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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de octubre de 2021 Sé el primero en valorar esta crítica
Largometraje de corte narrativo clásico y lineal que describe de forma muy precisa a sus personajes protagonistas (una familia sur-coreana emigrante en EEUU) y las sinergias existentes entre ellos y la comunidad.

El director estadounidense-americano Lee Isaac Chung, a la par guionista en esta ocasión, realiza un amplio ensayo de botánica, en primera persona, disertando sobre el hecho de trasplantar plantas no autóctonas en una tierra extraña, utilizando para ello como fertilizante la arrogancia, el egoísmo y el materialismo, y utilizando como sulfato el tesón, el amor y el perdón.

Película honesta y sencilla, sin pretensiones ni artificios en su puesta en escena que deja un muy buen poso. Subrayar la secuencia del inicio de la película que con “tan solo” el hábil uso del montaje y la combinación de planos se nos presenta a parte de los componentes de esta familia, simplemente exquisito. Sobresalen así mismo las actuaciones y roles de los personajes de la abuela y el niño, que, mostrados en oposición, aportan comedia y frescura que desdramatizan la trama. En oposición se muestran también el padre y la madre, que cargan con la parte dramática, quedando la hija huérfana, sin contrario alguno (es el vivo reflejo de la virtud).

Producción que no está hecha al habitual modo de consumo del cine actual, lo que la hace todavía más meritoria, navega en territorio extraño, es puro Minari.
1 de junio de 2023 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya se han entregado las palmas de este 2023 en el festival por excelencia del cine de autor, entendido como ese cine que no se diseña en despachos por personas perfectamente trajeadas, de cuello blanco, que lo único que conocen y les gusta del cine es el papel timbrado con el rostro de George Washington, recolectado en la taquilla. Buen ramillete de interesantes propuestas, las que se han exhibido en esta última edición de Cannes. Espero con entusiasmo poder hincarles pronto el diente.


Mientras tanto, en la espera, abro la nevera y busco algo fresco para matar el gusanillo. No encuentro nada que me anime demasiado, así que voy a la despensa y rebusco entre las baldas y en una de ellas, al fondo, detrás de las los bricks de tomate frito, encuentro unas latas de color negro que tenía ya casi olvidadas. De esas de la marca NETFLIX en letras rojas. Cojo una de ellas que está a punto de caducar y leyendo sus ingredientes, para comprobar la lista de alérgenos, se indica que está hecha a base de “surrealismo”. La receta sugerida es del “chef” Charlie Kaufman. ¡Adelante!, no me detengo más en la lectura y me digo “esta tiene buena pinta” y busco el abrelatas en el cajón de la mesa de la cocina.


El etiquetado era el correcto, no se equivocaba, “ya te digo si es surrealista”. No es un surrealismo per se al estilo de David Lynch o Tarkovsky, ni es el surrealismo cómico de Michel Gondry o Jose Luis Cuerda, ni el distópico de Terry Gilliam, ni el onírico de Iñárritu, ni se corresponde tampoco al surrealismo figurativo de don Luis Buñuel. Es otra cosa, es el surrealismo pragmático del escritor Ian Reid, adaptado por el director y también destacable guionista, así mismo, surrealista, Charlie Kaufman (“Adaptación”, “Olvídate de mí”, “Cómo ser John Malkovich”…). Se trata de un surrealismo existencialista, quizás, más próximo al de Franz Kafka.


Realizada empleando una mixtura de géneros con un estilo sencillo, de limpio trazo, que no simple, marcadamente teatral; tiene tintes de “road trip”, de comedia romántica, de drama, de musical, de intriga, de terror psicológico, pero que ante todo destila cine de autor. Con una duración de 2 horas con 14 minutos, que se podrían traducir en 214 kilómetros, aprovechando el término “rutero”. Todos ellos conducidos a oscuras, no por una cómoda autopista, sino por una sinuosa comarcal mal asfaltada repleta de repechos, en un vehículo sin suspensión, en la que cada socavón nos hará tomar, con gravedad, consciencia plena de nuestra propia existencia. Primera mitad del recorrido con kilómetros duros que nos mantendrán a la expectativa, totalmente descolocados, ante lo que acontece frente a nuestros ojos y tangencialmente a nuestros oídos; tendremos en repetidas ocasiones, la tentación de llevar a cabo lo explicitado en su título. Ya en su segunda parte, conforme avanza el viaje, se avistan oportunas señales que nos permitirán intuir por donde estamos transitando. Al finalizar, llegando a destino, todo se debería revelar de manera lo suficientemente cristalina, cada cual encontrando su particular significado, haciendo que lo que se antojaba confuso y surrealista se torne cercano e inteligible.


El uso y abuso de la «voz en off», siempre me ha parecido un error, o más bien una incapacidad del realizador, en el sentido de no saber plasmar en imágenes, es decir, en lenguaje cinematográfico, lo pretendido con el soliloquio. En este caso se puede llegar a disculpar, ya que el material poético y de ensayo que maneja es harto difícil de traducir. Pretendidamente, y como es costumbre, no voy a destripar nada de su argumento, para así, el que no le haya metido todavía la cuchara, pueda saborearla plenamente. No hay nada más surrealista y absurdo que la propia sinopsis de una cinta surrealista.


Alguien diría que es pedante, densa, cargante y pretenciosa, y su razón no le faltará; otro, sin embargo, dirá que le ha parecido original y magistral, y sin duda en lo cierto estará. Desafortunadamente, la mayoría se habrá bajado en las primeras curvas, entre otros motivos, por haberse olvidado la Biodramina.


