La crítica se limita a su primera temporada. Creo que no reviento nada si digo que tendrá continuación porque entre otras cosas ya lo han anunciado. No es que sea una buena serie, pero me esperaba algo mucho peor. Para lo que se rueda hoy en España está incluso por encima de la media, y eso que Netflix la (mal)vende como una serie tipo telenovela. Pero no, esto es mucho más.

Es digna sucesora de las series hospitalarias que volvieron a ponerse de moda a principios de siglo, su trama es adictiva, intenta no caer demasiado en clichés, las escenas de tensión cumplen y hay vida inteligente más allá del tono tabernario y el diálogo para besugos que tanto han perjudicado a la ficción española. Aquí hay entrega y ganas de ofrecer algo más ambicioso, y aunque solo lo consigue a ratos, se nota.

A todo ello ayuda mucho contar con actores muy buenos: Aitana, Ana Rayo, Xoan, Blanca, etcétera. Pero sobre todo la robaescenas de Nawja que se afila aún más los rasgos a lo Melanie Laurent para recrear a una heredera de Rita Barberá que sufre en sus propias carnes los estragos del neoliberalismo en un Levante devastado por sus políticas trumpistas. Hasta la explotación del cuerpo de Manu Ríos se relaja, dentro de lo que cabe.

Yo personalmente la recomiendo y no solo al fenómeno ultrafan del paisano de Almodóvar.