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Críticas ordenadas por utilidad
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6,5
749
7
16 de enero de 2024
16 de enero de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
El asesinato de JFK es una de las claves de bóveda de la política mundial del siglo XX. La teoría de la conspiración acerca de este magnicidio (teoría bastante plausible por la poca verosimilitud de la teoría oficial) ha sobrevolado el cine americano en multitud de películas, a través de referencias más o menos explícitas.
Es lógico, nunca un hecho de este calibre, fue documentado visualmente de esta manera. Y hasta ese momento, nunca un hecho con tantas lagunas y tantas preguntas sin respuesta fue entregado al debate de la opinión pública a través de un medio como la TV que empezaba a convertirse en un auténtico instrumento de control y propaganda. Todo esto es una semilla perfecta para la creación de un misterio y de un mito en una sociedad como la norteamericana tan proclive a generar historias e histerias colectivas y venderlas al resto del mundo a través del cine.
Acción ejecutiva es una película inteligente y por supuesto, muy manipuladora, desde un punto de vista político y también artístico. Combina el thriller de ficción con imágenes de archivo reales que están insertadas de manera muy orgánica en la propia narración. Es una especie de documental ficcionado o de ficción documental, tremendamente eficaz y entretenido. Posee las características del cine de los años 70, duro, áspero, sin demasiadas concesiones al espectador y muy influenciado en su aspecto visual por la televisión.
A mí me gusta muchísimo el cine norteamericano de esta década ya que se juntaron diferentes fenómenos muy interesantes que sentaron las bases del Hollywood de las siguientes dos décadas, cine con el que muchos hemos crecido y disfrutado. Sin perder el sentido del espectáculo, los thrillers setenteros entregaban productos ásperos, cínicos pero también adultos. No todas las tramas quedan resueltas ni todas las preguntas contestadas, ni siquiera hay héroes intachables ni malos monocromáticos, todo es complejo y enrevesado…como la vida misma.
Y así se nos presenta esta trama, en la cual unas personas muy poderosas (no sabemos en ningún momento quienes son realmente, aunque lo podamos intuir) conspiran para asesinar al presidente de la nación más poderosa del mundo y así tomar el control de las decisiones políticas más importantes. Pero no lo hacen desde un búnker secreto ni utilizando superespías, ni robando armas nucleares, lo hacen desde casas de campo no demasiado ostentosas y desde discretos despachos.
Ni siquiera los asesinos tienen especial carisma ni glamour y tampoco hay un antagonista que intente impedirlo. La narración fluye hasta su inexorable final y su cometido de entretenernos y sembrar la semilla de la teoría de la conspiración es sobradamente cumplido.
Ideal para amantes del cine setentero y del thriller conspiranoico.
Muy interesante.
Es lógico, nunca un hecho de este calibre, fue documentado visualmente de esta manera. Y hasta ese momento, nunca un hecho con tantas lagunas y tantas preguntas sin respuesta fue entregado al debate de la opinión pública a través de un medio como la TV que empezaba a convertirse en un auténtico instrumento de control y propaganda. Todo esto es una semilla perfecta para la creación de un misterio y de un mito en una sociedad como la norteamericana tan proclive a generar historias e histerias colectivas y venderlas al resto del mundo a través del cine.
Acción ejecutiva es una película inteligente y por supuesto, muy manipuladora, desde un punto de vista político y también artístico. Combina el thriller de ficción con imágenes de archivo reales que están insertadas de manera muy orgánica en la propia narración. Es una especie de documental ficcionado o de ficción documental, tremendamente eficaz y entretenido. Posee las características del cine de los años 70, duro, áspero, sin demasiadas concesiones al espectador y muy influenciado en su aspecto visual por la televisión.
A mí me gusta muchísimo el cine norteamericano de esta década ya que se juntaron diferentes fenómenos muy interesantes que sentaron las bases del Hollywood de las siguientes dos décadas, cine con el que muchos hemos crecido y disfrutado. Sin perder el sentido del espectáculo, los thrillers setenteros entregaban productos ásperos, cínicos pero también adultos. No todas las tramas quedan resueltas ni todas las preguntas contestadas, ni siquiera hay héroes intachables ni malos monocromáticos, todo es complejo y enrevesado…como la vida misma.
