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Críticas ordenadas por utilidad
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6,9
23.904
9
25 de julio de 2023
25 de julio de 2023
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Babylon es a Damien Chazelle lo que “Uno de los nuestros” a Scorsese, el “Magnolia” de PT Anderson.
Su obra más monumental y excesiva. El compendio de todas sus obsesiones. La aleación de su magia en la puesta en escena y su derroche de placeres. De su música celestial y sus orgías románticas.
El desfase hedonista de un vividor. El último poso en el café de un nostálgico irremediable. La carcajada estruendosa del que se deja llevar. El vómito del que no sabe beber. La felicidad etílica en cada plano.
La profundidad del que sabe que el cine es más grande que la vida
Que no hay mejor metáfora de la vida que la propia historia del cine. Y cuenta lo que estamos viviendo hoy sin darnos cuenta en las empresas: la transformación digital de hoy a través del paso del cine mudo al sonoro.
Damien Chazelle lo explica como nadie. Habla de hoy hablando de ayer
Su obra más monumental y excesiva. El compendio de todas sus obsesiones. La aleación de su magia en la puesta en escena y su derroche de placeres. De su música celestial y sus orgías románticas.
El desfase hedonista de un vividor. El último poso en el café de un nostálgico irremediable. La carcajada estruendosa del que se deja llevar. El vómito del que no sabe beber. La felicidad etílica en cada plano.
La profundidad del que sabe que el cine es más grande que la vida
Que no hay mejor metáfora de la vida que la propia historia del cine. Y cuenta lo que estamos viviendo hoy sin darnos cuenta en las empresas: la transformación digital de hoy a través del paso del cine mudo al sonoro.
Damien Chazelle lo explica como nadie. Habla de hoy hablando de ayer

5,7
22.011
5
27 de agosto de 2011
27 de agosto de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas producidas por Judd Apatow parecen ser intercambiables de las que dirige él. Sus patrones son los mismos: personajes demasiado convencidos de su gracia, patetismo, chistes fáciles, réplicas excelentes y un abuso sistemático del "caca, culo, pedo, pis".
A eso le une una marca de estilo y es un gusto por la improvisación, que produce a veces muy buenos resultados cómicos, pero que tienen como consecuencia comedias que se van por encima de las dos horas. Y francamente, sus pelis no tienen tanta profundidad como para aguantar eso.
La boda de mi mejor amiga es otro producto Apatow más. Tiene una muy buena actriz como comediante y una trama que no está mal, pero sigue abusando de querer ser graciosa. Obvia el principio básico: no te creas graciosa, no te rías, pásalo mal para hacerlo pasar bien.
Y funciona. Funciona a veces, pero el conjunto tiende a caerse. En mi cine no se rió casi nadie. Mala señal.
A eso le une una marca de estilo y es un gusto por la improvisación, que produce a veces muy buenos resultados cómicos, pero que tienen como consecuencia comedias que se van por encima de las dos horas. Y francamente, sus pelis no tienen tanta profundidad como para aguantar eso.
La boda de mi mejor amiga es otro producto Apatow más. Tiene una muy buena actriz como comediante y una trama que no está mal, pero sigue abusando de querer ser graciosa. Obvia el principio básico: no te creas graciosa, no te rías, pásalo mal para hacerlo pasar bien.
Y funciona. Funciona a veces, pero el conjunto tiende a caerse. En mi cine no se rió casi nadie. Mala señal.

6,4
22.190
5
28 de febrero de 2011
28 de febrero de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un padre centrado en el trabajo, que bebe más de la cuenta. Una madre que abandona su carrera para centrarse en la familia, y deja de sentirse deseada. Una hija a la que el chico le gusta pasa de ella. Y un adolescente, con un amigo al que ya apenas le une nada.
Esos son los personajes de Los chicos están bien, un cúmulo de tópicos tras tópicos, que sólo se refugian bajo la excusa de que la familia es homo, en lugar de heterosexual. Esa es la única originalidad de una peli, cuyo guión opta por siempre por el camino más fácil en lugar de la autoexigencia, por la solución trillada en lugar de la búsqueda.
Y eso nace en los personajes: qué decir del cuarentón soltero guay inmaduro. Pero llega hasta la dirección, que explota el plano contra plano hasta hacer pensar que es la única posibilidad. Llega tan lejos esta comodidad que no sólo obvia el desmesurado talento de sus actrices sin un solo plano secuencia que redunde vida, familia, sino que no es capaz de una sola metáfora visual. Todo es plano y barato y fácil, pero el extremo llega en un último plano, visto en tantos telefilmes que uno siente la misma vergüenza ajena que debieran sentir Moore, Ruffalo y Benning de su directora.
