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6,9
17.879
5
3 de marzo de 2025
3 de marzo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Pues sinceramente a mí Anora por muchos Oscars que ganara anoche, no fue una película que me gustará, Efectivamente es un trabajo correcto, pero está muy lejos, de ser un largometraje espectacular bien cuidado y medido, ante un filme de cine independiente. Y contando una historia caprichosa a medias entre "Pretty womam" y "Un pez llamado Wanda", en la que no se sabe bien si es una comedia juvenil, un drama amoroso, o una critica de clases. En la que su director se le nota, intenta salir de límites de los géneros.
La verdad a mí no me despertó ningún interés la historia que me estaban contando, y me ha precio tan solo correcta técnicamente para pasar la tarde del domingo viéndola por tv. Ante este híbrido entre el thriller criminal y comedia histérica, en la que igual hay que ir preparado, para apreciarla en su extraña mezcolanza, que la cultura noyorkina acepta muy bien, pero que igual no es para aprecio de todo el mundo.
Una más del montón, en el que la narrativa no fluye en una línea envolvente, ni me parece bien hilada. No define a los personajes de forma coherente en la trama en la que los sitúa, y los define en una amalgama variopinta,. en una historia tragicómica, a la que le cuesta pillarle la gracia, a la cultura estadounidense..
Un largometraje loco bajo el intento de llevarnos al caos social y la ambición personal y el capricho y el derroche juvenil, a la que personalmente no le he encontrado la gracia, ni me a atrapado, como espectador.
La verdad a mí no me despertó ningún interés la historia que me estaban contando, y me ha precio tan solo correcta técnicamente para pasar la tarde del domingo viéndola por tv. Ante este híbrido entre el thriller criminal y comedia histérica, en la que igual hay que ir preparado, para apreciarla en su extraña mezcolanza, que la cultura noyorkina acepta muy bien, pero que igual no es para aprecio de todo el mundo.
Una más del montón, en el que la narrativa no fluye en una línea envolvente, ni me parece bien hilada. No define a los personajes de forma coherente en la trama en la que los sitúa, y los define en una amalgama variopinta,. en una historia tragicómica, a la que le cuesta pillarle la gracia, a la cultura estadounidense..
Un largometraje loco bajo el intento de llevarnos al caos social y la ambición personal y el capricho y el derroche juvenil, a la que personalmente no le he encontrado la gracia, ni me a atrapado, como espectador.

7,7
34.808
7
16 de abril de 2024
16 de abril de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Geométrica y grandiosa visualmente, a la que se le quiere dotar de un tono epopéyico, y que termina resultando un tanto fría, como con falta de color ante jugar en demasía en el contraste del blanquinegro y los amarillos terrosos. Le hace caer en un ambiente desangelado, no generando empatía; pues:esto lo viene lastrando sin solucionar desde la primera parte. Con diálogos pausados y melancólicos que le menguan el dinamismo. Con una épica palaciega. Destaca la pomposidad en la que se proyecta este enfrentamiento clasista de reinados futuristas de ciencia ficción.
Su narrativa intenta entrelazar elementos que coquetean con el fascismo, el imperialismo, la resistencia guerrillera y el romance, ofreciendo una vision sobre la naturaleza de la política secular y la lucha de los pueblos.
Con un ritmo pausado, bastante interpretable, y un tanto lineal. Como película de este año está muy bien; ahora como secuela, Villenueve no aporta mucho más de ser una simple parte comercial de intentar hacer taquilla, como así se está dando.
Su director ya no tiene que pasar buena parte de su metraje planteando un universo, por lo que se envuelve en una historia espiritual entre las arenas de Arrakis.
Técnicamente, Hans Zimmer, propone todo un espectáculo musical que quita el hipo. De nuevo brilla con luz propia el espectacular diseño de sonido y el increíble trabajo de diseño de producción en todos sus aspectos: desde los escenarios al vestuario y los maquillajes. Con un conjunto de piezas que funcionan perfectamente, como la secuencia de Paul cabalgando el gusano, o el enfrentamiento en el coliseo de Feyd-Rautha con los supervivientes de la masacre de la película anterior.
El largometraje termina en un final abierto sin resolución, y a la espera de que le dejen seguir contando la belicosa Guerra Santa del Kwisatz Haderach, en una más que probable 'Dune 3'.
Su narrativa intenta entrelazar elementos que coquetean con el fascismo, el imperialismo, la resistencia guerrillera y el romance, ofreciendo una vision sobre la naturaleza de la política secular y la lucha de los pueblos.
Con un ritmo pausado, bastante interpretable, y un tanto lineal. Como película de este año está muy bien; ahora como secuela, Villenueve no aporta mucho más de ser una simple parte comercial de intentar hacer taquilla, como así se está dando.
