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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
12 de noviembre de 2022
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Antoine y Olga dejaron la vida urbanita que tenían en Francia, y se instalaron en una aldea perdida en un monte de Galicia, para dar rienda suelta a su ecologismo y su espíritu naturista cultivando la tierra. Su idílico retiro, sin embargo, no agrada a sus vecinos, frustrados por la tenaz negativa esos “los gabachos” a aceptar la venta de las tierras de la aldea a una compañía eólica noruega que pretende llenar el monte de molinos.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Ha transcurrido más de la mitad del (largo) metraje de ‘As bestas’ cuando llega LA escena.
Antoine aborda a Xan en la taberna de la aldea, y le dice que no puede negarse a que le invite a beber. Los dos antagonistas, con Loren como testigo, protagonizan una conversación electrizante, con poderosos argumentos de uno y otro lado, rodada en plano secuencia con la cámara inmóvil, iluminada tenuemente… Al final, los hermanos hacen mutis por el foro, allá al fondo, sin que la charla haya servido para acercar posturas, sino todo lo contrario, deparando una amenaza que queda en el ambiente, y que pronto descubriremos en qué se sustancia. Cuando acaba la secuencia, no solo la he disfrutado intensamente, sino que he sido consciente, en vivo y en directo, de que estaba gozando de unos minutos de esplendor cinematográfico.

Hasta entonces, las cuitas de la pareja francesa y los hermanos aldeanos me estaban resultando interesantes, atrapando toda mi atención, e intrigándome. Pero tampoco puedo decir que estuviera elevándose mi espíritu espectador. Es esa escena la que, además de erizar mi piel, transforma mi actitud contempladora, y me coloca en un estado de postración. De ahí en adelante, me abro en canal para absorber todo lo que procede de la pantalla, y gozo por igual con el desenlace de la primera parte de la película, la masculina, y con ese segundo episodio que empieza a continuación, tras una fantástica elipsis que llena de nieve el poblado, y transfiere el protagonismo al elenco femenino. Así, cuando el primerísimo primer plano de Marina Fois precipita la aparición de los títulos de crédito, me queda un sabor de boca magnífico.

Le concedo mucho mérito a tan buen balance, porque mi sensibilidad está muy alejada de las agrestes localizaciones en que transcurre la trama. Ni por todo el oro del mundo me trasladaría yo, como hacen Antoine y Olga, a ese culo del mundo en que ellos alcanzan la plenitud.

De hecho, y por mucho que el tándem Peña-Sorogoyen, que una vez más escriben el guión a 4 manos, sitúe la historia en un monte galaico, y todo esté teñido por la idiosincrasia de ese escenario y sus gentes, encuentro en muchas de las secuencias una traslación universal, una descripción de las relaciones humanas que perfectamente podría darse en otros contextos nada rurales. Por ejemplo, la furiosa diatriba que protagonizan Olga y su hija en la cocina, ese intercambio de golpes que parecen dejar noqueadas a ambas varias veces, aunque siempre se levantan de la lona para contraatacar, no puede circunscribirse bajo ningún concepto a la particularidad concreta de que la madre esté en una aldea, y la hija quiera llevarla de vuelta a la civilización urbana. El combate dialéctico enfrenta a dos generaciones, y salen a colación elementos totalmente extrapolables a una pugna entre madre e hija de cualquier extracción social, cultural o geográfica. Y lo mismo cabe decir de la intolerancia que muestran los autóctonos ante el derecho a opinar de los foráneos (sobre todo si éstos son discrepantes), de la solidaridad entre mujeres más allá de los ciscos que hayan armado los hombres…

