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2
3 de diciembre de 2008
3 de diciembre de 2008
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imitación cutre de los Vigilantes de la playa (yo también pensaba que no era posible hacerlo, pero me equivoqué) con bicicleta, pantaloncitos cortos y polos o camisas de lo más mono.
Doce años después de su estreno, las inteligentes mentes de RTVE deciden reponerla a la hora de la comida, sin lugar a dudas en un honrado intento por acabar con la obesidad infantil y juvenil (por lo menos a mí me hace vomitar) y mantener vivo "el espíritu de peter pan" (hay que tener la mentalidad de un niño de menos de 6 años para ver más de un capítulo).
El argumento, pues de lo más rebuscado. Las andanzas de un grupo de policías montados en bicicleta que ponen orden en la playas de Santa Mónica mientras ligan que da gusto. Todos guapos, deportistas, molones, sin manchas ni arrugas, el gilipollas del hispano de Salvados por la campana ... y los malos que roban bolsos, de vez en cuando una bicicleta .... y, venga, escenas de persecución. Dale que dale a los pedales.
Pero claro, la gente tiene sus preocupaciones y problemas, y los intercalan entre las persecuciones. Así, por ejemplo, en un capítulo una chica le explica a un policía más veterano (pero guapo y fornido, por supuesto) que tiene un novio y quiere acostarse con él. Y el tío le suelta:
- Otra vez con eso. No has pensado que tengo otras cosas que hacer. Como combatir el crimen.
Impresionante. Que prefiero las series de Lina Morgan, que están más curradas y dobla las piernas. Y no se ruedan en exteriores pero bueno; y no hay playa pero me da igual.
Sólo odio una cosa más que a todos los que participan en la serie. Los que la reponen años después en otro país y en TV pública.
Doce años después de su estreno, las inteligentes mentes de RTVE deciden reponerla a la hora de la comida, sin lugar a dudas en un honrado intento por acabar con la obesidad infantil y juvenil (por lo menos a mí me hace vomitar) y mantener vivo "el espíritu de peter pan" (hay que tener la mentalidad de un niño de menos de 6 años para ver más de un capítulo).
El argumento, pues de lo más rebuscado. Las andanzas de un grupo de policías montados en bicicleta que ponen orden en la playas de Santa Mónica mientras ligan que da gusto. Todos guapos, deportistas, molones, sin manchas ni arrugas, el gilipollas del hispano de Salvados por la campana ... y los malos que roban bolsos, de vez en cuando una bicicleta .... y, venga, escenas de persecución. Dale que dale a los pedales.
Pero claro, la gente tiene sus preocupaciones y problemas, y los intercalan entre las persecuciones. Así, por ejemplo, en un capítulo una chica le explica a un policía más veterano (pero guapo y fornido, por supuesto) que tiene un novio y quiere acostarse con él. Y el tío le suelta:
- Otra vez con eso. No has pensado que tengo otras cosas que hacer. Como combatir el crimen.
Impresionante. Que prefiero las series de Lina Morgan, que están más curradas y dobla las piernas. Y no se ruedan en exteriores pero bueno; y no hay playa pero me da igual.
Sólo odio una cosa más que a todos los que participan en la serie. Los que la reponen años después en otro país y en TV pública.

5,0
16.011
3
26 de diciembre de 2008
26 de diciembre de 2008
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trueba ganó el Oscar y será recordado por aquella dedicación a Wilder. Nunca he conocido lo que el gran Billy dijo de esta película si cometió el horror de verla. Sería divertido.
Tanto hablar de la grandeza de los actores españoles y resulta que cuando coinciden los únicos que se salvan son los de USA (Eli Wallach y un gran Danny Aiello, especialmente).
A mí también me encanta la comedia clásica y la screwball comedy: por eso me limito a ver esas películas. Fernando, tío, te hubiera salido más rentable comprar varias copias de esas películas, quemarlas, y quedarte con el resto del dinero. El resultado hubiera sido el mismo: destrozar el género de la comedia (clásica).