Y así se nos presenta esta trama, en la cual unas personas muy poderosas (no sabemos en ningún momento quienes son realmente, aunque lo podamos intuir) conspiran para asesinar al presidente de la nación más poderosa del mundo y así tomar el control de las decisiones políticas más importantes. Pero no lo hacen desde un búnker secreto ni utilizando superespías, ni robando armas nucleares, lo hacen desde casas de campo no demasiado ostentosas y desde discretos despachos.
Ni siquiera los asesinos tienen especial carisma ni glamour y tampoco hay un antagonista que intente impedirlo. La narración fluye hasta su inexorable final y su cometido de entretenernos y sembrar la semilla de la teoría de la conspiración es sobradamente cumplido.
Ideal para amantes del cine setentero y del thriller conspiranoico.
Muy interesante.

6,6
20.109
8
3 de septiembre de 2021
3 de septiembre de 2021
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Magnífica película de James Gray, que transita por esa fina línea entre el thriller policiaco, el cine de mafias y el más puro cine negro. Aunque, en realidad, lo que Gray nos está contando no deja de ser un drama familiar con una intrahistoria de expectativas, reproches y duelos no superados.
El personaje de Joaquín Phoenix (magnífico) es el clásico adulto que se niega a crecer, a madurar y que su postura vital está determinada a no parecerse a su padre (probablemente, para así llamar su atención). Sin entrar en disquisiciones psicológicas de manual hollywoodiense, la estructura familiar está dibujada de manera académica y precisa. Padre normativo y autoritario (remarcado con su puesto de jefe de policía), hermano mayor que busca congraciarse con él y que sigue sus mismos pasos y, por último, un hermano pequeño rebelde y que hace lo opuesto a lo que se espera de él.
Sin embargo, es evidente que en esa oposición radical (el personaje de Phoenix no se ha limitado a no ser policía y estudiar periodismo, por ejemplo, sino que trabaja en la noche y tiene contacto directo con traficantes y mafiosos), no hay indiferencia sino la necesidad de ser visto. Y en ese dilema está la razón de ser de la película.
En un momento concreto, Phoenix tiene la posibilidad de ser visto y emerger ante la figura de su padre y para ello tendrá que tomar decisiones dolorosas que cambiarán su status quo vital y sentimental. A partir de aquí, entramos en el fatalismo clásico del cine negro, esbozado con unas cuantas secuencias estilizadas de violencia.
Mi momento preferido de la película y uno de los momentos dramáticos clave es la persecución de coches bajo la lluvia. Una escena realmente magnífica. Está rodada desde la subjetividad del personaje de Phoenix y al igual que él podemos intuir lo que va a pasar pero no verlo con claridad. La combinación de primeros planos y planos subjetivos con esa lluvia torrencial, nos sumerge en la angustia de un personaje cuyo destino siempre ha estado marcado.
Actuaciones, dirección, fotografía, música, diseño de producción…todo es exquisito. El envoltorio es inmejorable, pero, evidentemente, la película no es perfecta y hay algunas licencias de guion, suficientemente expuestas por otros usuarios. Son esas licencias de guion lo que separan “La noche es nuestra” de ser una auténtica obra maestra. Aun así, el film de Gray se erige como una película densa, turbia, trágica, intensa, emocionalmente bien construida, con una historia que va atravesando y arrasando a unos personajes perfectamente definidos…
…y además sale Eva Mendes…
Absolutamente recomendable.
El personaje de Joaquín Phoenix (magnífico) es el clásico adulto que se niega a crecer, a madurar y que su postura vital está determinada a no parecerse a su padre (probablemente, para así llamar su atención). Sin entrar en disquisiciones psicológicas de manual hollywoodiense, la estructura familiar está dibujada de manera académica y precisa. Padre normativo y autoritario (remarcado con su puesto de jefe de policía), hermano mayor que busca congraciarse con él y que sigue sus mismos pasos y, por último, un hermano pequeño rebelde y que hace lo opuesto a lo que se espera de él.
Sin embargo, es evidente que en esa oposición radical (el personaje de Phoenix no se ha limitado a no ser policía y estudiar periodismo, por ejemplo, sino que trabaja en la noche y tiene contacto directo con traficantes y mafiosos), no hay indiferencia sino la necesidad de ser visto. Y en ese dilema está la razón de ser de la película.
En un momento concreto, Phoenix tiene la posibilidad de ser visto y emerger ante la figura de su padre y para ello tendrá que tomar decisiones dolorosas que cambiarán su status quo vital y sentimental. A partir de aquí, entramos en el fatalismo clásico del cine negro, esbozado con unas cuantas secuencias estilizadas de violencia.