Con ‘As bestas’, definitivamente entierro mi hacha de guerra con Sorogoyen, a quien no acompañé en su halagado debut con ‘Stockholm’, por lo que le conocí con su segunda película, ‘Que dios nos perdone’, de cuyo visionado salí presa de gran amargura, habiendo pasado un muy mal rato. En realidad, recuerdo perfectamente que tuve un severo disgusto aquella tarde, que estaba en Madrid, y decidí irme al cine tratando de evadirme. Era tal la puñalada personal por la que sangraba, que cualquier película que hubiera visto estaba condenada al fracaso; pero es que la temática elegida por Sorogoyen, la atmósfera que lo rodeaba todo, el nulo respiro que ofrecía… terminaron saturándome, y le juré odio eterno a ese director psicópata. Sin embargo, no pude resistirme a su siguiente propuesta, ya que retrataba los años de corrupción política en España al calor del ladrillo; esta vez lo pasé mucho mejor, pero encontré exageradas las unánimes críticas positivas que leí, no me pareció que fuera la cosa merecedora de tamaños elogios. Con ‘Madre’, su siguiente largometraje, mi predisposición era ya muy favorable, porque había visto el corto antecesor, y me había encandilado; lo que no me esperaba es que incluso saliera con mejor cara del largo, en lo que ya fue una primera pipa de la paz con este director tan valorado. Tras ‘As bestas’, quedo a un paso de sumarme al ejército de fans que le idolatran. Si su siguiente obra mantiene el nivel, me alisto.

No puedo concluir mi comentario sobre esta película sin hacer mención a un actor que, una vez más, logra transmitirme muchísimo. Entiendo que su físico, su voz, su historial… le dificultan acceder a determinados papeles, pero mi admiración por el talento de Luis Zahera no deja de incrementarse cada vez que lo veo actuar. Por curiosidad, he repasado su filmografía, y compruebo que son ya 12 las interpretaciones suyas que he podido calibrar (antes de ésta, las de ‘Mientras dure la guerra’, ‘El reino’, ‘La zona’, ‘Que dios nos perdone’, ‘El padre de Caín’, ‘El desconocido’, ‘A cambio de nada’, ‘La playa de los ahogados’, ‘Combustión’, ‘Invasor’, ‘23F La película’ y ‘Celda 211’), y no le recuerdo ni un solo pinchazo. ¡Goya de honor para él!

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/11/12/critica-de-cine-as-bestas/
11 de noviembre de 2018
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Del 0 al 10, ¿cómo calificarías el grado de satisfacción que tienes con tu propia vida?”. Ana no sabe qué coño contestar ante semejante pregunta en el cuestionario de obertura de la película. Ni yo tampoco, por supuesto.
Así de fuerte empieza ‘Ana de día’, que tarda menos de dos minutos en cautivar por completo mi más entregada atención. El planteamiento sucede muy rápida y eficazmente, y en un plis plas ya tenemos a Ana convertida en Nina, explorando nuevas latitudes vitales. Un primer punto a favor de Andrea (no intentaré aparentar objetividad en mi juicio, perono tampoco escribiré una sola línea que no sienta) es presentarnos eficazmente a una Ana tímida, apocada, tradicional. Esa eficacia nos sitúa en el plano perfecto para sufrir con la protagonista ante ese nuevo mundo que va descubriendo en la pensión o en el music hall. ¿Cómo no sale corriendo de vuelta a su zona de confort?, nos preguntamos con angustia. El vértigo alcanza proporciones desasosegantes cuando hace uso del tinte y la tijera, y no digamos cuando acepta el dinero de Marcelo, después de la magnífica secuencia en que solo vemos sus dubitativos zapatos.
Llegamos así al primer punto de inflexión de la trama: el secador desempaña el espejo para que Nina descubra quién es ese ser que la mira desde el otro lado. Y es en ese momento cuando tiene claro qué quiere ver, y qué no; quién quiere ser, y quién no. Su expresión facial cambia desde entonces, su lenguaje corporal también (ya no se tapa las tetas delante de Marcelo)… El gesto de levantarle la falda a una iglesia ejemplifica perfectamente que Nina se ha comido a Ana.
Se suceden a continuación los momentos más confusos del metraje, un ratillo en el que siento que no estoy a la altura, como me temía, de las exigencias que plantea la directora; que no doy el nivel, que derribo el listón. Temo haberme quedado fuera del hilo, y lo lamento profundamente, porque estaba teniendo una gozosa experiencia hasta ese momento. Extremo mi atención para intentar volver, y creo que lo logro cuando el nudo gordiano de la historia empieza a desentrañarse. Pero claro, igual son más mis ganas de captar matices que mi capacidad para ello. Quizá todas mis conclusiones de aquí en adelante sean pajas mentales… No lo sé, pero mi hiper-motivación me llevó a extraer un mensaje que, incluso aunque no fuera el que pretendía Andrea, doy por bien empleado por lo que me ha hecho pensar desde que acabó la proyección. Y es que ¿es posible escapar de la inercia? ¿hay a dónde huir? ¿podemos de verdad elegir la vida que nos gustaría vivir?