Esos son los personajes de Los chicos están bien, un cúmulo de tópicos tras tópicos, que sólo se refugian bajo la excusa de que la familia es homo, en lugar de heterosexual. Esa es la única originalidad de una peli, cuyo guión opta por siempre por el camino más fácil en lugar de la autoexigencia, por la solución trillada en lugar de la búsqueda.
Y eso nace en los personajes: qué decir del cuarentón soltero guay inmaduro. Pero llega hasta la dirección, que explota el plano contra plano hasta hacer pensar que es la única posibilidad. Llega tan lejos esta comodidad que no sólo obvia el desmesurado talento de sus actrices sin un solo plano secuencia que redunde vida, familia, sino que no es capaz de una sola metáfora visual. Todo es plano y barato y fácil, pero el extremo llega en un último plano, visto en tantos telefilmes que uno siente la misma vergüenza ajena que debieran sentir Moore, Ruffalo y Benning de su directora.

5,6
4.373
9
5 de diciembre de 2008
5 de diciembre de 2008
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agustín Díaz Yanes es un valor seguro. No falla. Su cine tiene tanta fuerza que sólo te das cuenta de su hondura cuando acaba la película.
Es lo que les ocurre a "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto" o a "Alatriste". Es tan capaz de meterte en un universo de intriga, conflictos crecientes y brutalidad sin límites que sólo cuando termina de das cuenta de que la desolación que invade sus imágenes, de la humanidad que desprenden sus personajes y de la lágrima que recorre tu alma.
Su cine es de lo mejor que le ha pasado a España. Es capaz de devenir Scorsese y luego de parecer González Iñárritu. Y sin embargo, retratando México D.F. o haciéndolo con el siglo de oro, siempre nos habla de España, de su España de lucha de clases, de gente que levanta la cabeza para seguir caminando. Y recibir hostias y caer. Pero gente que se levanta porque el orgullo le puede más que la derrota.
Sus personajes son adictos a ello. Son carne de derrota, pero como en los grandes, en la lucha se dignifican. Sus cuatro damas son el fiel reflejo de ello. Su dignidad está a prueba de traiciones. No importa que se traicionen a sí mismas por dinero. No importa que Gloria Duque siga a los cincuenta chupando pollas. No importa que Paloma llegue a tratos con la policía o el juez. No importa que Ana se aposte al sol que más calienta. O que Ariadna sea incapaz de transmitir cariño. Lo que importa es que están juntas y van a estarlo. Y que están en la lucha. Que no importa lo que consigan, siempre seguirán en la lucha.
Díaz Yanes lo logra con un guión modélico. Uno de los mejores dialoguistas hace casi una película muda. Sus conflictos son tan poderosos que los silencios no hacen más que elevarlos. Sus actores son tan potentes que la palabra podría aminorarlos.
Tano apuesta por sí mismo, apuesta sobre seguro. Sigue fiel a su discurso, sigue fiel a su forma, sigue fiel a su maestría. Es alguien que no falla. Cuando te has comido con pasión toda su trama, comienzan a aparecer unas lágrimas imparables por tus ojos. Es su cine, es su fuerza, es su hondura
Es lo que les ocurre a "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto" o a "Alatriste". Es tan capaz de meterte en un universo de intriga, conflictos crecientes y brutalidad sin límites que sólo cuando termina de das cuenta de que la desolación que invade sus imágenes, de la humanidad que desprenden sus personajes y de la lágrima que recorre tu alma.
Su cine es de lo mejor que le ha pasado a España. Es capaz de devenir Scorsese y luego de parecer González Iñárritu. Y sin embargo, retratando México D.F. o haciéndolo con el siglo de oro, siempre nos habla de España, de su España de lucha de clases, de gente que levanta la cabeza para seguir caminando. Y recibir hostias y caer. Pero gente que se levanta porque el orgullo le puede más que la derrota.
Sus personajes son adictos a ello. Son carne de derrota, pero como en los grandes, en la lucha se dignifican. Sus cuatro damas son el fiel reflejo de ello. Su dignidad está a prueba de traiciones. No importa que se traicionen a sí mismas por dinero. No importa que Gloria Duque siga a los cincuenta chupando pollas. No importa que Paloma llegue a tratos con la policía o el juez. No importa que Ana se aposte al sol que más calienta. O que Ariadna sea incapaz de transmitir cariño. Lo que importa es que están juntas y van a estarlo. Y que están en la lucha. Que no importa lo que consigan, siempre seguirán en la lucha.
Díaz Yanes lo logra con un guión modélico. Uno de los mejores dialoguistas hace casi una película muda. Sus conflictos son tan poderosos que los silencios no hacen más que elevarlos. Sus actores son tan potentes que la palabra podría aminorarlos.