Si tu objetivo era hacer reir: enhorabuena, lo has conseguido. Te has reido (y bien) de quien puso el dinero y del espectador.
Al menos fuiste generoso. Con este espanto has hecho ganar mucho dinero a bastante gente: a tu hermano, a tu bolsillo, a Banderas, a Ana Leza ...
Pero sí conseguiste hacer que se reivindicara el cine patrio. Cada vez que me acuerdo de tu película me entran unas ganas locas de volver a ver ¡Vaya par de gemelos!: película española 100% (a Margot Cottens la considero de la casa), sin tantas y tontas pretensiones, más divertida (al menos no hace llorar) y con una doble interpretación de Martínez Soria que Antonio nunca llegará ni a soñar.
Tanto hablar de la grandeza de los actores españoles y resulta que cuando coinciden los únicos que se salvan son los de USA (Eli Wallach y un gran Danny Aiello, especialmente).
A mí también me encanta la comedia clásica y la screwball comedy: por eso me limito a ver esas películas. Fernando, tío, te hubiera salido más rentable comprar varias copias de esas películas, quemarlas, y quedarte con el resto del dinero. El resultado hubiera sido el mismo: destrozar el género de la comedia (clásica).
Si tu objetivo era hacer reir: enhorabuena, lo has conseguido. Te has reido (y bien) de quien puso el dinero y del espectador.
Al menos fuiste generoso. Con este espanto has hecho ganar mucho dinero a bastante gente: a tu hermano, a tu bolsillo, a Banderas, a Ana Leza ...
Pero sí conseguiste hacer que se reivindicara el cine patrio. Cada vez que me acuerdo de tu película me entran unas ganas locas de volver a ver ¡Vaya par de gemelos!: película española 100% (a Margot Cottens la considero de la casa), sin tantas y tontas pretensiones, más divertida (al menos no hace llorar) y con una doble interpretación de Martínez Soria que Antonio nunca llegará ni a soñar.

7,7
4.836
9
10 de marzo de 2009
10 de marzo de 2009
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras El Limpiabotas y Ladrón de Bicicletas, y antes de Umberto D (e incluso Estación Términi), De Sica nos ofreció la cara "más amable" del neorrealismo con la admirable Milagro en Milán.
Y entrecomillamos lo de amable. Porque si bien es verdad que la película cumple con la mayor parte de las constantes que caracterizaron al movimiento (actores no profesionales, rodaje en escenarios naturales, economía de medios, visión desoladora -o sea, realista- de la situación de su tiempo ...), se aparta de gran parte de la producción neorralista (su propio autor, Rossellini, etc.) en la introducción del tono de comedia que planea sobre toda la cinta y los elementos sobrenaturales que presiden la segunda de las dos partes en las que se divide.
De Sica (que contó con la colaboración en el guión de varios autores, entre ellos clásicos de la época como D'Amico y Zavattini) nos cuenta como Totó, tras salir del orfanato, comienza a crear una barriada en el extrarradio de Milán junto a otras familias de pobres sin hogar. El terreno será vendido a un rico propietario, Mobbi, que querrá ocuparlo cuando se descubre petróleo.
En la primera parte De Sica (uno de los mejores directores y actores italianos y no sólo de esta nacionalidad de la historia) nos narra las condiciones míseras de este grupo de gente y cómo son capaces de hacerse sus casas y disfrutar, sí disfrutar, de la vida (cantar plasma esa felicidad, qué poco necesitan). La introducción del anteriormente mencionado tono de comedia ayuda a "suavizar" la crueldad de ´las imágenes, donde destaca especialmente aquella escena en la que todos buscan el lugar donde caen los rayos de sol para poder calentarse mientras saltan para mantener calientes los pies.
En la segunda, el director italiano parace embuirse en el espíritu capriano y, ante el acoso de Mobbi y sus patrullas, cuenta como Totó recibe el don de hacer realidad todos sus deseos. Con ello, podrán enfrentarse al especulador. Sin embargo, a diferencia de Capra (el cineasta rooseveltiano por excelencia, de Franklin no de Theodore, por supuesto) De Sica no parece confiar en la bondad del sistema: cosas de la Democracia Cristiana.
