Un padre es asesinado a tiros en su propia casa delante de su familia. El hijo que tan solo tiene ocho años se verá profundamente impactado por este hecho.
Aunque la película discurre casi en su totalidad en la ciudad de Nueva York, aquí de lo que se trata es de un policía entregado a su trabajo, con unos valores y sentimientos de justicia casi inalcanzables y uno de los terroristas más buscados del IRA. La película entretiene y poco más, usa la situación para dar un trasfondo en el que enmarcar la historia, pero no profundiza demasiado en él. Este uso tan superficial del conflicto terrorista, fue una manera irresponsable de hablar de un complejo enfrentamiento. Esto es lo que hacen habitualmente en Hollywood, así que no debería sorprender a nadie. Pinta al terrorista de una forma menos severa de lo que podrías esperar, juega con esta orientación porque necesita que el espectador se identifique con él. Pero como podemos encariñarnos con un terrorista, que asesina cuando es necesario sin pensarlo, que no tiene otra idea en la cabeza que la de proseguir su lucha. Es por ello que será realmente difícil avenirse con el personaje de Francis Austin McGuire, aun cuando este terrorista cargue con la muerte de su padre como justificación. Yo creo que ese es el principal problema de la cinta, pensar que se puede simpatizar con alguien así. Eso y el contrapunto tan exagerado que supone Harrison Ford, con un papel más de héroe americano que te machaca sus ideales tan elevados como exagerados cada vez que está en pantalla. Una actitud que lo convierte en irreal. Y es una lástima de película, porque en sus inicios parecía que sería más intensa, con el golpe de efecto que supone el asesinato del padre y después la escaramuza entre policía, ejército y terroristas. Pero solo es un espejismo que dura unos minutos. Luego, entra en un casi letargo, que debería servir para construir tensión e inadvertidamente convertirlo en drama, pero que falla miserablemente al intentarlo. Lástima de historia que no sabe llegar a ningún lado. Si en vez de seguir esos derroteros, se hubiera seguido desarrollando en el plano de película de acción nos hubiera mantenido más interesados en su desarrollo.
Tanto la interpretación de Harrison Ford, como la de Brad Pitt es correcta. Si acaso al primero le haría falta cambiar de registro de vez en cuando, pues encarna una y otra vez al mismo tipo de personaje. Eso no beneficia a la película, que se resiente por la imagen tan estereotipada que muestra.
Una película que empieza bien, haciendo que nos interesemos, pero que tiene un fuerte bache y que apenas si se recupera hacia el final. Porque aunque las interpretaciones sean correctas, la parte que se adscribe al drama, es más bien olvidable.

Película ligera, para sentarse y reír un rato. Es muy fácil de ver, no se necesita más que estar de humor para soportar tontería tras tontería del inclasificable actor protagonista. Al tipo en cuestión, Martin Lawrence, se le ve con personalidad propia, aunque no deja de recordar a tiempos mejores de Eddie Murphy. Quien podría haber interpretado esta película y hubiera sido exactamente la misma.
La historia es de lo más rocambolesca e increíble. Muy forzada o directamente ridícula, pero queramos reconocerlo o no divierte. Guarda el razonamiento y la lógica antes de empezar a ver la película, pues esta no soporta ni el análisis más ligero. Estamos frente a una combinación a partes iguales de acción y comedia donde la estrella tendrá que salvar la situación siempre de la manera más audaz e imaginativa posible, consiguiendo continuamente contra todo pronóstico la palmadita en la espalda de sus jefes. Tal vez lo más significativo no es lo que encuentras, sino lo que no encuentras. Esta vez olvidan sabiamente el muchas veces ridículo y forzado romance entre el protagonista y alguna desdichada mujer, que al principio le odia y luego lo ama sin remisión.
Evitar el romance seguramente fue una buena idea, aunque arriesgada. Porque así te puedes centrar más en el género de acción y comedia sobre compañeros, pero esto también reduce el abanico de escenas posibles a desplegar, pudiendo caer en la monotonía. Por suerte el director no trata de alargar la historia más de lo necesario, y le da un ritmo acelerado que ayuda a no ver sus fallos y evita que se haga pesada. La mejor manera de explicarlo es que siempre está pasando algo.
