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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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4 de enero de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿Algo de lo que hice mejoró mi vida?” se pregunta a sí mismo el doctor Bob Sweeney, un director de una escuela con un clima beligerante, pero en realidad se lo está preguntando a Derek Vinyard (Edward Norton), un neo nazi que cometió innumerables atrocidades que lo llevaron a la cárcel, y quien en ese preciso instante comprenderá la dimensión de sus actos y sus repercusiones.

“América X” es una historia de la violencia, pero no sólo porque está motoriza las acciones de los personajes principales sino también porque construye el origen de la misma en el seno de una típica familia de clase media y las consecuencias que acarrea. A pesar de que la brutalidad de lo que se hace, y también de lo que se dice, parezca un poco exagerada, el director Tony Kaye nunca se desentiende de la posibilidad de darle forma y contenido a lo que muestra. La conversión de Derek en un nazi, la influencia del entorno (barrial y familiar), su ascendencia en su grupo y en su hermano, las consecuencias en su vida, todo está minuciosamente colocado pueda comprender la complejidad de la problemática planteada.

En términos cronológicos, la película retrocede mucho más de lo que avanza ya que, tras la primera secuencia (sin contar los créditos), el guión está más orientado en recorrer la biografía del barrio, de la familia y, sobretodo, de Derek. El recurso por antonomasia es el flashback nítidamente expuesto a través de la fotografía en blanco y negro, como luego utilizara Christopher Nolan en su reconocida “Memento”.

Por más que la no linealidad del relato atenta un poco con el desarrollo de su personaje, Edward Norton compone un personaje complejo, con muchos matices, que se aprecian con toda nitidez en las escenas que conectan el crimen que dispara la historia y la posterior salida de la prisión. El cambio, en principio, parece abrupto pero la sucesión de escenas no sólo rellenara esos aparentes agujeros en la personalidad del protagonista sino también que le ofrecerá todos los puntos de paso que explican lo inevitable de escena inicial.

La película también muestra como las zonas donde proliferan el enfrentamiento racial y el odio pueden ser campos fructíferos para la proliferación de ideologías exacerbadas que generan un notorio adoctrinamiento y una violencia exagerada.
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spoiler:
La verdadera complejidad de la cinta queda demostrada en un final que no ofrece salidas rápidas ni sencillas, ya que no siempre la búsqueda de la redención conlleva su encuentro. A veces los errores que cometemos dejan huellas demasiado profundas como para que sean borradas o tapadas como si se trataran de un simple tatuaje. A veces los caminos que recorremos quedan tan marcados que nos resulta casi imposible desandarlos como si nada hubiera pasado. Y eso queda claro en un final duro y angustiante, pero necesario para que la película tenga la complejidad que el tema merece. Por que la vida donde se desarrollan estos conflictos representados, a diferencia de gran parte del cine contemporáneo, no sabe de soluciones simples y de fácil digestión.
29 de diciembre de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
El acoso escolar es un tema interesante, pero se ha "gastado" un poco en los últimos años, debido a la recurrencia con la que suele aparecer en el mundo cinematográfico. Y también por la forma algo trillada en la que se lo aborda en muchos casos. Pese a todo, es un asunto que no ha perdido actualidad, como puede corroborar cualquiera que tenga cierto contacto con instituciones educativas.

Es cierto que Ondskan no muestra una escuela demasiado realista. Dudo que en algún lugar del mundo, los alumnos mayores tengan ese gran de autonomía para hacer y deshacer a gusto. Pero creo que algunas de esas exageraciones están al servicio de representar, sin medias tintas, la crueldad y el maltrato que sufren muchos estudiantes cotidianamente y, al mismo tiempo, las falencias institucionales que avalan esas situaciones. Por ejemplo: la ceguera colectiva de algunos profesores, o la timidez con la que abordan la problemática, son una parte insoslayable del acoso, y esta película lo muestra de forma descarnada y sin mucha sutileza.