Conclusiones en spoiler...
Y entrecomillamos lo de amable. Porque si bien es verdad que la película cumple con la mayor parte de las constantes que caracterizaron al movimiento (actores no profesionales, rodaje en escenarios naturales, economía de medios, visión desoladora -o sea, realista- de la situación de su tiempo ...), se aparta de gran parte de la producción neorralista (su propio autor, Rossellini, etc.) en la introducción del tono de comedia que planea sobre toda la cinta y los elementos sobrenaturales que presiden la segunda de las dos partes en las que se divide.
De Sica (que contó con la colaboración en el guión de varios autores, entre ellos clásicos de la época como D'Amico y Zavattini) nos cuenta como Totó, tras salir del orfanato, comienza a crear una barriada en el extrarradio de Milán junto a otras familias de pobres sin hogar. El terreno será vendido a un rico propietario, Mobbi, que querrá ocuparlo cuando se descubre petróleo.
En la primera parte De Sica (uno de los mejores directores y actores italianos y no sólo de esta nacionalidad de la historia) nos narra las condiciones míseras de este grupo de gente y cómo son capaces de hacerse sus casas y disfrutar, sí disfrutar, de la vida (cantar plasma esa felicidad, qué poco necesitan). La introducción del anteriormente mencionado tono de comedia ayuda a "suavizar" la crueldad de ´las imágenes, donde destaca especialmente aquella escena en la que todos buscan el lugar donde caen los rayos de sol para poder calentarse mientras saltan para mantener calientes los pies.
En la segunda, el director italiano parace embuirse en el espíritu capriano y, ante el acoso de Mobbi y sus patrullas, cuenta como Totó recibe el don de hacer realidad todos sus deseos. Con ello, podrán enfrentarse al especulador. Sin embargo, a diferencia de Capra (el cineasta rooseveltiano por excelencia, de Franklin no de Theodore, por supuesto) De Sica no parece confiar en la bondad del sistema: cosas de la Democracia Cristiana.
Conclusiones en spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final, y en realidad toda la segunda parte, habrá quien pueda catalogarlo como una tomadura de pelo o, simplemente, una gilipollez. Esta gente no me interesa.
Soy de los que se emociona cada vez que veo a esa pobra gente en sus escobas sobrevolando el Duomo y todo Milán rumbo a un reino donde los buenos días sigan siendo buenos días. Qué se le va a hacer, nunca se debe perder la esperanza.
Soy de los que se emociona cada vez que veo a esa pobra gente en sus escobas sobrevolando el Duomo y todo Milán rumbo a un reino donde los buenos días sigan siendo buenos días. Qué se le va a hacer, nunca se debe perder la esperanza.

7,8
13.195
9
2 de febrero de 2009
2 de febrero de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero de los cinco westerns del gran Howard Hawks y primera demostración de que en este género también podía ser uno de los mejores. Anteriormente, había rodado la estimable La ciudad sin Ley, no propiamente western aunque ambientada en plena fiebre del oro.
Con el traslado de 9000 cabezas de ganado de Texas a, finalmente, Abilene como fondo argumental, Hawks recupera el espíritu de la tragedia clásica. Dunson (un Wayne con canas que muestra que es mejor actor de lo que normalmente pensamos) acaba casi por enloquecer de furia y se enfrenta a su propio hijo (hijastro) Matt (Clift) que tras haber sido recogido de la nada se opone al hombre que le ha dado todo lo que tiene.
Hawks, magnífico director de actores y actrices, cuenta con un magnífico Wayne. Digno observar como va agriando su carácter a medida que avanza el metraje sinsobreactuar en ningún momento. También sus escenas con Clift: esas miradas, primero de ternura y luego de autoridad e ira. Quizá estas últimas no fueron tan difíciles de plasmar en la pantalla, tanto Wayne como Brennan no llegaban a aceptar de demasiada buena gana las tendencias homo o bisexuales de Monthy. Pero eso encumbra las primeras.
