, hace un último y desesperado acto de arrepentimiento para intentar lavar sus pecados, su imagen y, tal vez, su conciencia?
Sólo Dios puede examinar los corazones. Pero, ¿por qué decide hablar únicamente con Bizet? Si se dice cristiano, debe creer en el perdón de Dios. ¿O acaso necesita también el perdón de los hombres? ¿Pidió perdón en algún momento a aquellos contra quienes atentó? Quizás sabe que ninguno de sus compatriotas puede entender su verdadera situación y juzgarlo con la venda puesta; fue parte de un genocidio contra sus propios conciudadanos. Por ello siente que necesita un juez imparcial. Un extranjero que le conozca y que no sea parte del grupo colectivo contra quien cometió tantos crímenes.
Bizet es esa persona. Douch dice sentirse culpable por los compañeros camboyanos de Bizet, que fueron ejecutados, aunque no por orden de él. ¿Lo siente realmente o es sólo porque estos estaban relacionados con Bizet, a quien tiene en frente? Le pide perdón a Bizot, pero cuando este le cuestiona su arrepentimiento, que no se extiende a los otros que asesinó, se excusa diciendo que era sólo un subordinado obediente. Uno más en toda la cadena de mando.
No dice nada sobre el fracaso de la implantación de su ideología. ¿Es por vergüenza? ¿Reconoce haber tomado la senda equivocada? ¿O en el fondo sigue convencido, como todo buen socialista, que sus ideas no funcionaron porque no eran verdadero socialismo?
Al final, dice que el único fallo que le interesa es el de Bizot. ¿Acaso cree que es él el único que podría juzgarlo con verdadera justicia? Y si lo que busca realmente es un fallo justo para aliviar el peso sobre su conciencia ¿por qué tendría que venir ese fallo de la única persona de quien tuvo compasión?
Y por último, ¿le sirvió la respuesta del francés?
5 de noviembre de 2023
5 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Altman es uno de mis directores favoritos. Pero me he dado cuenta de que conecto mucho más con sus filmes dramáticos o de suspenso. Todas sus comedias me las he visto en inglés con subtitulos; y sospecho que su peculiar técnica de diálogos superpuestos sólo pude tener efecto en hablantes nativos del inglés, capaces de entender varias voces simultáneas de entre las que salen diálogos graciosos. Es eso o es que yo tengo un humor poco agudizado. El punto es que casi nunca me río con sus comedias. Con esto no digo que sean malas. Muchas están realizadas con mucha maestría.
O.C. and Stiggs me ha dejado bastante desconcertado. No se si la película que acabo de ver es una basura o es simplemente una obra menor del maestro (obra maestra está claro que no es). En cuanto a su realización, no dista mucho de otras comedias como MASH, Brewster McCloud, A Wedding o Beyond Therapy: todas rezuman la misma impronta.
Lo que falla es, en definitiva, el guion.
No sé como habrán sido los personajes originales, de los que únicamente sé que salieron en la revista National Lampoon. Pero sea como sea, los personajes que nos presentan son dos seres aburridos, completamente planos y sin ninguna motivación creíble.
O.C. tiene un poquito más de desarrollo que Stiggs; tiene un abuelo cuya jubilación fue afectada por el magnate Randall Schwab, y a quien tendrá que internar en un asilo. También se enamora de una chica. Eso es todo. Stiggs tiene una familia difícil y más nada. Ambos odian a la familia Schwab, a quienes gastan bromas pesadas. Ninguno de los dos experimenta algún tipo de arco dramático.
La obra carece de la estructura típica de los tres actos; es mas bien episódica, con algo semejante a un clímax al final. Quizás si tiene una trama, pero comienza in media res. Esto no es nada raro viniendo de un realizador como Altman, y por lo general, no hace falta. Pero en este caso sí que se hecha de menos un hilo argumental o una trama mejor desarrollada, siendo el hecho de que los personajes están tan poco dimensionados.
Esta comedia, considero, está bastante cerca del humor surrealista de, por ejemplo, la saga de The Naked Gun.
Pero se mantiene dentro de los límites de la realidad pese a que casi todos los personajes son en extremo excéntricos y caricaturescos.
Tiene momentos divertidos que pueden hacerle gracia a alguien de risa fácil.
También tiene escenas memorables y divertidas como la del pequeño concierto del conjunto musical africano
Lo bueno es que mantiene un ritmo de acción bastante acelerado y un montaje muy dinámico que hizo que no la sintiera pesada ni aburrida.
Con todo es bastante tontuna. No sé si eso se debe a que estaba dirigida a un público adolescente. Lo ignoro.
