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Críticas ordenadas por utilidad
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1
22 de agosto de 2010
22 de agosto de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de asistir al penoso espectáculo que me ha parecido en todo su conjunto “El baile de la Victoria”, donde algunos de los elementos básicos de una película han confluido aquí para pertrechar este penoso espectáculo, comenzando por esa especie de guion, la interpretación, la música y sobre todo la dirección (ayudado por el montaje).
Sin conocer la novela, me baso en este guion absolutamente ridículo y primario, donde parece que sus personajes/elementos básicos se convierten en estrella, en perjuicio de la coherencia y la definición de la historia. Centrado en los protagonistas, nos cuenta sus penas y sus miserias, dejando de lado otras conexiones en el desarrollo de la trama, donde personajes secundarios aparecen y desaparecen de la manera más absurda cuando son una baza importante en el progreso de la historia.
La interpretación es de pena, comenzando por Abel Ayala con esas maneras de niño grande, inocente, soñador y bienintencionado, que lleva hasta la desmesura, y esa Miranda Bodenhofer perennemente angustiada y perdida, incapaces de ser controlados por un director que sólo se preocupa en filmar una película llena de pretendida poesía, apoyándose en una estética vacua que en ningún momento consigue integrar en la historia. Los pocos intentos de alegoría política quedan difuminados por la incompetencia del guion y la dirección. Trueba filma el peor cine. Encuadra sus planos llenándolos de rostros bobos que quieren parecer llenos de emoción, y planifica encadenando esos planos para convertir en ridículo lo que pretende ser sensibilidad. La música colabora en la simpleza de ciertos momentos al llenar con sones infantiles esas escenas que componen unos “santos inocentes” que los bienintencionados actores quieren transmitir y no pueden porque el guión se lo ha negado.
Sirva como ejemplo de tontería el título de la novela/película, con ese “la” antes de Victoria. O vulgariza a la protagonista o pretende ensalzar una victoria que en todo momento no deja de ser una derrota.
Pésimo cine de aparatosa visualidad y vacío contenido, o sea, anticine en estado puro.
Sin conocer la novela, me baso en este guion absolutamente ridículo y primario, donde parece que sus personajes/elementos básicos se convierten en estrella, en perjuicio de la coherencia y la definición de la historia. Centrado en los protagonistas, nos cuenta sus penas y sus miserias, dejando de lado otras conexiones en el desarrollo de la trama, donde personajes secundarios aparecen y desaparecen de la manera más absurda cuando son una baza importante en el progreso de la historia.
La interpretación es de pena, comenzando por Abel Ayala con esas maneras de niño grande, inocente, soñador y bienintencionado, que lleva hasta la desmesura, y esa Miranda Bodenhofer perennemente angustiada y perdida, incapaces de ser controlados por un director que sólo se preocupa en filmar una película llena de pretendida poesía, apoyándose en una estética vacua que en ningún momento consigue integrar en la historia. Los pocos intentos de alegoría política quedan difuminados por la incompetencia del guion y la dirección. Trueba filma el peor cine. Encuadra sus planos llenándolos de rostros bobos que quieren parecer llenos de emoción, y planifica encadenando esos planos para convertir en ridículo lo que pretende ser sensibilidad. La música colabora en la simpleza de ciertos momentos al llenar con sones infantiles esas escenas que componen unos “santos inocentes” que los bienintencionados actores quieren transmitir y no pueden porque el guión se lo ha negado.
Sirva como ejemplo de tontería el título de la novela/película, con ese “la” antes de Victoria. O vulgariza a la protagonista o pretende ensalzar una victoria que en todo momento no deja de ser una derrota.
Pésimo cine de aparatosa visualidad y vacío contenido, o sea, anticine en estado puro.
3
11 de marzo de 2011
11 de marzo de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por lo que veo, primera y última película de Eros Puglielli, cosa que no me extraña, más que por la realización, por la torpeza de ese guion artificioso y lleno de trampas en que ha colaborado.
“Ojos de cristal” pertenece a un tipo de cine que parte de premisas sumamente atractivas para aquellos que disfrutan con intrigas salpicadas de asesinatos escabrosos (ayudados por las respectivas imágenes del director) y que a medida que avanza la trama se van incorporando elementos que enriquecen la intriga en ese sentido. Aunque no resulte novedoso, las frases escritas en sangre que no dicen lo que quieren decir, el idioma utilizado, las heridas en los cuerpos… van generando las piezas adecuadas para conseguir completar el puzle.
La película me recuerda en estructura, estética y trama a “Seven” pero en pobre, cutre y malo. Por desgracia el guión es pésimo, para una historia que podría tener su encanto (habría que leer la novela de Luca Di Fulvio para saber la base de la que se partía), se llena de artificio, de trampas y de gratuidad en la progresividad de la intriga. La fotografía es vulgar y pobre, sin ningún matiz que enriquezca las imágenes de lo que narra y la música es ramplona y cursi. La interpretación de pena, con una pésima Lucía Jiménez, que ya en la primera secuencia con Luigi Lo Cascio tiene una manera de hablar y hacer muecas que más que mostrar miedo, por ser acosada, ya le esta danto señas de que se lo acabará follando; muy mal también Carmelo Gómez, con una increíble vulgaridad en su interpretación y dentro del desastre salvaría, no por buenos sino por menos malos, el esfuerzo de Luigi Lo Cascio por componer un personaje y la malsana ambigüedad de Simón Andreu.