Cuenta, además, con un soberbio Clift en su (sí creánlo) primer papel en la pantalla. A partir de aquí iniciaría su inevitable ascenso cinematográfico, demostrando que fue uno de los mejores actores de aquellos años y de la historia), que en todo momento fue acompañado de su declive físico y mental.
Y, por supuesto, como los grandes directores saben hacer, "dar cancha" a los secundarios: impagable aparición final de Joanne Dru, los Carey, John Ireland y el siempre genial Walter Brennan, otra vez aportando el contrapunto humorístico.
Qué grande era Hawks. Un maestro. Junto a todas esas escenas intimistas entre personajes (la de Dru y Wayne es excelente) podemos observar cómo se realizan escenas de acción. En este caso, además de la del ataque indio a la caravana, las relativas al manejo del ganado: la salida, el cruce del río, la estampida. Esplendorosas. Algún director que muchos años después relataría las andanzas de un capitán de nuestro Siglo de Oro (o Siglos), lo hubiera resuelto, sin el menor rubor, con cinco vacas y dos cow-boys. No, el dinero no lo es todo. Hay que ser grande, y Hawks lo era.
Con el traslado de 9000 cabezas de ganado de Texas a, finalmente, Abilene como fondo argumental, Hawks recupera el espíritu de la tragedia clásica. Dunson (un Wayne con canas que muestra que es mejor actor de lo que normalmente pensamos) acaba casi por enloquecer de furia y se enfrenta a su propio hijo (hijastro) Matt (Clift) que tras haber sido recogido de la nada se opone al hombre que le ha dado todo lo que tiene.
Hawks, magnífico director de actores y actrices, cuenta con un magnífico Wayne. Digno observar como va agriando su carácter a medida que avanza el metraje sinsobreactuar en ningún momento. También sus escenas con Clift: esas miradas, primero de ternura y luego de autoridad e ira. Quizá estas últimas no fueron tan difíciles de plasmar en la pantalla, tanto Wayne como Brennan no llegaban a aceptar de demasiada buena gana las tendencias homo o bisexuales de Monthy. Pero eso encumbra las primeras.
Cuenta, además, con un soberbio Clift en su (sí creánlo) primer papel en la pantalla. A partir de aquí iniciaría su inevitable ascenso cinematográfico, demostrando que fue uno de los mejores actores de aquellos años y de la historia), que en todo momento fue acompañado de su declive físico y mental.
Y, por supuesto, como los grandes directores saben hacer, "dar cancha" a los secundarios: impagable aparición final de Joanne Dru, los Carey, John Ireland y el siempre genial Walter Brennan, otra vez aportando el contrapunto humorístico.
Qué grande era Hawks. Un maestro. Junto a todas esas escenas intimistas entre personajes (la de Dru y Wayne es excelente) podemos observar cómo se realizan escenas de acción. En este caso, además de la del ataque indio a la caravana, las relativas al manejo del ganado: la salida, el cruce del río, la estampida. Esplendorosas. Algún director que muchos años después relataría las andanzas de un capitán de nuestro Siglo de Oro (o Siglos), lo hubiera resuelto, sin el menor rubor, con cinco vacas y dos cow-boys. No, el dinero no lo es todo. Hay que ser grande, y Hawks lo era.

6,8
20.519
7
13 de enero de 2009
13 de enero de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacia finales del siglo pasado, Woody Allen llegaba a un acuerdo con la productora Dreamworks (propiedad, entre otros, de Spielberg) para hacer tres películas (se extendería también a Todo lo demás). Con ello, la productora buscaba conseguir algo más de prestigio creativo y el director (además de financiación) poder llegar a un público mayor. Al menos en USA, pues en Europa sigue gozando del favor (en líneas generales) de la crítica y (en cierto sentido) del espectador. La condición: Allen dejaría de lado su cine "más sesudo", se centraría más en la comedia para acercarse al espíritu de sus primeras películas.
Fruto de esa colaboración nacieron Granujas de medio pelo, La maldición del escorpión de jade y Un final made in Hollywood.