Ondskan tiene sus defectos: falta una introducción un poco más detallada al comportamiento violento del protagonista, la subtrama de Erik y la camarera carece de la fuerza que le sobra a la trama principal, y le falta un poco de fluidez al último tercio, en el cual se precipita la resolución de todos los conflictos (le vendría bien unos minutos más de metraje). Pero, pese a eso, la película merece un puntaje alto porque tiene virtudes que compensan con creces todo lo señalado anteriormente. En principio, personajes bien construidos, que rebosan de personalidad. Desde Erik y su compinche de cuarto, pasando por los acosadores más visibles, hasta los profesores que parecen debatirse entre el miedo ante el contexto hostil y la solidaridad con los maltratados (el profesor de biología reclamando valentía, o el profesor de educación física visitando a Erik sin saber qué decir). Y por encima de todo: una ambientación extraordinaria. Desde el momento en que Erik pone un pie en el colegio se va palmando un clima de tensión que va creciendo en cada plano, en cada pequeño gesto de resistencia que trae consigo una represalia mayor. Los castigos están a la vuelta de la esquina para aquel que haya doblado por el corredor equivocado, el miedo se palpa en el aire y la crueldad se marca en los cuerpos maltratados (física y psicológicamente).

Dentro de las películas agrupadas bajo la etiqueta de "acoso escolar", Ondskan me pareció una de las mejores (junto a la estonia Klass). Yo la recomiendo mucho.
22 de noviembre de 2021
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los años 90 fueron la época dorada de Blockbuster. En aquel momento todavía era un infante, y con mis padres rentábamos una película casi todos los fines de semana. Por la tele de mi casa pasaron muchos títulos clásicos: Jurassic Park, Volver al futuro, Terminator, y por supuesto Los cazafantasmas. De más está decir que me fascinó, y la vi mil veces más. La devoción fue tal que luego me compraron muñecos, el Ecto-1 y un equipo de protones con el que alguna vez fui disfrazado al jardín. Cuento todo esto para que se entienda la expectativa que tenía en volver a los personajes que formaron parte de mi infancia.

Para empezar, uno de los aspectos más valorables de esta secuela es que se nota mucho el respeto que se tiene hacia la película original. No sólo por los muchos homenajes que hay, si no por la presencia protagónica de Harold Ramis a lo largo de toda la cinta. El personaje de Egon es el eje neurálgico de la trama y el puente que conecta la vieja generación de cazafantasmas con la nueva.

Respecto a la nueva camada de personajes, me gustó muchísimo el trabajo de Mckenna Grace como protagonista. Acá repite el papel de niña muy inteligente que ya se le había visto en Gifted, pero con una dosis mayor de madurez, y llevando casi todo el peso de la cinta sin ningún inconveniente. Además, está muy bien acompañada por Logan Kim (la revelación de la película), que cumple el papel de alivio cómico. Y ambos tienen muy buena química en la pantalla.

Lamentablemente el resto del elenco no está a su altura. No porque actúen mal, si no porque los personajes no tienen tanto peso, y su desarrollo es casi nulo. Carrie Coon es una buena actriz, y siempre cumple, pero creo que su personaje está un poco desaprovechado. Su relación con Egon daba para más. Paul Rudd siempre es simpático, pero no hace mucho más que pasar por ahí. Y la subtrama “romántica” de Finn Wolfhard es aburrida, y la película pierde interés cada vez que se aleja del personaje de Phoebe (que, por suerte, pasa poco).

A pesar de lo anterior, los dos primeros actos son bastante buenos. Disfruté viendo como los niños iban desentrañando el misterio en torno a Egon, al mismo tiempo que se encontraban con todos los elementos clásicos de la saga (como la trampa, o el detector de actividad paranormal). Y escuchar el sonido de la sirena del Ecto-1, o el equipo de protones encendiéndose otra vez no tiene precio. La secuencia de práctica de tiro, y la persecución que se ve en el avance me parecieron los puntos más altos de la película.

Lamentablemente el tercer acto cojea un poco, y no termina de cerrar la historia como me hubiera gustado. Ojo, no es malo, pero me parece que el ritmo de la historia se acelera mucho, y el villano no termina de tener suficiente tiempo en pantalla como para que se perciba como una amenaza global o como una dificultad insalvable para los protagonistas (como si pasaba en la primera). Aun así, el resultado final es satisfactorio, y creo que hay una buena base para continuar la historia con otros personajes.
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Algunas cosas sueltas del final:

-me sorprendió mucho la aparición del fantasma de Egon. Y más aún que su imagen haya sido tan parecida a Harold Ramis. Eso sí, quedó un poco raro que no diga ni media palabra. Entiendo que no quisieron extralimitarse con el homenaje porque el actor está muerto, pero el conflicto con la hija abandonada merecía alguna palabra.