Es una lástima que con premisas interesantes que pueden dar mucho juego se reúnan unos presuntos profesionales para pergeñar tamaño dislate. Como entretenimiento se va viendo (por eso las 3 estrellas) pero como cine, nada de nada.
“Ojos de cristal” pertenece a un tipo de cine que parte de premisas sumamente atractivas para aquellos que disfrutan con intrigas salpicadas de asesinatos escabrosos (ayudados por las respectivas imágenes del director) y que a medida que avanza la trama se van incorporando elementos que enriquecen la intriga en ese sentido. Aunque no resulte novedoso, las frases escritas en sangre que no dicen lo que quieren decir, el idioma utilizado, las heridas en los cuerpos… van generando las piezas adecuadas para conseguir completar el puzle.
La película me recuerda en estructura, estética y trama a “Seven” pero en pobre, cutre y malo. Por desgracia el guión es pésimo, para una historia que podría tener su encanto (habría que leer la novela de Luca Di Fulvio para saber la base de la que se partía), se llena de artificio, de trampas y de gratuidad en la progresividad de la intriga. La fotografía es vulgar y pobre, sin ningún matiz que enriquezca las imágenes de lo que narra y la música es ramplona y cursi. La interpretación de pena, con una pésima Lucía Jiménez, que ya en la primera secuencia con Luigi Lo Cascio tiene una manera de hablar y hacer muecas que más que mostrar miedo, por ser acosada, ya le esta danto señas de que se lo acabará follando; muy mal también Carmelo Gómez, con una increíble vulgaridad en su interpretación y dentro del desastre salvaría, no por buenos sino por menos malos, el esfuerzo de Luigi Lo Cascio por componer un personaje y la malsana ambigüedad de Simón Andreu.
Es una lástima que con premisas interesantes que pueden dar mucho juego se reúnan unos presuntos profesionales para pergeñar tamaño dislate. Como entretenimiento se va viendo (por eso las 3 estrellas) pero como cine, nada de nada.

4,3
4.702
2
11 de septiembre de 2010
11 de septiembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego los americanos tienen todo el derecho a no estrenar películas que no sean suyas en sus grandes circuitos y para ello cogen la que les gusta y la rehacen. Para mí es una solemne tontería, si el original era bueno o si no se pretende hacer una versión diferente, hacer lo mismo pero en “americano”
En este caso lo han copiado todo, con alguna absurda excepción, para empeorarlo. Han hecho un film más efectista y más violento, que es a lo que se recurre cuando no hay imaginación ni talento para crear suspense.
La película es aburrida y la pretendida tensión no existe. El guión es malo y elemental, ya que a partir de la mínima trama la sucesión de sustos inofensivos va en aumento, haciendo aparecer esa especie de zombis bañados en sangre, cuando al director le parece y sin que vengan a cuento. Los actores son malos, pero era lo necesario para un guión sin personajes.
Lástima de tanto cine americano que emplea tantos recursos para filmar banalidades.
¡Cuántas veces tiene el dinero quien menos se lo merece!
En este caso lo han copiado todo, con alguna absurda excepción, para empeorarlo. Han hecho un film más efectista y más violento, que es a lo que se recurre cuando no hay imaginación ni talento para crear suspense.
La película es aburrida y la pretendida tensión no existe. El guión es malo y elemental, ya que a partir de la mínima trama la sucesión de sustos inofensivos va en aumento, haciendo aparecer esa especie de zombis bañados en sangre, cuando al director le parece y sin que vengan a cuento. Los actores son malos, pero era lo necesario para un guión sin personajes.
Lástima de tanto cine americano que emplea tantos recursos para filmar banalidades.
¡Cuántas veces tiene el dinero quien menos se lo merece!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El desenlace que podría haber creado cierta emoción y misterio se limita a la tontería de escuchar una grabación donde no se oye nada, aparecer unos recortes de periódicos que no dicen nada y al susto de esa especie de engendro que sale al final, y que el tonto del cámara no nos muestra porque está pendiente de las caras que va poniendo la reportera, adaptándose servilmente al artificio de un guión que busca el efectismo y no la coherencia.

7,5
6.128
10
25 de agosto de 2010
25 de agosto de 2010
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa y emocionante película de King Vidor sobre los ideales que llevan a un hombre a no quebrantar sus principios ante nada para lograr que esos ideales constituyan su manera de vivir.
No cabe duda que estamos ante un melodrama con una auténtica falta de pudor, para manifestar sus objetivos y desarrollarlos a lo largo de todo el metraje.
El argumento gira en torno a un arquitecto (un creador de formas y estructuras) con una idea obsesiva de cómo vivir su vida y realizar su trabajo.