Mi momento preferido de la película y uno de los momentos dramáticos clave es la persecución de coches bajo la lluvia. Una escena realmente magnífica. Está rodada desde la subjetividad del personaje de Phoenix y al igual que él podemos intuir lo que va a pasar pero no verlo con claridad. La combinación de primeros planos y planos subjetivos con esa lluvia torrencial, nos sumerge en la angustia de un personaje cuyo destino siempre ha estado marcado.
Actuaciones, dirección, fotografía, música, diseño de producción…todo es exquisito. El envoltorio es inmejorable, pero, evidentemente, la película no es perfecta y hay algunas licencias de guion, suficientemente expuestas por otros usuarios. Son esas licencias de guion lo que separan “La noche es nuestra” de ser una auténtica obra maestra. Aun así, el film de Gray se erige como una película densa, turbia, trágica, intensa, emocionalmente bien construida, con una historia que va atravesando y arrasando a unos personajes perfectamente definidos…
…y además sale Eva Mendes…
Absolutamente recomendable.
8
4 de enero de 2020
4 de enero de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
Certero retrato del mundo educativo de la Francia multicultural, alejado de moralismos y recetas mágicas.
Cantet nos ofrece una película valiente, precisamente por no intentar plasmar una visión ideológica a un asunto extremadamente delicado y complejo. La visión inmersiva del director en la realidad de un instituto francés, aporta una mirada cuasi-documental, sin caer en los vicios que se presuponen a una película cuando le adjudican esa etiqueta tan nociva de “cine social”.
Este es “cine social”, porque habla de un tema capital en cualquier sociedad, pero es “cine social” del bueno, del que no toma partido ni trata al espectador como si fuera imbécil. La postura habitual en este tipo de películas es tratar al estado y a las instituciones educativas como estructuras totalitarias responsables del fracaso escolar y vital de los alumnos. Convertir un film de estas características en una epopeya que nos recuerde las inmensas dificultades de las clases bajas por acceder al ascensor social, es una auténtica tentación, redentora de conciencias y propulsora de fantásticas charlas de cafetería.
“La clase” no va de eso, “La clase” nos muestra el día a día de un profesor con sus virtudes y sus defectos, que se esfuerza por tratar como personas a unos chavales de barrio de diferentes procedencias y etnias. Y es aquí donde vemos las enormes dificultades que tiene el profesorado por, sencillamente, hacerse respetar y escuchar. Ya no digamos enseñar o educar.
El aula es presentada como un ring. Una batalla dialéctica sin fin, donde el profesor se juega no ser ridiculizado a cada paso. Cada sugerencia de reflexión o de trabajo a cualquier alumno, abre un sendero lleno de minas, de las que no sabes como vas a salir.
Cantet, también nos plantea las diferentes visiones, más o menos punitivas, más o menos comprensivas, del claustro ante los diferentes actos de indisciplina que se van sucediendo. En este sentido, se producen diálogos y reflexiones muy interesantes que nos aproximan a la verdadera dimensión del reto educativo y también del reto social que supone la integración de diferentes culturas en un mismo sistema. No hay recetas mágicas, pero sí un montón de buenas intenciones que, sin embargo, también dejan cadáveres por el camino.
También es realmente impactante asistir como las sociedades, supuestamente más avanzadas, tratan de incorporar elementos políticamente correctos en sus procedimientos, aún a riesgo de restar autoridad a los profesores y convertirlos en un blanco fácil (spoiler), que tampoco beneficia en nada a los alumnos.
En el aspecto estrictamente cinematográfico, la película es ágil, tiene un ritmo nervioso acentuado por un movimiento de cámara que te contagia de ese estado de ánimo que se tiene en la adolescencia entre reprimido e inquieto. Los actores, desconocidos la gran mayoría, están excelentes en este contexto, ya que no parece que estemos viendo una película sino que más bien nos han dado un ticket para que podamos volver al instituto durante 2 horas. Ese grado de realismo, junto con la ausencia de maniqueísmo ideológico son dos de las principales virtudes de una película interesantísima que no ha perdido vigencia en ningún aspecto.
En resumen, gran película de Laurent Cantet, de mensaje necesario a la par que rodada con agilidad y sentido del ritmo cinematográfico.