Su director ya no tiene que pasar buena parte de su metraje planteando un universo, por lo que se envuelve en una historia espiritual entre las arenas de Arrakis.
Técnicamente, Hans Zimmer, propone todo un espectáculo musical que quita el hipo. De nuevo brilla con luz propia el espectacular diseño de sonido y el increíble trabajo de diseño de producción en todos sus aspectos: desde los escenarios al vestuario y los maquillajes. Con un conjunto de piezas que funcionan perfectamente, como la secuencia de Paul cabalgando el gusano, o el enfrentamiento en el coliseo de Feyd-Rautha con los supervivientes de la masacre de la película anterior.
El largometraje termina en un final abierto sin resolución, y a la espera de que le dejen seguir contando la belicosa Guerra Santa del Kwisatz Haderach, en una más que probable 'Dune 3'.

5,7
9.118
4
26 de octubre de 2023
26 de octubre de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
Metraje extraordinariamente complejo desde lo formal y, complicado desde lo narrativo, y es que no funciona como Película del todo bien. Que la precisión de su sistema ha llegado a un nivel de prolijidad y especificidad que no parece haber nada que se asemeje a la vida real ante el teatro de marionetas en el que se convierte este genero de cine.
En un momento determinado te puede llevar a leer entre líneas a un grupo de amigos de actores famosos en un estudio, entreteniendo jugando a una función teatral para ellos mismos.
Su trama sigue los eventos transformadores que ocurren en una convención anual Junior Stargazer en la versión retro-futurista de 1955. Tiene como piso un escenario teatral, en el que un maestro de ceremonias va presentando los distintos actos como si se tratara de partes de una obra para ser grabada y exhibida por TV que allí se va a representar. Y a juzgar por la manera en la que Anderson coloca la cámara, a modo de plano general desde un proscenio, bien podría serlo. De hecho, la escenografía de esa pequeña ciudad en la que se desarrolla la acción es la más claramente falsa de todo su cine, una especie de ciudad a lo "TRUMAN SHOW" que existe en una pecera dentro de esa otra pecera.
El enfoque de su realizador disfraza con inocencia una mordaz crítica a esa identidad yanquicentrista, reivindicada una y otra vez en Hollywood a través de las décadas. Es casi como si su excentricidad fuera el resultado de un método empírico de observación, que estudia las costumbres de su propio país con la curiosidad de un alienígena. Y quizás por eso mucha gente se siente alejada de este filme. El largometraje eleva a la máxima potencia el estilo del director, al punto de que siente casi frío y “sin alma” como si se tratara de un estudio de las costumbres humanas vacío de sentimiento. Aunque debajo de su superficie, es mucho más que eso.
Llenas de detalles que hay que mirar con atención para entender la escenas, que conviven con diálogos en donde se mezcla permanentemente lo ingenioso y lo absurdo. Las conversaciones reflejan a veces en un tono naif las declaraciones más contundentes sobre la vida y la muerte, comentarios que no se podrían definir de otra manera, que simplemente peculiar.
No hay actuaciones destacables, aunque hay que reconocer que el mayor peso lo lleva Jason Schwartzman porque todo consiste en muchos planos mirando directamente a la cámara, haciendo confesiones que destacan por lo absurdo y sin gracia ninguna. Y mucho decir que "si no se duerme, no se podrá despertar", que ahí debe estar la moraleja de la historia, si es que hay una historia en esta obra.
En un momento determinado te puede llevar a leer entre líneas a un grupo de amigos de actores famosos en un estudio, entreteniendo jugando a una función teatral para ellos mismos.
Su trama sigue los eventos transformadores que ocurren en una convención anual Junior Stargazer en la versión retro-futurista de 1955. Tiene como piso un escenario teatral, en el que un maestro de ceremonias va presentando los distintos actos como si se tratara de partes de una obra para ser grabada y exhibida por TV que allí se va a representar. Y a juzgar por la manera en la que Anderson coloca la cámara, a modo de plano general desde un proscenio, bien podría serlo. De hecho, la escenografía de esa pequeña ciudad en la que se desarrolla la acción es la más claramente falsa de todo su cine, una especie de ciudad a lo "TRUMAN SHOW" que existe en una pecera dentro de esa otra pecera.
El enfoque de su realizador disfraza con inocencia una mordaz crítica a esa identidad yanquicentrista, reivindicada una y otra vez en Hollywood a través de las décadas. Es casi como si su excentricidad fuera el resultado de un método empírico de observación, que estudia las costumbres de su propio país con la curiosidad de un alienígena. Y quizás por eso mucha gente se siente alejada de este filme. El largometraje eleva a la máxima potencia el estilo del director, al punto de que siente casi frío y “sin alma” como si se tratara de un estudio de las costumbres humanas vacío de sentimiento. Aunque debajo de su superficie, es mucho más que eso.