La indiscutible estrella y el centro sobre el que todo gira es Martin Lawrence. Realiza las payasadas de siempre, nada nuevo si ya has visto la floja Seguridad nacional. Esta vez no es ningún problema, porque todavía no trata de hacer más de lo que es capaz, pero le traerá problemas si no se actualiza. Lo que si veo un grave fallo es pintar a Martin Lawrence como el único tipo divertido. Luke Wilson como Carlson resulta completamente difuminado. Es un personaje demasiado plano, siempre lo ves fascinado con el fulgurante éxito de su compañero, pero hasta ahí llega su personalidad. La primera vez el chiste resulta gracioso, pero la quinta o sexta vez que le ves maravillarse por lo que este ladrón haciéndose pasar por policía hace te deja indiferente. Si no se hubiera tratado de centrar tanto la cinta en Martin Lawrence y en cambio hubieran dado más cancha a los demás actores, el resultado sería mucho mejor.
Te gustará si no dejas de repetirte, es solo una película, no son policías de verdad. Porque de lo contrario te vas a poner a llorar de lo patéticos que son los compañeros de policía de este ladrón infiltrado.

Nuestro protagonista es un chico joven, universitario, que habitualmente obtiene sobresalientes en sus notas. Es un deportista luchando por entrar en el equipo de gimnasia que participará en las olimpiadas, que se lo pasa bien con sus amigos y tiene mucho éxito con las mujeres. ¿Se puede pedir más? ¿Y que pasaría si en realidad todo fuera mentira? Lo que en principio parece que va a ser un típico drama sobre un deportista en su lucha por llegar a ser mejor, se convierte en una cinta donde se nos cuenta una curiosa película que trata sobre la autorealización. Además encontrarás al que es, casi seguro, uno de los más extraños mentores que jamás habréis visto.
La película muestra sensibilidad y sinceridad, creo que mantiene la simple pretensión de educar al protagonista, pero también a quien la ve. Recuerda enormemente a un típico libro de auto ayuda, al menos creo que se parece más a eso que a un clon de Karate Kid, aunque por ahí anda la historia.
El guión no es especialmente original y tiene un desarrollo bastante común. La idea de la relación maestro alumno se ha visto muchas veces antes, y que hay de los personajes, tópicos repetidos hasta la saciedad, pero tratados con gusto y con el suficiente misterio para intrigarte, se consigue atraer y no aburrir. Se tarda un poco en aclarar por donde va la trama, pero cuando lo hace, se convierte en una historia previsible, sin sobresaltos y fácil de ver.
La interpretación de Nick Nolte es magnífica y sobre sus espaldas recae gran parte de la credibilidad que consigue la película. Tiene una dura papeleta, pues su personaje está muy pobremente dibujado, no se explica información sobre él, no hay nada que nos diga que quiere de Dan, ni porqué le ayuda y esto le dificulta para llegar al espectador. Nuestro protagonista hace su papel de forma correcta, pero el doble que ponen para realizar los ejercicios en las anillas tiene dos veces el volumen de sus brazos y se nota demasiado. El resto del reparto es completamente olvidable. Sobre todo el entrenador, que merece un suspenso por una actuación tan floja.
Aunque tengamos en frente a una bonita historia, con un mensaje que cala y agradará al espectador, no puedo dejar de preguntarme de donde se sacaba Sócrates esas frases que suelta todo el tiempo como: "tira la basura de tú mente". Yo creo que están sacadas directamente de galletas de la fortuna, pero creo que me quedaré con la duda.

Película de la saga Star Wars, hecha en 3D, y que no debemos confundir con un nuevo episodio, porque nos llevará a una desilusión. Pues aunque el material es excelente, la historia no avanza más allá de las guerras clon. Al estar enmarcada entre dos películas, el segundo episodio y el tercero, no les será fácil sorprendernos con nuevos hechos, pues deben mantener la continuidad de la saga. La película aun teniendo entidad propia, sirve como trampolín a la serie de televisión con el mismo nombre.
Si bien el utilizar animación en 3D no quiere decir obligatoriamente que la orientación de la película sea para niños, el uso habitual de esta tecnología como sustituto de los dibujos animados debería hacernos temer que así es. Para confirmar el público objetivo tenemos el guión, que aunque lleno de combates y luchas entre los clones y los drones, tiene como tema central el rescatar al hijo de Jabba el Hutt. Convirtiendo a los Jedis en unos simples canguros. Este guión demasiado infantil, estará coronado por la inclusión de un nuevo personaje, Ahsoka Tano, puesta exclusivamente para que el público más joven tenga alguien a quien admirar entre tanto adulto. Además recibe demasiada atención, en detrimento del resto de personajes, ahondando más si cabe en el carácter aniñado de la película.