Cantet nos ofrece una película valiente, precisamente por no intentar plasmar una visión ideológica a un asunto extremadamente delicado y complejo. La visión inmersiva del director en la realidad de un instituto francés, aporta una mirada cuasi-documental, sin caer en los vicios que se presuponen a una película cuando le adjudican esa etiqueta tan nociva de “cine social”.
Este es “cine social”, porque habla de un tema capital en cualquier sociedad, pero es “cine social” del bueno, del que no toma partido ni trata al espectador como si fuera imbécil. La postura habitual en este tipo de películas es tratar al estado y a las instituciones educativas como estructuras totalitarias responsables del fracaso escolar y vital de los alumnos. Convertir un film de estas características en una epopeya que nos recuerde las inmensas dificultades de las clases bajas por acceder al ascensor social, es una auténtica tentación, redentora de conciencias y propulsora de fantásticas charlas de cafetería.
“La clase” no va de eso, “La clase” nos muestra el día a día de un profesor con sus virtudes y sus defectos, que se esfuerza por tratar como personas a unos chavales de barrio de diferentes procedencias y etnias. Y es aquí donde vemos las enormes dificultades que tiene el profesorado por, sencillamente, hacerse respetar y escuchar. Ya no digamos enseñar o educar.
El aula es presentada como un ring. Una batalla dialéctica sin fin, donde el profesor se juega no ser ridiculizado a cada paso. Cada sugerencia de reflexión o de trabajo a cualquier alumno, abre un sendero lleno de minas, de las que no sabes como vas a salir.
Cantet, también nos plantea las diferentes visiones, más o menos punitivas, más o menos comprensivas, del claustro ante los diferentes actos de indisciplina que se van sucediendo. En este sentido, se producen diálogos y reflexiones muy interesantes que nos aproximan a la verdadera dimensión del reto educativo y también del reto social que supone la integración de diferentes culturas en un mismo sistema. No hay recetas mágicas, pero sí un montón de buenas intenciones que, sin embargo, también dejan cadáveres por el camino.
También es realmente impactante asistir como las sociedades, supuestamente más avanzadas, tratan de incorporar elementos políticamente correctos en sus procedimientos, aún a riesgo de restar autoridad a los profesores y convertirlos en un blanco fácil (spoiler), que tampoco beneficia en nada a los alumnos.
En el aspecto estrictamente cinematográfico, la película es ágil, tiene un ritmo nervioso acentuado por un movimiento de cámara que te contagia de ese estado de ánimo que se tiene en la adolescencia entre reprimido e inquieto. Los actores, desconocidos la gran mayoría, están excelentes en este contexto, ya que no parece que estemos viendo una película sino que más bien nos han dado un ticket para que podamos volver al instituto durante 2 horas. Ese grado de realismo, junto con la ausencia de maniqueísmo ideológico son dos de las principales virtudes de una película interesantísima que no ha perdido vigencia en ningún aspecto.
En resumen, gran película de Laurent Cantet, de mensaje necesario a la par que rodada con agilidad y sentido del ritmo cinematográfico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Alguien entiende que unas adolescentes de 13 años estén presentes en un claustro de profesores, donde se comentan y discuten en detalle las notas de sus compañeros?
¿Qué aporta esa representación? ¿Qué beneficio aporta esta norma, más allá de ahondar en lo políticamente correcto? La respuesta, obviamente, es ninguno. Bueno, algo sí aporta: problemas. De hecho, la presencia de estas dos niñas y su interpretación malintencionada de una frase en ese claustro, es el desencadenante de un conflicto con el tutor que provoca la expulsión posterior de un compañero.
¿Qué aporta esa representación? ¿Qué beneficio aporta esta norma, más allá de ahondar en lo políticamente correcto? La respuesta, obviamente, es ninguno. Bueno, algo sí aporta: problemas. De hecho, la presencia de estas dos niñas y su interpretación malintencionada de una frase en ese claustro, es el desencadenante de un conflicto con el tutor que provoca la expulsión posterior de un compañero.
6
15 de agosto de 2019
15 de agosto de 2019
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El surrealismo como forma de expresión artística, pasa por colocar al “sujeto que percibe” más allá de las reglas establecidas, de los convencionalismos, de la racionalidad entendida como un código de conducta y de pensamiento. Es ir en contra de la racionalidad y del positivismo.
En el lenguaje cinematográfico, el surrealismo se ha utilizado para describir el inconsciente a través de su expresión más común (los sueños), para narrar los delirios de un demente, una experiencia alucinógena…pero también como recurso propio, como género cinematográfico en sí mismo.
