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Críticas 4.596
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
29 de junio de 2011
62 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay veces en que caso es peor ser el mejor que ser uno del montón.
Tengo la impresión de que éso es lo que le va a pasar a Pixar en algún momento, si es que no le está ocurriendo ya.
¿Por qué? Pues porque, viendo cómo la crítica especializada se ha lanzado al cuello de John Lassiter y sus coches cual jauría de tiburones hambrientos, está más que claro que lo que siempre se acaba esperando de un ganador nato es que fracase. Aunque sea malvado y absurdo de admitir. Con Pixar, y con Cars 2, ocurre ésto.
Y hay que reconocer que la película tiene parte de culpa de que haya sido así. Porque si hay algo que no se le puede permitir a Pixar después de 11 obras maestras es que fracase estrepitosamente allí donde siempre ha radicado su secreto: la emoción, la magia (sea lo que sea ese concepto indefinible, que ha de sentir cada espectador), la emotividad y el tradicionalismo. Es decir, todos aquellos elementos que han hecho míticas a las películas de la major, Disney, cuyo estilo Pixar siempre ha seguido fielmente sin ocultar su deuda con todos esos clásicos del tío Walt que generaciones distintas adoran. Sin embargo, Cars 2 es la primera película de la factoría Pixar que patina en ese aspecto. Y ello se debe a que la relación entre McQueen y Mater (lo más pesado y lo que ralentizaba la acción de Cars, la original. ¿O acaso no son los insoportables minutos de los tractores-vaca lo único desechable de Cars?) es aquí el eje central de la acción. Y yo lo siento en el alma, pero la dichosa grúa siempre se me atragantó en Cars, así que imagínense aquí, donde es el protagonista absoluto. En ningún momento el espectador se emociona ante el conflicto entre ambos amigos, y por tanto, su resolución, que trata de emocionar a la desesperada, tampoco convence.
Menos mal que los demás ingredientes habituales de la casa del flexo saltarín siguen ahí. El ritmo es trepidante, la aventura deja sin aliento (esos aires a lo James Bond...), las escenas de acción tienen un montaje y una planificación que dejan en ridículo a películas "reales". Y sobre todo, sobre todo, está la animación. Porque incluso cuando el guión no acaba de acompañar, como en este caso, Pixar sigue dando sopas con hondas al resto de compañías animadas. Es tal el nivel de realismo que uno sólo distingue la animación cuando vemos las caras de los coches. El resto podría haber sido perfectamente Londres, París, Italia, Tokyo, o lo que quieran ustedes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En resumen. ¿Es Cars 2 una obra maestra? No. ¿Es la peor película de Pixar? Sí ¿Decepciona? Posiblemente. ¿Es una película recomendable? Rotundamente sí. ¿Es injusto cebarse con Lasseter y compañía? Pues en realidad no, pero es lo que tiene hacer siempre obras maestras y presentar una nueva película que no lo es.
Ser el mejor también tiene sus inconvenientes.

Lo mejor: La animación, una pieza de museo (ver el realismo apabullante de las recreaciones de ciudades reales, o del típico paisaje italiano), todas las escenas de acción (en especial el prólogo en alta mar) y el carisma de los nuevos personajes (en especial McMissile y Shiftwell)
Lo peor: No hay magia. No hay emoción. Y Mater es INSOPORTABLE.
15 de junio de 2016
72 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a empezar con una obviedad: Buscando a Dory no es mejor que Buscando a Nemo. No. No lo es. Quizás tampoco sea una de las mejores películas de Pixar (claro que, hablando de una casa que ha parido obras maestras como Toy Story, Up, WALL-E, Ratatouille o Del revés, es ya realmente difícil decidir qué es lo mejor y qué es lo menos bueno). Pero, amigos, esto no es una mala noticia en absoluto. Más bien al contrario.

