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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.265
Críticas ordenadas por utilidad
8
10 de mayo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
151/11(09/05/22) Con motivo del 25 aniversario del estreno (01/02/1997) de este film me lo he visto, gran lunar el mío, pues me he encontrado un lindo film iraní, de los que te hace ver el cine de un modo diferente, film modesto en producción, pero que demuestra que para hacer un film lo que hacen falta son buenas ideas y plasmarlas con fuerza narrativa y aquí el director y guionista Majid Majidi lo hace de modo radiante, extrayendo de una sencilla propuesta sobre dos hermanitos (de una modesta familia iraní) que para ir a la escuela deben intercambiar sus calzados cual carrera de relevos (por cierto, en Teherán los niños no solo no dan la clase mezclando los sexos, además sus clases se dan a diferentes horas ¿?), para que los padres no se enteren que uno de ellos perdió el calzado del otro, y con estos escasos mimbres se desarrolla una entrañable cinta, de las que recordarás por siempre, sin sensiblerías, rezumando sinceridad. Todo visto desde la óptica de los niños, el mundo a través de su límpida mirada, un relato del que emanan buenos sentimientos, amor fraternal, amor a la familia, amor a la educación, y unas dosis de crítica a la grieta social entre los pobres (los protagonistas que viven en precarias condiciones) y los poderosos (la gente de las mansiones que los protagonistas van a jardinear), y todo esto regando el metraje de sustanciosas dosis de costumbrismo del país. La película nominada al Oscar a Mejor película de habla no inglesa en el 1998. Fue el primer título iraní en ser nominado al Oscar a la Mejor Película Extranjera, perdió ante la muy sobrevalorada “La vida es bella”, también con otra mirada infantil. .

Un niño en Teherán recoge los zapatos rosas de su hermana del zapatero y luego los pierde mientras hace otros mandados en este drama suave y lánguido. Los hermanos idean un plan para evitar que sus padres, con problemas de dinero, descubran la pérdida compartiendo un par de zapatillas que cada uno debe usar para ir a la escuela.

Los niñitos Amir Farrokh Hashemian como Ali y Bahare Seddiqi como Zahra son una delicia que transpiraran naturalidad, inocencia, dulzura, bondad, ingenio, y una química entre ellos fabulosa, de esa que brota con solo mirarse, con esas sonrisas mientras juegan con las burbujas mientras lavan el calzado, con unos ojos grandiosos y ultra expresivos, emitiendo toda una gama de emociones formidable que es el motor anímico de la narración. Sus carreras por las callejuelas de Teherán (lugar donde se filmó todo, aunque nunca se diga) inundan la pantalla con su energía infantil, hacen que sus problemas sean los nuestro y suframos con ellos, como cuando Zahra pierde su calzado en una canalilla de la calle e intenta atraparla y se le escapa una y otra vez, hasta que queda encallada y llora desconsolada, ello mientras el hermanito espera el relevo para poder llegar a tiempo al colegio. Todo evolucionado con intensidad dramática febril, como cuando a Ali el rígido director del colegio (regla amenazante en mano) lo expulsa por llegar tarde, le exige vengan sus padres a hablar con él y el chico le dice que su padre (buen Amir Naji) trabaja y su madre (correcta Fereshteh Sarabandi) está enferma, y se marcha desconsolado entre lágrimas. Hay momentos de felicidad que nos tocan el alma, como cuando Zahra se esconde en clase de educación física ene l patio avergonzada por su calzado, y cuando la profesora dice que lo conveniente es venir a esta clase con deportivas, Zahra sale de detrás para ponerse en primera fila orgullosa de llevarlas, cuando Ali cuenta a la hermana alborozado que conseguirá unas zapatillas para ella en una carrera como premio. O por supuesto la ya comentada de los dos hermanos fregando el calzado en el estanque de su hogar.