Autores como Terry Gilliam, Michael Gondry, el propio Spike Jonze o los mismísimos hermanos Coen (por citar sólo a algunos), se han hecho un nombre en esto del cine utilizando el surrealismo en clave de comedia como recurso puntual o habitual.
Con el lenguaje surrealista tienes que conectar, porque trasciende los códigos habituales de la comedia tradicional, en la que se nos aporta un punto de vista “racional” ante un acontecimiento, imagen, frase, gesto o situación exagerado, absurdo o descontextualizado, aportando así la comicidad. En el surrealismo no existe un asidero de cordura, no existe un personaje o un narrador que asista estupefacto a la vulneración de la racionalidad. En el surrealismo todo es surrealista.
Hay personas que conectan con esto y personas que no. Yo soy del segundo grupo y por ese motivo no me fascina “Como ser John Malkovich”, porque, sencillamente, el surrealismo no me resulta gracioso.
La nota que le pongo a esta película, viene motivada por 2 razones:
- Los primeros 20 minutos (hasta que John Cusack encuentra la puerta) son brillantes. Aquí todavía hay tiempo para la comedia y el gag tradicional. El personaje de John Cusack asiste atónito a ciertas situaciones y personajes surrealistas, de la misma forma que lo hacemos nosotros.
- La película es tremendamente original e independientemente de que no conectes con este tipo de humor surrealista, el film posee un ritmo narrativo que no decae en ningún momento.
Además, podemos intentar encontrar a la película todo el subtexto existencial que queramos, ya que hay ciertos elementos de tipo simbólico a lo largo del film, que se prestan deliberadamente a ello; pero he de decir que en mi caso, la película no ha dejado ningún poso, más allá de la sensación de haber asistido a una bizarrada de tres pares.
Recomendada, estrictamente, para amantes de este tipo de humor y para cinéfagos compulsivos.
En el lenguaje cinematográfico, el surrealismo se ha utilizado para describir el inconsciente a través de su expresión más común (los sueños), para narrar los delirios de un demente, una experiencia alucinógena…pero también como recurso propio, como género cinematográfico en sí mismo.
Autores como Terry Gilliam, Michael Gondry, el propio Spike Jonze o los mismísimos hermanos Coen (por citar sólo a algunos), se han hecho un nombre en esto del cine utilizando el surrealismo en clave de comedia como recurso puntual o habitual.
Con el lenguaje surrealista tienes que conectar, porque trasciende los códigos habituales de la comedia tradicional, en la que se nos aporta un punto de vista “racional” ante un acontecimiento, imagen, frase, gesto o situación exagerado, absurdo o descontextualizado, aportando así la comicidad. En el surrealismo no existe un asidero de cordura, no existe un personaje o un narrador que asista estupefacto a la vulneración de la racionalidad. En el surrealismo todo es surrealista.
Hay personas que conectan con esto y personas que no. Yo soy del segundo grupo y por ese motivo no me fascina “Como ser John Malkovich”, porque, sencillamente, el surrealismo no me resulta gracioso.
La nota que le pongo a esta película, viene motivada por 2 razones:
- Los primeros 20 minutos (hasta que John Cusack encuentra la puerta) son brillantes. Aquí todavía hay tiempo para la comedia y el gag tradicional. El personaje de John Cusack asiste atónito a ciertas situaciones y personajes surrealistas, de la misma forma que lo hacemos nosotros.
- La película es tremendamente original e independientemente de que no conectes con este tipo de humor surrealista, el film posee un ritmo narrativo que no decae en ningún momento.
Además, podemos intentar encontrar a la película todo el subtexto existencial que queramos, ya que hay ciertos elementos de tipo simbólico a lo largo del film, que se prestan deliberadamente a ello; pero he de decir que en mi caso, la película no ha dejado ningún poso, más allá de la sensación de haber asistido a una bizarrada de tres pares.
Recomendada, estrictamente, para amantes de este tipo de humor y para cinéfagos compulsivos.
5
3 de agosto de 2019
3 de agosto de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Cronenberg ha hecho carrera en el mundo del cine gracias a provocar en el espectador grandes dosis de incomodidad. No tanto por los temas que aborda en sus películas sino por la manera de hacerlo.