Precedida por un nuevo corto maravilloso llamado Piper, un pedacito de cine glorioso con todos los detalles marca de la casa en lo que a cortos se refiere (sin diálogos, muy humorístico, protagonizado por animales) acerca de una cría de ave que se enfrenta por primera vez a un bello pero aterrador enemigo, llega el momento de disfrutar con las nuevas aventuras de Dory, la simpática pececilla que robó el corazón del mundo entero en Buscando a Nemo. Porque sí, la protagonista absoluta de la función en esta ocasión es Dory. Marlin y Nemo son secundarios de lujo en esta ocasión, porque el protagonismo debe ser para ella, sin duda uno de los personajes más entrañables y carismáticos de Pixar debido a su humor, su ternura y por supuesto sus pérdidas de memoria a corto plazo.

Podía haber dudas, porque cuando Pixar se pone a hacer secuelas igual le salen dos obras maestras (como Toy Story 2 y sobre todo Toy Story 3) o dos películas absolutamente prescindibles e innecesarias, aunque tampoco horribles (Cars 2 y Monstruos University). Veremos por dónde sale el sol con las ya anunciadas Cars 3 y Los Increíbles 2, pero desde luego con Buscando a Dory han vuelto a dar en el clavo. De hecho, la película recuerda en muchas ocasiones a las maravillosas aventuras de los juguetes de Andy (ver esa persecución final por autopista, muy parecida a la de los juguetes de camino al aeropuerto siguiendo a Woody y Al en Toy Story 2, o ese guió a los niños destrozones de la guardería Sunnyside en Toy Story 3, esta vez reconvertidos en involuntarios torturadores de criaturas marinas en un acuario), lo cual siempre es un enorme halago. Pero es que Buscando a Dory, por si misma y dejando ya las comparaciones, es una extraordinaria película. Tal cual.

Qué se puede decir a estas alturas sobre la calidad de la animación digital de Pixar, que no tiene parangón en el mundo, salvo que en esta ocasión el parecido con la realidad es tan asombroso que a veces cuesta darse cuenta de que lo que estamos viendo no es imagen real, especialmente cuando no hay humanos a la vista. Esos fondos, esas texturas, esa recreación del fondo del mar y sus habitantes, la espectacular recreación del Instituto de Vida Marina de Monterrey… todo es de una perfección que asusta. Es una belleza casi casi de museo. No hay palabras para describirlo realmente, porque hay que verlo. Ya solo por esa genialidad merecería la pena pagar una entrada, pero es que además la cinta es un prodigio de imaginación, humor y entrañables personajes. Es maravilloso ver cómo sus responsables apuestan por no repetirse, ahorrándonos un nuevo el viaje por el océano para centrarse en la aventura pura y dura que tiene lugar en el Instituto de Vida Marina, y la trama es realmente encantadora. Y qué decir de los personajes nuevos. Esperen a conocer a Destiny, la “amiga de cañerías” de Dory, o a la beluga Bailey, o por supuesto al pulpo Hank, sin duda el personaje nuevo más destacado de la función, que forma una pareja memorable con la protagonista. Pero