Los combates son intensos y no precisamente escasos. Es difícil encontrar un par de minutos sin tener algo en marcha en este sentido, pero aun cuando la situación es desesperada, la tensión no llega a desbordarnos. En parte es porque cuando las cosas se están poniendo interesantes, nuestra atención es desplazada a lo que ocurre en otro lugar con menos presión. La animación es solo correcta para lo que es una película, la actual tecnología permite mucho más. Sobre todo en el apartado de la expresividad de los personajes, demasiado acartonados y desprovistos de la misma. Los personajes que todos conocemos y adoramos, parecen distintos. Notable es este hecho con Anakin, demasiado dócil y comedido a mi parecer, para lo que se nos presentó en el Ataque de los clones. O el mismo Obi-Wan, confiando ciegamente en las habilidades de Anakin, algo que en las películas le cuesta mucho hacer. Peor son los nuevos personajes, con ese molesto hijo de Jabba el Hutt, la padawan Ahsoka Tano, que no para de ser impertinente fuera de lo que debería ser el comportamiento de un Padawan o el inclasificable Ziro el Hutt, que merecería ser expulsado del clan Hutt solo por la forma de vestir.
Te puedes pasar horas comparando esta película con el resto de la franquicia, pero lo que está claro es que para deleitarse de verdad con ella hay que ser un niño, es una interesante propuesta para aquellos que devoramos todo lo que tiene el nombre de Star Wars, pero desaprovechada en su mayor parte si tenemos en cuenta lo que pueda dar de sí unos Jedis acorralados por Siths y no haciendo de canguros.

En un pequeño pueblo de Australia, donde apenas pasa nada, se desencadenará un gran desastre. Una extraña lluvia de meteoritos traerá destrucción indiscriminada, y lo que es peor, una especie de plaga que convertirá a todos en muertos vivientes. Los zombies andarán sueltos por la zona, atacando libremente a todos aquellos que se crucen por su camino. Forzando a unirse a los poco supervivientes que quedan, si quieren tener una posibilidad de escapar de esta pesadilla.
Esta es una película de bajo presupuesto que tiene un sabor especial. Parece como si todo un pueblo hubiera acordado participar en ella. De manera que la cantidad de extras es considerable para lo que suelen ser este tipo de películas.
Teniendo en cuenta lo trillado que están las películas de terror en general, y de zombies en particular, esta trata de añadir humor a la ecuación terror más gore. Separándose de otras como El amanecer de los muertos vivientes o 28 semanas después más serias y a las que no puede igualar por presupuesto y apuntando, pero ni mucho menos llegando a la altura de Zombies party o la mítica Braindead. Estamos por tanto frente a un guión que no cae en cursiladas o en tópicos por la falta de imaginación. Sino para explotarlos como fuente provocativa de la dicotomía que es tener un grupo de gente luchando por su vida, pero con una situación tan retorcida y tan lamentable que resulta graciosa.
Los directores, que también son los guionistas, muestran que no tienen miedo a salpicar la cámara con la ingente cantidad de sangre que se desparrama en la pantalla. El ritmo es algo irregular, y en algunos momentos da la impresión de no tener un rumbo del todo definido, sino que la acción deambula de un sitio a otro. Al menos sabían hacia donde llevarla y como terminarla correctamente. Sorprenden los efectos especiales. Los podríamos dividir en dos grupos. El primero serían los hechos por ordenador, que no tienen nada que envidiar a los de otras producciones con diez veces su presupuesto. El segundo los hechos usando métodos más tradicionales como cables o el maquillaje de los muertos vivientes, que estarían a la altura de una película de terror de los años ochenta, es decir bastante mejorables para lo que solemos ver ahora.
Tal vez sea porque estamos frente a actores poco experimentados, pero fallan ligeramente en dar movilidad a sus personajes. Les cuesta actuar de forma convincente. Parecen estacas clavadas en el suelo incapaces de interpretar mientras caminan. Esto resta naturalidad a las escenas y contribuye al ritmo irregular.
Es fácil obviar sus deficiencias y encontrar divertida la película, sobre todo si vas con la cabeza clara ante lo que vas a encontrar. Una cinta hecha por aficionados a las películas de terror mezclado con humor que contaban con más ganas e imaginación que medios.