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Críticas 71
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de octubre de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mark Webb, el tío que ahora hace pelis de Spiderman, dio el gran pepinazo con esta obra: “500 días juntos”, una comedia romántica en la que somos testigos de la relación de UN CHICO X -sudo de buscar el nombre- y Summer.
El comienzo, con un narrador que no vuelve a aparecer hasta el final del metraje, nos deja muy claro que ésta no es una historia de amor al uso. Quizás es pretencioso, pues no nos deja con el sabor amargo que nos auguran los primeros minutos del film, pero sí que es cierto que tanto la forma como el contenido de la obra se esfuerza en romper los férreos cánones del género. Lo consigue gracias a unos personajes muy bien construidos que no se desarrollan por los clásicos conflictos externos a su relación -somos de dos mundos distintos/nuestras familias no se quieren/he matado a tu hermano…-; sino que parten de una personalidad muy bien definida y evolucionan con una naturalidad muy coherente. No es difícil que concibamos, tanto a Summer como a su amiguillo, como dos personas REALES que interactúan entre ellas; en un ejemplo muy adecuado de buenas prácticas: ni la chica es un simple trofeo que conquistar ni el chico es un capullo sin personalidad.
Como ya he dicho, en cuestiones formales también quiere romper moldes, y también lo consigue satisfactoriamente. Webb utiliza una amplísima variedad de recursos para contar su historia: para empezar, altera la estructura de la narración y va saltando de un día a otro alocadamente. Nosotros vamos descubriendo lo que ocurre de manera orgánica, aportándole un puntito de complejidad que, aunque no llega al nivel de “Memento” y otras obras como esa, sí que nos obliga a hacer un ligerísimo esfuerzo por seguir el relato. En “500 días juntos” se huye de la monotonía y del aburrimiento, por lo que además se introducen ciertos juegos en la narración que demuestran que el autor estaba DISFRUTANDO de su historia. Ahora bien, en muchas ocasiones el concepto le juega a la contra, e impregna la escena de un aire desenfadado que no es todo lo adecuado que debería. Lamento criticar algo que está bien hecho, pero creo que el enfoque escogido es más adecuado para una película de superhéroes -EJEMEJEM- o para una comedieja de instituto que para una historia sobre el desamor.
4 de octubre de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el exitazo de la primera entrega, los buenos de David Leitch y Chad Stahelski se dividieron para traernos nuevas obras de acción frenética que vienen a renovar el género. El primero ya ha firmado obras como “Atómica” y “Deadpool 2”, ambas bastante acertadas por lo visto; y el segundo decidió encargarse de la secuela de su gran acierto: de “John Wick 2”. La primera parte, cuya reseña tenéis por aquí cerca, era una película muy estable y acertada que volvió a impulsar la carrera del bueno de Keanu Reeves, que supo encauzarse en la nueva ola de cine de acción que estamos presenciando y que dejaba entrever un universo que apasionó al público. Ya se ha confirmado un spin-off femenino y una serie basada en El Continental, el hotel de asesinos de la primera entrega, pero antes de todo eso hemos recibido la secuela y, seamos sinceros, las secuelas no siempre salen bien…
Sobre el papel, cuenta con todos los elementos que podríamos pedirle a una segunda parte. Por muy difícil que parezca, el protagonista se debe enfrentar ahora a una organización aún más peligrosa que la mafia de la primera entrega, que le arrebatará mucho más que el coche y el perro. Tendremos más escenas de acción loquísima, cambiaremos de localización durante una parte de la obra y, de paso, conoceremos más a fondo ese universo que se vislumbraba sutilmente en su predecesora. Quizá haya perdido parte de la magia que aporta el misterio y lo desconocido: el fantástico mundo de John Wick nos presentaba una organización secreta, misteriosa, y la forma que teníamos de acercarnos a ella era similar; pero si olvidamos este apego nostálgico y tenemos claro que esta filosofía no funcionaría dos veces seguidas, entenderemos que el camino que ha adoptado la franquicia es el adecuado. “John Wick 2” existe porque queríamos conocer mejor su mundo, y el que no quiera, puede obviarla y pensar que estamos ante una historia de una única entrega; pero jamás podremos decir que su secuela esté mal planteada.