Maravillosa la sub trama en que sin palabras, la fuerza de las imágenes hablando con potencia, cuando Zahra descubre que una niña de su colegio lleva sus zapatillas rosas con el lacito, y no le dice nada a la que las lleva. La sigue tras la clase para ver donde vive. Al día siguiente va con el hermano a escondidas, y ven como la niña sale de la casa con su madre y padre, juega con su padre, a la vez que vemos que este es un ciego chatarrero, los hermanos no se dicen nada y se marchan, sienten lástima por la familia de la niña y nunca le dirán nada, todo sin decir palabra. Esto se encadena con que la niña de las zapatillas observa un día que a Zahra se le ha caído el boli que le regaló su hermanito (que a su vez ganó por buenas notas en clase), intenta devolvérsela, pero Zahra tiene prisa por llegar al relevo de calzado y la niña se lo lleva a su casa, allí la vemos entusiasmada con el boli, y podemos pensar se lo quedará, pero al día siguiente en el cole le devuelve el boli a Zahra, y nos sentimos reconfortados.

Hay otro hermoso tramo en que Ali acompaña a su padre intentando le den trabajo de jardinero en alguna gran casa, van por la zona en bici en secuencias que recuerdan indefectiblemente a “Ladrón de bicicletas” (1948) de Vittorio de Sica. La calidez que transpira la relación paterno-filial es conmovedora, ejemplo cuando el padre cuenta a su hijo como debe pedir trabajo a través del telefonillo de las casas, y entonces el padre pica uno y cuando le contestan se queda bloqueado y es Ali el que pide el trabajo; En este tramo también está cuando vemos la mencionada grieta clasista cuando al padre le dan trabajo en un gran ‘casoplón’ donde el abuelo de allí le indica todo lo por hacer en el abandonado jardín, mientras trabaja, Ali juega con el nieto, confrontando la clase obrera con el hedonismo de la clase alta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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8
28 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
119/16(12/04/22) Poderoso drama antibélico que he visto con motivo del 90 aniversario (19/01/1932) de su estreno, dirigido paradójicamente por un especialista en la comedia sutil como el berlinés Ernst Lubitsch y su famoso ‘Toque’. El guión de Samson Raphaelson (“El bazar de las sorpresas”) y Ernest Vajda (“El teniente seductor”) se basa en la obra de 1930 “L'homme que j'ai tué” de Maurice Rostand y su adaptación al inglés de 1931, “The Man I Killed”, de Reginald Berkeley (“Cabalgada”). Film con mucho coraje en lo referente a su pacifista mensaje en un periodo de entreguerras, donde la dirección (aunque era una producción estadounidense y filmada en USA) es obra de un germano (los perdedores de la Gran Guerra), y donde incluso hay un alegato premonitorio sobre una guerra por venir. Una estremecedora obra desesperanzadora con la Condición Humana, contra su tribalismo xenófobo, contra el sin sentido de pelear vecinos contra vecinos (por motivos que ni ellos mismos saben, solo por mor de ser peones de unos jugadores de ajedrez que nunca se exponen), contra los patriotismos belicosos (capaces de mandar a morir a nuestros hijos de modo alegre), contra las religiones que amparan estos conflictos en pos de la comunión con el estado, contra el papanatismo de los pueblos que con sus cotilleos se vuelven endogámicos y tóxicos, un incisivo alegato en favor de la redención por los sentimientos de culpa, del arrepentimiento, de las ansias de perdón, de la esperanza en que haya gente que vea la inutilidad de las Guerras, un canto al amor en todas sus variantes. Todo ello desarrollado con sutilidad, con fuerza visual, con gran manejo del sonido (excelente como el padre del soldado fallecido observa la calle triste y oímos de fondo una marcha militar y sabemos lo que piensa), con algunas excepcionales interpretaciones, y con un final conmovedor, y ello por supuesto, sin caer en lo sensiblero.

En el prólogo, estamos en la conmemoración en París del primer aniversario del Armisticio de la Gran Guerra, redoble de campanas, salvas de cañonazos, desfiles militares (imágenes de archivo), estos pasan junto a un hospital miliar donde pone ‘Silencio’ y ante el ruido callejero los enfermos gritan desorientados. Pasamos a la culminación en la catedral con una ceremonia con el templo plagado de militares luciendo la pompa de sus condecoraciones, Lubitsch se fija en la paradoja de que un lugar de Paz como este sea desbordado por gente armada, esto realzado por un mordaz travelling donde vemos los sables de los soldados rozando el suelo del pasillo en una disposición sinérgica mientras el sermón habla de Paz, mientras se habla de mirar al mañana vemos a un oficial pensando claramente en lo vivido, ‘olvidemos el ayer’ y vemos las medallas de batalla, ‘Paz en la Tierra’ y vemos las pistolas, vemos se ponen de rodillas y lo hacen con sus botas militares con espuelas, oímos cañonazos contra un resplandeciente crucifijo.