Tano apuesta por sí mismo, apuesta sobre seguro. Sigue fiel a su discurso, sigue fiel a su forma, sigue fiel a su maestría. Es alguien que no falla. Cuando te has comido con pasión toda su trama, comienzan a aparecer unas lágrimas imparables por tus ojos. Es su cine, es su fuerza, es su hondura

5,6
2.569
8
20 de mayo de 2009
20 de mayo de 2009
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Winterbottom es Dios. O al menos, es mi dios. Para mí no hay nadie que ruede como él. No hay nadie capaz de captar igual la verdad, tan hábil para convertir la cotidianeidad en magia, la persona en rol, la vida en cine.
Y para mí eso es ser Dios. Si eres capaz de hacer de la vida cine, has llegado a lo máximo. Y eso supone apostar por la normalidad. Supone creer en el ser humano. Supone entender que a la platea pueden importarle acciones iguales a las de su vida diaria. Supone jugar a sorprender con rutina. Supone ser fiel a la verdad.
Y Winterbottom siempre lo es. Ruede guiones de Laurence Coriat o de Boyce Cottrell, la narrativa siempre tiene menos importancia que la vida. Siempre busca normalizar las historias hasta hacerlas cotidianas. Con las de género de Boyce Cotrell lo consigue. Con las de Coriat apenas tiene que hacer el más mínimo esfuerzo.
Con Wonderland alcanzó su cenit de este cine. Ninguna película explica nuestra vida actual al mundo futuro como Wonderland. Nadie dice tanto diciendo tan poco, nadie capta el alma de una ciudad moderna como Winterbottom-Coriat con Londres 1999.
La ecuación trata de repetirse con Genova, esa ciudad que no es sino un limbo. En lugar de hacer de Nanni Moretti o de Todd Field, Winterbottom muestra sin exceso de tormentos cómo la vida de una familia cambia con la muerte de una madre. Pero eso no significa que cambie todo. La adolescente no va a dejar de querer gustar. El padre no va a dejar de querer dar clase. La niña pequeña no va a dejar de querer jugar. Como en la vida, las cosas son mucho más sutiles. El dúo Winterbottom-Coriat hace que sean tan sutiles que son verdad.
El problema es que de ahí nace una historia con menor impacto narrativo de lo esperado, donde la emoción aparece más al principio que al final, donde el esperador se sorprende por el giro hacia la rutina de tamaña irrupción inicial.
Winterbottom es fiel a sí mismo. Vuelve a lograr todos sus logros. Pero extrañamente ese problema hace que no alcance las cotas de lirismo, de profundidad, de emoción que alcanzan todas sus películas. Volverán. Porque nadie seguirá rodando como él, nadie como él para convertir la vida en cine. Porque nadie es Dios, sólo él.
Y para mí eso es ser Dios. Si eres capaz de hacer de la vida cine, has llegado a lo máximo. Y eso supone apostar por la normalidad. Supone creer en el ser humano. Supone entender que a la platea pueden importarle acciones iguales a las de su vida diaria. Supone jugar a sorprender con rutina. Supone ser fiel a la verdad.
Y Winterbottom siempre lo es. Ruede guiones de Laurence Coriat o de Boyce Cottrell, la narrativa siempre tiene menos importancia que la vida. Siempre busca normalizar las historias hasta hacerlas cotidianas. Con las de género de Boyce Cotrell lo consigue. Con las de Coriat apenas tiene que hacer el más mínimo esfuerzo.
Con Wonderland alcanzó su cenit de este cine. Ninguna película explica nuestra vida actual al mundo futuro como Wonderland. Nadie dice tanto diciendo tan poco, nadie capta el alma de una ciudad moderna como Winterbottom-Coriat con Londres 1999.
La ecuación trata de repetirse con Genova, esa ciudad que no es sino un limbo. En lugar de hacer de Nanni Moretti o de Todd Field, Winterbottom muestra sin exceso de tormentos cómo la vida de una familia cambia con la muerte de una madre. Pero eso no significa que cambie todo. La adolescente no va a dejar de querer gustar. El padre no va a dejar de querer dar clase. La niña pequeña no va a dejar de querer jugar. Como en la vida, las cosas son mucho más sutiles. El dúo Winterbottom-Coriat hace que sean tan sutiles que son verdad.
El problema es que de ahí nace una historia con menor impacto narrativo de lo esperado, donde la emoción aparece más al principio que al final, donde el esperador se sorprende por el giro hacia la rutina de tamaña irrupción inicial.
Winterbottom es fiel a sí mismo. Vuelve a lograr todos sus logros. Pero extrañamente ese problema hace que no alcance las cotas de lirismo, de profundidad, de emoción que alcanzan todas sus películas. Volverán. Porque nadie seguirá rodando como él, nadie como él para convertir la vida en cine. Porque nadie es Dios, sólo él.
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