La dirección vuelve a ser un aspecto fundamental, y Chad Stahelski se encuentra a la altura incluso en solitario. La acción vuelve a ser protagonista, y cuenta con unas secuencias intensísimas que sabrán saciar nuestra sed de John Wick pegando tiros como el que se hace un huevo frito -algo bastante complicado, si me preguntáis a mi… Quizá sí he echado en falta ciertos planos super bonitos que introdujeron en la anterior obra, pero eso se compensa con grandes escenas de otro tipo que están maravillosamente dirigidas. El personaje protagonista se explora en mayor profundidad, contando con un arco evolutivo muy decente y defendido magistralmente por el señor Reeves. Os aviso que esta es una de esas segundas partes que entroncan directamente con las terceras partes, pero la historia no se ha visto mermada y el camino de Wick sí que se siente, por ahora, concluido. Solo me queda rezar para que la tercera incluya a Carrie-Anne Moss.
Concluyendo, solo puedo aplaudir secuelas como esta. “John Wick 2” vuelve a ser una obra muy digna, y uno de esos casos en los que el cine comercial se encuentra muy acertado. Debo advertir que varios puntos de su planteamiento difieren de la obra original, como si esto fuera otra cosa, pero eso no quiere decir que sea peor. Si necesitas más John Wick y más acción de la buena, adelante; y si quieres mantener su mundo en secreto olvídate de ellas, pero nunca pienses que es porque sea mala.
18 de agosto de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“In Bruges” es una película de Martin McDonagh, director también de la fabulosa “Tres anuncios en las afueras”. Una obra muy desconocida para mí, de aquellas que nunca me llamarían la atención, pero que supo atraparme y confirmarme que apostar por este autor es apostar sobre seguro. Una comedia divertida, aparentemente sencilla y accesible; una obra super funcional que no debemos temer recomendar a nadie.
La historia nos habla de un par de tipos que terminan atrapados en Brujas, la ciudad belga. Sus motivos, sus historias, sus sentimientos y sus propios destinos serán algo que iremos conociendo poco a poco, en un guion que pone un énfasis absoluto en los personajes. No solo el dúo protagonista, interpretado por Colin Farrell y Brendan Gleeson, ha sido trabajado hasta el extremo: cada secundario de la obra ha sido trabajado con mimo y cuidado, y todo el mundo cuenta con un trasfondo y una personalidad muy bien definidos. Verlos interactuar, por sí mismo, es un gustazo gracias a los maravillosos diálogos y a las maravillosas situaciones planteadas.
No se puede negar que el devenir de los acontecimientos también tiene su jugo, pero en ese aspecto, no debemos esperar demasiadas sorpresas. El desarrollo de “In Bruges” guarda pocos secretos, e incluso puede resultar previsible, pero ninguno de estos puntos flacos harán que la experiencia resulte desagradable. El foco de esta peli es otro: personajes, personajes y personajes, más que la historia en sí. Si tenemos esto en cuenta, creo que solo puedo criticar al interpretado por Jérémie Renier, que me parece introducido de manera forzada para cuadrar el desenlace.
Obviamente, una obra tan basada en personajes no se sustentaría con un elenco mediocre. No es el caso de “In Bruges”, pues todo el reparto se encuentra desbordante en sus papeles. Quizá podrían chirriarnos los excesos de Farrell y Fiennes en ciertas escenas, pero son coherentes con el tono de la obra y de sus propios papeles, que muchas veces son caricaturas de sí mismos (de los personajes, no de los actores). La idea es parecida a querer llevar sus rasgos al extremo, hasta las últimas consecuencias, para cuestionarlos y hacer mofas de ellos. Es un ejercicio curioso, con un referente muy claro: el teatro.
Y es que “In Bruges” NO se puede entender sin tener presente la faceta dramatúrgica de su creador. Para empezar, por su contenido: una obra con muchos puntos en común con el teatro de la crueldad, incluyendo escenas que pueden resultar delicadas y que buscan, indudablemente, causarnos una reacción. Y para terminar, por su forma, desde su división en actos hasta la gestión del espacio y del tiempo escénico. No es algo tan acusado como en obras fielmente adaptadas, pero sí que notamos que cada escena se desarrolla organizadamente, que el foco cambia de manera muy natural y que se ha trabajado mucho en la entrada y la salida de actores y actrices.
De todas formas, esto también es un importante punto flaco. McDonagh hace gala de una dirección algo torpe y, en algunos momentos, excesivamente objetiva, centrada en contar lo mostrado sin embadurnar al espectador con su opinión. Si pensamos en esto como recurso cómico, la película no termina de funcionar en este aspecto; si lo pensamos como decisión narrativa para… cualquier cosa, tampoco; pues, aunque queda elegante, no terminará de transmitir lo que pretende -como esa escena de la cocaína. Es una filosofía muy teatral, basada en actores y diálogo, que no termina de funcionar pasada al celuloide.