El peso de lo narrativo, y por ende de lo que esa narración implica, es mayúsculo en esta película. Y mi sensación de que iba a ser necesaria mi máxima atención para responder al desafío me sugestionó de tal manera que enfoqué toda mi energía en atender, en no perderme detalle, así que seguro que se me escaparon por el camino muchos elementos artísticos y ornamentales de lo más disfrutables. No sé si en un próximo (y seguro) visionado podré abstraerme lo suficiente de lo primero para gozar más de lo segundo.
En todo caso, tuve margen para valorar los rítmicos cortes de raccord que se salpicaban en determinadas escenas; para alterarme con los pitidos sonoros que emergen de fondo en numerosos pasajes; para ser consciente de los reiterados (y no inocentes) planos en los que vemos doble a la protagonista; para sentir una sacudida con la canción final de la película (tremenda banda sonora, increíble ante la escasez presupuestaria)…
Y mención especial, desde un plano artístico, para el trabajo de Ingrid García Jonsson, que no desaparece de plano en todo el metraje, y llena la pantalla de múltiples maneras, soportando perfectamente los constantes primerísimos primeros planos con que le retrata la cámara de Andrea, y haciéndome temer que sea bipolar por lo convincente que queda primero como la tímida y convencional Ana, y luego como la barroca y liberada Nina.
25 de julio de 2024
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Mathieu, un exitoso actor, se coge una semana de relax extremo en un lujoso spa, en un pequeño pueblo costero del oeste de Francia. Sin embargo, no disfruta la experiencia, es un alma en pena. Solo empezaremos a verle sonreír cuando Alice, lugareña y vieja conocida suya, le deja un mensaje en recepción.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Cuando, hace unas semanas, vi el trailer, supe que esta película era para mí. Pero su estreno pilló en el peor momento, justo cuando empezaba mi semana anual de turismo lejos de España. A la vuelta, antes de regresar a casa, descanso otra semana en Barcelona, en la que básicamente alterno playa y cine. Y, por supuesto, una de mis elecciones para esos días tenía que ser, sí o sí, ‘Fuera de temporada’.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Bien sabía yo que era una película para mí…

Tan es así, que en estos primeros días condales he visto el ‘Azul’ de la trilogía de Kieslowski (buenísima, es la tercera vez que la consumo, y gana en cada visionado), he debutado con Agnes Varda (vi ‘Cleo de 5 a 7’, bellísima película pero con poca chicha narrativa, como buen ejemplar de nouvelle vague) y he tenido dos nuevos encontronazos con Hitchcock (‘Sospecha’ y ‘Sabotaje’). Y, sin embargo, no ha sido hasta llegar a Brize cuando he sentido la necesidad de escribir una de estas críticas que nadie me pide, pero que suelto con sumo placer cuando me da la gana.

Ésta fue mi tercera vez con este director galo. De sus propuestas anteriores, había visto ‘La ley del mercado’ y ‘Un mundo nuevo’, y no tengo mucha queja que oponer a ninguna, pero tampoco me tocaron la fibra. No era su autoría lo que me motivaba de ‘Fuera de temporada’, sino las vibraciones que me transmitió el trailer.

Durante el primer tramo de la película, me conecto bien con lo que me llega de la pantalla. Compro el contraste que me venden entre el paraíso del relax al que entra el protagonista, y su abúlico disfrute. Por momentos, parece que estemos ante una comedia ligera, ya que el patetismo de algunas secuencias me resulta muy cómico (ese entrenador personal soltando sandeces, esa presoterapia que altera a Mathieu, esa cafetera contact less pringándolo todo…).

