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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
1 de mayo de 2013 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay nada tan ambivalente como el arte que se acuesta con la religión. Nace de ahí un algo que se observa de maneras distintas según uno sea creyente o no creyente, según uno vaya a la búsqueda de misticismo o a la de una racionalidad laica. Sirva de ejemplo la muy relevante “Pasión según san Mateo” de Bach, que da pie tanto a la interpretación cristiana de los hechos bíblicos como a esa otra más humanística y más centrada en el Jesús-hombre y menos en el Jesús-hijo de Dios.

Lo mismo ocurre con “Ordet”, posibilitando que además del habitual sermón gafapástico-talibán (“no entendéis nada, estáis equivocados; los símbolos de la película, al contrario de lo que decís, representan esto otro”) aparezca un nuevo sermón del aspirante a párroco (“no entendéis nada, porque desde vuestra atea perspectiva los actos de la fe son inaprensibles y blablabla”). Pero tampoco quiero sobredimensionar lo que, al fin y al cabo, no deja de parecerme estupidez minoritaria. O quizás pretendo montarme un escudo a sabiendas de que voy a verter una interpretación relativamente profana tanto en materia de teología como de vida y obra de Dreyer (biografía la suya que desconozco de principio a fin).

En mis divagaciones, he ido explorando distintos sentidos de la película conforme ésta avanzaba, empezando con las identificaciones propias de cultureta; me he dicho: “hmm, pero si Johannes es don Quijote”, “hmm, pero si el ganadero es el montesco y el sastre es el capuleto”, “hmm, pero si el formato de tres hijos más un padre es calcadito al de los Karamazov”, etc. Luego he pensado que no, que la película debía expresar algo más, y, enseguida, que debía esperar hasta el final para juzgar si la película expresaba o no algo más. Lo que se dice poco espíritu y mucha disposición lógica.

Los temas iban saliendo: el integrismo del que cada bando hace gala en todo enfrentamiento religioso, una confesional añoranza de muerte frente a la plenitud vital a través de las autopistas sagradas, las risibles justificaciones ad hoc que nos regala la teología (--¿Por qué Dios no obra el milagro? --Porque no va a infringir las leyes naturales que él ha creado. --Pero ya las infringió con los milagros de Jesús. --Ah, bueno, pero esas eran circunstancias especiales), la pregunta por -valga la contradicción- el sentido de lo absurdo… Y así podríamos seguir un buen rato.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La resolución de la trama, no obstante, nos señala el camino, nos ilustra la dichosa palabra: al parecer todo se reduce a un asunto de fe. Fe, “Ordet”, “Ordet”, fe. Pero no cualquier tipo de fe; Johannes, a quien el milagro final coloca como portador de la verdad revelada (de lo contrario quedaría como un chalado intrascendente), va dejándonos las pistas de qué tipo de fe conviene recuperar: no la fe en los hechos antiguos, sino la fe que en cualquier momento puede obtener su respuesta con una manifestación divina; no la fe del que cree en las hazañas curativas de Jesús, sino la fe del que cree que Dios siempre puede obrar el milagro. Johannes denuncia al cristiano que suscribe con puntos y comas el mito del Jesús que ascendió a los cielos pero que es incapaz de creer en que algo semejante pueda volver a repetirse; el cristiano que, por tanto, mantiene una fe dudosa en Dios.

Por lo demás, y omitiendo el comentario sobre el brillante ejercicio fílmico de Dreyer, estamos ante una obra de teatro sensacional, en la que cada personaje rebosa fuerza y definición. Recomendable para el cinéfilo, para el estudiante de cine, para la catequesis y también para las clases de bachillerato. Ya es bastante.
7 de enero de 2015
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué real el trago

El vodka cristalino, de la botella al estómago, a fuerza de repetido, el trago, por este personaje, por este otro, toda Rusia pegándole al trago, a fuerza de eso, la sensación de asistir a un documento real. O quizás solo me haya tocado una tarde-noche de esas de sentirse un potencial tragador de vodka, y que desde ahí vea interesante la vocación realista del film.