es que incluso los personajes que aparecen apenas unos segundos son gloriosos. No pierdan de vista a la ostra con la que hablan Marlin y Nemo, o a los leones marinos, o a la sorprendente amiga alada que hacen padre e hijo en California. Son apenas unos ejemplos de la inagotable capacidad de Pixar para crear roles inolvidables (quizás los únicos que quedan un poco más atrás son Jenny y Charlie, los padres de Dory, por motivos que comentaremos después). Y aparte, como decíamos, la película es divertidísima, quizás más incluso que su predecesora, y se permite el lujo de marcarse un final épico por carretera que ríase usted de persecuciones reales del cine, coronado además por un uso épico de la cámara lenta y del “What a wonderful world” de Louis Armstrong. Tronchante es poco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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La película, por desgracia, no es perfecta. La frescura que tenía su predecesora se ha perdido un poco, principalmente porque ya conocemos a los personajes protagonistas y ya no nos sorprenden tanto. El final, y me refiero a la escena final, que no vamos a desvelar, parece necesitar una re-escritura urgente. No sé si es que a Andrew Stanton y Angus MacLane les entró de repente la prisa por acabar la película, pero el diálogo que ha escrito Victoria Strouse queda sorprendentemente cojo, como si faltara algo de más enjundia para ese momento final (y con todo y con eso, donde ocurre y entre quiénes ocurre la escena desprende una magia bastante especial). Asimismo, es de las películas de Pixar que más abusa de la emotividad y de los topicazos para emocionar, especialmente en los ya mencionados padres de Dory y su nada disimulado mensaje en favor de la familia, el amor y la amistad. A ratos, como digo, el mensaje es quizás demasiado machacón, como si quisieran emocionar al espectador a golpe de frases de galleta china de la suerte y de momentos de esos en que toda la platea suelta un “ooooohhh” de emoción. Sin duda, esa emotividad está menos lograda que en otras ocasiones y es más “falsa”, podríamos decir, por venir impuesta de serie al espectador. Pero, amigos, tampoco nos rasguemos las vestiduras. Pixar siempre ha ido de la mano de Disney y ha continuado con su filosofía de buenos sentimientos y mensajes positivos. A ver si ahora alguien se va a sorprender o se va a quejar de que la película tenga momentos un poco cursis. Es la esencia de la casa de Mickey Mouse y lo ha sido también de Pixar desde siempre, aunque desde luego con más acierto u naturalidad que en esta ocasión. Además, ambas compañías siempre han ido de frente en sus intenciones, no como otras casas animadas, que hacen del gamberrismo y la transgresión su bandera, y luego en el fondo son más papistas que el Papa (no me digan que la saga Shrek, por mucho que pretenda reírse de los cuentos clásicos, no termina siendo una oda a, precisamente, todos esos valores tradicionales, de un modo más Disney que la propia Disney).