Tras ello estos oficiales se levantan y marchan dejando vacía la Iglesia, entonces vemos un hermoso zoom en pic ado desde un ángulo alto acercándose a un banco y atisbamos unas manos sobresaliendo unidas, allí hay un hombre de rodillas, Paul, su rostro está sudoroso, mira el confesionario del que sale el párroco. Paul confiesa al cura que mató a un hombre, que no sabe porque lo hizo (mensaje sobre el sin sentido de las guerras), le comenta que él era un violinista francés que está obsesionado que "Quería traer la música a este mundo, pero traje el asesinato". Pasamos a través de sus ojos al flash-back de los hechos, donde los suyos se funden con los de su víctima alemana, estamos en una trinchera y el moribundo alemán pide con gestos le acerque un libro con la portada de Beethoven, lo abre y allí hay una carta y el francés ayuda al germano a firmarla y justo antes de poner la r final de Walter fallece. Paul lee es una epístola a su novia comentándole el despropósito de la Guerra. Pasamos al presente y Paul comenta al sacerdote que sabe alemán pues lo aprendió en la escuela, y que los alemanes aprenden francés y luego los mandan matarse unos a otros. Pronuncia la dirección del teutón y se derrumba, el párroco lo levanta y le dice que lo absuelve, que no hizo nada malo, que era su deber (la comunión entre estado-patria e Iglesia), Paul le espeta ‘que si su deber era matar?’, el cura impactado le absuelve incluso (según él) de la blasfemia. Paul le espeta que "Fueron 9 millones, qué más dará, en la siguiente serán 90". Paul observa un cuadro de la Piedad e Jesús con María sosteniendo el cuerpo bajado de la Cruz de Jesús, el clérigo le dice que ella perdonó a los que mataron su hijo, entonces Paul hace la analogía y dice que Walter tendría una madre, y como sabe la dirección irá a visitarla para pedirle de rodillas el perdón. 12 minutos de una brillantez epicúrea en su ardor emocional.

Luego desembocamos en este pueblo alemán, cargado de animosidad contra los franceses. Aquí las emociones se desbordan. Asistimos al cementerio donde está enterrado Walter, conocemos a la cariñosa familia de este, a la ternura que se profesan, a la devoción que sienten por el hijo muerto. Y aquí irrumpe Paul intentando buscar el perdón, y en un giro muy habilidoso de guión Paul se torna a los ojos de los padres y prometida en una migo parisino de Walter, ello por seguramente, por ver la felicidad en los ojos de todos ellos al recordarles a su retoño. Esto vira hacia un incipiente y sereno romance platónico (en principio) entre Paul y Elsa, con paseos por la villa, donde los ojos inquisitoriales de los lugareños se les clavan como agujas. El odio al francés se hace patente, y todo esto culminando en la escena cumbre del film, la que da sentido a toda la obra. Cuando el Dr. Holderlin llega a la cafetería a tomar unas cervezas con ‘sus amigos’ y se encuentra con que le hacen el vacío por tener relación cordial con un francés... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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6
27 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
131/28(24/04/22) Entretenidísimo y muy divertido debut en la dirección del hasta entonces guionista Brian Helgeland (mientras rodaba le dieron el Oscar por el libreto de “L.A. Coiinfidential”), un producto escapista sin ansias de trascendencia, simple y pura acción que homenajea a los tipos duros de los 70 (llámense Clint Eastwood, Charles Bronson o Lee Marvin), ello se nota en su estilo seco, adusto, en su escenografía anclada en el tiempo (sin coches modernos, sin móviles [hablan por teléfonos de disco], sin nada que nos diga exactamente el tiempo, ni tan siquiera sabremos la ciudad donde estamos, se rodó entre Los Ángeles y Chicago), con una fotografía muy granulada, música vintage, apareciendo nombres que nos retrotraen al tiempo del tributo como Carter (“Get Carter” de 1971), Bronson (el mítico actor encasillado en héroes de acción en los 70 y 80 Charles Bronson), la organización criminal se llama Outfit (“The Outfit” de 1973, también basada en una novela de Westlake), y está el bar Varrick's (“Charley Varrick” de Don Siegel en 1973)