Sin embargo, Allen es Allen. Y en esta película aparecen todas sus características y temas de referencia. Tratados, sí, de una manera más "ligera", pero ahí están. Si alguien no la ha visto, que no se asuste: no faltan psiquiatras, judíos, conflictos creativos, relaciones de amor-odio con antiguas parejas, comparaciones entre amores actuales y pasados, tipos hipocondríacos, conflictos psicológicos, odas a la masturbación, alabanzas del sexo (entre dos, se entiende), referencias culturales y/o melómanas de primer orden y el habitual elenco de frases desternillantes. Allen en estado puro, pues.
Un final made in Hollywood nos cuenta cómo un director caído en desgracia es contratado para realizar una película de elevado presupuesto, gracias a su antigua mujer que está a punto de casarse con el dueño de la productora que la financia. Justo antes de comenzar el rodaje, contrae una absoluta ceguera, pese a lo cuál sigue con el proyecto ocultando la verdad a casi todos.
La introducción de este elemento (la ceguera) permite que Allen justifique ante Dreamworks el requerido tono cómico, ya que buena parte del metraje versa sobre ello: tropezones, confusiones, situaciones absurdas varias. Una vez que ha conseguido esto, el genio neoyorkino introduce sus conocidas obsesiones y, también, decide "vengarse" del propio mundo (o industria) del cine, en varias ocasiones tirando de experiencias propias: reivindicación de NY frente a California, fracaso de público y crítica estadounidenses frente a reverencia de crítica francesa (aunque se trate de la obra lamentable de un ciego es un guiño a su propio caso), uso de decorados en vez de exteriores, etc.
Divertida, entretenida y con algunos momentos brillantes, se ve perjudicada por un final "poco trabajado" en el que todo sucede rápidamente y de forma poco convincente. Destacar, entre el reparto, a Allen haciendo de Allen, y a una guapísima Téa Leoni además de (como siempre) una gran selección musical.
Fruto de esa colaboración nacieron Granujas de medio pelo, La maldición del escorpión de jade y Un final made in Hollywood.
Sin embargo, Allen es Allen. Y en esta película aparecen todas sus características y temas de referencia. Tratados, sí, de una manera más "ligera", pero ahí están. Si alguien no la ha visto, que no se asuste: no faltan psiquiatras, judíos, conflictos creativos, relaciones de amor-odio con antiguas parejas, comparaciones entre amores actuales y pasados, tipos hipocondríacos, conflictos psicológicos, odas a la masturbación, alabanzas del sexo (entre dos, se entiende), referencias culturales y/o melómanas de primer orden y el habitual elenco de frases desternillantes. Allen en estado puro, pues.
Un final made in Hollywood nos cuenta cómo un director caído en desgracia es contratado para realizar una película de elevado presupuesto, gracias a su antigua mujer que está a punto de casarse con el dueño de la productora que la financia. Justo antes de comenzar el rodaje, contrae una absoluta ceguera, pese a lo cuál sigue con el proyecto ocultando la verdad a casi todos.
La introducción de este elemento (la ceguera) permite que Allen justifique ante Dreamworks el requerido tono cómico, ya que buena parte del metraje versa sobre ello: tropezones, confusiones, situaciones absurdas varias. Una vez que ha conseguido esto, el genio neoyorkino introduce sus conocidas obsesiones y, también, decide "vengarse" del propio mundo (o industria) del cine, en varias ocasiones tirando de experiencias propias: reivindicación de NY frente a California, fracaso de público y crítica estadounidenses frente a reverencia de crítica francesa (aunque se trate de la obra lamentable de un ciego es un guiño a su propio caso), uso de decorados en vez de exteriores, etc.
Divertida, entretenida y con algunos momentos brillantes, se ve perjudicada por un final "poco trabajado" en el que todo sucede rápidamente y de forma poco convincente. Destacar, entre el reparto, a Allen haciendo de Allen, y a una guapísima Téa Leoni además de (como siempre) una gran selección musical.
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