Un nuevo hito en la historia de la mejor compañía animada de los últimos veintitantos años, la mejor de la historia sin duda junto con su socia madre Disney. Es otra liga, otro nivel. Y Buscando a Dory es una maravilla. A disfrutarla y a seguir nadando todos juntos con los genios de Emeryville.

¡Ah! Que nadie se marche de la sala antes de tiempo… hay una gran sorpresa después de los créditos.

Lo mejor: Casi todo. La animación, los personajes, la aventura, el entretenimiento, el humor…

Lo peor: La emotividad está algo forzada y no termina de funcionar, sobre todo en los personajes de los padres de Dory.
8 de mayo de 2011
53 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo nada contra el género romántico siempre y cuando no engañe a nadie ni invada otros géneros. Con frecuencia suelen estorbarme las historias de amor en las películas, porque muy raras veces se conforman con ser complemento de una aventura o de un misterio, o de lo que sea, sino que acaban comiéndose lo que verdaderamente importa de las películas.
Pero éste no es el caso de Agua para elefantes. La película de Francis Lawrence es, simple y llanamente, un melodrama romántico de los de toda la vida. Y por esa razón, porque ni engaña a nadie ni pretende ser más de lo que es, la película no sólo me ha gustado, sino que que me ha convencido bastante. Y es por esa razón también por la que no comprendo según qué comentarios negativos de la película. ¿Que todo está más visto que el tebeo? Por supuesto. ¿Que antes de empezar ya nos sabemos la historia de "chico conoce chica, pero chica está casada con un hombre tiránico y posesivo"? Faltaría más. Pero repito, ¿es éso algo censurable, cuando desde siempre se ha sabido que la película es exactamente éso? Y aún díría más.... ¿es que acaso otros dramas románticos, mejores o peores, son más originales?
Aceptado todo ésto, lo cierto es que Agua para elefantes da exactamente lo que promete. Valiéndose de la excelsa fotografía de Rodrigo Prieto (uno de los mejores operadores del mundo actualmente), Lawrence retrata la Gran Depresión con un colorido fascinante que poco o nada tiene que ver con la pobreza real de la época, pero que sirve perfectamente al propósito del realizador, que no es otro que contemplar con nostalgia y cariño una época pasada, simbolizada por medio de la vida circense. Entre medias, la historia de amor, columna vertebral de la película. Obviamente, no nos dice nada nuevo, y todo nos lo sabemos ya antes de empezar, pero no por ello deja de parecerme igual de emotivo según qué rato. Sin duda, a los fans del género romántico les va a encantar, porque el romance entre Jacob y Marlena es de esos clásicos de toda la vida que hacen subir las ventas de pañuelos de papel.
Entre los actores, brilla con luz propia un Hal Holbrook al que le bastan y le sobran sus ojos para poner el nudo en la garganta a la platea. Reese Withersoon, quien no es la mejor actriz del mundo ni tampoco la peor, se encuentra cómoda en un papel a su medida. Robert Pattinson... ay. Pues un poco el mism ocaso que Witherspoon. Ni entusiasma ni molesta. Está simplemente correcto, y no deja huella ni para bien ni para mal. Porque aquí, señoras y señores, la gran estrella es Christoph Waltz. No hay discusión. El austriaco, jugando con el personaje más complejo de la película (prácticamente el único que no es unidimensional...), realiza sin duda una de las mejores interpretaciones que vamos a ver en todo el año, y es capaz de pasar de la violencia a las lágrimas y los besos sin apenas despeinarse. En una palabra, magistral.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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En definitiva, una propuesta más que correcta y más que aceptable, lastrada por un metraje demasiado alargado, pero que desprende esa magia y ese encanto del cine 100% popular (un poco como El diario de Noah, a la que a mí me ha recordado bastante). No es una obra maestra, pero se deja ver con mucho agrado.