Grata y paradójica sorpresa el hecho de encontrarnos, una vez más, con sabroso cine de autor dentro de una lata de NETFLIX. Pena que a Cannes no le guste esta marca y vete sistemáticamente todas sus conservas (incluso las buenas).

Un saludo,
8 de abril de 2022 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de esta obra, Guillermo Del Toro, durante toda su carrera no se ha dedicado a otra cosa que a retratar almas como nadie y en esta ocasión desnuda la de un psicópata de manual en un mundo controlado por psicópatas.

La cinta es una agria crítica al modelo social donde se ven reflejados sus siete pecados capitales, así como su ausencia de valores, y en la que plasma los distintos pasos evolutivos de la especie humana: `Primitivismo´ - `Superstición´ - `Tecnología´ - `Ciencia´, personificados, cada uno en cada personaje principal, para implosionar finalmente en el primitivismo original.

Extraordinarios los toques irónicos contra-culturales con fuerte carga simbólica como por ejemplo el color de las cajas de alcohol, la cruz de neón, las monjas, la silla eléctrica, la marca de la caja fuerte y algún que otro de carácter más contundente escondido en el metraje, como si tuviesen que sortear censura alguna.

Destacan los recursos empleados en la dirección artística al que se trata con todo lujo de detalles, dándole a la puesta en escena una visión diferente a su versión predecesora, en la que el tono era inequívocamente negro, difuminándose y enriqueciéndose esta última, gracias a su luz, color y banda sonora, en un tono más fantástico.

En cuanto al reparto, el binomio Cooper-Mara no funciona como debería, es más, Cooper no funciona con ninguna de sus compañeras, quizás sea algo premeditado por el director debido al marcado componente de complejo de Edipo que muestra el protagonista.

Aunque la obra clásica me parece en general más fresca, dinámica y mejor resuelta, lo cierto es que este nuevo punto de vista resulta altamente interesante en el que todo se matiza mucho más, a veces quizás en exceso, cerrándose con un final simplemente perfecto.

Saludos.
12 de septiembre de 2022
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cinco Lobitos” ha sido, sin duda, la gran sorpresa cinéfila de mi verano, una instantánea de sus cinco coprotagonistas en la que nos podemos reflejar, o no, en las distintas etapas de nuestras vidas.

Su directora, Alauda Ruiz de Azúa, de dilatada trayectoria corto metrista, acentuando un marcado gen matriarcal del norte con mirada claramente intimista de sutiles matices, toma firmemente el timón de su guion para contarnos lo que nadie cuenta, lo que no se publica en los perfiles de Instagram, lo que duele, lo que alivia, lo real.
Sorprende su autenticidad, sorprende su dirección actoral, sorprende su aparente simplicidad, sorprende su contradicción, sorprende su calidad, y no prosigo que ya van cinco.

Mención especial para el actor Mikel Bustamante que realiza una interpretación de una naturalidad apabullante (lo hace tan fácil como comer pipas). En el apartado técnico, sobrio de impecable factura, resaltar el manejo y colocación de la cámara que refuerza el ambiente de cotidianidad y proximidad buscado.
Producción que se aleja y mucho del mainstream estándar en el que se plasman las aventuras y andanzas de tipos disfrazados de superhéroes. En esta se muestran las vidas no de superhéroes, sino de supervivientes que en su condición de tales se niegan a sí mismos el reconocimiento de, o simplemente se olvidan, que en algún momento de su existencia fueron, son y serán felices. A veces para avanzar hay que dar primero un par de pasos hacia atrás.

“Cinco Lobitos” puede llegar a no ser comprendida, a no ser amada, a caer en el olvido, pero como ocurre con la nana de su mismo nombre, merece ser recordada.
Muy bien contada y recomendable, sin duda, que quizás, sea más del agrado para el observador con cierto bagaje vital a sus espaldas.
1 de abril de 2022 0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producción británica, ambientada en la Irlanda del Norte de finales de los 60, dirigida por el conocido, y también actor, Kenneth Branagh.

Para situar el punto de partida de lo que esta película nos quiere contar hay que reseñar la biografía de su director, un Irlandés del Norte originario concretamente de Belfast que en su niñez se vio obligado a emigrar junto a su familia a la vecina Inglaterra huyendo de la violencia generada por el conflicto norirlandés.

Bajo esa fundamental premisa, el film nos hace ver, a través de los ojos de su protagonista, un niño de unos 9 años, las causas del inicio del citado conflicto y las consecuencias sobre su comunidad, así como sobre su entorno familiar.
Usar esta mirada infantil como hilo conductor no es una propuesta original, ya vista en innumerables ocasiones con distintos resultados, que en esta ocasión a esa mirada no se le otorga la profundidad suficiente y al no evolucionar se queda en solo eso, en una visión infantil de un complejo problema social. Bien se podría haber aprovechado a los personajes que representan a sus padres y abuelos para completar la profundidad de la historia.

En la parte técnica, su fotografía en blanco y negro en ocasiones no luce lo que debiera pareciendo más bien un film rodado en color al que se le ha pasado un filtro de blanco y negro, haciéndola parecer artificiosa en su puesta en escena. Mal ejecutadas las contadas escenas de acción. Por otro lado, el magistral manejo de la profundidad de campo gracias al dominio del teleobjetivo, así como del gran angular, hace evocar al mejor Orson Welles, una delicia en este aspecto. Ya solo por esto último merece la pena dedicarle la hora y media que dura el rollo.
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