El punto de inflexión llega cuando irrumpe en escena Alba Rohrwacher. Evidentemente, su aparición conlleva un giro de guión, pero no solo me refiero a eso cuando aludo a un cambio de paradigma: creo que la actriz italiana está extraordinaria, borda su papel en todos sus matices, y empapa completamente la película. No pretendo con esto hacer de menos a Canet, que también compone un muy buen contrapunto (además, el trillado tópico de la química entre una pareja cinematográfica sí me parece oportuno en este caso). Pero creo que, indiscutiblemente, el MVP de ‘Fuera de temporada’ es para Rohrwacher, capaz de alterar indeleblemente la atmósfera de la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La trama debe atarnos a partir de ese momento al hilo que unió en su día a Mathieu y a Alice. Tenemos que enterarnos de qué hubo entre ellos, qué motivó que se distanciaran, y cómo reaccionan ambos al reencuentro, desde momentos vitales distintos, pleno el de ella, endeble el de él. Brizé elige contárnoslo invitándonos a compartir con ellos sus distintos encuentros, desde el protocolario que rompe el hielo, hasta los que se van sucediendo posteriormente. Y borda siempre el tono; me resultan todos ellos perfectamente coherentes, para nada peliculeros o melodramáticos, contenidos a la par que poderosos. Sin necesidad de flashbacks, de apoyos externos o de subrayados, quienes estamos en las butacas entendemos perfectamente la historia de esta pareja, y sintonizamos con ella. Supongo que cada cual sentirá más a flor de piel determinados momentos. En mi caso, me aguijonaron especialmente las secuencias en que Alice trata de seguir con su vida, con esa existencia plácida en la que era feliz, y que ahora se ha visto agujereada por eso otro que ha resucitado, después de lo mucho que costó superarlo.

En general, me parece que todo lo que desfila por la pantalla desde la aparición de Rohrwacher es de muy alto valor cinematográfico. Por su osadía, creo que es muy reseñable la escena de los pajareros en la boda (estupendo, también, el personaje el de Lucette). Y, por cómo me maneja a su antojo, creo de justicia destacar el pulso narrativo del autor cuando tiene que narrarnos si la sangre llega al río entre Mathieu y Alice, o si se quedan con las ganas; por muy acaramelados que bailen, en principio creo que no deben liarse, me parece lo más coherente con lo visto hasta entonces; sin embargo, cuando se besan mutuamente las manos en el coche, hasto yo soy incapaz de controlar el deseo; pero él se marcha a su habitación, y ella arranca; y yo me frustro; y entonces, sin alaracas edulcoradas, vemos cómo la puerta a la que ella llama no es la de su casa conyugal. Brillante.

A partir de ese momento, empiezo a preguntarme cómo va a acabar la cosa, y lo hago casi con aprensión. Estoy gozando tanto con la película, que no quiero que un mal desenlace me oscurezca la experiencia. De hecho, por momentos siento que quizá Brize se está alargando más de lo debido… Pero, tras el amago de conclusión amarga y sórdida, esa avería mecánica figurada nos brinda un final a la altura del nivel general de la cinta. “Prométeme que nunca volverás”; y no hay respuesta.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2024/07/25/critica-de-cine-fuera-de-temporada/
16 de junio de 2024
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Leon y Felix han planeado pasar unos días del verano en la casita que la madre de uno de ellos tiene en un apartado recodo entre bosques, a orillas del Báltico. La idea es alternar baños y sol con sesiones de trabajo, terminando de escribir su nuevo libro uno, componiendo su portfolio artístico el otro. Pero diversos elementos, humanos y ambientales, les van a alterar las previsiones…

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Seguramente, porque me hago mayor...
En tiempos de mayor efusividad vital, de energía más vigorosa, el cuerpo se te rebela cuando tienes siquiera la tentación de traicionar tus principios, por mucho que éstos se sustenten sobre columnas de barro. Si hace unos años me dicen que voy a volver a darle una oportunidad a Petzold, no me lo habría creído, juré solemnemente ignorar sus futuras fechorías. Pero la cartelera de estrenos de este fin de semana no venía especialmente golosa, y un cine que me gusta mucho, pero que no acostumbra a programar en versión original, se descolgaba incluyendo entre su oferta un pase de 'El cielo rojo' sin doblaje . Y, magnánimamente, le levanté el veto al cineasta alemán...

DESDE MI PUNTO DE VISTA
No tengo intención, y mira que me gusta, de deslizar estos párrafos hacia el politiqueo, pero lo primero que he de consignar es que, en ocasiones, el indulto es una gran idea. Lo dice alguien que había jurado odio eterno a Christian Petzold, y que ahora está escribiendo loas a su última película mientras tiene de fondo una playlist con música de su filmografía.