Un noir sencillo y directo desde el minuto uno. Aquí Helgeland adapta libremente la novela “The Hunter” de Donald E. Westlake usando el seudónimo de Richard Stark, que anteriormente se había adaptado en 1967 “Point Blank”, dirigido por John Boorman y protagonizado por Lee Marvin. Producto hecho para el lucimiento de un actor que estaba entonces en la cresta de la ola como era Mel Gibson como Porter (solo Porter), donde luce rostro pétreo de tipo duro imperturbable, no parece sentir ni padecer, no sonríe, no sufre, una roca que no para de fumar, con un objetivo entre ceja y ceja, sus 70,000 $ y punto (como bien espeta el malo al que da vida el siempre carismático James Coburn: ‘Mis trajes cuestan más que eso’), no quiere, más ni menos. Esto lo hace singular ser un tipo con principios, que sabe ese fue el valor de su vida. Ser estoico y brutal en sus medios de ‘persuasión’, ejemplo el modo de interrogar a un tipo con un piercing en la nariz (y si, lo que sucede lo has adivinado), un antihéroe de los que cae bien pues sabes que solo zurrará a los villanos. Tipo que por el modo de comportarse sabes que nadie puede con él, lo cual repercute en la falta de tensión dramática, pero tampoco busca eso el film

Película simplista, con múltiples clichés malos malísimos en diferentes, aquí no hay gente moralmente buena, desde ‘amigos’ traidores, narcotraficantes, sicarios, polis corruptos, poderosas organizaciones criminales, bandas chinas sádicas, todo un compendio de lo mejorcito de cada casa. Donde este sub mundo del lumpen se divide entre malotes, prostitutas de diversa índole (yonkis con una buena Deborah Kara Unger; dominatrix con una sensacional roba escenas Lucy Liu; y putas de buen corazón con Maria Bello en un papel tenue de mujer florero); remaneciendo un claro tiente misógino), y en el centro Porter.

Gibson (productor del film) elogió al director novato. Eso es, hasta que Helgeland le mostró a Gibson una versión preliminar de Payback y la estrella vio lo poco heroico y repelente que era. Gibson quería reescrituras; Helgeland no las haría. Así que Gibson trajo a Terry Hayes, quien había escrito el guión “Mad Max”. Gibson quería que Helgeland dirigiera el nuevo material (aproximadamente el último tercio de la película); Helgeland se negó y fue despedido durante la posproducción (pocos días después de ganar un Oscar al Mejor Guión Adaptado por “LA Confidential”). Entonces, Gibson contrató a un nuevo director (no dirá quién), y dijo a Premiere: "No fue una cuestión de ego, solo quería que la película fuera realmente buena". Ocho años después de que fuera un éxito moderado en los cines, al escritor y director Brian Helgeland se le permitió regresar y recrear su versión de Payback para DVD. El corte de Helgeland es más intransigente al estilo de los años 70 y termina con una nota más ambigua. Un ejemplo de su tono más oscuro es que Helgeland tiene un bulldog asesinado a tiros en su versión. La muerte del perro fue un punto principal de discusión durante la batalla de Helgeland con el estudio, por lo que el perro, por supuesto, se muestra sobreviviendo en el corte teatral. Habiendo muchos más cambios, con comienzo diferente, eliminación de escenas, eliminación de personajes, y un nuevo final.