Pero no son más que pegas de tiquismiquis que no le estorban a una película muy entretenida y amena, perfecta para ser disfrutada. Quizá se encuentre algo lejos de su última obra, que alcanza a ser impresionante, pero en absoluto es desmerecedora del nombre que se ha labrado este artista.
6 de agosto de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cuarta película de Tarantino fue “Kill Bill”. Voy a ahorrarme las presentaciones porque ya todo el mundo conoce la historia de LA NOVIA, atacada el día de su boda y disparada en la cabeza, imbuida en coma durante cuatro años y deseosa de venganza. Una obra que se encuentra en los altares del cine, considerada por muchos como una de las mejores películas de uno de los mejores directores del panorama actual.
En ella, Tarantino crea un inteligente pastiche de géneros que haría temblar a cualquier productor que se precie. Spaghetti western, animación japonesa, cine de artes marciales, de samuráis… un conjunto que puede imponer de primeras, pero que el director sabe defender adecuadamente segmentando su obra en capítulos que nos facilitan entrar y salir de sus micro universos. De este modo, en su metraje puede incluir esa variedad de ambientaciones y tonos, unificándola con un tono de serie B general que termina de rendir homenaje al cine que le ha inspirado.
Y es que el homenaje es uno de los pilares de su obra. Decía el director que pagaría mucho dinero a la persona que averigüe toooodas las referencias de ésta obra y su secuela, y tengo claro que ese titánico trabajo aún no se ha realizado. No me resultaría extraño que cada plano, cada diálogo y cada escena contara con una fuente de inspiración, y que muchas de ellas sean tan desconocidas que no estarían al alcance de muchos dependientes de videoclubs alternativos americanos.
En cuanto al guion, Tarantino fue inteligente creando una historia que le permitía aunar todo lo anteriormente mencionado. Las claves son sencillas: una mujer despojada de su vida que busca venganza, por lo que se cargará a todo su antiguo equipo. Cada uno de los miembros se relaciona con una ambientación diferente, y se suman aquellas destinadas a explorar otras cuestiones de la protagonista o de sus adversarios. Todo ello, además, aderezado con una BRUTAL gestión del tiempo fílmico, haciendo un uso muy inteligente del flashback.
Lo que hay que tener muy claro en “Kill Bill” es que TODOS los recursos que se utilizan y TODOS los homenajes se encuentran subordinados a la épica. La clave de “Kill Bill” es MOLAR, molar mucho; y para ello, Tarantino se vale de todo lo que tiene a mano. Si un personaje ha abandonado su vida de asesina a sueldo y se ha vuelto un ama de casa, madre de una hija de cuatro años, ella tendrá un combate brutal en el salón y su hija será testigo de su muerte. Si LA NOVIA necesita un arma, será una katana forjada por un maestro legendario que se retiró del tema y regenta un vulgar restaurante, pero que realizará su mejor obra para que sea usada contra su antiguo alumno, con el que tiene cuentas pendientes. Si aparece un francotirador en esta obra, debe ser una tipa asiática enfundada en cuero rojo y capaz de introducir una bala en la cabeza de un tío a más de un kilómetro mientras está sentado en la parte de atrás de un coche en marcha con los cristales tintados.
Este aire permite a Tarantino jugar con su obra, en un ejercicio que a veces roza lo meta narrativo, y que consigue que le perdonemos cualquier fallito de guion que se le haya colado. Dónde si puede salir escaldado es en las conclusiones de esta primera parte. La división debe estar justificada, no solo por la estética o la duración del metraje, si no porque debe presentar una historia que FUNCIONE por si misma. Y aunque funciona y nos concluye gran parte de las cuestiones que plantea, no consigue lo mismo con las conclusiones, pues se encuentra muy vacía de conflicto o mensaje. “Kill Bill” no termina hasta su segunda parte, lo que me resulta una decisión negativa: se podría haber introducido una subtrama o haber desarrollado a su personaje en estadios.
20 de julio de 2018 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien, vamos a ver. “Han Solo: A Star Wars Story”, es otro de los spin-offs ambientados en el universo Star Wars con el que Disney y compañía pretenden hacernos más sencilla la espera de la tercera parte de su nueva trilogía. Esta vez, han escogido centrarse en la historia del famosísimo Han Solo, el contrabandista que co-protagonizó la trilogía original, y uno de los personajes más queridos de la saga. El resultado no ha estado al gusto de todos -algo que se me antoja IMPOSIBLE en los tiempos que corremos-, pero es indudable que la obra es una más que digna superproducción, y que cumple sobradamente con su función principal: entretener al respetable.