Mi relación con este director teutón no empezó mal... Hace exactamente 11 años, en junio de 2013, salí con buenas sensaciones de su 'Barbara'. Pero ya tuvimos un primer encontronazo dos veranos después, con 'Phoenix', cuando me defraudó con una historia sobre una superviviente del holocausto de vuelta en Berlín. Fue en el verano de 2018 cuando definitivamente rompimos, merced a lo mucho que me disgustó 'En tránsito', pese a las estupendas críticas que la avalaban. Es entonces cuando me auto-prohibí volver a ver una película suya, y efectivamente pasé olímpicamente de 'Ondina, un amor para siempre', que para colmo tenía elementos oníricos, reforzando mi determinación hater contra Petzold.

Y entonces, ¿qué me ha impelido al perdón? Además de los dos factores ya referidos arriba, han sumado para mi causa perdonadora la sinopsis, el trailer y el casting. La sinopsis, porque he visto que no iba a toparme con realismo mágico ni zarandajas similares a las que el autor es aficionado; el trailer, porque me ha convencido de que el deje rohmeriano que apuntaban algunas críticas parecía tener sustento; y el casting, porque la actriz protagonista es Paula Beer, que aunque no fue capaz de salvar a 'En tránsito' de la quema, se me quedó indeleble en la retina desde 'Frantz'.

Admitiré, en todo caso, que he estado a punto de caerme de la convocatoria a última hora. Mi elección cinéfila del sábado era ésta, no tenía dudas. Y, en consecuencia, he programado mi tarde viniendo a la ciudad de ese cine habitualmente VOSE free, pero que hoy se había puesto estupendo. Como quiera que la proyección era a las 22:00, he aprovechado para pasar la tarde en una biblioteca, retomando mis estudios de la asignatura de filosofía moderna y contemporánea, que he tenido abandonados últimamente por mor del estrés laboral (tendré que examinarme en septiembre, qué remedio). Immanuel Kant ha sido mi partenaire, con su 'Crítica de la razón pura', y la verdad es que la densidad de la materia ha hecho mella en mi ánimo, y cuando cerca de las 21:00 cerraba el tocho, no las tenía todas conmigo para completar el día con un Petzold... Casi he tenido que auto-obligarme, y más por inercia que por deseo, he terminado sacando la entrada.

Y, por segunda vez en mis últimas tres visitas al cine, podía haber comentado en voz alta mis sensaciones durante la proyección, o incluso haberme masturbado ruidosamente, sin perturbar con ello a nadie. Vi 'Paradise is burning' el sábado pasado en la más estricta soledad, y tampoco tenía hoy compañía. Entre medias, éramos 3 en la sala durante la proyección de 'Ex maridos'. Vaya desde aquí mi abrazo hacia todos los cines que siguen resistiendo, confiando, programando... Y, al mismo tiempo, emito una vez más un mensaje de incomprensión hacia toda aquella gente que iba al cine antes de la pandemia, y no ha vuelto. Mucho me temo que, si en un futuro queréis regresar, no vais a encontrar salas supervivientes. Y aún protestaréis...

Así, solo para mí, ha comenzado 'El cielo rojo'. Y, al menos, he de significar que esos dos únicos ojos atentos a la pantalla apenas han podido parpadear. Si tuviera que utilizar un único adjetivo para calificar a la película, sin duda sería 'hipnótica'. Y lo es en todos sus aspectos, desde el argumental hasta el visual, pasando por el musical. Ya digo que me acunan canciones de la filmografía de Petzold mientras escribo, y eso se debe al magnetismo de 'In my mind', la canción de Wallners que forma parte del principio y del final de esta estupenda película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Desde la primera secuencia, siento animadversión hacia el protagonista, ese Leon siempre cariacontecido, malhumorado, incapaz de decir 'sí' a las constantes invitaciones que recibe, terco en rechazar perspectivas más que prometedoras. Pocas veces disfruto de una película si el personaje principal me cae gordo, pero mi antipatía hacia Leon convive armoniosamente con una gran comodidad espectadora durante todo el metraje.

El amargado de Leon y Felix llegan sudorosos a la casita, tras quedar varados por el camino, y se encuentran con que la calma y quietud que esperaban no van a ser tales. Les toca compartir sus vacaciones laborales con una invitada inesperada que tiene la casa manga por hombro, y que pasa las noches follando estruendosamente. Ahí empiezan a diverger los caminos de Felix, que asume con deportividad el contratiempo, y Leon, que se queja, se lamenta, se fustiga...