La película engancha por su agilidad narrativa, con personajes que aunque arquetipos, son seres bien delineados, con escenas que transmiten carácter ya desde el inicio, con ese Porter que alegóricamente emerge de las profundidades... del metro a la superficie, chocando con la gente modo flemático, robando el dinero de un pedigüeño, al modo carterista dele encontronazo sustrayendo una cartera, utilizando una tarjeta de la misma para ropa, comer o comprar un reloj que luego empeña para obtener un revólver, y esto en apenas unos escasos minutos, maravillosamente sintetizado en el montaje. Para a continuación llevarnos al torbellino de sus indagaciones para dar con su objetivo Val (buen Gregg Henry), llevándonos con una meretriz drogata con la que tiene una pelea nada políticamente correcta. Luego encontrarnos con el narcotraficante Arthur Stegman (encarnado por un jocoso David Paymer), y después adentrarnos en los gustos un tanto peculiares del sexo de Val, con una brutal dominatrix que disfruta con su trabajo (Lucy Liu), arrolladora en el humor negro que destilan sus acciones. Un festival de palizas, peleas, disparos, atropellos, donde los límites de lo creíble se rebasan con mucho. Todo ello con gran vigor en la acción.

Para desembocar todo en un final (con sus incoherencias) bien expuesto en su desarrollo adusto y cotronado por una nota ambigua ingeniosa (spoiler).
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TOM REGAN
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7
27 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
134/31(27/04/22) Estimable y original comedia que se mezcla con el género gangsteril remanente del cine negro que cumple a hora 80 años de su estreno (24/Abril/1942), dirigida por Lloyd Bacon, con guión de Everett Freeman (“Sucedió en la Quinta Avenida”) y Edwin Gilbert (“A través de la noche”), adaptando la obra de teatro “The Night Before Christmas” del matrimonio Laura y SJ Perelman (este guionista oscarizado en 1956 por “La vuelta al mundo en 80 días”). Una historia que da un ingenioso giro de tuerca mordaz a la típica historia de un robo a un banco a través de un butrón desde un local adyacente, y como la tapadera puede convertirse en mejor que el objetivo, algo que posteriormente plagió sin reparos Woody Allen para su “Small Time Crooks” (2000), solo que cambiando el negocio original de una tienda de maletas a una pastelería. En este caso con un desarrollo fluido y ágil, con situaciones jocosas, diálogos divertidos y personajes que transpiran humanidad aun siendo delincuentes en potencia.

Relato con claras reminiscencias caprianas en su reflejo de la sociedad en esa calle neoyorkina donde los comerciantes se unen contra el ‘infortunio’ de unas obras de metro que los asfixian, estando sumidos en plenas fechas navideñas, encontrando los comerciantes a su ‘Moisés’ suigeneris en J. Chalmers "Pressure" Maxwell (con el Icónico Edward G. Robinson bordando a este ingenioso pícaro), un ex presidiario con mucha labia. También se puede ver como una crítica al capitalismo en cómo se ponen trabas al carácter emprendedor de las personas por la avaricia de los bancos, pero a su vez puede verse en su evolución como una carta de amor al Sueño Americano por este negocio del cuero.

Arranca marcando su tono de comedia cercana al ‘toon’ con una secuencia de un partido de baseball, donde el rol que da vida Robinson da instrucciones al fornido Jug Martin (Broderick Crawford), primero lanzando bolas y no le hace caso y fracasa en su desobediencia, para posteriormente bateando teniendo que hacerle caso con que precisamente no batee y se deje noquear por la bola y con ello hacer que todos los de las bases entren, esto recordándome al final de un episodio de la mítica serie de ‘Los Simpson’ y no creo sea casual. Tras esto nos enteramos estamos en la prisión de Sing Sing (Estado de Nueva York). Tras esto un cruento preso con muchos años por delante en presidio, Leo Dexter (Anthony Quinn) le propone a ‘Pressure’ un robo a un banco por butrón cuando este salga, pero este se niega alegando que va a volver al delito cuando lo liberen. Pero una vez fuera junto a su socio Jug, y con su otro compinche que estaba fuera, Weepy Davis (Edward Brophy), no tiene palta para los negocios legales que pretenden y ‘Pressure’, retoma el plan para robar al banco que le ha negado el préstamo.

