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Críticas 146
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
6 de julio de 2017
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuanto más sencilla vuelve su ejecución, más profundo cala Hong Sang Soo en nuestras emociones. The day after es una de las cuatro películas que el coreano ha firmado este año: tras la teatral Lo tuyo y tú y a la espera de una fecha de estreno para On the beach at night alone y Claire's camera. The day after narra la resaca sentimental de un escritor que contrata a una asistente el mismo día en que su mujer descubre la infidelidad de éste con una empleada anterior.

Para ello, el cineasta vuelve a servirse del blanco y negro seis años después de la magnífica The day he arrives. Vuelve así a una austeridad técnica que no le permitirá jugar con el color, como sí había hecho con los objetos de las tres historias de In another country o con las acuarelas de Ahora sí, antes no. Nada grave sabiendo que gran parte de su filmografía se basa sobre todo en los encuentros casuales y las reacciones que estos provocan.

Eso sí, en The day he arrives los callejones de Seúl se volvían un laberinto cómico en el que infinidad de personajes secundarios se entrecruzaban de manera delirante para goce del espectador. En cambio, en The day after la película se limita a tres escenarios: casa, trabajo y un restaurante, situando dos personajes frente a frente entablando conversaciones de varios minutos. Esto que podría parecer falto de interés se vuelve trepidante, en parte, gracias a la gran audacia de dosificar con cuentagotas tanto los flashbacks que condujeron a una dolorosa ruptura, como los nuevos momentos que hacen entrever una nueva puerta abierta, saltando así sin previo aviso del pasado al día después, es decir, hoy.

Pero si ha de destacarse el mayor acierto de la película, ese sería la capacidad de Sang Soo de desnudar a los personajes masculinos que pone bajo el foco. Como ya hiciera con el hombre sin nada que perder en Hill of freedom, lanzándose al amor en un salto de fé. También el director ligón que se deja a sí mismo en evidenci y termina viniéndose abajo en Ahora así, antes no. O el machista iluso que se cree capaz de domesticar a una mujer despreocupada por los convencionalismos sociales, en Lo tuyo y tú.

En The day after, el cineasta vuelve a hacer diana lanzando dardos al centro del sufrimiento masculino, ese que siempre se oculta por la presión social. El protagonista rompe a llorar por culpa de su cobardía. Esa cobardía que le hizo perder a su amante, esa cobardía que provoca una crisis matrimonial, esa cobardía que le impide comenzar una nueva aventura con alguien que supondría una bocanada de aire fresco. Un tipo sin fuerzas para luchar que se deja manipular por las tres mujeres de la historia, obligándolo a experimentar una montaña rusa sentimental que no controla. El hombre parte de su tristeza y pasa por el miedo antes de llegar a encontrar su tranquilidad en una maravillosa escena final que parece repetida, pero que no es más que otro de los trucos de Hong Sang Soo.

Sorprende además que esta vez sea un personaje femenino quien se dedique a observar los cambios de parecer del resto de personajes. La nueva asistente es la única con convicciones y deseos inalterables, como bien demuestra un diálogo en el que defiende la religión como cuestión filosófica esencial. Mientras que la amante, la mujer y el escritor convierten sus corazones en veletas, la asistente abandona la película con un pesar amargo por haberse mantenido fiel a sus sentimientos.

Una nueva muestra de prestigio de este director capaz de despertar emociones con tan solo cinco notas musicales.
26 de septiembre de 2016
31 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los pasajeros de un tren que parte de Seúl con destino Busan son testigos de la propagación de un virus que azota el país convirtiendo a los ciudadanos en zombis. Para poder sobrevivir tendrán que llegar cuanto antes a la ciudad sureña, defendida por el ejército, protegiendo el espacio dentro del transporte. Aunque como siempre, vale más desconfiar de los vivos, no de los muertos.

