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7
26 de abril de 2007
26 de abril de 2007
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guión y las actuaciones de El niño de la Luna distan mucho de ser redondos en algunos pasajes, sin embargo las imágenes tienen un poder brutal, cada plano sugiere misterio, con una realización fascinante en sus travellings, fundidos y el virtuoso manejo de la cámara.
Villaronga es un cineasta fuera de la ley y el orden, relata historias distintas aunque a veces su espíritu de riesgo roza la salida de la pista, aquí aglutina leyenda, poder mental, una extraña secta y las ¿imaginarias? sensaciones y convicciones de un niño, todo ello marcado por el influjo magnético y perturbador de la Luna.
La fotografía de Jaume Peracaula es excelente con el refuerzo de las aportaciones musicales de Dead Can Dance (Lisa Gerrard incluso interpreta uno de los personajes), en una algo oscilante pero tensa obra de un artista tan especial y singular que hay que reivindicar como auténtico autor de culto.
Villaronga es un cineasta fuera de la ley y el orden, relata historias distintas aunque a veces su espíritu de riesgo roza la salida de la pista, aquí aglutina leyenda, poder mental, una extraña secta y las ¿imaginarias? sensaciones y convicciones de un niño, todo ello marcado por el influjo magnético y perturbador de la Luna.
La fotografía de Jaume Peracaula es excelente con el refuerzo de las aportaciones musicales de Dead Can Dance (Lisa Gerrard incluso interpreta uno de los personajes), en una algo oscilante pero tensa obra de un artista tan especial y singular que hay que reivindicar como auténtico autor de culto.

7,6
6.309
8
12 de abril de 2006
12 de abril de 2006
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que en estos años Bogdanovich se encontraba en estado de gracia y tras The last picture show y Qué me pasa doctor volvía a un alto nivel, además repitiendo con el blanco y negro y la recreación de tiempos pasados.
No es una comedia tan hilarante como su anterior película y es más ligera que The last picture show, pero posee un imperecedero encanto motivado por lo divertido de las situaciones y la complicidad entre los dos protagonistas (padre e hija en la realidad) con un Ryan O'Neal perfecto como el estafador y una inolvidable Tatum O'Neal encarnando la niña que le acompaña en sus correrías.
Bogdanovich ante todo ama el cine clásico y nos lo hace ver a menudo en sus obras, si en su película previa homenajeaba a Howard Hawks aquí parece hacerlo con Chaplin, pero siempre aportando ideas nuevas y logrando que pasemos momentos tan gratos como en su día consiguieron éstos.
No es una comedia tan hilarante como su anterior película y es más ligera que The last picture show, pero posee un imperecedero encanto motivado por lo divertido de las situaciones y la complicidad entre los dos protagonistas (padre e hija en la realidad) con un Ryan O'Neal perfecto como el estafador y una inolvidable Tatum O'Neal encarnando la niña que le acompaña en sus correrías.
Bogdanovich ante todo ama el cine clásico y nos lo hace ver a menudo en sus obras, si en su película previa homenajeaba a Howard Hawks aquí parece hacerlo con Chaplin, pero siempre aportando ideas nuevas y logrando que pasemos momentos tan gratos como en su día consiguieron éstos.