-la reunión de los cazafantasmas es EL momento que estábamos esperando. Fue lindo, pero demasiado breve. Y repentino (el equipo aparece literalmente de la nada). Creo que los cazafantasmas originales podrían haber tenido más minutos en pantalla, sin que eso vaya en desmedro de los nuevos personajes. Por ejemplo, acudiendo a la pelea final desde el inicio. Además, hubiera sido bueno verlos interactuar más tiempo con el personaje de Mckenna Grace.

-la segunda escena post créditos me dejó intrigado. Entiendo que Winston parece querer reestablecer un nuevo equipo de cazafantasmas en Nueva York. Lo cual me parecería muy interesante, aunque no querría que prescindan de los personajes de Phoebe
21 de marzo de 2015 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Precious es una de las muchas películas con las que me siento como un “sapo de otro pozo”. Mientras leía la buena acogida que tuvo en la prensa especializada o en los premios más prestigiosos de la industria, pensaba: “¿Qué se me habrá pasado por alto?”. Porque, sinceramente, no entendí a que se debió tanto revuelo.

Precious me parece una película tramposa y obvia. Tramposa porque apela, exageradamente, al truco (reiterado) del golpe bajo. Pareciera que el director fuera consciente de sus limitaciones para darle tensión y emotividad a la narración de forma natural (es decir, por medio de un desarrollo medianamente coherente) y quisiera compensarlo con una andanada de momentos melodramáticos, propios de las telenovelas de la tarde, que apelan al llanto fácil. Y que no se malentienda: el problema no es que la protagonista sufra (es algo común en el género), sino la acumulación excesiva de sufrimiento barato.

Además, Precious es obvia hasta el hastío. El único aspecto “innovador” es la capacidad del guionista para inventarle dramas y horrores a su protagonista. Como ya mencione, el guión es una excusa para que Precious sufra hasta lo indecible y sólo se aprecia un desarrollo en el crescendo de traumas y calamidades a las que se ve sometida, pero con situaciones que se repiten una y otra vez. Al mismo tiempo, como si las imágenes no fueran suficiente muestrario, el director agrega el recurso de la voz en off para que Precious se explaye a gusto acerca de lo miserable que es su vida. Como si no quedara claro con los porrazos de la madre.

Como si fuera poco, en Precious no se esboza ni siquiera una mínima reflexión (aunque sea superficial) acerca del contexto social que genera que surjan “Precious” al por mayor. Sí, hay (pocas) imágenes del barrio donde la protagonista crece y también están las típicas compañeras de clase que comparten un destino parecido (aunque al lado de Precious, sus vidas son un paraíso), pero todo eso aparece en segundo plano, como fondo y relleno, sin peso en el “desarrollo” de la historia. Por supuesto, no falta la profesora buena, gentil y simpática que “ilumina” el aula con su mera presencia.

Por otra parte, el elenco también es víctima del guión plano y mediocre. La protagonista, mártir de una tragedia sin fin, está condenada a tener cara de agobio y sufrimiento en todos los planos. Y no podría ser de otra manera con semejante prontuario. No es que actué mal (aunque no comparto, para nada, su nominación) sino que esa escritura impide que la actriz se destaque en más de una faceta.

Y la madre tiene un problema parecido. De hecho, durante gran parte del metraje, me costó tomarme en serio a su personaje ya que parecía una villana de cómic, sin matices, ni trasfondo, ni nada que explique el maltrato salvaje al que sometía a su hija. De todas formas, el personaje se “salva” en la "catarsis" de la entrevista donde, por fin, se advierte un ser humano. Con innumerables defectos y odiable hasta el extremo, pero humano. Sin embargo, el mérito de dicho momento es todo de Monique, quien alcanza un nivel excelso de interpretación, a pesar de las líneas mejorables del guión, de los tembleques inexplicables de la cámara y del personaje vergonzante de la asistente social.

Si la película se salva de la quema total es sólo por el tercer acto, donde el director, al fin, evita los excesos melodramáticos y elige un cierre creíble, de acuerdo al "desarrollo" de los acontecimientos. Una pena que el trayecto sea tan previsible, maniqueo y exagerado.
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