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Críticas ordenadas por utilidad
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9
18 de abril de 2012
18 de abril de 2012
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Claramente deudora de la narrativa inglesa, Downton Abbey es, desde esta perspectiva literaria, pura novela victoriana en su descripción de la realidad social en las primeras décadas del siglo XX, con bastante de las hermanas Brontë, algo de Dickens y la fina ironía de Oscar Wilde presente en Violet Crawley, la condesa viuda; un icónico personaje que, por derecho propio, ya tiene su sitio en el Olimpo televisivo.
Que una serie inglesa sorprenda por su cuidada ambientación, algo que se encuadra dentro de la tradición audiovisual británica a la hora de abordar sus series históricas y de época, es revelador del grado de elegancia alcanzado en la producción. Un magnífico casting, una exquisita realización y, sobre todo, un guión trenzado por pequeñas tramas, cuya inteligente administración provoca una tremenda adicción, son los elementos fundamentales para situar a Downton Abbey -a pesar de su corta vida- entre las series emblemáticas para la pequeña pantalla.
Pero lo que acaba por darle una hechura perdurable son los personajes que pueblan el universo de Downton Abbey, que se adueñan de la serie por encima del magnífico envoltorio. Dotados de pequeños matices que los alejan del estereotipo plano y les aportan solidez, todos acaban teniendo su propio espacio dentro de la historia y nos atrapan e interesan por igual. Y en esto hay que resaltar el esplendido trabajo de los actores, que más allá de la profesionalidad o la experiencia, alcanzan una asombrosa maestría.
Dada su formidable capacidad adictiva, imprescindible tener las temporadas completas antes de empezar el visionado.
Que una serie inglesa sorprenda por su cuidada ambientación, algo que se encuadra dentro de la tradición audiovisual británica a la hora de abordar sus series históricas y de época, es revelador del grado de elegancia alcanzado en la producción. Un magnífico casting, una exquisita realización y, sobre todo, un guión trenzado por pequeñas tramas, cuya inteligente administración provoca una tremenda adicción, son los elementos fundamentales para situar a Downton Abbey -a pesar de su corta vida- entre las series emblemáticas para la pequeña pantalla.
Pero lo que acaba por darle una hechura perdurable son los personajes que pueblan el universo de Downton Abbey, que se adueñan de la serie por encima del magnífico envoltorio. Dotados de pequeños matices que los alejan del estereotipo plano y les aportan solidez, todos acaban teniendo su propio espacio dentro de la historia y nos atrapan e interesan por igual. Y en esto hay que resaltar el esplendido trabajo de los actores, que más allá de la profesionalidad o la experiencia, alcanzan una asombrosa maestría.
Dada su formidable capacidad adictiva, imprescindible tener las temporadas completas antes de empezar el visionado.
8
23 de abril de 2012
23 de abril de 2012
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incluso términos como “Kitsch”, “Camp”, “naïf” o “Pop-Art”, apropiados para aproximarse a las creaciones artísticas populares o menores, resultan demasiados formales para abordar la estética que envuelve “Batman (1966)”, una serie de tv mítica e irrepetible precisamente por tener atributos singulares en su medida necesaria. Las interpretaciones, los diálogos, los encuadres, el colorido, el vestuario, la música, los villanos, el guión, los finales… todos, absolutamente todos sus elementos tienen sus propias -e innovadoras- características, dotando a la serie de una coherencia surrealista genuina e inconfundible, de tal forma que la mejora de alguno de ellos rompería ese equilibrio.
A medio camino entre “Doctor Who”, que consiguió algo único como vertebrar a distintas generaciones en torno a la ficción, y “Start Trek” con su propuesta más formal y un fondo moralizante; “Batman” fue la primera producción audiovisual que, partiendo de la diversión, la libertad y la imaginación, involucionó de forma consciente, avanzó desandando el camino de los códigos o cánones establecidos, hurgando en los defectos y escapando de la perfección.
Adam West, que iba para actor y se quedó en personaje, encarna la mística de la serie con una interpretación de primera toma de prueba, con su aire de “a ver cómo queda esto” llevó a la pantalla al primer héroe que tuvo que luchar a la vez contra el villano de turno y su propio abdomen, y ello sin perder la dignidad. Toda esa valentía y osadía en su realización hacen que transcurrido casi medio siglo desde su estreno siga mostrándose vanguardista.
