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Críticas 350
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
26 de agosto de 2011
65 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comentar una película que ya cuenta con cinco entregas en su historial es casi tan inútil como producirla. ¿Existe alguna quinta parte de cualquier saga que merezca mención alguna? Pocas producciones logran traspasar el umbral de la secuela, como máximo de la tercera intentona, sin perder el norte en el camino. Repiten fórmula tan descaradamente como aparecen en pantalla actores de saldo recién salidos de un telefilme juvenil de serie B. Ahí está Fast & Furious como ejemplo perfecto de franquicia delirante con cinco retoños en su haber. Y la maquinaria no parece mostrar síntomas de agotamiento.

Justo lo contrario a lo que sucede con Destino final. Oliéndose el desgaste, la saga protagonizada por la mismísima muerte ha decidido cerrar el círculo en esta quinta entrega, con una aparición especial en el último instante que sólo reconocerán aquellos que, allá por el 2000, vieron la primera parte. Por si fuera poco, los títulos de crédito nos deleitan con un mix de las mejores muertes, en una especie de homenaje de todo menos enternecedor. Para colmo, las cifras en Estados Unidos no han acompañado a la cinta, que ha recaudado la mitad que su antecesora. ¿Motivos suficientes para cerrar el chiringuito? Pues oiga, ¡esperemos que no!

Destino final no es como Saw, que con cada nueva entrega empaña más el historial de lo que fue un brillante debut. La película jamás surgió como aspirante a clásico sino a rebufo del éxito de otros filmes de terror para adolescentes como Scream o Sé lo que hicisteis el último verano. A diferencia de todas ellas, no alarga de forma inverosímil una trama y unos personajes que ya no se sostienen (véase Scream 4). La saga no engaña a nadie: festín de muertes enrevesadamente macabras. Y en ver cómo se las ingenian para hacerlas más rebuscadas radica su única razón de ser.

Obviando la calidad interpretativa de los actores (con doble de Fran Rivera incluido), la verosimilitud de una trama absurda, la mayor o menor sofisticación de los guiones, obviando, en definitiva, todo lo que no debería obviarse de una película, nos encontraremos con una sesión de lo más disfrutable. Pocas veces una muerte en pantalla provoca reacciones tan opuestas como la risa y el miedo. Después de cada escena en la que la muerte se despacha a gusto en su particular venganza, el espectador queda del todo satisfecho por haber recibido exactamente lo que buscaba: puro entretenimiento macabro.
5 de octubre de 2016
59 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fiel a los acontecimientos, narrativamente impecable, con un equilibrio entre realismo y denuncia, entre documentación y suspense. Visualmente notable. Si existe un motivo por el que buena parte de la crítica se ha mostrado indiferente, incluso belicosa, frente a Snowden éste tiene nombre y apellido: Oliver Stone. Sólo así se entiende que una ficción que podría haber firmado perfectamente David Fincher o Aaron Sorkin, salvando pequeñas distancias, haya obtenido tan injustas reacciones. Al director de Platoon y JFK no se le perdonan sus últimos resbalones, que se remontan desde el Alejandro Magno de 2004. Tampoco sus filias políticas y su afilada lengua. Y lo que sin duda no se le disculpará jamás es haber llegado después de Citizenfour.

Consciente de su cercanía en el tiempo con el documental dirigido por Laura Poitras, y también de su excelente acogida, Stone ha sido hábil en el montaje y ha situado a la periodista en la escena de apertura de otra obra, esta vez de ficción, sobre Edward Snowden. Sin miedo a las comparaciones, aun sabiendo que serían inevitables. Actitud valiente del que se muestra seguro y confiado de su tarea. Y es que la película complementa e incluso amplía las revelaciones de Citizenfour con detalles personales del protagonista y, sobre todo, con nuevos dardos que ya no sólo apuntan a la administración de Obama sino también a empresas que como Microsoft o Apple han participado en esta red de espionaje planetario. Todo ello, además, con un ritmo que va escalando hacia una cúspide de tensión y de aterradores recortes mediáticos muy meritorio.