Su estilo podríamos definirlo como “gore existencial” o “casquería de autor” ya que la presencia de vísceras, carne, sangre, mutilaciones, alteraciones físicas… fue el leitmotiv sobre el que giró su carrera durante 20 años.
La idea central de Crash es interesante: La unión de Eros y Tanatos. No es sorprendente que un concepto psicoanalítico se convierta en el eje sobre el que gire una película de Cronenberg, es una constante en su cine, pero quizás ésta sea la película donde lo lleve hasta las últimas consecuencias.
Unos yuppies yankies que aparentemente lo tienen todo (belleza, éxito, pasta) se aburren y esto se plasma especialmente en sus relaciones personales y por supuesto sexuales. El retrato que hace de la pareja de Spader y de Debora Unger es esquemático pero también desolador.
El sexo y la incapacidad para alcanzar el orgasmo se eleva a metáfora de una sociedad nihilista, dónde el hedonismo extremo es la única manera de sentir emociones.
Por supuesto, Cronenberg es Cronenberg y la idea está al servicio de la forma, o mejor dicho de la carne y la víscera. Así que el protagonista real de la función es el exhibicionismo de la imperfección del cuerpo humano, los efectos de los accidentes de coche en la carne, las cicatrices, las prótesis elevadas a la categoría de fetiche.
Sin embargo, reconociendo su lenguaje personal, sus obsesiones y ese subtexto existencial que impregna la mayor parte de sus películas, hay algo en el cine de Cronenberg con lo que no termino de conectar (con excepción de La Mosca, Scanners, La zona muerta y la infravaloradísima Existenz) y es que creo que el canadiense no quiere a sus personajes, los detesta y los despoja de motivaciones mundanas, reales, cotidianas, de emociones reconocibles. Me resulta muy complicado conectar con personajes extremos, al servicio de una idea desquiciada, con innumerables parafilias y obsesiones malsanas.
En Crash toda la galería de personajes es así, personajes detestables que no dudan en provocar accidentes de coche con víctimas colaterales, con el único propósito de alcanzar el orgasmo ya sea a través del sexo o del dolor.
Bien filmada, buena fotografía y unos personajes esquemáticos al servicio de un concepto interesante desarrollado de una forma malsana, enfermiza y extrema.
Su estilo podríamos definirlo como “gore existencial” o “casquería de autor” ya que la presencia de vísceras, carne, sangre, mutilaciones, alteraciones físicas… fue el leitmotiv sobre el que giró su carrera durante 20 años.
La idea central de Crash es interesante: La unión de Eros y Tanatos. No es sorprendente que un concepto psicoanalítico se convierta en el eje sobre el que gire una película de Cronenberg, es una constante en su cine, pero quizás ésta sea la película donde lo lleve hasta las últimas consecuencias.
Unos yuppies yankies que aparentemente lo tienen todo (belleza, éxito, pasta) se aburren y esto se plasma especialmente en sus relaciones personales y por supuesto sexuales. El retrato que hace de la pareja de Spader y de Debora Unger es esquemático pero también desolador.
El sexo y la incapacidad para alcanzar el orgasmo se eleva a metáfora de una sociedad nihilista, dónde el hedonismo extremo es la única manera de sentir emociones.
Por supuesto, Cronenberg es Cronenberg y la idea está al servicio de la forma, o mejor dicho de la carne y la víscera. Así que el protagonista real de la función es el exhibicionismo de la imperfección del cuerpo humano, los efectos de los accidentes de coche en la carne, las cicatrices, las prótesis elevadas a la categoría de fetiche.
Sin embargo, reconociendo su lenguaje personal, sus obsesiones y ese subtexto existencial que impregna la mayor parte de sus películas, hay algo en el cine de Cronenberg con lo que no termino de conectar (con excepción de La Mosca, Scanners, La zona muerta y la infravaloradísima Existenz) y es que creo que el canadiense no quiere a sus personajes, los detesta y los despoja de motivaciones mundanas, reales, cotidianas, de emociones reconocibles. Me resulta muy complicado conectar con personajes extremos, al servicio de una idea desquiciada, con innumerables parafilias y obsesiones malsanas.
En Crash toda la galería de personajes es así, personajes detestables que no dudan en provocar accidentes de coche con víctimas colaterales, con el único propósito de alcanzar el orgasmo ya sea a través del sexo o del dolor.
Bien filmada, buena fotografía y unos personajes esquemáticos al servicio de un concepto interesante desarrollado de una forma malsana, enfermiza y extrema.
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