A veces parece que no.
Me cuesta tener que reconocer que O.C. and Stiggs probablemente se tenga ganado, con justicia, su puesto de ser una de las películas menos conocidas de Altman.
No destaca en ningún aspecto.
Pero cuando amo el trabajo de un director como Robert Altman, mi discernimiento se nubla, y soy incapaz de desdeñar nada que venga él.
O.C. and Stiggs me ha dejado bastante desconcertado. No se si la película que acabo de ver es una basura o es simplemente una obra menor del maestro (obra maestra está claro que no es). En cuanto a su realización, no dista mucho de otras comedias como MASH, Brewster McCloud, A Wedding o Beyond Therapy: todas rezuman la misma impronta.
Lo que falla es, en definitiva, el guion.
No sé como habrán sido los personajes originales, de los que únicamente sé que salieron en la revista National Lampoon. Pero sea como sea, los personajes que nos presentan son dos seres aburridos, completamente planos y sin ninguna motivación creíble.
O.C. tiene un poquito más de desarrollo que Stiggs; tiene un abuelo cuya jubilación fue afectada por el magnate Randall Schwab, y a quien tendrá que internar en un asilo. También se enamora de una chica. Eso es todo. Stiggs tiene una familia difícil y más nada. Ambos odian a la familia Schwab, a quienes gastan bromas pesadas. Ninguno de los dos experimenta algún tipo de arco dramático.
La obra carece de la estructura típica de los tres actos; es mas bien episódica, con algo semejante a un clímax al final. Quizás si tiene una trama, pero comienza in media res. Esto no es nada raro viniendo de un realizador como Altman, y por lo general, no hace falta. Pero en este caso sí que se hecha de menos un hilo argumental o una trama mejor desarrollada, siendo el hecho de que los personajes están tan poco dimensionados.
Esta comedia, considero, está bastante cerca del humor surrealista de, por ejemplo, la saga de The Naked Gun.
Pero se mantiene dentro de los límites de la realidad pese a que casi todos los personajes son en extremo excéntricos y caricaturescos.
Tiene momentos divertidos que pueden hacerle gracia a alguien de risa fácil.
También tiene escenas memorables y divertidas como la del pequeño concierto del conjunto musical africano
Lo bueno es que mantiene un ritmo de acción bastante acelerado y un montaje muy dinámico que hizo que no la sintiera pesada ni aburrida.
Con todo es bastante tontuna. No sé si eso se debe a que estaba dirigida a un público adolescente. Lo ignoro.
A veces parece que no.
Me cuesta tener que reconocer que O.C. and Stiggs probablemente se tenga ganado, con justicia, su puesto de ser una de las películas menos conocidas de Altman.
No destaca en ningún aspecto.
Pero cuando amo el trabajo de un director como Robert Altman, mi discernimiento se nubla, y soy incapaz de desdeñar nada que venga él.

5,5
1.098
6
3 de noviembre de 2023
3 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los que conozcan lo más popular del trabajo de Robert Altman no se extrañarán de que este film carezca de la rígida estructura narrativa a la que estamos acostumbrados, con sus tres actos y demás.
En esta obra, que me recuerda bastante a algunas películas de Herzog en las que se conjugan magistralmente la narrativa y el documental, nos enteramos de como transcurre la vida de los integrantes de una compañía de danza fuera del escenario.
Entre la muchedumbre de personajes que van y vienen, apenas logramos distinguir el esbozo de un protagonista en el personaje de Loretta Ryan, que tiene algo más de preponderancia que el resto, y de quien nos cuentan alguna que otra cosilla relacionada con su trabajo, su familia y un affair con un cocinero.
Las escenas de danza sirven para aderezar la vaga historia con un espectáculo de luces, colores y movimientos, por si la insulsa historia que nos cuentan se vuelve tediosa. Aunque he de decir que me pareció muy interesante ver las sesiones de práctica de los bailarines. No me había puesto a pensar en lo mucho que se parece la interacción del coreógrafo y los danzarines con la de un director y su actor; siempre tratando de que de lo más profundo del alma surja la chispa que active los músculos correctos y se produzca el movimiento o la actuación que la obra requiera.
Me gustan las artes. Pero nunca me había interesado mucho por la danza. Con esta película se despertó mi curiosidad, y me acerqué mucho más a ese fascinante mundo.
The Company es una obra digna de verse al menos una vez, como será mi caso. Pero hay que verla con una mente abierta, recordando que los artistas del séptimo arte (en este caso Altman), así como los coreógrafos, tiene su única y particular visión y manera de expresarse, no siempre a tono con las modas dominantes.