El clima rohmeriano que prometían las críticas se cumple cuando conocemos a Nadja, la inquilina imprevista, representada por esa Paula Beer que roba cada escena, que impregna la pantalla, que eleva ella sola toda la película. Además de bella, y sexualmente activa, resulta que la chica es simpática, buena compañera de casa, sabe compartir sus pertenencias (que le pregunten a Felix), y tiene muy desarrollada la sensibilidad literaria, por mucho que el patán de Leon la desprecie.

Una vez que ha desplegado su mapa narrativo, Petzold mantiene mi máximo interés en todo momento, demostrándome su pericia en la dirección actoral, su gusto fotográfico, y su capacidad para llevar por distintos derroteros lo que pasa en primer plano y lo que se atisba de fondo. Porque sí, es todo muy ligero en apariencia, pero por debajo de la superficie late un no sé qué nada halagüeño, incluso antes de que sepamos que se están quemando todos los bosques que rodean la casa.

Mientras escribo estas líneas, abrigo la convicción de que he disfrutado gozosamente la película pese a que se me han debido escapar múltiples referencias, muchas de las intenciones del director. Sospecho que hay mucho de fábula en el guión, y que los incendios aledaños no son meras alertas ecologistas. Pero aún asumiendo mi incapacidad para absorber toda la sustancia de 'El ciejo rojo', le agradezco a su autor el tono hiper-realista de su narración, alejada de veleidades onírico-fantasiosas de otras de sus cintas.

No puedo concluir un comentario sobre esta película sin citar su momento cumbre, su clímax, ese ratito en que, de verdad, me han entrado ganas de acometer ese disfrute onanista con que amenazaba hace unos párrafos. Me refiero, por supuesto, a Nadja recitando el poema 'Der asra', de Heinrich Heine. "Otra vez, otra vez", le piden el resto de comensales en la sobremesa de esa cena de jardín. Y ella hace un bis, y yo floto...

"Día tras día, al caer la noche,
iba la bella hija del Sultán
de paseo hasta la fuente
donde las blancas aguas murmuran.

Día tras día, al caer la noche,
el joven esclavo, junto a la fuente
donde las blancas aguas murmuran,
cada vez más la color perdía.

Una noche, la princesa
acercósele balbuceando:
dime, esclavo, ¿cuál es tu nombre,
cuál tu patria y tu linaje?

Y el esclavo dijo: Me llamo
Mohamet y soy de Yemen,
y mi pueblo son los Asra
quienes mueren cuando aman".

Por todo lo dicho, no tengo ninguna duda: premiaré a Petzold con mi presencia convencida en su próximo estreno... siempre y cuando aún queden cines dispuestos a acogerme solo a mí en una de sus salas.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2024/06/16/critica-de-cine-el-cielo-rojo/
25 de abril de 2022
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Karim D. es un joven escritor francés de origen argelino que, tras una obra de autoficción basada en la historia de su madre, saborea las mieles del éxito y el reconocimiento de la intelectualidad y la progresía de París. Su editorial le organiza una fiesta de homenaje, pero mientras bailamos felices al ritmo de ’Pookie’, las redes sociales se acaban de poner en marcha para derribar a Karim.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Se juntaron dos factores, sin cuya combinación dudo que me hubiera decidido a ver esta película. Uno fue de carácter personal: tuve un mal domingo y aunque no estaba en mis planes acabar el día en el cine, necesitaba algo que me ayudara a limpiar la cabeza, y sumergirme hora y media en una sala oscura a merced de una historia que me evada siempre es buena solución. Mi elección tenía que ser una obra que abordara una temática fácil de seguir, capaz de aislarme de mis otras cuitas. Y me paeció que ’Arthur Rambo’ daba el perfil.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
No sufro de adicción a las redes sociales. Antes al contrario, me jacto de usarlas de manera muy autónoma, libérrima, en mi propio beneficio, sin contrapartidas relacionadas con la privacidad o la dictadura de la hiper-conexión. Consumo sin exponerme, y veto por sistema todo tipo de notificaciones. Siento que tengo poder sobre ellas, que las controlo, que les puedo hacer una peineta y decirles ”a mí no me liáis”.