Las acusaciones de demagogia tampoco se han hecho esperar, cuando buena parte del material discursivo que utiliza Stone para narrar la gravedad de los hechos ha salido de la boca del propio Snowden. Especialmente interesantes son las reflexiones que vierte desde su exilio forzado en Moscú, en una conferencia multitudinaria a la que asiste en forma de pantalla robot. Ese instante, grandilocuente pero triste a la vez, refleja a la perfección el sacrificio de un hombre cuyo patriotismo se sigue cuestionando en su propio país. Una escena que también sirve para comprobar la impresionante mutación de Joseph Gordon-Levitt en un personaje real tan poco expresivo como el ex agente de la CIA. Lástima que sus opciones sean tan escasas para la época de premios como las de una cinta ninguneada sin motivo.
19 de octubre de 2015
66 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptar a Shakespeare debe ser lo más parecido a un marrón de proporciones épicas para un director de cine. ¿Cómo extrapolarlo a la gran pantalla sin ofender a los salvaguardas de tan magnánima obra? Muchos optaron por el escudo de la versión libre, léase Luhrmann o más recientemente Joss Whedon, pero pocos han tenido el coraje de rendirle fidelidad al espíritu del texto original con tan poca experiencia a sus espaldas como la que tenía el australiano Justin Kurzel antes de asumir tan temible reto.

El director no sólo supera el desafío con sobrada solvencia. Deja para la historia la adaptación total de Macbeth, una traslación casi definitiva que bendito aquél que ose querer rebasarla. Dificilísimo lo tendría para encontrar un binomio tan perfecto entre paisaje y fotografía, fundidos mediante una neblina y un cromatismo arrebatadores, asfixiantes, a la altura de una historia de ambición y poder que conduce a la tragedia teñida en sangre. Cuasi imposible captar de nuevo, con tanto rigor, con tanta eficacia, el obsesivo y peligroso bucle del protagonista por alcanzar su profético destino. Pero, sobre todo, ardua tarea la del pobre desdichado que quiera encontrar sustitutos para una sibilina Cotillard y un poderoso Fassbender. Ellos son, sin duda, los Macbeth perfectos.
26 de septiembre de 2018
61 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
La guerra interna entre Susana Díaz y Pedro Sánchez por hacerse con el poder en el PSOE, los papeles de Bárcenas, el M. Rajoy, aquella sórdida imagen en los pasillos de un hotel en Andorra de la por entonces alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, y el empresario Enrique Ortiz. Son tantas las referencias reales a las que alude o puede aludir El reino que resulta imposible desligarla de esa actualidad que ha convertido la corrupción en parte de nuestra rutina. El entretenimiento circense al que ha derivado la política de nuestro país convertía en hazaña el simple hecho de intentar adaptarla a la ficción.

Sorogoyen no solo lo consigue con pasmosa verosimilitud sino que además lo hace con personalidad propia. El garrulismo, los bajos fondos de las corruptelas que retrata, los reviste de una cuidada puesta en escena, de una estética moderna y arriesgada que logra sofisticar personajes y situaciones más propias de Torrente que del cine sobre ladrones de guante blanco al que nos tiene acostumbrados Hollywood. Imposible resistirse a ese costumbrismo español a ritmo de música electrónica que nos propone el director. El reino es una hipnótica radiografía, no solo de nuestra clase política, sino de toda una cultura, la española, con genética picaresca.

La primera escena de la cinta, con toda la plana mayor de un partido político, léase PSOE, léase PP, alrededor de una mesa en la que abunda el marisco supone la mejor representación de ese desfase económico y moral que todos condenamos desde la distancia, aún a sabiendas de que lo más probable es que cualquiera de nosotros terminaríamos sucumbiendo a sus hechizos. El poder protege al poder, advierte el personaje de Bárbara Lennie en un momento de la película, y sobre el poder que sigue dirigiendo nuestro país trata sin miramientos el filme. Un mundo de hombres, en el que las pocas mujeres que consiguen adentrarse lo hacen adoptando sus peores vicios, sin esperanza para el cambio, con la única meta de salvaguardar el coto a toda costa.