Llenas de detalles que hay que mirar con atención para entender la escenas, que conviven con diálogos en donde se mezcla permanentemente lo ingenioso y lo absurdo. Las conversaciones reflejan a veces en un tono naif las declaraciones más contundentes sobre la vida y la muerte, comentarios que no se podrían definir de otra manera, que simplemente peculiar.
No hay actuaciones destacables, aunque hay que reconocer que el mayor peso lo lleva Jason Schwartzman porque todo consiste en muchos planos mirando directamente a la cámara, haciendo confesiones que destacan por lo absurdo y sin gracia ninguna. Y mucho decir que "si no se duerme, no se podrá despertar", que ahí debe estar la moraleja de la historia, si es que hay una historia en esta obra.
6
2 de mayo de 2025
2 de mayo de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Aun no siendo una mala película, confieso que no me termino de enamorar ante un Filme soso, caprichoso, perdido, y lleno de estereotipo, lo cual, si debo de creerme la historia que nos cuenta, se me cae un ídolo musical de mi juventud. El metraje difumina y juega con los años y los acontecimientos, creando una narrativa generalmente fluida, pero sin garra a partir de una vida desordenada y despreocupada, una primera parte deambulando de forma casi milagrosa ofreciéndonos un cantante folk vagabundo de ciudad en ciudad y de casa en casa, de garito en garito, que ni tiene problemas, ni nada le sale mal en su anárquica vida.
Sin embargo, a medida que Dylan va creciendo en su fama, el personaje se oscurece en su forma de ser y con los demás, dejándonos ver solo una capa externa a base de poses y enfados que nos hacen pensar en él como un completo desconocido y un perfecto impertinente caprichoso, en el que ni es capaz de mantener una relación sentimental estable, no encontrar un estilo definitivo, y todo esto en tópicos de drogas por lo que no nos muestra nada que sea previsible.
Pero la premisa de la película no se apoya en su transformación de cantautor desconocido de pueblo rocks tar de la gran ciudad, sino en el hecho de que —a pesar de toda su fama— siguió siendo “un completo desconocido” incluso para los más cercanos. Genio lírico, artista soberbio, amante desagradecido o amigo traicionero, la figura de Bob Dylan en esta película es de todo menos empática. Pero por su propia naturaleza, se acerca más a un estudio de personaje controvertido y dudoso, que a un biopic tradicional de una estrella mundial.
La interpretación de Chalamet es un estudio poco útil de minimalismo de mirada perdida, mientras que su voz cantando está bien aunque, ocasionalmente, roza la parodia (pero todos los imitadores de Dylan suenan a parodia).
La película también sigue las relaciones sentimentales de Dylan con dos mujeres en particular: la activista de los derechos civiles Sylvie Russo (interpretada por Elle Fanning) y la música folk Joan Baez (Monica Barbaro). Las cuales son encuadradas en un papel extraño y confuso difícil de interpretar.
Sin embargo, a medida que Dylan va creciendo en su fama, el personaje se oscurece en su forma de ser y con los demás, dejándonos ver solo una capa externa a base de poses y enfados que nos hacen pensar en él como un completo desconocido y un perfecto impertinente caprichoso, en el que ni es capaz de mantener una relación sentimental estable, no encontrar un estilo definitivo, y todo esto en tópicos de drogas por lo que no nos muestra nada que sea previsible.
Pero la premisa de la película no se apoya en su transformación de cantautor desconocido de pueblo rocks tar de la gran ciudad, sino en el hecho de que —a pesar de toda su fama— siguió siendo “un completo desconocido” incluso para los más cercanos. Genio lírico, artista soberbio, amante desagradecido o amigo traicionero, la figura de Bob Dylan en esta película es de todo menos empática. Pero por su propia naturaleza, se acerca más a un estudio de personaje controvertido y dudoso, que a un biopic tradicional de una estrella mundial.
La interpretación de Chalamet es un estudio poco útil de minimalismo de mirada perdida, mientras que su voz cantando está bien aunque, ocasionalmente, roza la parodia (pero todos los imitadores de Dylan suenan a parodia).
La película también sigue las relaciones sentimentales de Dylan con dos mujeres en particular: la activista de los derechos civiles Sylvie Russo (interpretada por Elle Fanning) y la música folk Joan Baez (Monica Barbaro). Las cuales son encuadradas en un papel extraño y confuso difícil de interpretar.