Sin embargo, y aunque me auto-ubique en la acera contraria de quienes pueden ser víctimas de la tiranía de las redes, convivo con ellas y me interesan muchos de los procesos sociales que conllevan. Por eso, me interpela una película inspirada en los hechos reales de un periodista francés que protagonizó una historia de ascenso y descenso merced a sus excesos tuiteros. De ahí que considerara la temática de ’Arthur Rambo’ idónea para mis huidizos intereses particulares.

Y la primera sorpresa que me esperaba al otro lado de la pantalla es que, durante los primeros minutos, estoy en un confortable lugar. Obviamente, eso es lo que muestra la trama en el arranque, contextualizándonos a un triunfador que, para más inri, se ha aupado al estrellato desde la escritura y el mestizaje. Era previsible que me gustara subirme a sus zapatos, pero incluso me sorprende, habida cuenta de mis circunstancias, la sonrisa que se pinta en mi boca acompañando a Karim en su ronda de felaciones, ora la presentadora, ora sus amigos y amigas, ora sus lectores y lectoras, ora otros totems de la cultura parisina. Mi orgasmo está a punto de estallar en la pista de baile, pookie, pookie, pero entonces Cantet me corta el rollo al desencadenar eso de lo que venía previniéndonos mediante unos tuits que se colaban subrepticiamente en los golosos minutos anteriores.

Vivimos tiempos de hipérbole de la cancelación cultural. De Itziar Otuño a Plácido Domingo, pasando por la cascada de insultos que saludan a Robe Iniesta cada vez que publica un comunicado, los haters desparraman su bilis por doquier, a veces con justificaciones más hondas, a veces más peregrinas. Si hemos visto cómo se retiraba de alguna plataforma ’Lo que el viento se llevó’ por sensibilidades de raza, nada nos puede sorprender. Ni siquiera que se despoje a Valery Gergiev de sus responsabilidades orquestales porque no usa su batuta para exigir a Putin que retire a sus tropas de Ucrania. Imbuidos de ese espíritu, ¿cómo no vamos a escandalizarnos ante la sarta de barbaridades que ha publicado en twitter el tal Arthur Rambo? Incluso aunque hayamos de reconocer su brillantez en la ofensa, y lo bien repartidas que están sus invectivas (sacude a religiones, a postulados políticos, a tendencias sexuales, a características físicas…), sus hastags son tan hirientes que no podemos sino echarnos las manos a la cabeza.

Y es a partir de esa prerrogativa cuando Cantet empieza a jugar con nuestro discernimiento. Puestas las cartas sobre la mesa, el director no toma partido, sino que en adelante se dedica procelosamente a plantearnos distintos puntos de vista, sacudiéndonos para que los compremos o los descartemos. Como esto es cine, y el público suele quedar a merced de los protagonistas, a lo largo del visionado me costó mucho trabajo no subirme a todos los carros que el guión me presentaba. Primero, al de la indignación puramente humana ante las insidiosas faltadas de cada tuit. Pero después, a todos los que vinieron: al del absurdo que supone condenar a un personaje de ficción, punky y provocador, cuyo único objetivo es generar followers y risotadas contra lo políticamente correcto; al de la madre y otros personajes que ven exacerbadas sus dificultades de integración por comportamientos irresponsables como el de Karim-Arthur; al del intento de contricción del protagonista, superado por los acontecimientos y por cómo se le cae el castillo al que creía haberse mudado desde sus orígenes de extra-radio; y al del hermano que compró un sustrato de los agresivos argumentos de Rambo, que estaba orgulloso de esa irreverencia y que se niega a asumir el rol domesticado de quien se había convertido en un héroe y un símbolo de rebeldía.

Mi experiencia espectadora es, en definitiva, un columpio continuo, al albur de los inputs que me llegan en cada momento. Me doy vuelta a la chaqueta una y otra vez, pese a que considero que mis convicciones políticas tienen firmes basamentos. Sin embargo, lejos de avergonzarme ante tal actitud veleta, la atribuyo a partes iguales a mi docilidad espectadora y a la habilidad del director. Esto es cine, y no está nada mal que durante un rato sea capaz de oscilar entre posturas tan alejadas unas de otras, e incluso de mis propias militancias.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2022/04/24/critica-de-cine-arthur-rambo/
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