7,1
2.317
9
6 de octubre de 2007
6 de octubre de 2007
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
El viejo es otro de los feticihistas característicos en Buñuel, hace que Celestine le lea calzada con unos botines que él tiene guardados y pide permiso a ésta para tocarle la pierna en plena lectura, la hija es una frígida reprimida y su insatisfecho marido seduce a todas las sirvientas que se le ponen por delante. Hay también un criado y un sacristán, ambos con ideas fascistas, que planean el activismo contra los extranjeros y un bosque siniestro por donde deambula una niña como si se tratara de una desprotegida Caperucita, formando todo un variopinto microcosmos.
Celestine tiene reminiscencias de la Susana de otra obra del autor, pero si aquélla era vulgar y forzaba las situaciones instintivamente, ésta es mucho más calculadora, sibilina e impredeciible, moviéndose con cautela para manejar hábilmente las reacciones que provoca en los hombres.
Tras sus dos obras maestras anteriores, Buñuel hace una nueva versión de la novela que ya llevó al cine Jean Renoir en 1946 y por una vez el término "remake" es elevado a lo más alto, su dominio de la técnica es mayúsculo, la cámara se mueve magistralmente en un trabajo complejo, sutil y malicioso con un excelente y caústico final.
Celestine tiene reminiscencias de la Susana de otra obra del autor, pero si aquélla era vulgar y forzaba las situaciones instintivamente, ésta es mucho más calculadora, sibilina e impredeciible, moviéndose con cautela para manejar hábilmente las reacciones que provoca en los hombres.
Tras sus dos obras maestras anteriores, Buñuel hace una nueva versión de la novela que ya llevó al cine Jean Renoir en 1946 y por una vez el término "remake" es elevado a lo más alto, su dominio de la técnica es mayúsculo, la cámara se mueve magistralmente en un trabajo complejo, sutil y malicioso con un excelente y caústico final.
7
27 de marzo de 2007
27 de marzo de 2007
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sternberg, nacido en Viena pero afincado en Estados Unidos desde niño, había realizado varias excelentes películas mudas y ahora se encontraba unido artística y sentimentalmente a Marlene Dietrich.
El argumento de El expreso de Shanghai tiene toda la artificiosidad y exotismo característicos del cine de Sternberg con la Dietrich, y aunque ésta demuestra ser una actriz de escaso talento, él y su fotógrafo Lee Grames sí logran explotar su físico al máximo haciendo el recurrente papel de mujer con pasado y aparentemente sin conciencia ni moralidad.
En la dirección se caracterizó siempre por su fuerza visual y podemos ver angulaciones de cámara e iluminación propias del expresionismo alemán tan influyente en los años 20 y 30, haciendo mucho énfasis en el humo que arroja el tren, acaso como una vía de salida de las pasiones y odios del variopinto grupo de pasajeros.
Los diálogos, especialmente en la parte inicial, tienen buenas dosis de ironía y cinismo, basta como ejemplo el encuentro-reencuentro de Magdalen y Donald en el que ella dice:
- Me he cambiado el nombre
Y él responde:
-¿Te has casado?
- No, pero necesité más de un hombre para cambiar mi nombre por Shanghai Lily
El argumento de El expreso de Shanghai tiene toda la artificiosidad y exotismo característicos del cine de Sternberg con la Dietrich, y aunque ésta demuestra ser una actriz de escaso talento, él y su fotógrafo Lee Grames sí logran explotar su físico al máximo haciendo el recurrente papel de mujer con pasado y aparentemente sin conciencia ni moralidad.
En la dirección se caracterizó siempre por su fuerza visual y podemos ver angulaciones de cámara e iluminación propias del expresionismo alemán tan influyente en los años 20 y 30, haciendo mucho énfasis en el humo que arroja el tren, acaso como una vía de salida de las pasiones y odios del variopinto grupo de pasajeros.
Los diálogos, especialmente en la parte inicial, tienen buenas dosis de ironía y cinismo, basta como ejemplo el encuentro-reencuentro de Magdalen y Donald en el que ella dice:
- Me he cambiado el nombre
Y él responde:
-¿Te has casado?
- No, pero necesité más de un hombre para cambiar mi nombre por Shanghai Lily

7,4
86.981
7
9 de julio de 2007
9 de julio de 2007
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Philadelphia es una honesta crónica sobre uno de esos temas que al cine comercial USA no agrada. Es reseñable que en el enfoque se huye de la sordidez o el morbo, fijándose en cómo afecta la enfermedad al aspecto humano y social, el rechazo resultante sobre todo de la ignorancia, y haciendo especial hincapié en la lucha por la dignidad.
Tom Hanks, gran actor aunque prototipo de lo políticamente correcto, arriesga en un papel difícil y hace una interpretación magistral llegando a estremecer en la recordada secuencia sonando La mamma morta por voz de Maria Callas con toda su grandeza y pasión, mientras la cámara penetra en el interior de un alma herida.
Para El silencio de los corderos Demme urdió una planificación que engrandecía actuaciones ya de por sí espléndidas, aquí su controlada dirección se centra también en los actores, acreditando grandes cualidades en dicha materia.
Tom Hanks, gran actor aunque prototipo de lo políticamente correcto, arriesga en un papel difícil y hace una interpretación magistral llegando a estremecer en la recordada secuencia sonando La mamma morta por voz de Maria Callas con toda su grandeza y pasión, mientras la cámara penetra en el interior de un alma herida.
Para El silencio de los corderos Demme urdió una planificación que engrandecía actuaciones ya de por sí espléndidas, aquí su controlada dirección se centra también en los actores, acreditando grandes cualidades en dicha materia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es muy emotivo con imágenes de la infancia de Andrew escuchándose las notas de Philadelphia de Neil Young, una de las canciones más tristes que se han compuesto, en el cine era acompañada por los mal ahogados sollozos que el público era incapaz de contener.
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