Éranse los viejunos y vino (Ctrl. C + Ctrl. V) Zvyagintsev

Haneke rondando por las miserias, la perversión y el chunguismo general de la posmodernidad, Tarr (‘El caballo de Turín’) viendo precipicios y negritudes hasta en el amarillo blanquecino de la patata cocida, etc. Todo ello lleva a preguntarse si estos viejunos no pertenecen un poco al gremio de los pesaos que solo saben decir que todo está feo y oscuro en este pedazo de la historia. ¿Zvyagintsev se apunta al carro? Claro que Rusia es Rusia (meanwhile in…), pero también Austria es Austria, Namibia es Namibia etc., y ese lado sombrío no conoce fronteras, como tampoco las conoce ese lado esperanzador (necesario habitante de toda época de incertidumbre) que nuestros viejunos se niegan siquiera a considerar.

Las ruinas del Leviatán

Lo que queda de antaño, lo que el antaño dejó sembrado. El monstruo kafkiano se cierne sobre Kolia, y todavía más es lo que se cierne sobre Lilya. Sobre él caen los restos del aparato; sobre ella, Rusia entera.

El emocionante surround de la grúa de demolición

Cruda realidad, fría realidad, ni un palmo cedido al efectismo, y yo debo decir que durante el visionado no he dejado de sentirme un puñetero observador indolente, siendo que nada desataba los vientos de mi sensibilidad como el 'fgrrrgsssggrrggg' de las olas o del cacharro de demoler. Un cine que aplaudo pero que no me emociona, vaya.

La trascendencia, que no la encuentro

Por encima de todo, una cosa: las intenciones de Zvyagintsev resultan demasiado obvias. Sí, vale, Rusia va de culo. ¿Tienes algo más que decirme? Echo de menos un algo que se me escape, un poco de niebla, una materia sobre la que escarbar. Digamos que desde la primera media hora se ve adonde el amigo Andrei quiere ir y por dónde quiere ir. Y la espectacular fotografía no lo es todo, no puede serlo todo. Así que esto ya no lo aplaudo tanto.

(Chorranécdota: Hace varios días tuve en mis manos el DVD de ‘Quemado por el sol’. Me fijé en que había ganado un oscar en el 95. Atención: una película rusa que gana un oscar. Eso solo puede significar una cosa: que la película trata sobre… (voz aterradora) las purgas estalinistas. En 2015 sabremos si el otro posible significado es que la película trate sobre… (voz aterradora again) Putin en los despachos)
7 de julio de 2014
3 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuántos recursos para una historia tan boba, pensaba esa cabecita mía mientras se ladeaba a causa del sueño. Oh, otra batalla de aviones, cuidado que viene el malo por detrás, me decía, y me ponía a contar la cantidad de veces que se repetía el plano frontal de la ametralladora aérea disparando a la peña. Personajes de la profundidad de un alga, efectos que son una millonada de dólares puesta al servicio de la gloria belicista y patriótica; había nacido la receta para ganar el Oscar. Más de dos horas que, desde un enfoque formal, nos regalan cuatro planos muy logrados (el de las mesas en París, uno de ellos), y ya está. Esto no da para más. Y lo digo declarándome un gran admirador del cine silente y de todas las piezas maestras que nos legó. ‘Alas’ es una precaria expresión de esa época.
15 de febrero de 2015
11 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace algunas semanas Rodrigo Lanza señalaba ante los micrófonos que la venganza a la que se alude al principio de 'Ciutat morta' no es la venganza criminal de manos ensangrentadas, y que a la venganza deseada mucho más se le parece la marea de estremecimiento y movilización que ha traído consigo este documental, en su punto álgido tras la emisión a regañadientes de TV3.

Buen instante es éste para recuperar la vieja clausula liberal según la cual un poder como el estatal, leviathan en ciernes, debía ser tolerado solo si una sociedad organizada -más tarde encarnada en el medio de comunicación o en los ámbitos de la opinión pública- sometía el poder estatal a vigilancia, control y, en su caso, sanción. Solo así la sociedad tenía mecanismos para defenderse, ejerciendo control sobre el control.

Solo puedo decir que ayer sábado al terminar de ver 'Ciutat morta' -hacia la hora de cenar-, me noté especialmente reacio a encender la televisión y poner alguna tertulia de mierda. Por momentos me sentí vacunado contra la contaminación de esos debates vacíos, por momentos contagiado por la exigencia de las imágenes que nos empoderan, en lugar de someternos. Que nos animan, frente a esa desesperanza en la que somos carne de los peores zarpazos.

http://www.desmontaje4f.org/en/
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