2 de mayo de 2025
2 de mayo de 2025
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Buena película en un singular biopic de la vida artística del showman Robbie Williams, ante un personaje osado, provocador, egocéntrico, y autodestructivo, que entretiene y da espectaculo en este seudo musical de la ambición de su vida de esta famosa estrella británica de los noventa. Estratégicamente bien planteado que el personaje sea un chimpancé humanizado, ante que el metraje no entre del todo, en un tópico más de el cantante autodestructivo en vida familiar y consumido por las drogas por su profesión. Ser un animal engaña al ojo en una narrativa mil veces repetida de famoso artista.
En esta acelerada historia es un acierto que no deja respiro al espectador, pero también cae en el error al pasar por encima de la vida del cantante de manera continua, ninguno de los personajes secundarios tiene peso. Algunos entran y salen de manera abrupta de su vida, y los reencuentros carecen de la fuerza emocional suficiente como para causar algo más que simple apatía, un ingrediente más de este Revolution explosivo constante de sentimientos y desazón. Falta consistencia y solidez, capas de amor por aquellos que rodean la vida Williams y que, ni tan siquiera en el caso de sus compañeros de Take That, pasan de ligero esbozo, o la abuela que es el punto emocional de Apollo de su vida.
El único detalle importante del guión es que la película no brinda referencias temporales claras, salvo en momentos específicos donde aparecen los años. Para quien no sea un fanático de la cultura pop de esas décadas, esto puede generar confusión.
Técnicamente el metraje no se queda atrás. La edición es merecedora de cualquier premio y la fotografía, sin ser extraordinaria, juega con un detalle interesante: los conciertos se muestran con un estilo visual que imita las grabaciones originales de la época, lo que añade una capa de autenticidad a la experiencia.
A esto se suma el despliegue visual y sonoro de la película. Las coreografías y los números musicales son espectaculares, como era de esperar de Michael Gracey, quien ya demostró su maestría en El Gran Showman. A pesar de las dudas iniciales sobre el uso de CGI para el mono, este recurso se integra sorprendentemente bien en la narrativa, aportando una dimensión única a la historia. Incluso en su apoteosis final, con una canción que ni siquiera pertenece a Robbie Williams, la película logra emocionar y ponerte los pelos de punta.
Aunque es un filme sobresaliente, no está exenta de ciertos problemas. En el último acto, la narrativa entra en un terreno más melodramático, dejando un poco de lado el dinamismo del musical y el entretenimiento que había predominado en la primera
Este cambio puede sentirse algo repetitivo, ya que vemos cómo Robbie va perdiendo, una por una, a las personas importantes de su vida. Si bien este enfoque tiene justificación narrativa, llega a resultar agotador en algunos momentos, pero merece la pena pasar por todo esto gracias a un final tan emotivo como brillante.
En esta acelerada historia es un acierto que no deja respiro al espectador, pero también cae en el error al pasar por encima de la vida del cantante de manera continua, ninguno de los personajes secundarios tiene peso. Algunos entran y salen de manera abrupta de su vida, y los reencuentros carecen de la fuerza emocional suficiente como para causar algo más que simple apatía, un ingrediente más de este Revolution explosivo constante de sentimientos y desazón. Falta consistencia y solidez, capas de amor por aquellos que rodean la vida Williams y que, ni tan siquiera en el caso de sus compañeros de Take That, pasan de ligero esbozo, o la abuela que es el punto emocional de Apollo de su vida.
El único detalle importante del guión es que la película no brinda referencias temporales claras, salvo en momentos específicos donde aparecen los años. Para quien no sea un fanático de la cultura pop de esas décadas, esto puede generar confusión.
Técnicamente el metraje no se queda atrás. La edición es merecedora de cualquier premio y la fotografía, sin ser extraordinaria, juega con un detalle interesante: los conciertos se muestran con un estilo visual que imita las grabaciones originales de la época, lo que añade una capa de autenticidad a la experiencia.
A esto se suma el despliegue visual y sonoro de la película. Las coreografías y los números musicales son espectaculares, como era de esperar de Michael Gracey, quien ya demostró su maestría en El Gran Showman. A pesar de las dudas iniciales sobre el uso de CGI para el mono, este recurso se integra sorprendentemente bien en la narrativa, aportando una dimensión única a la historia. Incluso en su apoteosis final, con una canción que ni siquiera pertenece a Robbie Williams, la película logra emocionar y ponerte los pelos de punta.
Aunque es un filme sobresaliente, no está exenta de ciertos problemas. En el último acto, la narrativa entra en un terreno más melodramático, dejando un poco de lado el dinamismo del musical y el entretenimiento que había predominado en la primera
Este cambio puede sentirse algo repetitivo, ya que vemos cómo Robbie va perdiendo, una por una, a las personas importantes de su vida. Si bien este enfoque tiene justificación narrativa, llega a resultar agotador en algunos momentos, pero merece la pena pasar por todo esto gracias a un final tan emotivo como brillante.
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