Lo mejor: Christoph Waltz y Hal Holbrook.
Lo peor: La resolución del conflicto amoroso es bastante risible y estrambótica, y además a la película le sobran quince minutitos.
23 de diciembre de 2019
51 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he sido defensora de La Brújula Dorada, la película de 2007 que adaptaba el primer libro de la saga La Materia Oscura de Phillip Pullman (bueno, o casi todo ese primer libro; si no recuerdo mal dejaba fuera los capítulos finales). Pese a ser un fracaso de taquilla (de ahí que se cancelaran sus secuelas) y enfrentarse entonces al boicot de la Iglesia, sigo pensando que es una película más que notable, con muchos aciertos y un carácter mucho más arriesgado que otras sagas fantásticas de la época en el cine.
Sin embargo, hay que reconocer, con enorme gusto, que esta serie es todavía mejor. Y lo es porque, manteniendo la fidelidad a la letra impresa, tiene mucho más tiempo para desarrollar los personajes y los conflictos entre ellos, que son muchos. Así, la relación entre Lyra y Marissa Coulter, o las aventuras de aquellas con los gyptianos o Lee Scoresby, están mucho mejor tratadas en la pantalla. La serie además es entretenimiento puro, con una factura impecable, efectos visuales fantásticos y un reparto que, pese a algunas cosas mejorables (ver más abajo) cumple con lo esperado. Desde James Cosmo a Ruta Gedmintas (atención a su conversación nocturna en el bosque), pasando por un gran James McAvoy y sobre todo una fabulosa Ruth Wilson que se come la pantalla cada vez que aparece (y era difícil hacer olvidar a Nicole Kidman), todos están fantásticos y ayudan a que el interés de la serie, ya de por sí muy alto, suba todavía más. Es una gran propuesta mágica para espectadores exigentes.
Si no se lleva el diez es porque, dejando de lado que nunca nada es perfecto y hay capítulos menos logrados o un poco pasados de minutos, Dafne Keen no termina de funcionar como Lyra. No se trata de que no sea buena actriz, que lo es y mucho, como demostró con creces en Logan junto a Hugh Jackman, sino de que su Lyra es, por así decirlo, demasiado simpática y tierna, cuando la de los libros (y la que hacía Dakota Blue Richards en la película) es bastante más insufrible y antipática, pese a ser la protagonista. Un grano allá donde la espalda pierde su casto nombre, vamos. De igual modo, Lin-Manuel Miranda, por mucho que lo adoremos, sencillamente no es el mejor actor para dar vida a Lee Scoresby, más que nada porque el personaje original es prácticamente un anciano.
Con todo, se trata de una sobresaliente propuesta que hace justifica a la enormidad de la obra de Phillip Pullman con acierto, magia y dramatismo a partes iguales. Excelente. Deja con ganas de más.
21 de septiembre de 2019
48 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como suele ocurrir con todas las series que dan el salto al cine, Downton Abbey, la película, es un capítulo más de la serie, pero extendido. O mejor dicho, es un especial de Navidad de la serie, de los que hubo entre las temporadas 2 y 6 (que ya de por sí duraban dos horas), pero puesto en la pantalla grande.
Y la verdad, ha habido capítulos mejores en la historia de la familia Crawley y sus sirvientes. Esta película nace del interés de sacar más dinero con unos personajes tan queridos por el público, y siendo sinceros hemos visto, como decimos, historias mejores en la pequeña pantalla con estos mismos personajes. La historia está bien, pero adolece de algunos problemas, como la rápida resolución de algunas tramas (como por ejemplo la de Tom y su misterioso visitante), la escasa presencia de algunos personajes (el Henry Talbot a quien da vida un fugaz Matthew Goode, por ejemplo, pero claro, es que ya son tantos, arriba y abajo... y sí, no es casual la mención a la maravillosa serie que siempre ha servido de inspiración a Downton Abbey y Julian Fellowes), la nula explicación sobre ciertas cosas que han pasado entre el final de la serie y la película (hay que recordar que dejamos a Mary embarazada al final de la serie y asumir que la misteriosa niña que aparece por allí es su hija con Henry, de nombre Caroline) y la apuesta descarada que hace al final, con la conversación entre abuela y nieta, por confirmar a la mencionada Mary como la heroína entre las heroínas de esta franquicia, cuando cualquiera que haya visto la serie sabe que de santa ha tenido bastante poco y que se ha portado francamente mal con su propia hermana Edith, sin ir más lejos. Atención también a cómo se resuelven las cuitas de Thomas, muy desaprovechadas (otro que va a terminar siendo un inmaculado ángel... con lo que él ha sido).
Aun así, Downton Abbey, la película, gustará a su público deseado, que no es otro que los fans de la serie. Es entretenida, es muy divertida (atención a personajes como Carson, Molesley y por supuesto Violet, cuyas réplicas e interacciones con Isobel son más descacharrantes que nunca), es emotiva (atención a la relación entre Tom y Lucy, una estupenda Tuppence Middleton, o a la trama de Edith y Bertie) y luce como nunca. La belleza de la casa, que existe de verdad, por cierto, y sus alrededores se ve increíble en la pantalla grande, con esas tomas aéreas, y por supuesto el nivel de producción (decorados, vestuario, maquillaje, peluquería, etc) es soberbio, como corresponde a una producción británica. Los actores también brillan todos a un gran nivel, y además el guión de Julian Fellowes sabe cómo aprovechar a cada uno y darles a todos su momento de gloria.
En definitiva, una película agradable y notable, aunque no extraordinaria, que sirve como cierre, ahora sí, de la historia de la familia Crawley. Ha sido un placer acompañarlos durante los 15 años de su vida que hemos contemplado.

Lo mejor: Da lo que promete
Lo peor: No es de lo mejor de la franquicia
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