Siendo un grandioso éxito el elenco actoral encabezado por un carismático Edward G. Robinson, que con este rol quería parodiar su encasillamiento en figuras mafiosas que le hicieron popular en los 30 en las películas de la Warner, y a fe que lo consigue con su simpático liderazgo de esta mini-banda de perdedores encantadores, con las ideas claras, en como negocia con el dueño de la tienda, como pretende el butrón de modo indirecto, como ahuyenta a los clientes (con ese modo chusco de empaquetar maletas, como les cierra puertas en narices, como hace tarifa plana de precios a 9’75, etc) , como espanta a los vecinos, como soluciona los problemas e imprevistos que van surgiendo (como sacar la tierra, la rotura de cañerías, la aparición de los vecinos banqueros queriendo visitar el sótano, como sin querer ser héroe se convierte en él sin pretenderlo de la calle por su modo ‘singular’ de negociar con el concejal (lodesconcierta con sus palabras), como espanta a un poli adosándole varias maletas para toda la prole familiar, y más), y como vira gradualmente de las ‘catacumbas’ que representan la oscuridad del ‘negocio’ de latrocinio, a la luz de la superficie con el negocio legal; Tenemos a un formidable Broderik Crawford como el tan fortachón como poco inteligente Jug, de ideas expeditivas (estás frito por colocar cargas explosivas en el butrón), especialista en el arte de ser atropellado por coches para chantajear a incautos conductores (sensacional en su realismo la escena en lo atropellan, supongo que aun doble); Edward Brophy está muy bien como Weepy, el fiel lugarteniente de ‘Pressure’, el primero que empieza a ver las posibilidades reales del negocio de las maletas, muy cómico; Está Jane Wyman (la eterna Angela Channing de la serie “Flacon Crest”), aporta poco en su rol un tanto buenista teniendo su tramo de ‘gloria’ cuando ‘conspira’ para que el negocio de maletas sea exitoso; Y está el gran Anthony Quinn en un personaje de poco minutaje, pero que deja impronta de fuerte carácter acojonando al trío.

Todo desarrollado con clara sino de ligereza, donde la intensidad dramática está ausente por este aire superficial de las situaciones y como se resuelven por imperativo del guión, hay roturas de cañerías y no sabemos cómo se ha solucionado el tema, pero hay una elipsis y ya no hay contratiempo, dando idea del sentido cómico del relato, sin querer hacer tensión de las dificultades.

Pero el problema viene en su rush final, donde con la entrada en escena del ahora proscrito Leo (no es culpa suya, el borda su malo malísimo), la historia se empantana, se desorienta, y el final que requería es asfixiado por la moralina del Código Hays donde todo delincuente debe tener su castigo, y aquí no tocaba. Con negociaciones exprés forzadas con el banquero o con el antiguo dueño de la tienda. Aunque el caos (coro de villancicos, policia, ...) que ‘Pressure’ vestido de Papa Noel forma es muy divertido.

"Larceny, Inc." (Larceny traducido del inglés al español quiere decir hurto, robo, latrocinio)
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TOM REGAN
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5
9 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
113/10(08/04/22) Decepcionante film dirigido, producido y protagonizado por el muchas veces maravilloso Clint Eastwood, demostrando que tiene derecho a productos relax como es esta anodina cinta de aventuras espaciales, donde el tropel de clichés y estereotipos resulta galáctico, donde la situación central es de una manido estelar (un grupo de amigos en misión de salvar al mundo; pareciendo una versión geriátrico de la anterior “Armaggedon”), con personajes arquetípicos, sin mínima profundidad, meras perchas para que los veteranos actores desplieguen sus simpatía y buen hacer sin esfuerzo alguno, donde la previsibilidad es estratosférica, las situaciones sobadas se amontonan (lo de la pelea en el bar es de lo más rancio), las costuras se ven de aquí a la Luna. Tiene entre sus alicientes el gran elenco de intérpretes, todos formidables ya desde los protagonistas Eastwood, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland y James Garner, estos como cuatro "ex pilotos de prueba" veteranos que son enviados al espacio para reparar un viejo satélite soviético. También está un siempre grande como James Cromwell, como el sibilino mandamás de la NASA, William Devane como el encargado de la misión demostrando sus tablas, y una buena Marcia Gay Harden (para mí eterna Berna de “Miller’s Crossing”). Y todos ellos demostrando que la suma de grandes actores no tiene que ser igual a buena película. Y es que si no hay un guión bueno detrás las posibilidades de naufragar se elevan, por mor del libreto de Ken Kaufman (“Los Mercenarios 2”) & Howard Klausner (“El poder del perdón), inspirándose en el regreso de John Glenn al espacio (convirtiéndose, a los 77 años, en la persona de mayor edad que voló en el espacio).