Es evidente que estamos ante un film de 1949, con todos sus excesos y maneras de de la época en que fue filmado. El protagonista aparece en las primeras escenas de perfil, casi de espaldas, en penumbra, para después ir saliendo a la luz. Las luces y las sombras, perennes en el cine, aparecen de manera constante en esta película desmesurada en sus intenciones, totalmente honesta en lo que cuenta y en cómo lo cuenta y arrebatadoramente emocionante en su resultado.
El guion es espléndido, con unos personajes magníficamente definidos, y unos actores entregados en la interpretación, con unos diálogos en que las frases y las réplicas se ajustan de manera perfecta a esos personales y a ese mundo en que se desenvuelven.
La película es emocionante en todo momento, desplegando esa integridad excesiva del protagonista, esos amores torturados como precio al ideal perseguido, esos rufianes de alto nivel intelectual pero de rastreras formas de comportamiento, esas miradas imposibles desde la distancia que marcan el inicio de un amor que perseguirá de manera trágica a los amantes, hasta que se decidan vivirlo sin trabas.
Todo el film es una evidente declaración de principios sin tapujos ni disimulo de lo que nos va a contar. Un hombre integro en sus convicciones, orgulloso de serlo, y con la única ambición de anteponer sus ideales antes todo y a cualquier precio. Su monologo durante el juicio final sobre qué representa la creación para el hombre, su utilidad y el precio que se paga por ella, el rechazo de las masas ante la innovación y el cambio y la envidia de los mediocres, rubrica como epílogo las intenciones de una película que quiere transmitir su mensaje y que lo consigue a lo largo de todos sus minutos, sin ambages, con un descaro lejos de cualquier falsa modestia.
Una película así, con sus intenciones y su utópica moraleja, solo podía terminar de una manera.
La mujer asciende desde la tierra y se eleva hacia las alturas, donde en lo alto, recortado contra el inmenso cielo, la está esperando el creador, su dios.
No cabe duda que estamos ante un melodrama con una auténtica falta de pudor, para manifestar sus objetivos y desarrollarlos a lo largo de todo el metraje.
El argumento gira en torno a un arquitecto (un creador de formas y estructuras) con una idea obsesiva de cómo vivir su vida y realizar su trabajo.
Es evidente que estamos ante un film de 1949, con todos sus excesos y maneras de de la época en que fue filmado. El protagonista aparece en las primeras escenas de perfil, casi de espaldas, en penumbra, para después ir saliendo a la luz. Las luces y las sombras, perennes en el cine, aparecen de manera constante en esta película desmesurada en sus intenciones, totalmente honesta en lo que cuenta y en cómo lo cuenta y arrebatadoramente emocionante en su resultado.
El guion es espléndido, con unos personajes magníficamente definidos, y unos actores entregados en la interpretación, con unos diálogos en que las frases y las réplicas se ajustan de manera perfecta a esos personales y a ese mundo en que se desenvuelven.
La película es emocionante en todo momento, desplegando esa integridad excesiva del protagonista, esos amores torturados como precio al ideal perseguido, esos rufianes de alto nivel intelectual pero de rastreras formas de comportamiento, esas miradas imposibles desde la distancia que marcan el inicio de un amor que perseguirá de manera trágica a los amantes, hasta que se decidan vivirlo sin trabas.
Todo el film es una evidente declaración de principios sin tapujos ni disimulo de lo que nos va a contar. Un hombre integro en sus convicciones, orgulloso de serlo, y con la única ambición de anteponer sus ideales antes todo y a cualquier precio. Su monologo durante el juicio final sobre qué representa la creación para el hombre, su utilidad y el precio que se paga por ella, el rechazo de las masas ante la innovación y el cambio y la envidia de los mediocres, rubrica como epílogo las intenciones de una película que quiere transmitir su mensaje y que lo consigue a lo largo de todos sus minutos, sin ambages, con un descaro lejos de cualquier falsa modestia.
Una película así, con sus intenciones y su utópica moraleja, solo podía terminar de una manera.
La mujer asciende desde la tierra y se eleva hacia las alturas, donde en lo alto, recortado contra el inmenso cielo, la está esperando el creador, su dios.

2,3
899
1
20 de agosto de 2010
20 de agosto de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo comprender que a lo largo de una película puedan caber momentos tontos, pero me resulta totalmente incomprensible utilizar tanta técnica para filmar esta auténtica tontería, cercana a la gilipollez, que es “Santos”. Sus actores deambulan en consonancia con la película y en todo momento se muestran como unos auténticos monigotes, empezando por ese tapón de cara bonita, llamado Elsa Pataky, cuya mejor actuación, aquí y en otros sitios, siempre son sus movimientos de tetas. Mención especial se merecen esos efectos especiales de pacotilla y la galería de trajes horteras y penosos que muestra la presunta heroína a lo largo del metraje. Que semejante engendro haya sido galardonado con el “Premio del Jurado a la Película más Innovadora del Fantastic Film Fest 2008 celebrado en Austin (Texas, EEUU), demuestra como el mundo del cine está lleno de papanatas.
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