Salvar el culo es precisamente el leit motiv del protagonista. Manuel evoluciona de la arrogancia que comporta saberse el heredero del poder a la desesperación de convertirse de repente en el cabeza de turco de todo un entramado de corrupción. El registro de Antonio de la Torre, bastante similar en todas sus interpretaciones, por fin encaja como un guante en un personaje que parece expresamente diseñado para el actor. Protagonista sin escrúpulos que se mueve como pez en el agua entre cómplices pero que termina siendo víctima de ese reino que lo encumbró.

Desde el momento que comienza la psicosis se inicia el despegue de la cinta hacia el terreno del thriller más adrenalínico. Es cuando Sorogoyen decide marcar terreno con una sucesión de secuencias inolvidables, como la histérica incursión de Manuel en el hogar de uno de sus compañeros o la que quizá sea la persecución nocturna más trepidante que ha rodado jamás un director español. Como colofón, una tensa entrevista televisiva, al más puro estilo Ana Pastor, que sitúa a Bárbara Lennie como la más solvente de nuestras actrices y que culmina con una valiente reflexión final. Broche de oro para el thriller político que mejor define a quiénes manejan los hilos en este indescriptible, a menudo vergonzoso, país.
28 de abril de 2011
60 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Difícil va a ser que Juego de tronos se quite de encima el lastre de seguir la estela de El señor de los anillos. Aquellos que no conozcan a fondo la historia de George R.R. Martin y que se hayan dejado guiar por las promociones de la HBO encontrarán no pocas similitudes con la saga de Tolkien: un mundo ficticio, plagado de personajes, con la ambición y el poder como objetivos y con una legión de seguidores, algunos que rozan el fanatismo, por todo el planeta. Por si fuera poco, la impresionante cabecera de la serie, con circunferencias doradas y caracteres grabados en fuego, homenajean en cierta forma a la adaptación cinematográfica de Peter Jackson.

Por suerte, una vez visto el piloto, la serie no busca abrir al gran público las novelas de Martin a golpe de imitaciones o de trucos que garantizarían una acogida masiva. El objetivo de esta producción sin precedentes en la HBO es la máxima fidelidad al libro y, sin duda, los primeros que caerán rendidos a los pies de la serie son sus esforzados lectores, aquellos que han devorado miles de páginas y asimilado decenas de nombres sin apenas titubear. El reto de Juego de tronos consiste ahora en picar el gusanillo del resto de mortales, conseguir que olviden los prejuicios que la mayoría albergamos sobre las novelas fantásticas.

Una de las grandes bazas de las novelas de Martin, y que la serie ha sabido encarnar de manera admirable, la encontramos en los personajes, que nada tienen de fantástico. Sus deseos y ambiciones, tan terrenales como las de cualquier humano, son el grueso de esta gran historia de tintes caballerescos. Aunque estemos ante un mundo de ficción, repleto de nombres impronunciables, el eje central de Juego de tronos es la lucha por el poder. Y sus ingredientes no son la magia o la fantasía, sino la intriga y el misterio, mucho más capaces de sorprender que los efectos especiales.

Esta primera toma de contacto con la serie ha servido, sobre todo, para familiarizarnos con sus protagonistas que, sin duda, vivirán una profunda evolución a lo largo de la trama. Aunque Eddard Stark y su bastardo Jon Nieve se erijan en héroes de la historia y la casa Lannister en su antítesis, no hay que esperar de esta producción un límite claro entre el bien y el mal. En esta historia es cuanto menos aventurado predecir el destino de los personajes.

Pero si para algo ha servido el piloto de Juego de tronos es para confirmar la impecable factura de la serie y, sobre todo, para calmar los ánimos de los escépticos. Se nota la mano del autor de la saga tras las cámaras porque en pocas ocasiones hemos podido ser testigos de una adaptación tan fidedigna como la que nos ha ofrecido la HBO. Y eso sólo puede significar una cosa: la serie será apasionante.
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