Porque si hablamos con propiedad, es muy muy difícil que no te entretenga esta película. La historia sigue pasito a pasito la estructura del viaje del héroe, sus puntos de mayor intensidad están ubicados en el lugar que deben y su realización se encuentra dentro de los estándares de un producto veraniego. Es cierto que ha levantado ampollas, y que en esta ocasión se ha visto reflejado en la taquilla; pero creo que es más culpa de otros factores que de los supuestos problemas de la producción, de la calidad del proyecto final o de un enfado social con la franquicia. Hay mucha indignación con el tema, pero seamos honestos: la indignación se viene arrastrando desde antes de su estreno. Y desde antes del estreno de la octava parte. Más o menos, desde “Thor: Ragnarok” (¿?)
Los problemas en la producción crearon una mala imagen en los espectadores. La cosa llegó a límites peligrosos, como la salida de los directores (Chris Miller y Phil Lord, directores de “La LEGO película”), y la modificación de parte del reparto. Sin embargo, en palabras de su sucesor, Ron Howard, el 70% del resultado final es suyo; y creedme, eso es mucho porcentaje. Es cierto que la obra es un extraño pastiche de géneros –“asalto al tren” meets “película bélica” meets “James Bond” meets “Ocean’s 11” meets “Star Wars”-, peeeero esto es más reflejo de un guion que entremezcla multitud de influencias muy dispares que de un caos organizativo. Debo decir que la mezcla me resulta muy agradable, y aunque existe la sensación de estar viendo cortometrajes de ambientaciones diferentes, la extraordinaria sucesión de los acontecimientos de la historia ayuda a la unificación de las escenas.
Es cierto que la obra es demasiado oscura -Howard dice que se debe a la herencia recibida- durante muchas escenas del metraje, pero quitando eso, la calidad final es indiscutible. Me gusta mucho como se han grabado y coreografiado muchas de las escenas de acción, que cuentan con una potencia visual que me ha llegado a recordar a películas como “The Raid” o “Wonder Woman”. Dónde más he notado fallos es en algunas decisiones argumentales -otra muerte de una mujer que su pareja supera en milésimas de segundo-, y en el ritmo del conjunto, que sigue al milímetro los ritmos que se esperan de un blockbuster: el punto cómico en la persecución para aligerar, el momento de relax tras el primer giro, el pico de intensidad dramática antes del desenlace… Se nota demasiado prefabricado, y eso afecta a que la potencia de estos momentos se vea reducida y, el conjunto, excesivamente “industrial”. Por otro lado entiendo la decisión, porque cuando rompen los ritmos, medio fandom se les echa encima…
Por último, toca hablar de la imagen de agotamiento y de enfado que se ha creado socialmente. En pleno siglo XXI, en el que todo el mundo tiene una opinión y PUEDE COMUNICARLA, nos creemos dueños y señores de los productos que consumimos -hay un grupo de tíos que quieren volver a rodar la octava-, y tendemos a empoderarnos y a creer que nuestro enfado es compartido. Este enfado viene de lejos, del remake del cuarto capítulo, de una imagen de “infantilización” de las nuevas sagas de Disney (como si las grandes producciones de entretenimiento nunca hubieran tenido sus toques de comedia) y de una octava entrega que DESTROZABA los tópicos de la franquicia. Pero su fracaso no viene del enfado -ya me diréis qué tal la novena…-, sino de un conjunto de malas decisiones relacionadas con su estreno. El marketing fuerte de esta obra llegó MUY tarde, incomparable con el resto de las pelis; la última la disfrutamos hace poco menos de medio año y, como motivo principal, ya gozamos de un taquillazo gordo que comparte público objetivo: “Infinity War”. Es difícil conseguir que el público se vuelque a saco con dos proyectos tan cercanos.
Por todo ello, vamo a calmarno. “Han Solo: blablabla…” es una obra aceptable, entretenida; un viaje que funciona y que, pese a su extenso metraje, no decae en -demasiadas- ocasiones. Esto es “Star Wars”, la historia de uno de los personajes principales está bien contada y, para colmo, no se sustenta -demasiado- en el homenaje pueril. VAMOS A VER, no es un clásico instantáneo ni un antes y un después en la historia del cine… y NO hace falta que lo sea.
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