Es una película que no se toma en serio a sí misma, donde hay que suspender los niveles de realidad para hacerla llevadera (lo de las pruebas físicas es de mear y no echar gota), la intensidad resulta un ente invisible, las situaciones de tensión se resuelven de modo tosco y conforme a lo esperado. Una reunión de amigos (con la consiguiente alabanza a la camaradería) transformada en película, una loa a la tercera edad, a la testosterona, donde tenemos que tragar que estos tipos y tan mayores puedan hacer caer rendidas a mujeres mucho menores, y donde para ensalzar las virtudes de la veteranía hayan de ridículamente denigrar a la juventud, epítome ese arrogante astronautas que incomprensiblemente va por libre en la misión y por supuesto sabemos cómo acabará, ello en contraposición al canto del valor del trabajo en equipo. Nos adentra en la ya pasada Guerra Fría, en los politiqueos, en la importancia de los medios de comunicación, pero todo en un nivel low-cost.


Película que llega a parecer un sueño húmedo de estos ancianos, tipos que en el otoño de su vida serán los valientes héroes enviados a Salvar el Mundo. Esto surtido por mencionados clichés, como lo es el modo ramplón de reclutar el protagonista a su antiguo equipo Daedalus.

No todo es malo, hay algún oasis en medio del erial, como es el comienzo cuando al equipo Daedalus le pasa por la derecha para salir al espacio exterior una chimpancé, Mary Ann (menudo insulto a sus aspiraciones espaciales);Tiene un divertido examen médico al equipo desnudo y cómo reacciona Donalkd Sutherland; Es de buen humor negro cuando comentan que entre la gente que conocían se ha puesto de modo morirse; Y tiene un epílogo muy hermoso y lírico adornado por la primorosa canción de Frank Sinatra “Fly me to the moon” (aunque inverosímil).

Pero esto poco bueno no puede opacar la desidia narrativa, con dispositivos deux machine muy pobres, con ese modo chusco del desarrollo de dejar de lado a dos grandes actores como Donald Sutherland y James Garner, meros acompañantes sin apenas carácter, más allá de uno ser un presunto ligón (homenaje a su “Casanova de Fellini”?) el primero, y el otro ser un reverendo que lleva una figurita bailarina de hawaiana al viaje, tristemente están de lado en el relato. Clint resulta tener su típico rol de tipo seguro de sí mismo, rebelde, y peleón con sus superiores, pero esto sin la chispa de antaño, teniendo aparte una subtrama de choque con el personaje de Tommy Lee Jones, pero sin fuerza alguna dramática (por cierto, tiene una esposa que vemos al inicio, pero luego no existe, como si no existiera, sin mención hacia ella??). Tommy Lee Jones es el que tiene el rol con más chicha, ello potenciado por una catarsis que se produce, pero que solo hace ‘gritar’ cuál va a ser su futuro en al misión. Ah, le ponen un romance metido con calzador, que nada aporta. Aparte de que se nota mucho más joven que el resto, y de hecho lo es varios lustros.

Originalmente el actor Sean Connery iba a interpretar a Jerry O'Neil y Jack Nicholson Tank Sullivan, pero al final Donald Sutherland y James Garner fueron elegidos para esos papeles respectivamente.

Se puede ver este film como un descanso de Eastwood antes de volver a la senda de grandes films de esta década, “Mystic River”, Million Dollar Baby”, “Banderas de nuestros padres”, “Cartas desde Iwo Jima” y “Gran Torino”. Gloria Ucrania!!!
TOM REGAN
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