Un triunfo para el género de zombis que esta película haya sido presentada en la Selección Oficial del festival de Cannes, eso sí, fuera de concurso. Por fin la mayor muestra de cine del mundo reivindica este subgénero abnegado a los prejuicios de la serie B durante décadas. Además, Train to Busan se lanza al estrellato internacional triunfante, con críticas sobresalientes en Francia y en EE.UU. Los críticos parecen destacar su contenido social disfrazado de acción trepidante, haciendo también hincapié en la genialidad que supone la división de la clase turista y la clase bussiness. Enhorabuena a estos críticos por descubrir América. Para quienes conocemos medianamente el subgénero zombi sin necesidad de ser expertos, Train to Busan es una película correcta, sin más.

Es decir, que casi 50 años tras la definición del género y más de una década después de la consideración de los muertos vivientes por los estudios, sorprende que de repente la supuesta élite cultural del mundo del cine se ponga de acuerdo para decirnos que Train to Busan es la película de zombis actual a alabar.

La película no está nada mal, pero no supone nada nuevo en absoluto: la acción ameniza pero no tanto como en cualquiera de los films ya mencionados. La crítica social en línea horizontal, separando las clases en vagones, ya pudimos verlo hace tres años en una magnífica película de aventuras y también surcoreana: Snowpiercer. Incluso la idea de estar atrapados en un medio de transporte con zombis ya ha sido mejor explotada en el vuelo transatlántico de Plane of the dead, película condenada al DVD y al olvido.

Train to Busan, siendo tan divertida y tensa como cualquier otra película de zombis reciente, se ve sin embargo sepultada por la avalancha de entusiasmo por parte de la flor y la nata de la crítica.
5 de octubre de 2017
27 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película airea los trapos sucios de una familia burguesa de Calais. Dicho así, no puede parecer más apetecible, pero el resultado no convence. No se profundiza en la trama de cada personaje, durante casi dos horas saltamos de un miembro de la familia a otro sin que tengamos la sensación de avanzar en el relato. Además, los supuestamente terribles secretos familiares son tratados con una superioridad moral por parte del director que nos hace alejarnos de la obra. Hay temas que Haneke ya había tratado con maestría en sus obras anteriores: el suicidio en El séptimo continente, las fantasías sexuales de La pianista... Ni siquiera el que parecía el tema principal, los refugiados, se representa como debería, reducido a una escena que utiliza a los inmigrantes de forma anecdótica, sin implicación del director en el problema. La familia vive en el Calais actual como podría tratarse de otra ciudad, en otra época.

Es sin duda su película más aseptizada. Ni un ápice de aquel hombre que nos torturaba en cada película sin excepción volviéndose un referente internacional de las escenas de tensión: el plano fijo de quince minutos de Funny games, la sangre en la pared de Caché, el final de La pianista, la escopeta de El tiempo del lobo, la tormenta que vemos acercarse en 71 fragmentos, la compañera de clase en El vídeo de Benny. La bofetada a Susanne Lothar en La cinta blanca. Incluso en Amour, la escena en la que Trintignant relata sus días de campamento - referenciada de manera bochornosa en esta nueva entrega. Nada de aquello que hizo de Haneke un nombre a seguir, un maestro que ha inspirado a nuevos cineastas como Lanthimos, su análisis de la violencia tan pormenorizado hasta mostrarla en su forma más cruda y realista; nada de eso aparece en Happy end. Además, lo que nos deja, apenas tiene sentido, cohesión o interés.

Porque el talento de Haneke va más allá de la violencia, por supuesto. La ruptura de códigos narrativos apoyándose en el apartado visual nos ha brindado sus obras más revolucionarias: Funny games dinamitaba la cuarta pared para ironizar acerca de los esquemas comerciales del cine y Caché jugaba con los planos para que no supiéramos si éramos meros espectadores o si formábamos parte de la escena. En Happy end leemos los mensajes subidos de tono en una pantalla de Facebook, los trapos sucios de un hombre respetable y con poder cuyas debilidades le dejan en entredicho. Sin duda sería algo novedoso para una serie de la HBO de hace quince años, pero en el cine de hoy ya es un cliché demasiado socorrido. Estas escenas palidecen además si recordamos cómo Jaime Rosales utilizó las redes sociales con maestría en Hermosa juventud: un canal de evasión y expresión para una nueva generación de proletarios devastados por el sistema. No es de extrañar, por tanto, que Haneke no terminase su proyecto Flashmob, visto este uso tan desaprovechado de los nuevos canales de comunicación.

