Todo en Roma rezuma a verdad y a la vez a puro artificio. Cuarón se gusta a sí mismo y pone su cámara al servicio del espectador para que éste disfrute de maravillosos planos y artificios técnicos que hacen que la película sea agradable, fácil y digna de ver.

El guion, sin embargo, se me antoja plano y sin sobresaltos. Casi nada pasa en esta película que se dedica a retratar, quizás, precisamente eso; que nada pasa, aunque todo ocurra. El trasfondo de relaciones intrafamiliares fallidas y un clima social enrarecido ocultan el verdadero drama que sufre una criada que nunca dejará de serlo, y que ni siquiera muestra ambición por mejorarlo. Ese es el drama; se conforma con lo que tiene, aunque lo que tiene sea una nimiedad.

Sin duda, un tema muy en boga estos días, donde casi nadie es feliz con su trabajo y lo que hace, pero cambiarlo y aspirar a ello son cosas bien diferentes.

Notable para Cuarón.

En Melinda y Melinda Woody Allen nos presenta la paradoja del vaso medio lleno o medio vacío hecha película. Y es que todo es según como se mire. De esta forma, nos presenta la misma historia contada por una persona pesimista (un drama) frente a la misma historia contada por un personaje con una perspectiva más optimista, lo que evoluciona en una rica comedia.

En resumen, que lo que tenemos no es una película, sino dos diferentes contadas a trozos y con devenires parecidos, pero fatídicos en un caso y alegres en otros. Si me tengo que quedar con una parte, prefiero la comedia, puesto que las de Allen siempre son alegres, frescas y divertidas. En cambio el drama baja un poco el listón de la película y la hace un poco deficitaria por momentos.

No es ni mucho menos, una obra redonda. Sí que tiene, sin embargo, elementos de la mejor comedia alleniana, aunque se pierda en el drama (no veo ni un asomo de ese buen drama que el neoyorquino es capaz de hacer, como en Macth Point). Se deja ver y tiene momentos muy divertidos, entre los que destacaría las escenas en las que comparten espacio Radha Mitchell (muy buena actuación) junto a un estupendo Will Ferrel.

Si bien la película tiene un comienzo muy potente, hay 20 o 30 minutos por el medio del metraje que pierden algo de intensidad, y que incluso entiendo que en algunos pueda perder el gusto y el interés por la película. Sin embargo el ápice de genialidad llega al final de la película cuando en la mesa los cuatro amigos que comenzaron a contar la historia comparten sus conclusiones e inquietudes (genial la enseñanza del final: la vida pasa en ese chasqueo de dedos en el que la película se pone fin a sí misma).

Lo que hace Woody Allen en Melinda y Melinda es mostrarnos a los guionistas tal cual son: un Olimpo de Dioses que definen y desarrollan el devenir de los personajes en su historia, dependiendo de sus pareceres, opiniones y gustos personales. Lo que él mismo viene siendo.

El resultado es más que aceptable.