En esta obra, que me recuerda bastante a algunas películas de Herzog en las que se conjugan magistralmente la narrativa y el documental, nos enteramos de como transcurre la vida de los integrantes de una compañía de danza fuera del escenario.
Entre la muchedumbre de personajes que van y vienen, apenas logramos distinguir el esbozo de un protagonista en el personaje de Loretta Ryan, que tiene algo más de preponderancia que el resto, y de quien nos cuentan alguna que otra cosilla relacionada con su trabajo, su familia y un affair con un cocinero.
Las escenas de danza sirven para aderezar la vaga historia con un espectáculo de luces, colores y movimientos, por si la insulsa historia que nos cuentan se vuelve tediosa. Aunque he de decir que me pareció muy interesante ver las sesiones de práctica de los bailarines. No me había puesto a pensar en lo mucho que se parece la interacción del coreógrafo y los danzarines con la de un director y su actor; siempre tratando de que de lo más profundo del alma surja la chispa que active los músculos correctos y se produzca el movimiento o la actuación que la obra requiera.
Me gustan las artes. Pero nunca me había interesado mucho por la danza. Con esta película se despertó mi curiosidad, y me acerqué mucho más a ese fascinante mundo.
The Company es una obra digna de verse al menos una vez, como será mi caso. Pero hay que verla con una mente abierta, recordando que los artistas del séptimo arte (en este caso Altman), así como los coreógrafos, tiene su única y particular visión y manera de expresarse, no siempre a tono con las modas dominantes.

6,0
79
7
24 de abril de 2023
24 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de haber visto siete películas del señor Ford moviéndose en los agrestes terrenos del oeste americano, me cuesta pensar que Upstream haya sido dirigida por él.
Lo que tenemos es un drama intimista sobre un grupo de actores y artistas poco exitosos que conviven en un edificio de apartamentos. De ahí saldrá un historia ligera que incluye un triángulo amoroso.
Rodada casi enteramente en interiores, pone a prueba la versatilidad del director en estos nuevos espacios; si bien es muy probable que el director haya trabajado en entornos similares en alguna de las muchas películas anteriores que dirigió y que, tristemente, quizás nunca veamos.
Lo fotografía es completamente diferente a sus anteriores trabajos siendo, según leí, influenciada por el estilo visual de Friedrich Murnau, con iluminación en claroscuro y fotogramas teñidos.
A medio camino en entre el drama y la comedia mantiene los siempre efectivos toques de humor.
Earle Foxe, quien irónicamente interpreta a un actor mediocre, es quien más se luce en sus papel de un actor que se supera a si mismo y logra alcanzar el éxito.
Pese a su simple argumento, el desarrollo de la trama no fue previsible, al menos para mí.
El que el principio parecía ser el héroe de la historia terminó relegando su espacio a otro que el guionista nos presentó al principio como un personaje secundario poco carismático. Un giro argumental efectivo que le dio al filme un sabor muy distinto al que uno esperaría.
Dicen que esta es una de las últimas películas de Ford en ser encontrada; apenas en el 2009 en Nueva Zelanda. Espero que sigan apareciendo muchas más de estas pequeñas joyitas del periodo mudo del maestro.
Lo que tenemos es un drama intimista sobre un grupo de actores y artistas poco exitosos que conviven en un edificio de apartamentos. De ahí saldrá un historia ligera que incluye un triángulo amoroso.
Rodada casi enteramente en interiores, pone a prueba la versatilidad del director en estos nuevos espacios; si bien es muy probable que el director haya trabajado en entornos similares en alguna de las muchas películas anteriores que dirigió y que, tristemente, quizás nunca veamos.
Lo fotografía es completamente diferente a sus anteriores trabajos siendo, según leí, influenciada por el estilo visual de Friedrich Murnau, con iluminación en claroscuro y fotogramas teñidos.
A medio camino en entre el drama y la comedia mantiene los siempre efectivos toques de humor.
Earle Foxe, quien irónicamente interpreta a un actor mediocre, es quien más se luce en sus papel de un actor que se supera a si mismo y logra alcanzar el éxito.
Pese a su simple argumento, el desarrollo de la trama no fue previsible, al menos para mí.
El que el principio parecía ser el héroe de la historia terminó relegando su espacio a otro que el guionista nos presentó al principio como un personaje secundario poco carismático. Un giro argumental efectivo que le dio al filme un sabor muy distinto al que uno esperaría.
Dicen que esta es una de las últimas películas de Ford en ser encontrada; apenas en el 2009 en Nueva Zelanda. Espero que sigan apareciendo muchas más de estas pequeñas joyitas del periodo mudo del maestro.
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