No me explico qué ha podido suceder con el arte del austriaco, aunque temo lo peor. Temo que su irreverencia y rebeldía de los noventa se hayan disipado para siempre dejándonos un cineasta acomodado. La última obra realmente revolucionaria que nos ha presentado fue Caché hace doce años ¿Ha cambiado de público Haneke una vez que se ha ganado el favor de las esferas?¿Es Happy end un recopilatorio de greatest hits, suavizado y aromatizado para el agrado de una platea burguesa incapaz de aceptar el malestar o las críticas de trabajos más rompedores? Al menos eso parece. Buena suerte, entonces.

hommecinema.blogspot.fr
6 de febrero de 2017
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yourself and yours es una persecución amorosa. Un pintor discute con su novia debido a los rumores que sus amigos han oído sobre el comportamiento de la mujer. Ella, decepcionada, decide desaparecer una temporada. Al día siguiente, una mujer idéntica a ella aparece en el barrio, flirteando con los habituales a los cafés de la zona ¿Pero son realmente dos personas distintas o acaso la joven trama algo?

La trama martiriza al pintor haciéndole seguir las pistas de los vecinos que han visto a la misteriosa mujer. Él, esperanzado, intentará recuperar a su pareja tras haber confiado más en las malas lenguas que en ella misma. Ella, en cambio, va dejando un rastro de corazones rotos y perdición masculina que hacen ver a su ex pareja que no se puede adaptar a una persona al bonito molde que nos venga en gana. El personaje femenino supone la reivindicación del defecto como libertad y autonomía frente a los patrones sociales, pieza fundamental de nuestra personalidad. Todo ello a la par que los secundarios se reencuentran, entrelanzando personajes y escenarios de forma cómica e inesperada, marca de la casa del director.

Se trata de una película luminosa, cercana y cálida. Aunque esta vez, el peso del humanismo, la ardua defensa de la naturaleza propia, no viene acompañada por un virtuoso ejercicio tras la cámara, como sí ocurría en los títulos ya mencionados. Yourself and yours se convierte así en una de sus obras más convencionales en cuanto a la forma, pero más ricas en cuanto al fondo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Eso sí, si no tenemos en cuenta ese precioso final en la cama, donde el protagonista se despierta y, por un momento, no sabemos si la película ha sido realidad o si sólo ha sido un sueño.
18 de junio de 2017
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
L'amant double es una película vulgar, desde su primer plano de un fórceps abriendo una vagina, y también mal ideada viendo su ridículo final. El thriller erótico como género suele tener un gran componente sujestivo acompañando la imagen para que pueda funcionar. Desde Doble cuerpo de De Palma a Elle de Verhoeven, el director ha de controlar al detalle la representación del deseo y del peligro para que incluso la historia más sórdida nos parezca verosímil.

Eso no ocurre en L'amant double, Ozon pierde el tiempo grabando obviedades como los reflejos en cada uno de los espejos que salen en escena, intentando crear una atmósfera fría en la línea de Inseparables sin éxito. Mención especial al sexo explícito que no logra excitar. Catastrófico, pues viene acompañado de personajes planos. El perfil de la protagonista es servido en bandeja al espectador en un interminable monólogo en los primeros diez minutos de metraje. El de los amantes no se desarrolla en ningún momento. Esto provoca que las escenas de dominación masculina caigan en violaciones gratuitas y en una protagonista incomprensiblemente permisiva. Lejos queda la revolucionaria complejidad del personaje de Huppert el año pasado,

Cuando parece que la película va a recuperar su cauce, el desastre. Un final sacado de la manga sin sentido alguno, ridículo, irrisorio y sin ninguna relación con todo lo anterior, que hace que uno cuestione las capacidades y motivaciones de Ozon. Incluso un mal director hubiera podido suavizar esa transición si tuviera un mínimo de respeto por su propia obra.

hommecinema.blogspot.fr
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