A medio camino entre “Doctor Who”, que consiguió algo único como vertebrar a distintas generaciones en torno a la ficción, y “Start Trek” con su propuesta más formal y un fondo moralizante; “Batman” fue la primera producción audiovisual que, partiendo de la diversión, la libertad y la imaginación, involucionó de forma consciente, avanzó desandando el camino de los códigos o cánones establecidos, hurgando en los defectos y escapando de la perfección.
Adam West, que iba para actor y se quedó en personaje, encarna la mística de la serie con una interpretación de primera toma de prueba, con su aire de “a ver cómo queda esto” llevó a la pantalla al primer héroe que tuvo que luchar a la vez contra el villano de turno y su propio abdomen, y ello sin perder la dignidad. Toda esa valentía y osadía en su realización hacen que transcurrido casi medio siglo desde su estreno siga mostrándose vanguardista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- Sólo hay dos cosas ciertas en la vida…
- ¿La muerte y los impuestos?
- ¡No… Batman y Robin!
- ¿La muerte y los impuestos?
- ¡No… Batman y Robin!
10
28 de septiembre de 2011
28 de septiembre de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
SI, MINISTRO (y su continuación SI, PRIMER MINISTRO), en su origen, una comedia política producida por la BBC al comienzo de de los años 80, ha terminado por convertirse en una auténtica obra clásica sobre la comunicación política y del proceso de toma de decisiones dentro de la administración pública; y aunque dicho así suene a algo en exceso “sesudo” que parece ir en detrimento del humor, la verdad es que la serie, sustentada por el cinismo y las contradicciones de los personajes, funciona muy bien; aun cuando es cierto que, dada la gran verisimilitud con que se tratan los problemas y las soluciones políticas, hay un fuerte componente “formativo” e intelectual.
A pesar de que ya han pasado más de 30 años desde el estreno, esta serie sigue estando plenamente vigente, cada episodio está dedicado principalmente a un área política: sanidad, educación, defensa, genero, etc; el enfrentamiento (burocracia vs política) surge de la forma en que es abordado éste, quedando al desnudo los conflictos éticos, morales y políticos, a través de las actitudes de los protagonistas.
La serie es eminentemente teatral, con dos o tres localizaciones de interiores y sin apenas exteriores, por lo que se sostiene necesariamente en los diálogos (llenos de replicas ingeniosas, frases contundentes que deshacen argumentos y ridiculizan al oponente, que son de auténtico lujo como no podría ser de otra forma), y en el trabajo de los actores. Los principales protagonistas son el Ministro de Asuntos Administrativos, James Hacker (Paul Eddington), el Secretario Personal, Bernad Woolley (Derek Fowlds), correctamente interpretados, y, mención aparte se merece el Secretario Permanente del ministerio, Sir Humphrey Appleby (Nigel Hawthorne) quien hace el papel de su vida encarnando al perfecto burócrata, iluminando la serie en cada aparición, y convirtiendo las conversaciones con el todo poderoso Secretario del Gabinete, Sir Arnold Robinson (John Nettleton) en un acelerado curso conspirativo de cómo funciona el poder en la sombra.
De la transcendencia que ha alcanzado la serie da buena cuenta el hecho de que haya sido objeto de numerosos estudios en ámbitos universitarios, y que los diálogos hayan sido novelados, obteniendo un gran éxito en ventas.
A pesar de que ya han pasado más de 30 años desde el estreno, esta serie sigue estando plenamente vigente, cada episodio está dedicado principalmente a un área política: sanidad, educación, defensa, genero, etc; el enfrentamiento (burocracia vs política) surge de la forma en que es abordado éste, quedando al desnudo los conflictos éticos, morales y políticos, a través de las actitudes de los protagonistas.
La serie es eminentemente teatral, con dos o tres localizaciones de interiores y sin apenas exteriores, por lo que se sostiene necesariamente en los diálogos (llenos de replicas ingeniosas, frases contundentes que deshacen argumentos y ridiculizan al oponente, que son de auténtico lujo como no podría ser de otra forma), y en el trabajo de los actores. Los principales protagonistas son el Ministro de Asuntos Administrativos, James Hacker (Paul Eddington), el Secretario Personal, Bernad Woolley (Derek Fowlds), correctamente interpretados, y, mención aparte se merece el Secretario Permanente del ministerio, Sir Humphrey Appleby (Nigel Hawthorne) quien hace el papel de su vida encarnando al perfecto burócrata, iluminando la serie en cada aparición, y convirtiendo las conversaciones con el todo poderoso Secretario del Gabinete, Sir Arnold Robinson (John Nettleton) en un acelerado curso conspirativo de cómo funciona el poder en la sombra.
De la transcendencia que ha alcanzado la serie da buena cuenta el hecho de que haya sido objeto de numerosos estudios en ámbitos universitarios, y que los diálogos hayan sido novelados, obteniendo un gran éxito en ventas.

7,6
60.335
9
6 de febrero de 2012
6 de febrero de 2012
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Artist” es posible gracias al contexto actual; su aparición y el eco de su acogida sólo se entiende como un desafío necesario a estos tiempos dominados por una industria cinematográfica que relega el valor de la creación artística a la inmediatez de la explotación y la avidez de la recaudación. “The Artist” es una película sencilla, diáfana y bella, que ya desde los títulos de crédito revela estar hecha con un profundo cariño. Lo que comienza siendo un homenaje de Hazanavicius a los primeros tiempos del cine, avanza hacia una veneración a su propia esencia, al arte de emocionar a través de la imagen y el sonido, y termina por convertirse en una reivindicación de que “otro” cine es posible.
Aunque “The Artist” no es una película del todo redonda y tenga algún efímero instante de decaimiento, el conjunto es sobresaliente. Hazanavicius utiliza una simple historia de amor/gratitud en medio de un relato sobre la gloria del éxito y la tragedia de la caída; todo ya visto y mil veces contado, y sin embargo logra entusiasmarnos con la narración desde el primer instante, engarzando, como el más experto artesano, algunas escenas sublimes, ingeniosas y renovadoras del lenguaje cinematográfico, mostrando por momentos un sorprendente poderío visual, que alcanza todo su esplendor en la magnífica secuencia del sueño sonoro que, sin duda, nos quedará grabada para siempre. Y es que “The Artist” tiene facilidad para conectar con el espectador y conmoverlo, a ello contribuye un maravilloso Jean Dujardin, que al momento nos contagia su optimista sonrisa, a la química que desprende junto a la espontanea de Bérénice Bejo, y a un elenco de excelentes secundarios.
“The Artist”, cine necesario en nuestro tiempo sobre otra época, pero con un enorme respeto y gratitud hacia los espectadores de antes, de ahora y, como creo que esta es una de esas películas perdurables, el tiempo lo dirá, de los que aún están por venir.
Aunque “The Artist” no es una película del todo redonda y tenga algún efímero instante de decaimiento, el conjunto es sobresaliente. Hazanavicius utiliza una simple historia de amor/gratitud en medio de un relato sobre la gloria del éxito y la tragedia de la caída; todo ya visto y mil veces contado, y sin embargo logra entusiasmarnos con la narración desde el primer instante, engarzando, como el más experto artesano, algunas escenas sublimes, ingeniosas y renovadoras del lenguaje cinematográfico, mostrando por momentos un sorprendente poderío visual, que alcanza todo su esplendor en la magnífica secuencia del sueño sonoro que, sin duda, nos quedará grabada para siempre. Y es que “The Artist” tiene facilidad para conectar con el espectador y conmoverlo, a ello contribuye un maravilloso Jean Dujardin, que al momento nos contagia su optimista sonrisa, a la química que desprende junto a la espontanea de Bérénice Bejo, y a un elenco de excelentes secundarios.
“The Artist”, cine necesario en nuestro tiempo sobre otra época, pero con un enorme respeto y gratitud hacia los espectadores de antes, de ahora y, como creo que esta es una de esas películas perdurables, el tiempo lo dirá, de los que aún están por venir.

4,4
4.489
2
30 de septiembre de 2011
30 de septiembre de 2011
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Insufrible el tono machista, homófobo y la estulticia que recorre toda la película, que simplemente consiste en mostrarnos, ¡durante dos horas de reloj!, a un adulto, no muy bien desarrollado emocionalmente, haciendo patochadas mientras trata de meterse en donde no le llaman.
Si el incauto espectador consigue llegar al final del metraje, sin sufrir ningún percance neuronal, dará con el verdadero dilema: ¿De dónde sacó Ron Howard el guión de semejante desvarío?... ¿Del zoo?, ¿Le tocó en la tómbola?, ¿Organizó un concurso en primaria?... qui lo sá.
Impresionante que con la fotogenia que siempre acreditó Winona Ryder no hallan logrado un solo plano decente de ella.
Si el incauto espectador consigue llegar al final del metraje, sin sufrir ningún percance neuronal, dará con el verdadero dilema: ¿De dónde sacó Ron Howard el guión de semejante desvarío?... ¿Del zoo?, ¿Le tocó en la tómbola?, ¿Organizó un concurso en primaria?... qui lo sá.
Impresionante que con la fotogenia que siempre acreditó Winona Ryder no hallan logrado un solo plano decente de ella.
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